Revista ECOS UASD, Año XXV, Vol. 1, No. 15 Enero-junio de 2018 • Sitio web: https://revistas.uasd.edu.do/

A 100 años de la Revolución de Octubre de 1917: El inicio de un “cambio-de-época”

100 Years after the October Revolution of 1917: The beginning of a «change-of-era»

DOI: https://doi.org/10.51274/ecos.v25i15.pp109-128

Pedro Luis Sotolongo Codina (Cuba). Ph.D. en Filosofía. MsC. en Física. Presidente Fundador de la Cátedra para el Estudio de la Complejidad de La Habana. Asesor Fundador del Capítulo COMPLEJIDAD-RD (Santo Domingo). Ha sido Editor Temático de la Revista Internacional Emergence: Complexity & Organization (E:CO). Miembro de la Asociación Nacional de Escritores de Cuba (UNEAC). Orden ´C. J. Finlay´, la mayor conferida a científicos cubanos por la obra de vida.

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Cómo citar:Sotolongo, Pedro L. 2018. «A 100 años de la Revolución de Octubre de 1917: El inicio de un “cambio-de-época”». Revista ECOS UASD 25 (15):109-128. Doi: https://doi.org/10.51274/ecos.v25i15.pp109-128

Resumen

En el presente trabajo se argumentan tres planteamientos: Uno, el ¿por qué conmemoramos un acontecimiento ocurrido hace un siglo y del cual emergió un tipo de socialidad cuyo proyecto implosionó hace ya un cuarto de siglo?; ¿Por qué esa Revolución de Octubre abrió todo un ´cambio de época´ que aún hoy en día transcurre? Segunda: ¿Qué tales ´cambios de época´, hasta que “maduran” y culminan, y más allá de avances y retrocesos, transitan por etapas diversas y se van plasmando en ámbitos diferentes de las socialidades que los acometen? La tercera: Que cuando en un Siglo (como fue el Siglo XX) emergen los primeros intentos –“experimentos sociales”– de construir una socialidad diferente a la predominante, es solamente cuestión-de-tiempo, pero de tiempo histórico (que no se mide por meses ni por años, sino por cuartos y medios Siglos), para que emerja, aprendiendo de los errores y falla de los “experimentos sociales” iniciales, una nueva manera de organizar las sociedades.


Palabras clave:

Revolución de Octubre, Cambio de época, modo tecnológico de producción.

Abstract

The article argues three ideas: One of them: Why do we commemorate a process that took place a Century ago, and gave way to a project of a society that has collapsed a quarter of a century ago? Because that October Revolution opened a whole ´change of epoch´, still happening. The second one: That such ´changes of epoch´ until they “ripen” and culminate, besides its advances and backdrops, occur through different phases and actualize themselves in different social domains of the societies that implement them. The third one: That when any Century (as the XXth Century) witness the emergence of the initial intents –“social experiments”– of building a society different from the predominant one, it is only a matter-of-time, but historical time (that is not measured by days or months, but by quarter and half Centuries), until, learning from previous errors and failings, such a new way of organizing society takes place.


Keywords:

October Revolution, Change of epoch, technological mode of production.

La Revolución de 1917 “de Octubre” –en realidad la de Noviembre por las veleidades del calendario vigente entonces en un lado u otro del planeta– la conmemoramos hoy a los 100 años de ocurrir, a pesar de que el “experimento social” al que dio paso implosionó hace ya un cuarto de Siglo2, porque esa Revolución marcó, precisamente con ese “experimento social” inicial, el comienzo de toda una nueva época –un ´cambio-deépoca´– que aún prosigue, pésele a quién le pese…

Épocas de cambios. Cambio-de-Época. Relevo de generaciones

Lo primero que tendríamos que preguntarnos es: ¿Cuál época NO es una “época de cambios”?, pues todas lo son… No obstante, no todas ellas constituyen un “cambio de época”, en tanto mutación cualitativa que aspira a la construcción de un nuevo tipo de socialidad, diferente de aquella hasta entonces predominante y tanto unas –las “épocas de cambio”–, como las otras –los “cambiosde-época”– son plasmadas a través de una sucesión, o como suele denominarse, de un “relevo” de generaciones, que “las viven” y que a través de su accionar las impulsan (aunque también pueden resistirse a dicha mutación epocal). Y de generación a generación puede variar –y de hecho lo hace– la proporción de las mismas que impulsan o se resisten a las tendencias primordiales que marcan el cambio epocal.

Otra circunstancia que debe tenerse en cuenta es que incluso para uno u otro “cambio-de-época” –como el iniciado por la Revolución de Octubre de 1917– dicho proceso de mutación cualitativa no transcurre sino a través de una serie de etapas –sin dejar de ser un único “cambio-de-época”– lo que es equivalente a su gradual despliegue o si se quiere, a su “maduración”, hasta alcanzar la completa mutación cualitativa epocal que tal cambio significa3: Es decir, la plasmación de una nueva manera de organizar las socialidades.

Como resultante de lo cual, el transcurrir de tales procesos histórico-epocales, como el iniciado por la Revolución de Octubre, por medio de esas etapas, ocupa todo un periodo histórico que no se mide por unos pocos años, sino por cuartosde-Siglo, medios-Siglos y hasta Siglos enteros, abarcando, por lo mismo, la vida y accionar de múltiples generaciones, por lo que cuando en ocasiones ha ocurrido una de esas etapas de “estancamiento” o “temporal retroceso” en su devenir, las generaciones contemporáneas a ese proceso pueden creer percibir que ya “no están en un cambio de época”, confundiendo dicho “estancamiento” o “retroceso temporal” con algo definitivo. Pero más tarde o más temprano, tal “cambio-de-época” se reanuda, completando las condiciones para su maduración irreversible ya…

También es necesario apuntar que tales “cambios-de-época” y esas, sus diversas etapas de despliegue y/o “maduración” en las tendencias predominantes que los caracterizan como tal, NO transcurren siempre en el mismo ámbito social, pudiendo una u otra de tales etapas de uno u otro “cambio-de-época” centrarse más en el cambio epocal ya bien en el ámbito político, o en el económico o en el tecnológico, para mencionar algunos de los ámbitos sociales más comúnmente tenidos en cuenta; aunque también dichas etapas conciernen a otros ámbitos sociales, como el cultural y/o el sociológico y de hecho, aunque el de un “cambio-de-época” que haya sido reversible. Y no se trata de ningún “determinismo” histórico, sino de que cuando se plasman las condiciones (ante todo las tecnológicas, económicas) que lo hacen posible –aunque no necesario– incluso el tipo de socialidad que marcó con su predominio la época a ser trascendida por ese “cambio-de-época” comienza a intentar aprovechar tales nuevas condiciones, y al no poder hacerlo consecuentemente, con el cúmulo de problemas que acarrea por las limitaciones intrínsecas que su “agotamiento epocal” implica, lo que propicia (sin desearlo) es el hacer “irreversible” ese “cambio de época” que pretende inútilmente evitar. Eso precisamente, para “lo(a)s que tienen ojos para ver”, es lo que está aconteciendo hoy en día (crisis globales de varias denominaciones) a 100 años ya de aquella Revolución que conmemoramos hoy, y a despecho de los “ciegos que no desean ver” y que por el contrario nos pintan el florecimiento de “una sociedad del espectáculo”, que, en realidad, ya agotó su potencial creador.

cambio cualitativo ocurra predominantemente ya bien en una u otra etapa y/o en uno u otro de los mencionados ámbitos, el mismo contribuye a continuar plasmando, cada vez más marcadamente, dicho “cambiar de época” y generalmente su impacto, más temprano que tarde se expande al resto de los ámbitos sociales. No otra cosa está sucediendo actualmente, un siglo después de aquella Revolución rusa y a pesar de la implosión de su modelo social concreto.

Hay que decir, que, en dependencia del ámbito social que experimente en el “cambio-de-época” la mayor mutación cualitativa en despliegue –en una u otra de sus etapas– así podrá ser mayor o menor la denominada –y siempre presente– “brecha generacional” que se agudiza; como ocurre en la contemporaneidad, cuando el salto cualitativo tiene lugar, por ejemplo, en el ámbito de la tecnología y su proyección a la producción de bienes materiales y culturales, impactando hasta la vida cotidiana actual, por lo que entonces, como ocurre ahora, la “brecha generacional” es singularmente amplia, lo que queda recogido en las denominaciones de “nativos digitales” e “inmigrantes digitales”, para jóvenes y adultos respectivamente.

Y en ese “cambio-de-época”, iniciado por la Revolución de Octubre en 1917, es en el que se insertó el proceso de la Revolución Cubana, con su triunfo en 1959 –hace ya más de medio siglo– que significó, entre otras circunstancias, el arribo al continente americano de la tendencia de este “cambio-de-época” que había ya transcurrido por diversas etapas: La tendencia a producirse los primeros “experimentos sociales” de construir una socialidad diferente a la predominante desde la modernidad.4  Pero no sería la última en ese empeño, incluso en nuestra región latinoamericana…

Algunas de las etapas previas más fácilmente identificables de la aludida tendencia epocal (originada en el ámbito político, pero con impacto indudable en la manera de organizar la economía –y de distribuir sus resultados– así como en la socialidad en su conjunto) habían sido las marcadas, una, por el inicio –en aquel 1917– del primero de tales “experimentos sociales” (ya implosionado); otra, sobrevenida tras la derrota del nazismo europeo, con la expansión en Europa de Este de tales “experimentos sociales” (asimismo ya no existentes) y su advenimiento ulterior al continente asiático a través del “experimento social” chino, puesto en marcha en 1949 (“experimento social” no implosionado, sino francamente en auge). Con la Revolución Cubana, como ya apuntáramos, dicha tendencia epocal arribó al continente Americano.

Otras etapas, esta vez de estancamiento y relativo retroceso del transcurrir de esa dimensión político-social del “cambiode-época” –y pretendida erróneamente por muchos como de su eliminación definitiva– lo ha constituido el ya aludido “desmerengamiento” en el entorno del año 1990 de los “experimentos sociales” este-europeos; si bien tales circunstancias han estado acompañadas por el cambio del modelo del igualmente “experimento social” chino hacia el denominado “socialismocon-características-chinas”, que le ha dado a ese país evidentes buenos resultados.5 

Nos parece oportuno el apuntar que la pretendida “eliminación” –como dándola por definitiva– de esta tendencia epocal transformadora de la manera de organizar la sociedad, se basa más bien en una más que dudosa lógica que parte de la premisa de que cualesquiera primeras tentativas de hacer algo diferente a lo acostumbrado estén signadas por el éxito, la perfección y no por los defectos, los errores y hasta los fracasos, como si de todo ello no se pudiera sacar experiencias y aprender a hacerlo mejor.6 

No obstante lo anterior, acontecimientos posteriores a los aludidos y en nuestra propia región desde 1998 y durante los tres primeros lustros de este Siglo XXI, como los “experimentos sociales” boliviano, ecuatoriano, venezolano –con todos sus idas y venidas– de un “Nuevo Socialismo del Siglo XXI”, y a despecho del actual “corrimiento” hacia la derecha en ciertos países, parecen avalar aquella frase del clásico de la literatura española que reza: “Los muertos que vos matáis, …gozan de buena salud”.

y sus limitaciones)– de acumulación de tecnología y de inversiones, para entonces estar en condiciones –aprovechando lo que denominan los chinos como “la 3ra. Representación” (los “emprendedores”, de los que nadie extrae plusvalía)– de acometer la renovación total de la organización social. Si ello transcurre como prolongación de la tendencia que se constata hace ya varios lustros, y que ha convertido a la República Popular China en la segunda potencia económica mundial, podría no ser demasiado arriesgado el prever que China y su modelo –por analogía con la Inglaterra decimonónica– “se comerá al mundo” en el actual siglo XXI…

Puede afirmarse, en cambio, que cuando adviene un Siglo –y ese ha sido el recién finalizado Siglo XX– en el cuál emergen los primeros intentos –auténticos “experimentos sociales”– de organizar de modo cualitativamente diferente la sociedad (y no otra cosa fue el proceso desencadenado por la Revolución cuyo centenario conmemoramos hoy), esos primeros “experimentos sociales”, imperfectos como suelen ser todas los primeros intentos de hacer algo de manera diferente a la usual hasta el momento, son síntoma, sencillamente, de que esa anterior manera de organizar las socialidades ya agotó sus posibilidades creadoras y es solamente “cuestión de tiempo”, pero tiempo histórico –medible por cuartos y medio Siglos– para que alguno de esos “experimentos sociales”, aprendiendo de las fallas de los anteriores, logre plasmar esa nueva manera de organizar la sociedad. Y por ese camino nuevo siguen, uno tras otros, el resto de los países. 

Tal como sucediera con la Inglaterra decimonónica…

Y precisamente esa aludida Inglaterra decimonónica nos recuerda que, para el advenimiento de tales condiciones epocales que propician el trascender hacia otra manera de organizar la sociedad, son necesarias no solamente circunstancias sociales, sino también circunstancias tecnológicas, aunque estas últimas no sean suficientes. Sin aquel nuevo modo tecnológico fabril-mecanizado de producción que inauguró Inglaterra en el entresiglos XVIII-XIX, no hubiese podido ocurrir tal “despegue” de la sociedad inglesa, y tras ella, Europa entera “se pobló de chimeneas”, para que en medio Siglo esa manera industrial del capitalismo “se le perdiera” a la anterior manera de organizar las sociedades occidentales con las que venía compitiendo al menos dos Siglos ya, competencia socialmente a su favor (las manifacturas capitalistas) pero tecnológicamente similar a los talleres gremiales (el anterior modo tecnológico manual artesanal de producir).

Ello arroja particular luz sobre lo que actualmente estamos viviendo. Coincidiendo epocalmente con el aludido “desmerengamiento” de algunos de los principales “experimentos sociales” de organizar de otro modo las sociedades y condicionando en mucho, por otra parte, el mencionado ya cambio de modelo del “experimento social” chino, ocurrió –o está aún ocurriendo– el emerger de:

—Un nuevo modo tecnológico de producción (el flexible, automatizado, robotizado7), en sustitución, a partir de los países de mayor desarrollo, pero expandiéndose a otros, del anterior y ya mencionado modo tecnológico fabril-mecanizado8  de producir los bienes materiales y los soportes materiales de los bienes culturales.9 

—Una nueva modalidad de obtener y distribuir los bienes culturales, (la cultura de la imagen y la pantalla, que va sustituyendo a la cultura del libro y el concepto).10 

—Unos cambios cualitativos en el Saber (el Episteme) y en los valores (el Ethos) contemporáneos, en buena medida condicionados por esas nuevas modalidades de producir los bienes materiales y culturales y que, a su vez, la potencian ulteriormente.

36 Que hace gala de una mayor productividad del trabajo al tomar para sí dichos medios técnicos automatizados y robotizados las funciones productivas LÓGICAS, hasta ahora privativas de los seres humanos. Si bien dicho aumento de productividad viene acompañado por una “economía de rango” (sustituta de la “economía de escala” del anterior modo tecnológico de producción fabril-mecanizado), que está condicionando, junto a esa mayor productividad, el desempleo estructural galopante del que somos –asombrados– testigos contemporáneos.

Todo lo cual puede reconocerse como que ocurre en el momento actual y que, por lo mismo, está haciendo mutar cualitativamente la manera en que cada vez más vivimos cotidianamente.

Y todo ello está constituyendo aunque no nos lo dicen cuando los medios de comunicación (devenidos actualmente en “el cuarto poder”) nos la muestran como “la sociedad del espectáculo” la plasmación en el ámbito tecnológico de las premisas necesarias –lo que es distinto a “suficientes”– para poder trascender –cuando y si– se plasman el resto de las condiciones sociales suficientes ya y que lo hagan posible, hacia otra modalidad de organizar la socialidad (llámese como le llamen).11 

Una socialidad en la cual, juzgando por los síntomas alarmantes que se constatan actualmente (y las diversas crisis globales), el mercado se supedite al bien común social; las sociedades se orienten primordialmente a la propiedad social, sin identificarla solo con la propiedad estatal y sin satanizar a la pequeña y mediana propiedad privada; la riqueza sea distribuida de manera más justa y equitativa12, y se desarrollen modalidades de convivencia solidaria, de autoridad colectiva y de respeto y comunión con la naturaleza, hoy en día inexistentes. Sería algo así como “el mundo mejor que es posible”13, quizás en ese “mundo multipolar” por el que bregan muchos.

La manera preponderante desde la modernidad de organizar las sociedades –todos sabemos cómo se denomina– ha tenido la “suerte histórica” de, en el momento mismo que emergen las condiciones tecnológicas necesarias (el nuevo modo tecnológico flexible-automatizado-robotizado de producir), pero no suficientes, para ser trascendida epocalmente, implosionaron algunos de los principales “experimentos sociales” de trascenderla (los este-europeos), debido a sus deformaciones y errores (aparte de la dura agresividad para con tales “experimentos sociales” por parte del “adversario” histórico).

Ello ha abierto todo un periodo –sumamente agónico– que es el que estamos atravesando y que es de prever dure al menos toda la primera mitad de este Siglo XXI (con “final abierto”) en el cual, la anterior manera de organizar las sociedades –realmente agotada ya en sus potencialidades– y al riesgo de sumir (como lo está haciendo) a la humanidad en graves riesgos, se nos presente en cambio como la ya aludida “sociedad del espectáculo”, “triunfante” y como única alternativa histórica posible (lo que equivale a ´TINA´ o, ´There Is Not Alternative´)…

Acerca del significado de lo instituyente y lo instituido  en las sociedades en lo que concierne al cambio social

Toda sociedad, sea cual fuere, se está enfrascando en el aludido proceso de “cambio de época” a partir –como no podía ser de otra manera, en tanto socialidades que son, de su institucionalidad y su concomitantes significaciones culturales en su imaginario social (que podrán ser compartidas mayoritariamente– aunque nunca por todo(a)s). Es decir, de LO INSTITUIDO, o sea, lo estructurado socialmente y arquetipizado individualmente en el país; y con toda la marca o huella que los años y décadas más recientes han ido dejando en esas instituciones y en las significaciones socio-culturales de tal imaginario social en tanto país en lo tocante a sus diversas generaciones, menos y más jóvenes.

Y por lo mismo, a partir de una mayor o menor concientización del siempre presente –aunque no se reconozca o no se desee reconocer– INSTITUYENTE colectivo e individual, capaz también siempre, aunque sea en principio, de reflexionar críticamente y querer –y hasta intentarlo– incidir en uno u otro sentido desde el acaecer de la vida cotidiana –reproduciendo (morfostasis social) o modificando (morfogénesis social)– lo INSTITUIDO y las instituciones en que se plasma, a partir de otras significaciones culturales generadas generacionalmente por ese INSTITUYENTE actual y el imaginario social de los días que corren, sea el país de que se trate, incluidos los E.U.

¡Y es ese el terreno o ámbito –en última instancia, por supuesto– dónde ´lo cultural´ (en su sentido lato) reviste indudable importancia, y en el que, a juicio nuestro, con lo tecnológico ceteris paribus –asimismo “cultural” en tanto plasma el devenir científico y técnico– se decidirá el aludido “final abierto” del proceso de este “cambio de época” cuando se trate de trascender hacia otra manera de organizar la sociedad. Ante todo, cuando se trate de llevar a cabo ese tránsito por parte de países pequeños y pobres (en comparación con los grandes, ricos y poderosos). En otras palabras, lo que propiciará que una u otra alternativa –entre las posibles y previsibles, aunque nunca pronosticables– más deseable a uno u otro país, pero no a otros o no compartida por ellos, llegue a ser la que se plasme. Y que, como suele suceder, parezca a posteriori como la “única” que existió desde el principio del proceso…

Ha sido –y es– a partir de la percepción propia (mejor o peor) –no lo dudemos– de cada país acerca del estado actual y tendencias previsibles de esa su institucionalidad y de ese su imaginario de significaciones culturales ya plasmado(a)s; y por lo tanto de su percepción –mejor o peor– del estado y tendencias de sus respectivos instituyentes colectivos e individuales, que cualquier país y sus países “adversarios” considerarán conveniente o no el involucrase en ese complicado proceso de adentrarse en –o adversar– uno u otro “experimento social” para construir un nuevo tipo de socialidad, hasta ahora inédita, en el que a cada país le esperan “distintos tramos del camino a recorrer”. Y así les irá a unos y a otros países…

En lo tocante a E.U., su institucionalidad política –mayoritariamente aceptada por su población– aunque actualmente “conmocionada” por la elección del “fenómeno Trump”, implica un bipartidismo que en realidad (en lo concerniente a algunos objetivos y principios nacionales cardinales y por mucho tiempo institucionalizados) funciona como dos alas de un no reconocido monopartidismo, y que en periodo reciente presentaba un debilitamiento notorio del ala del Partido Demócrata (el de Obama y la Clinton) que había perdido aplastantemente las elecciones congresionales de medio término, elevando así mucho las opciones de la otra ala política, la del Partido Republicano, para el triunfo en las elecciones presidenciales del 2016, como efectivamente ocurriera.14 

El anuncio de la nueva política de acercamiento a Cuba le proporcionó a Obama –y por carácter transitivo, al ala de su Partido Demócrata y a la siguiente candidata presidencial Hillary Clinton– “un respiro” en las encuestas que mucho necesitaban (al igual que el posterior acuerdo con Irán). Ambas circunstancias actualmente están siendo retrocedidas por el Presidente Trump, lo que forma parte, aunque no única, de la feroz oposición a todo ello por parte de algunos de los principales exponentes del Partido Republicano.

Por otra parte, a pesar del deterioro cada vez más evidente del “tejido sociológico” estadounidense (la creciente brecha de ingresos y oportunidades entre el 1% y el resto de la población15  –la reaparición del racismo– incluso durante la presidencia de un no blanco; la “epidemia” de balaceras en escuelas, espectáculos, barrios y hasta iglesias (y que parece no tener fin…); el descontento social generalizado simbolizado políticamente con el emerger del “fenómeno Sanders” y desde el extremo opuesto “el –ya aludido– fenómeno Trump”, etc.), continúa existiendo con fuerza apreciable en el imaginario socio-cultural estadounidense la percepción de ser “el país elegido” (¿por quién?...) para diseminar por el mundo ciertas concepciones acerca de los valores universales, los derechos humanos, la democracia, las libertades individuales. (Todo al estilo de lo(a)s de E.U. y, por lo mismo, llegando hasta la exportación del “american way of life”. Para todos: goma de mascar, jeans, McDonald´s, americanismos del lenguaje y un largo etc.). A lo que se resisten las culturas de diversos países, tanto por la vía legítima, como por la ilegítima (el terrorismo, que tampoco parece tener fin…)

Aunque semejantes significaciones culturales y “misiones civilizatorias” auto-proclamadas están erosionándose cada vez más por una creciente multiculturalidad ante los inmigrantes (de ahí, en parte por lo menos, la resistencia social a los mismos), así como ante los recientes fracasos (en ocasiones “disfrazados” como éxitos) de E.U. de “exportar” sus valores en Afganistán, Irak, Libia, Siria y Yemén (y en los que han participado gobiernos de ambas alas políticas), “Atenuación” ahora problematizada o al menos problematizable, para los europeos ante la creciente ola de migrantes hacia su territorio y procedentes, en proporción significativa, de los aludidos países agredidos por E.U. y la OTAN en el Medio Oriente.

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Pero, ¿si estamos en un cambio-de-época?... ¿qué, entonces, nos indica propiciar?

La actual crisis epocal global:  

Sus características particulares

Estamos siendo contemporáneos de una auténtica crisis epocal global, en otras palabras, de lo que cada vez más nítidamente percibimos como lo que es, todo un cambio-de-época y no una mera época de cambios (pues, ¿cuál no lo es?). Y que, al mismo tiempo, constituye la crisis de todo un proyecto civilizatorio, con ese, su patrón o matriz de Poder, instaurado(a) a partir de la modernidad (desde Occidente, pero impelido –por su propia lógica interna– a expandirse continuamente hasta abarcar prácticamente todo el planeta).

Esta verdadera crisis epocal, es entonces al mismo tiempo global. Y NO es similar a otras ocurridas a lo largo de la ya larga historia de la humanidad y de sus socialidades. Por el contrario, presenta:

Una especificidad,

Una excepcionalidad. Un carácter inédito.

Abordemos cada uno de estos rasgos que caracterizan a la presente crisis epocal global actual.

Su especificidad

La presente crisis epocal global tiene la especificidad de que lo que está en crisis no es otra cosa que los fundamentos mismos del aludido ya patrón o matriz de poder epocal, devenido(a) global. En otras palabras, aquello que constituye y legitima a dicho patrón o matriz.

Dicha circunstancia condiciona que tal patrón o matriz de Poder epocal no logre ya “hacer-sistema”. Es ya, en palabras de I. Wallerstein, “un sistema-que-no-hace-sistema”.16  Es decir, que al implementar el mismo en un ámbito suyo precisamente aquello que su lógica inherente le dicta implementar, ello, no obstante, le lleva –y no puede evitarlo– a que en otro ámbito suyo el sistema experimente contradicciones insalvables que minan su capacidad de adaptación y de evolución ulteriores.

Cuando eso ocurre, como se comprenderá, significa el agotamiento epocal de la dinámica interna propia de ese sistema y de su patrón o matriz de poder que le es concomitante. En este caso que nos ocupa, del sistema-mundo característico de la modernidad y de su patrón o matriz de poder. Lo que no es óbice para que los beneficiarios de semejante patrón o matriz de poder, a pesar de su agotamiento, no intenten perpetuarlo. Es ese, en última instancia, el contenido –sumamente agónico, aunque también esperanzador– de toda epocalidad de transición. La actual no constituye excepción alguna…

AGENDA DE INVESTIGACIÓN SOCIAL A PROPICIAR: 

¿Cuáles son los fundamentos mismos que constituyen y legitiman a un proyecto civilizatorio, a una u otra socialidad suya y al patrón o matriz de poder que en el mismo se ejerce? ¿Cuál es la particularidad de esos fundamentos para el caso del proyecto civilizatorio, sus socialidades y el patrón o matriz de poder imperante desde la modernidad? Su excepcionalidad

La índole excepcional de este agotamiento crítico de los fundamentos mismos constituyentes y legitimantes del patrón o matriz de poder moderno viene dada porque, a diferencia de lo que ha ocurrido con otros procesos análogos (piénsese en el Imperio Romano, en el Otomano, etc.), en esta ocasión –y por los veleidosos avatares de la historia del último Siglo recién finalizado– su crisis global no está ocurriendo (en estos momentos en que se desencadena con particular fuerza y por lo menos desde la década de los 90), a partir de ser amenazado ese patrón o matriz de poder epocal con ser horadado o incluso destruido por otro patrón o matriz de poder alternativo y exterior al imperante desde la modernidad.

En otras palabras, lo excepcional es que en el momento presente esta crisis epocal global es endógena al patrón o matriz de poder que la experimenta. Le viene “desde dentro”, desde sus entrañas mismas, en vez de ser carcomido desde fuera, desde su exterior. Ello la hace, entonces, particularmente inevitable (gústele a quién le guste; y disgústele a quién le disguste. Y ambos ´quiénes´ existen…).

AGENDA DE INVESTIGACIÓN SOCIAL A PROPICIAR: 

¿Cómo proceder entonces –desde el interior del patrón o matriz de poder en crisis– para propiciar una correlación de fuerzas que permita trascenderlo(a)? ¿Cuáles serían los agentes-de-cambio-social actuantes en el mismo?

Su carácter inédito

El patrón o matriz de Poder actualmente en crisis es el primero auténticamente GLOBAL en la historia de la humanidad, es decir, en presentar una escala que abarca, para todos los fines prácticos, al planeta Tierra entero. Es el primer auténtico “sistema-mundo” (a lo Wallerstein)17  que merece en sentido riguroso semejante denominación.

Lo que acabamos de expresar no quiere decir que esa escala planetaria presente en todas partes del planeta las mismas características de homogeneidad; sino, por el contrario, que el proyecto civilizatorio moderno y su patrón o matriz de poder han sido capaces de ir subordinando a si todos los remanentes de los anteriores proyectos civilizatorios -o sistemas-“mundo” –en sentido más restringido o más localizado– pero que predominaron durante épocas enteras: el de la reciprocidad (intercambio o trueque equivalente), el de la pequeña producción mercantil, el de la esclavitud, el del despotismo oriental, el de la servidumbre medieval (en Europa), sometiéndolos y subordinándolos a todos, por diversos mecanismos, a su lógica propia –la lógica de acumulación y centralización crecientes– del capital y de la conquista y expansión permanente de mercados (extendiendo este mercado –que le antecediera en su origen– a todo el planeta).

Al mismo tiempo, ese carácter inédito le confiere al actual sistema-mundo del proyecto civilizatorio surgido en Occidente a partir de la modernidad y ahora planetarizado, a su patrón o matriz de poder y a la crisis epocal global de ambos, particular heterogeneidad, complejidad y gravedad.

Esta gravedad llega actualmente hasta situaciones y procesos que ponen en riesgo la supervivencia misma de la humanidad (verbigracia: el cambio climático global –socio y antropogénico como es; la potencialidad de un conflicto nuclear, para nombrar a los más notorios)…

AGENDA DE INVESTIGACIÓN SOCIAL A PROPICIAR: 

¿Cómo caracterizar toda la complejidad sistémica del patrón o matriz de poder de la modernidad y de su actual crisis global? ¿Cómo conjugar las características legítimas remanentes de socialidades subordinadas a la lógica inherente al mismo –la lógica del capital y del mercado en expansión permanente– pero que pueden contribuir a trascenderla? ¿Cómo conjugar la localidad de tales características con la actual globalización? ¿Cómo trascender la orientación a valores neoliberales de la actual globalización?

La otra cara de la actual crisis epocal global

La presente crisis epocal global, por sus nefastas consecuencias sobre las grandes mayorías de las poblaciones de los países afectados por la misma –que de una u otra manera, más directa o indirectamente, son todos los existentes en el planeta– nos presenta, y no puede no presentarnos “su otra cara”: La del descontento explícito de cada vez más gentes, y cada vez gentes más diversas, y en cada vez más diferentes partes del mundo, con las condiciones en que semejante crisis les obliga a vivir.

Tales gentes, procedentes de diferentes clases sociales, géneros, razas y etnias, como lo atestiguan los diversos procesos que están teniendo lugar contemporáneamente en diversos lugares, plasman la creciente resistencia –para nada accidental– de esas etnias, razas y géneros, e incluso de algunas de las capas de clases sociales (la denominada “clase media” es aquí paradigmática) o clases sociales enteras, que simplemente no quieren continuar viviendo como viven, en condiciones de precariedad creciente, de exclusión creciente, de explotación creciente, en realidad “sobreviviendo”, no viviendo. Con el agravante, por paradójico que parezca, que en muchos casos son las mismas etnias, razas, géneros, capas de clase sociales o clases sociales enteras, que utilizó como “coartadas culturales” suyas el patrón o matriz de poder moderno para “legitimarse”…

Por todo lo aludido, tales etnias, razas, géneros, capas de clases sociales, o clases sociales enteras, no desean continuar atrapados dentro de las condiciones creadas por ese patrón o matriz de poder moderno ya en crisis y reclaman –y propician cada vez más– OTRAS formas de existencia social y de autoridad colectiva, e intentan plasmar OTRO “horizonte de sentido” civilizatorio que tenga la potencialidad de hacer emerger OTRO proyecto civilizatorio (que tendría también su propia lógica inherente y su patrón o matriz de poder concomitante, pero más incluyentes y propiciadores de solidaridad y convivencia armónica, y que conduzca a maneras diferentes de organizar sus socialidades). Nuevo proyecto civilizatorio que, como cualquier otro, tendría su emerger, su auge y florecimiento, hasta quedar agotado y ser trascendido, pero que por lo menos “nos saque” de la actual crisis epocal global por la que atravesamos.

No otra cosa han constituido, por ejemplo, los “Indignados” del movimiento M-15 españoles (que hicieron emerger a “Podemos” en la Península Ibérica), los ”Occupy Wall St.” newyorkinos, y de otras ciudades estadounidenses, el proceso desencadenado por Siryza, en Grecia, y, dentro de sus otros contextos específicos, los movilizados por los diferentes procesos de la llamada “primavera árabe”, los movimientos sociales bolivarianos en la América Latina, otros movimiento sociales que emergen en muchas partes del mundo contemporáneo. Pero asimismo, fuerzas sociales no constructivas, sino destructivas, como el denominado Califato Islámico (Daesh o Isis), algo “impensable” hace solo pocos años…

AGENDA DE INVESTIGACIÓN SOCIAL A PROPICIAR: 

¿Hacia dónde avanzan tales fuerzas y movimientos sociales espontáneos? ¿Cuál horizonte de sentido pretenden propiciar, capaz de general OTRO proyecto civilizatorio? ¿Cómo avanzar hacia un “mundo mejor”, evitando un “mundo peor”? ¿Cómo evitar que tales esfuerzos resulten “manipulados” por los que desean mantener un mundo de “más-de-lo-mismo”?

Como puede constatarse de todo lo expuesto anteriormente, el “cambio de época” inaugurado por la Revolución de Octubre de 1917, cuyo centenario conmemoramos en este 2017, continúa su transcurso, aunque nos digan lo contrario aquellos a quienes ese “cambio de época” no les venga en gracia.

¡Apliquémonos para que su “tiempo histórico”, sin dejar de serlo, culmine en este Siglo XXI, aunque alguno(a)s de nosotros(a)s no podamos ya ser testigos de ello!

¡Viva –con toda su carga de fallas contextualizables por ser el primer intento– la Revolución Socialista rusa de Octubre 1917!

Santo Domingo, Noviembre 7 del 2017.

Notas

  1. Ponencia presentada en el “Seminario 100 años de la Revolución Socialista de Octubre y su incidencia en la sociedad dominicana”, organizado por el Instituto de Historia de la UASD, 7 de noviembre 2017
  2. Se “desmerengó”, diría en su momento Fidel Castro.
  3. Aunque también ocurren etapas de “estancamiento” e incluso de “retroceso temporal” en uno u otro de esos “cambios-de-época”, pero lo que NO se ha constatado en el devenir histórico es el advenimiento de un “cambio-de-época” que haya sido reversible. Y no se trata de ningún “determinismo” histórico, sino de que cuando se plasman las condiciones (ante todo las tecnológicas, económicas) que lo hacen posible –aunque no necesario– incluso el tipo de socialidad que marcó con su predominio la época a ser trascendida por ese “cambio-de-época” comienza a intentar aprovechar tales nuevas condiciones, y al no poder hacerlo consecuentemente, con el cúmulo de problemas que acarrea por las limitaciones intrínsecas que su “agotamiento epocal” implica, lo que propicia (sin desearlo) es el hacer “irreversible” ese “cambio de época” que pretende inútilmente evitar. Eso precisamente, para “lo(a)s que tienen ojos para ver”, es lo que está aconteciendo hoy en día (crisis globales de varias denominaciones) a 100 años ya de aquella Revolución que conmemoramos hoy, y a despecho de los “ciegos que no desean ver” y que por el contrario nos pintan el florecimiento de “una sociedad del espectáculo”, que, en realidad, ya agotó su potencial creador.
  4. Si bien suele referirse a la Revolución Cubana como integrante de un periodo conocido como “guerra fría”, es necesario enfatizar que el proceso insurreccional en la Isla no fue originalmente parte de dicha “guerra fría”, sino un esfuerzo triunfante por el derrocamiento de una sangrienta dictadura –la batistiana– que en sólo 7 años había asesinado a 20,000 (veinte mil) cubanos. Sin embargo, fue la aguda incomprensión del “vecino del Norte” del país caribeño para con esas circunstancias de reivindicación nacional y de recuperación de los recursos naturales (incluso mediante compensación, como lo requiere el orden jurídico internacional vigente) que ocurrían por entonces en la Isla, lo que al irse consecuentemente radicalizando el proceso cubano, lo obligó prácticamente a insertarse en esa denominada “guerra fría”.
  5. Semejante renovación del modelo chino de “experimento social” se inserta –lo que ha sido menos divulgado que lo que sería deseable (ante todo por sus adversarios, abiertos o encubiertos)– en una estrategia a largo plazo –de 100 años según los propios chinos (dado el atraso secular del que partió desde 1949 -en el caso chino- el anterior modelo y sus limitaciones)– de acumulación de tecnología y de inversiones, para entonces estar en condiciones –aprovechando lo que denominan los chinos como “la 3ra. Representación” (los “emprendedores”, de los que nadie extrae plusvalía)– de acometer la renovación total de la organización social. Si ello transcurre como prolongación de la tendencia que se constata hace ya varios lustros, y que ha convertido a la República Popular China en la segunda potencia económica mundial, podría no ser demasiado arriesgado el prever que China y su modelo –por analogía con la Inglaterra decimonónica– “se comerá al mundo” en el actual siglo XXI…
  6. Aquel primer “experimento social” desencadenado por la Revolución de Octubre, también tendría esos errores y fallos, como fueron la identificación errónea de “propiedad social” con “propiedad estatal”; el no haber sido fiel a la consigna inicial de “todo el poder a los Soviets” (de soldados, campesinos y obreros), circunstancia exacerbada por el denominado ´culto a la personalidad´ de Joseph Stalin, con sus atrocidades; el no pasar cuando sobrevinieron condiciones sociales para ello, de una ´dictadura del proletariado´ a una ´democracia del proletariado´, entre otros, que contribuyeron a la entronización de un modelo de “socialismo estatalizante”, que sería copiado, menos o más, por otros países que emprendieron esa ruta.
  7. Que hace gala de una mayor productividad del trabajo al tomar para sí dichos medios técnicos automatizados y robotizados las funciones productivas LÓGICAS, hasta ahora privativas de los seres humanos. Si bien dicho aumento de productividad viene acompañado por una “economía de rango” (sustituta de la “economía de escala” del anterior modo tecnológico de producción fabril-mecanizado), que está condicionando, junto a esa mayor productividad, el desempleo estructural galopante del que somos –asombrados– testigos contemporáneos.
  8. Modo tecnológico fabril mecanizado de producción “montada en cuya ola” de gran productividad (al tomar para sí los nuevos medios técnicos las funciones productivas TECNOLÓGICAS –hasta aquel momento privativas– de los seres humanos) y de avance tecnológico y aplicación tecnológica de la ciencia empírica, fue que la Inglaterra decimonónica, como hubimos de mencionar, “se comió al mundo”.
  9. Nuevo modo tecnológico de producción, como salto cualitativo producido en la fuerzo productiva del trabajo humano, del que el “experimento social” cubano quedara relativamente aislado (por el bloqueo de la principal potencia tecnológica, amén de por otras realidades geopolíticas).
  10. Nueva cultura de la imagen y la pantalla a la que, por las mismas razones que en la Nota al Pie precedente, la Isla no pudo acceder al unísono con el resto de los países del área.
  11. Aunque el desarrollo ulterior de todo “cambio-de-época” esté lejos de poder ser pronosticado, incluso de ser previsto, pues las dinámicas (los cambios y transformaciones) sistémico-complejas –y el desarrollo social es tal– presentan siempre “finales abiertos”.
  12. Es imposible no constatar la impresionante CAPACIDAD del capitalismo para crear riqueza, pero igualmente imposible es el no constatar su igualmente impresionante INCAPACIDAD de distribuirla justa y equitativamente, dada su lógica inmanente a la acumulación y concentración del capital, siempre en busca de la mayor tasa de ganancia para sí mismo.
  13. Según la conocida afirmación del Premio Nobel de la Paz argentino Adolfo Pérez Esquivel
  14. Aunque el triunfo estuviera mediado no por la cantidad de votos populares, sino por un curioso y obsoleto sistema de votos electorales por cada Estado de la Unión.
  15. Stiglitz, Joseph. E. 2015. “La Gran Brecha: Qué hacer con las Sociedades Desiguales”. Taurus, Barcelona

Referencias

Stiglitz, Joseph. E. 2015. “La Gran Brecha: Que hacer con las Sociedades Desiguales”. Taurus, Barcelona.

Wallerstein, Immanuel. 2017. El moderno sistema mundial. Siglo XXI. España.