Su impacto inicial
Es generalizada la afirmación de que la Revolución Bolchevique fue el acontecimiento más importante del Siglo XX, de un siglo en el que hubo dos guerras mundiales, transformaciones sociales, tecnológicas y científicas como en ningún otro siglo de la historia de la humanidad. Esa revolución constituyó la más intensa y expandida esperanza de transformación del mundo bajo el signo de la libertad, la igualdad y la fraternidad de todos los procesos de cambios en ese y todos los siglos anteriores de la historia. Fue la revolución que mayor cantidad de seres humanos vivieron su embrujo, donde la mayor diversidad de identidades nacionales y países se vieron envueltos y la que con mayor pasión fue defendida por intelectuales, científicos y colectividades en todo el mundo, durante sus primeros 40 años de existencia.
Eric Hobsbawm, en su Historia del Siglo XX, cita el sorprendente resultado de una encuesta Gallup en los Estados Unidos en 1939, en que a la pregunta sobre a quién quería que surgiese como vencedor entre Alemania y la URSS, un 83% respondió que favorecía a esta última. La humanidad vivía entonces el embrujo de la Revolución Bolchevique que se proponía liberar el mundo como lo predicaron sus principales líderes, Lenin y Trotski, que creían que esta era sólo la antesala de la revolución mundial. Trotski escribió varios textos explicando las razones de la necesidad de esa revolución mundial para poder consolidar la bolchevique. En tal sentido, esa idea involucró a todo el movimiento revolucionario del mundo y contó con el apoyo entusiasta de lo más granado de la intelectualidad de la época.
La ilusión de una redención de la humanidad en que se envolvió la Revolución Bolchevique no fue algo exclusivo de ese proceso, los grandes momentos revolucionarios anteriores y posteriores a ella en diversos países se plantearon objetivos liberadores que se justificaban en un ideal redentor que impulsaban a las masas a apoyar esos procesos de cambios. Pero, como todo proceso de transformación, la tensión entre la continuidad de elementos básicos en que descansaban el antiguo orden y los elementos en que se basarían en un nuevo cambio tendían a constituirse en el trasfondo de una sorda discusión entre los principales dirigentes de la revolución. Esa tensión se reflejó en las discusiones en torno al carácter de la revolución, las medidas económicas, la institucionalización, la organización del Estado y del partido, los organismos de seguridad y la revolución mundial.
La pronta inhabilitación de Lenin a causa del atentado contra él cometido por una extremista de izquierda y su relativamente prematura muerte determinaron que las discusiones se centraran básicamente entre las facciones encabezadas por Stalin y Trotski, dos personalidades diametralmente opuestas. Este último era el más brillante intelectual del partido, el de mayor rigor y el más visionario sobre los alcances y posibilidades de consolidación y proyección de la Revolución en el mundo. Pero fueron sus grandes luces lo que lo cegaron, las que le dieron ese aire de superioridad que tuvo sobre sus adversarios, que determinó su subvaloración entre su incuestionable talento y la capacidad de perversidad de Stalin. En la lucha entre ambos en torno a concepciones claves sobre las proyecciones y carácter de la Revolución, Trotski salió derrotado, triunfando la idea del socialismo centralizado, de partido único, negador de las más elementales libertades en el plano de la producción de la ciencia, la tecnología, el arte, la cultura y del pensamiento intelectual.
Con el triunfo de Stalin se impuso la idea del socialismo en un solo país, idea que en su momento fue acremente combatida por el mismo Lenin. Surgió entonces la incapacidad del modelo para dar respuesta a las más elementales demandas de bienes y servicios de la población, la pérdida de la batalla económica con un capitalismo que luego de la segunda guerra mundial logró los más altos niveles de producción y de transformación social jamás logrados por ese sistema, elevando el nivel de vida de vastos sectores de la población de esos países a niveles altamente significativos. Esos hechos, a la postre, contribuyeron al derrumbe del socialismo soviético.
Sin embargo, la revolución logró profundas transformaciones en el orden científico/técnico y de todo el sistema productivo.
Con ellos se logró la incorporación de la gente al consumo, lo que les permitió vencer la embestidla de nazismo durante la segunda guerra mundial y así salvar no sólo la revolución, sino, paradójicamente, salvar el sistema capitalista mundial. Dice Hobsbawm que: “solo la alianza –insólita y temporal– del capitalismo liberal y el comunismo (…) permitió salvar la democracia”. La derrota de la Alemania de Hitler fue esencialmente obra del Ejército Rojo. De los 72.5 millones de muertos durante la segunda guerra mundial, se calcula que 26.5 fueron de la URSS, quizás ese haya sido la mayor contribución de la revolución de octubre para salvar la humanidad de un holocausto que se inició con la limpieza étnica contra un pueblo y que pudo haberse expandido a todo el mundo.
La Revolución y los supuestos básicos del socialismo
1. El fin ineluctable del capitalismo altamente desarrollado, al no poder superar la contradicción que supone el carácter cada vez más social de su producción y la concentración de la propiedad de esa producción en pocas manos.
2. La clase trabajadora, productora de esa riqueza social, se apropiaría de la misma organizándose como clase revolucionaria en un partido como instrumento fundamental no solo para lograr su emancipación como clase, sino para emancipar toda la humanidad.
Ese carácter histórico o ineluctable del socialismo presenta varios problemas teóricos que se han demostrado fallidos o insuficientes. En el caso la Revoluciona Bolchevique el primer problema, posiblemente, reside en que esta surgió en medio de la primera guerra mundial, en la cual muchos miembros de la clase obrera rusa, de por sí relativamente poco numerosa, murieron en el frente. Otra parte importante murió defendiendo la revolución contra la contrarrevolución armada; y otra 1921 al 1922. Fue tal el impacto de esa hambruna y la guerra civil que, ciudades como Leningrado y Moscú, perdieron el 57.5% y el 44.5%, respectivamente, de su población. En tal sentido, el sujeto histórico del socialismo: la clase obrera, antes y durante la revolución, tuvo un peso significativamente limitado.
Esa limitación de la clase obrera, en términos numéricos, unido al limitado desarrollo de la tradición democrática en Rusia, determinaron que durante su inicio y consolidación la revolución se apoyase básicamente en organizaciones de la clase obrera, como los sindicatos, férreamente controladas por el partido. El otro sujeto de la Revolución, el campesinado, siempre desconfió del ideal comunista, por lo cual fue un sujeto problemático. En tal sentido, durante el proceso revolucionario, la dirección efectiva de la estructura productiva fundamentalmente industrial recayó en los cuadros del antiguo régimen y, en el aspecto relativo al control real del poder coercitivo, el Estado Mayor del ejército recién creado por Trotski fue integrado básicamente por oficiales del ejército zarista.
Sectores del campesinado se “proclamaban bolcheviques, pero no comunistas, porque los comunistas no permiten la propiedad individual”, un dicho que según E. H. Carr, en una ocasión se le oyó repetir a Lenin. Un campesinado con esa confusión identitaria y una clase obrera sometida al rigor del sistema de producción intensivo y estresante llamado comunismo de guerra, cansada y casi diezmada por las guerras, no podía jugar el rol que en el supuesto marxista debía jugar como sujeto central de la revolución. Por tal razón, entre otras, fue sustituida por el partido, el cual en los primeros diez años cayó en manos de Stalin, que eliminó física y moralmente todo tipo de disidencia, entronizando un modelo de socialismo que terminó trágicamente, como lo predijeron los más brillantes dirigentes comunistas rusos y de Europa, entre los que se destacaron Trotski y Rosa Luxemburgo, del Partido Socialdemócrata (comunista) alemán.
Las organizaciones de los trabajadores sufrieron la militarización del trabajo, no sin que produjeran fuertes voces críticas, que fueron acalladas por los órganos de represión encabezados por la Checa, una temible policía secreta dirigida por Félix Dzerzhinski, bajo el amparo de la dirección del Partido Bolchevique. Fue algo que se hizo como medida excepcional y coyuntural para combatir la contrarrevolución armada apoyada por las potencias extranjeras. La Checa se transformó en un aparato de coerción institucionalizado para combatir la disidencia interna, sin importar signos ideológicos, grupo o clase social ni personas. Tanto Lenin como Trotski defendieron los desmanes de la Checa, bajo la premisa de que al terror blanco (de la contrarrevolución menchevique) había que responder con el terror rojo. En medio de una guerra contrarrevolucionaria podía entenderse esas acciones coyunturales; lo que resulta inaceptable es que estas se convirtieran en principios.
El modelo de socialismo instalado
El socialismo soviético se inició en un país de 22 millones de km2, con una producción industrial concentrada sólo en dos ciudades. El atraso de su estructura productiva con relación a la generalidad de los países europeos era enorme, por lo cual era necesario crear una estructura productiva para dar respuesta a las demandas de bienes y servicios de una población hambrienta, de una sociedad vapuleada por guerras y desastres naturales y para lograrlo los recursos materiales y humanos eran limitados. Las medidas heroicas del comunismo de guerra, para sostener un proceso revolucionario, se entendían coyunturales y que terminarían con el estallido revolucionario en la Europa. Pero ese estallido, que era una esperanza de los principales dirigentes de la Revolución, nunca llegó y lejos de eso, en el movimiento revolucionario europeo comenzó un proceso de estancamiento, por lo cual esas medidas entendidas como coyunturales fueron convertidas en principios, en teorías legitimadoras de la Revolución y como injertos al cuerpo teórico del marxismo, pero que nunca pudieron reproducirse como parte que se corresponda con lo que podría llamarse su yema originaria.
Uno de esos injertos fue la concepción de Lenin de la dictadura del proletariado, desarrollada al calor de la Revolución Bolchevique, para el cual “la dictadura de la clase obrera la lleva a efecto el partido bolchevique, el cual, desde el 1905 o antes forma un todo con el proletariado revolucionario”, un principio teórico dictado por las circunstancias que le era ajeno al marxismo y repudiado por la Luxemburgo y Trotski, entre otros dirigentes revolucionarios. Este último decía que la dictadura del partido se expresaba como dictadura de su comité central y, en última instancia, de su secretario general. Sobre la base de esa concepción, los soviets de fábricas y los sindicatos fueron subordinados a los dictados del partido; los derechos políticos fundamentales de esas instituciones y de toda la sociedad estaban limitados a unos “intereses generales” de la revolución que custodiaba el partido.
La consecuencia fue: el haber suprimido toda forma de organización política, entronizado el partido único, y no solo el partido único, sino la supresión de las tendencias en su seno, la prohibición de la libertad sindical y el derecho a huelga de los trabajadores; la forma en que se concibió el tema de la dictadura del proletariado, la supresión de la libertad de creación y producción en los planos de la cultura, el arte, lo científico y lo cultural. Lo mismo se percibe en la eliminación de la separación de las esferas públicas y privadas, que fueron grandes conquista de la humanidad, subordinando la sociedad civil a los intereses del Estado, vale decir al partido, entre privaciones de libertad que en sus inicios impuso una dirección revolucionaria que en una atmosfera de guerra civil las condujo hacia el ejercicio de un poder que fue implacable contra sectores enemigos de esa revolución, y que terminó ejerciéndose contra diversos sectores que apoyaban la revolución
El marxismo carecía de una sistemática teoría de la política del partido y, sobre todo, de una teoría del socialismo como nueva sociedad. En torno a estas cuestiones existían enunciados generales sobre el proceso de transformación del capitalismo que lo conduciría hacia su destrucción, pero carecían de una sistemática teoría sobre la sociedad que le sucedería, y sobre el papel de las instituciones sociales y políticas en que esta descansaría. En tal sentido, en la solución a los problemas prácticos que encontraron los dirigentes bolcheviques al inicio de la revolución, se evidenciaron los límites de los supuestos teóricos del marxismo. En tal sentido, la solución práctica a muchos problemas cruciales e inéditos que enfrentó la Revolución Bolchevique en su convulso inicio fueron elevadas a categoría de teorías, que desafortunadamente se constituyeron en las ideas guías de un significativo segmento de la militancia comunista hasta el día de hoy.
El resultado fue que esas soluciones prácticas a problemas concretos que en sus inicios enfrentó la revolución fueron elevados a principios teóricos injertados a la teoría marxista, que le sirvieron de base al grupo de Stalin para justificar la represión y supresión física de la generalidad de sus oponentes, se convirtieron en una especie de dogmas que repitieron y aun repiten quizás la mayoría de las diversas corrientes del movimiento comunista y son las bases de los regímenes que se reclaman socialista aun existentes. Es posible que esa sea la mayor tara que ha tenido el movimiento revolucionario hasta el día de hoy. Esa tara le ha impedido valorar correctamente el la dimensión de la democracia como escenario fundamental para impulsar procesos de transformación social que permitan conquistas sustantivas a los diversos sectores sociales, fundamentalmente a los pobres.
“No hay nada más práctico que una buena teoría”, esta suerte de aforismo que se le atribuye a James Clerk Maxwell constituye una valoración positiva del significado de la teoría en tanto guía para la acción. La inexistencia en el marxismo de una teoría sobre el socialismo y sobre los problemas que, en la época de la Revolución Bolchevique, iniciada en contexto universal y particularmente local de limitado desarrollo de la democracia política, hicieron de una mala práctica de los dirigentes de esa Revolución, una aberrante teoría. Lo peor es que en los partidos y movimientos que todavía hoy se reclaman revolucionarios y que son los de mayor relevancia en términos de presencia y número en sus países, muchos de esos conceptos, sobre todo el de dictadura del proletariado, lo mantienen en completo desuso, no plantean una discusión sobre dichos conceptos.
Es posible que no hayan formalizado ese desuso porque no tienen ninguna otra propuesta articulada de sociedad, y porque al hacerlo estarían enfrentado a regímenes que se dicen socialistas y que se mantienen sobre la base de unos supuestos teóricos que surgieron para justificar una solución práctica a situaciones no previstas por el marxismo, independientemente que el mismo no tenía por qué preverlas pues las concepciones teóricas en el campo de las ciencias sociales no constituyen taumaturgias o magias para prever y resolver problemas, sino guías para aproximarnos a la esencia de los procesos y poder incidir positivamente en los mismos. Desafortunadamente, el movimiento comunista no ha sido capaz de sacudirse de muchos dogmas creados al calor de una revolución surgida, consolidada y mantenidas en condiciones históricas en extremo difíciles.
Podría decirse que en el contexto de asedio internacional y de una lucha contra sus enemigos internos, que se desarrollaba en el plano militar en que se desenvolvía la revolución, parecen aberraciones en el contexto del presente. Pero en el contexto de lucha por su sobrevivencia difícilmente podría afirmarse que no eran ineludibles. Sea, del partido, sirvieron como justificación teórica a Stalin para su bestial ataque a la libertad sindical y para el ahogamiento a toda disidencia. Para fines prácticos, la limitación del derecho a la libertad sindical se justificaba con el principio teórico de que los obreros no podían hacer huelga contra ellos mismos, contra su Estado, algo compartido por los máximos dirigentes de la Revolución, incluyendo a Trotsky. Parecería una paradoja, pero las concepciones de este sobre la necesidad de la disciplina laboral para desarrollar la producción, que terminó con la militarización del trabajo y la absoluta subordinación de los sindicatos a los requerimientos del Estado, sirvieron de justificación a la despiadada y hasta criminal estructura represiva del estalinismo. Fue una de las formas que encontraron para impulsar un proceso productivo semi destruido, por la guerra civil y los desastres naturales con consecuencias desastrosas desde el punto de vista político.
La incapacidad de la dirección revolucionaria para crear un aparato productivo con posibilidades de satisfacer las demandas de la población los obligó a diseñar la llamada Nueva Política Económica, NEP, la cual se proponía rectificar los errores del llamado comunismo de guerra, y que consistió en: la colectivización forzada para desarrollar el campo, la centralización excesiva de la producción industrial en grandes unidades productivas, el igualitarismo en términos salariales, el abandono a principios de la comercialización y énfasis en pago en especie, etc. Con la NEP se introducía el capitalismo de Estado, se introdujo una relativa liberalización de la economía y se hicieron concesiones al campesinado para incentivar la producción, pero manteniendo el férreo control del partido sobre la organización del trabajo y del proceso productivo.
La liberación económica producida por la NEP produjo un incremento de los precios, agudizó la tendencia individualista del campesinado, la industria pesada mantuvo su relativo estancamiento y eso se traducía en desempleos. La NEP también hizo más complejo el tema de las clases y grupos sociales, se reforzaron sectores de los grandes propietarios del cambio y del sector privado en las ciudades y se redujo el peso específico de la clase obrera en varias instituciones del Estado. Al final, la NEP produjo una evidente recuperación económica, pero también provocó encendidos debates a favor y en contra de ella. Finalmente, los hombres de la NEP: los grandes propietarios del campo y la ciudad, fueron purgados, terminando esa experiencia a finales de los años 20.
La vuelta a la represión en el ámbito de la economía se conjugó con la supresión de las tendencias en el partido y la entronización del poder absoluto de Stalin y su camarilla, iniciándose las purgas y los procesos contra todo aquel que podía vincularse con Trotsky. Este fue confinado en la Siberia, mandado al exilio en Turquía, luego en Francia y otros países europeos; finalmente en México, donde por orden de Stalin un agente de la KGB lo asesinó. Las purgas no se detuvieron con los llamados trotskistas, sino contra todo tipo disidencia, contra artistas, intelectuales, internacionalista, etc. Esa purga no se limitó a la URSS, sino que se llevó a cabo en el seno de varios partidos comunistas y socialistas en todo el mundo, lastrando el movimiento comunista de manera irremediable.
En 1934 se llevó a efecto el XII Congreso del partido. De los 139 miembros del Comité Central elegidos en ese evento, el 70% de ellos fueron arrestados y fusilados; en el 1937-38 Stalin produjo las grandes purgas y juicios sumarios, en las que fueron ejecutados los principales dirigentes de la revolución. Zinóviev, Kaménev, Bujarin, Tujachevski, héroe de la guerra contra los mencheviques, Smirnov, varios se suicidaron, como Tomski, el principal dirigente de los sindicatos soviéticos, y Kirov, uno de los más respetados dirigentes, fue desaparecido. En 1940, como señalara anteriormente, Trotski fue asesinado en México por un agente de la KGB. Con la muerte de Stalin en 1953, sube al poder una troika, de la que formaba parte Nikita Khrushchev, alzándose este con todo el poder. Kruschev organizó el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, PCUS durante el cual hizo la denuncia de esos crímenes de Stalin. Se produjo una enorme conmoción no solo en la USS, sino en todo el movimiento comunista, en todos los países socialistas, sobre todo en el llamado bloque soviético, y también en todo el movimiento comunista a nivel mundial.
El XX Congreso del PCUS significó el predominio del grupo de Khrushchev sobre el círculo de Stalin que controlaba la KGB y la llamada Nomenklatura: la burocracia del partido/Estado.
Fue un ajuste de cuenta entre dos facciones que, a pesar de no ser exactamente iguales, ninguna estaba en grado de superar las bases en que descansó el modelo, echadas durante la turbulenta primera década de la revolución. Tampoco la posterior defenestración de Khrushchev de parte del grupo de Brezhnev produjo cambios significativos, porque no tenía un modelo alternativo, como tampoco lo tenía el grueso del movimiento comunista, porque se mantenía repitiendo los dogmas del modelo socialista estalinista. Khrushchev y su grupo aplastaron con sus tanques el intento de renovación del modelo de socialismo soviético en Checoeslovaquia, conocido como la primavera de Praga en 1968.
La primavera de Praga planteó una alternativa renovadora al modelo soviético desde la perspectiva de la libertad y la democracia política. La posición del movimiento comunista, en general, apoyó la intervención soviética en Checoeslovaquia; pocos partidos la condenaron, siendo los partidos comunistas dominicano, PCD, y mexicano, PCM, los únicos que lo hicieron en la región de América Latina. En el oeste europeo, el Partido Comunista Italiano encabezó condena a ese hecho, y en su proceso de alejamiento del modelo soviético y profundizando los aspectos esenciales del pensamiento de Antonio Gramsci sobre la particularidad de Italia y el capitalismo en occidente.
Inmerso en los dogmas que se crearon durante la dictadura estalinista, el movimiento comunista fue incapaz de analizar sus sociedades con criterios propios, fue incapaz de valorar el significado de la democracia política desarrollada en los países capitalistas, las cuales en gran parte fueron conquistas del movimiento obrero, de la intelectualidad marxista, de la lucha de socialistas y comunistas. Gramsci acometió la búsqueda de encontrar la clave para entender la sociedad italiana, planteando que la política es el escenario fundamental para la ampliación de los espacios democráticos, para la inclusión social de diversos sectores y sujetos que han emergido como tales en la sociedad moderna, y que en la lucha política era donde existía la mejor posibilidad para el establecimiento de la hegemonía de los sectores subordinados al capital. Desafortunadamente Gramsci no fue estudiado en gran parte del mundo y es solo en los últimos tiempos que se ha vuelto la vista hacia él.
A inicios de los años 70 se inició la corriente eurocomunista, un serio intento de búsqueda de nuevas vías hacia el socialismo desde la perspectiva del pluralismo político y que fuera duramente denostado por diversos sectores del movimiento comunista, entre ellos los alineados a Moscú, a Pekín y los independientes. El modelo socialista soviético se había agotado y, poco o nada podía ofrecer a una clase obrera de los países capitalistas europeos altamente beneficiadas por el Estado de Bienestar instaurado en la post guerra. Esa circunstancia, unida al hecho de que en el occidente europeo solo existían tres partidos realmente grandes: en Italia, Francia y España, posiblemente determinaron el fracaso del eurocomunismo, el cual se desarrollaba en medio del inmovilismo del grupo de Breznev, que sucedió a Kruschev.
Con la muerte de Breznev surgió el interregno de dos años 1982-84 de Yuri Antropov, ex jefe de la KGB, pero de mentalidad liberal y de buenas relaciones con el mundo intelectual. Su muerte en 1984 permite el ascenso al poder de Gorbachov, el cual, apoyándose sectores periféricos al partido, sobre todo gente de la intelectualidad, planteó la perestroika o transparencia que proyectaba un modelo socialista basado en principios claves del modelo social demócrata occidental. Con ello rompía las bases del modelo soviético basado en el aparato de terror del partido, aunque queriendo preservar el carácter dirigente del mismo, pero falló en su intento. El modelo estaba irremediablemente condenado a la muerte.
Conclusiones
Sin embargo, en el balance de la Revolución Bolchevique, a pesar de las grandes purgas y fusilamientos de entronización de un modelo político/económico basado en la más brutal represión, esta produjo una profunda trasformación de Rusia y las repúblicas que se constituyeron en Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS. Cuando se inició la revolución, en esas naciones el arado era la principal fuerza de tracción en el campo; y en dos décadas se convirtió en la segunda potencia mundial, el desarrollo de la ciencia la llevó a colocar el primer hombre y la primera mujer en la órbita espacial, decenas de millones de seres humanos, antes marginados, accedieron al derecho a la educación, del transporte, la salud, la vivienda el arte y la cultura.
El triunfo de la URSS en la segunda guerra mundial, las ideas emancipadoras del socialismo impactaron en varios países del llamado tercer mundo, provocando movimientos de transformación y de independencia nacional en muchos de ellos. Pero, vencida en su guerra económica con el capitalismo, se enrumbó hacia la involución y el trágico colapso, arrastrando con ello al movimiento comunista hacia la completa desorientación y la pérdida de su identidad. Ese movimiento no estuvo en grado de sobrevivir con relativo éxito ese colapso, en gran medida porque, aparte de Italia, en gran media de Francia, España y Chile, este nunca tuvo una sólida inserción en las sociedades que les servían de contexto.
En la actualidad, el capitalismo está inmerso en una profunda crisis, su estado de bienestar colapsó, los nacionalismos exacerbados amenazan la unidad de los Estados nación, los temas migratorios, el terrorismo, la devastación de la naturaleza, el incremento de las desigualdades, etc., le dan vigencia a los valores fundamentales que dieron origen a la Revolución Bolchevique: la igualdad de oportunidades, la emancipación de la humanidad, esos valores y el legado de las diversas experiencias de luchas en todo el mundo, constituyen las bases para la lucha por una sociedad basada en los referidos los valores. A pesar del colapso de la URSS y de los países que constituyeron ese bloque, no se puede dejar de pensar en una sociedad que recoja los valores fundamentales en que llevaron a gran parte de la humanidad a apoyar con entusiasmo ese gran asalto al cielo que fue esa revolución.
Sin embargo, del balance que se haga de ese enorme y generoso esfuerzo, puede concluirse que ante la insuficiencia de los supuestos básicos del marxismo sobre la vía hacia el socialismo y su construcción y de los dogmas que en nombre de esa corriente se crearon al calor de la instauración del modelo socialista soviético, es necesario construir otros modelos de sociedad y otras vías para alcanzarla, donde se tengan presentes las diversas experiencia de intentos de construcción de sociedades basadas en la igualdad, la libertad y la fraternidad. La Revolución Bolchevique ha sido una de esas experiencias.
Referencias
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Cultural www.elcultural.com/revista/letras/Como...el...Marx-y-el-marxismo-1840-2011/29441
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