Revista ECOS UASD, E C O S Órgano del Instituto de Historia de la UASD Año XXV, Vol. 1, No. 16 Julio-diciembre de 2018 • Sitio web: https://revistas.uasd.edu.do/

A Pedro Santana lo pueden sacar del Panteón, pero no de la Historia

Pedro Santana can be removed from the Pantheon, but not from History

DOI: https://doi.org/10.51274/ecos.v25i16.pp149-208

Profesor de la Escuela de Historia y Antropología y director del Instituto Dominicano de Investigaciones Antropológicas (INDIA)-UASD. Miembro de la Academia Dominicana de la Historia y de la Academia de Ciencias de la República Dominicana.

Recibido: Aprobado:

UASD Jurnals - Open Access

Cómo citar:Guerrero, José G. 2018. «A Pedro Santana lo pueden sacar del Panteón, pero no de la historia». Revista ECOS UASD 25 (16):149-208. Doi: https://doi.org/10.51274/ecos.v25i16.pp149-208

Resumen

Pedro Santana fue el primer presidente constitucional y el político-militar más importante del país entre 1844 y 1861. Pero después de la Anexión a España se convirtió en una figura execrable, condenada y marginada de la historia. En cambio, Duarte y el duartismo en la actualidad forman parte de la ideología dominante que el Estado celebra oficialmente y enseña en escuelas y universidades. Ambos hechos acompañan el proceso de construcción del Estadonación dominicano. Para el autor de este ensayo, tanto la historiografía santanista como la duartista son ideologías parcializadas incapaces de estudiar integralmente la historia social de ambos personajes.


Palabras clave:

Santana, Duarte, separación, independencia, historiografía santanista y duartista.

Abstract

Pedro Santana was the first constitutional president and the most important political-military of the country between 1844 and 1861. However, after the annexation to Spain, he became an execrable, condemned and marginalized figure in history. Contrary to that, Duarte and the Duartismo is currently part of the dominant ideology that the State officially celebrates and teaches in schools and universities. Both facts accompany the process of construction of the Dominican Nation-State. According to the author of this essay, both Santana´s and Duarte´s historiography are biased ideologies unable to comprehensively study the social history of both characters.


Keywords:

Santana, Duarte, separation, independence, Santana´s and Duarte´s historiography.

A manera de introducción

Los países suelen colocar en un sitial importante a su primer presidente, independientemente de lo bueno o lo malo que fue. Con cierta razón en República Dominicana se considera espuria la decisión de Joaquín Balaguer de llevar al Panteón de la Patria a Pedro Santana, el primer presidente constitucional del país, por lo que el Senado de la República ha solicitado sacar sus restos de allí. Los historiadores duartistas anhelan el juicio final que condene al autócrata, asesino, entreguista, corrupto, falso héroe militar y sanguinario Pedro Santana, el hombre-bestia más odioso de la historia dominicana según Joaquín Balaguer. Diversos factores han coadyuvado en la creación de la monstruosa figura de Pedro Santana: su práctica política autoritaria, su anexión a España, su lucha contra Duarte y Báez, su conflicto con la Iglesia, su bajo nivel de instrucción, su vida arcaica, su “color dudoso” y ciertos prejuicios sociales en su contra.

Para Ismael Hernández, Santana fue totalmente negativo, a pesar de que la experiencia y un refrán enseñan que nada es tan malo que no tenga algo bueno y nada tan bueno que no tenga algo malo. Aún entre los políticos del siglo XIX Bonó encontró que algunos eran excelentes y otros abominables. Los profesores universitarios deberían ponderar si quiera que Santana promulgara una ley el 15 de junio de 1859 que restablecía la universidad primada de América, cerrada parcialmente en 1820 y de manera definitiva en 1823 2.

Se considera a Santana como un antipatriota totalmente malo y a Duarte como un patriota totalmente bueno por una visión simplista, maniquea y dualista que sólo valora los extremos sin tomar en cuenta los términos medios. Como los hechos históricos y los sentimientos o valores humanos son ambiguos y no químicamente puros, nunca se encontrará a un ser humano bueno sin defectos y a un malo sin virtudes. Es más, como sentenció La Rochefoucauld, nuestras virtudes son la mayor parte de las veces vicios disfrazados. Neuróticos, psicóticos y esquizofrénicos suelen separar de manera dicotómica y radical la realidad y la ficción, lo bueno y lo malo, hombres buenos y malos. El reduccionismo maniqueo, metafísico y religioso cree que todo lo que existe es producto de dos principios contrarios y dicotómicos que luchan entre sí, como el bien y el mal, la luz y la sombra, la materia y el espíritu, el cuerpo y el alma, la verdad y la mentira, Dios y el diablo. Aunque semejante falacia no existe en el mundo real y concreto, la visión maniquea-dualista tiene muchos seguidores porque, según Lévi-Strauss, no sólo está en la base de todo pensamiento y lenguaje, sino también simplifica y clasifica radicalmente todo lo que piensa, siente y vive.

La ciencia trata de superar el sentido común, la creencia religiosa y las ideas mono-dualistas de la naturaleza y la sociedad. El propio universo ha sido considerado un multiverso. Así como la realidad siempre desborda a la idea que la reduce para conocerla, la negación de la diversidad del mundo real es principio de ignorancia y demencia. Según Marx lo concreto es producto de múltiples determinaciones y el concepto lo entiende como unidad de lo diverso. Ambos, concreto y concepto, forman una totalidad que permite pensar la sociedad como un todo compuesto por partes o niveles distintos e interrelacionados. En el caso de la historia, la totalidad incorpora todos los hechos y ninguno adquiere pleno sentido fuera de una perspectiva global 3. Así como Maquiavelo creó la política como ciencia al vincularla con el poder y no con la moral, Marx desestimó estudiar al ser humano por lo que cree o dice que es y sólo lo ponderó como personificación de categorías económicas y representante de intereses y relaciones de clase.

Sobre Duarte y Santana en acción

Santanistas y duartianos, aunque contrarios, comparten una visión reduccionista que no les permite observar la complejidad de la historia ni percibir cómo las figuras de Santana y de Duarte son objeto de una permanente construcción social basada en intereses y valores. Ambas pecan de un mal patriótico y comulgan en templos fanáticos 4. Santana no fue un “Cristo de la libertad” como Balaguer caracterizó religiosamente a Duarte, sino un criollo contradictorio como todo lo dominicano que vivió una sociedad compleja y confusa, según dijo Gustavo Mejía-Ricart 5. Aunque católico, entró en conflicto con la Iglesia. Las viejas beatas dijeron haber visto que la Virgen de Las Mercedes “lo acompañaba e iba delante de él” sobre todo en sus campañas militares 6. Santana también visitaba a la Virgen de la Altagracia y a ésta se dirigió su primera novia, María del Carmen Ruiz, para cumplir una promesa antes de casarse, pero al regresar a El Seibo, su caballo la tumbó y murió. Santana casi perdió el juicio y para distraerlo su hermano Ramón lo llevaba a casa de su novia Froilana Febles, donde conoció a la madre de ésta, con quien casó en 1826. Siempre iba a la iglesia de El Seibo y colocaba su sombrero en una silla criolla, la cual cambió el padre Antonio Gutiérrez por un reclinatorio cuando fue presidente. Costeaba un día de la fiesta de la Santísima Cruz y asistía a la fiesta mercedaria de Hato Mayor. Antes de salir para la batalla del 19 de Marzo, acompañado por cientos de hombres, detuvo su caballo ante la Cruz de Asomante de El Seibo y en la ermita de Las Mercedes en Hato Mayor 7. Santana se hizo masón en el exilio en 1857 y, cuando regresó al país, le cedió un local a la logia Cuna de América, anexo a la iglesia de Las Mercedes. La Iglesia católica no comulga con Santana desde que éste se negó a devolverle los bienes expropiados por los haitianos, obligó al arzobispo Portes a jurar la Constitución y afirmó que la religión debía estar separada del Estado; sólo el cura Dionisio de Moya fue santanista en vida. Duarte, en cambio, ha sido figura sacrosanta de la Iglesia, aunque también fue masón. Que Santana se vinculara a la Virgen de las Mercedes y Duarte a La Altagracia indica un proceso simultáneo de construcción de Duarte como padre de la patria y del predominio de la Virgen Protectora sobre la Patrona.

Santana fue un criollo producto de su medio y de las circunstancias, como dijo Federico García Godoy en su novela Rufinito de 1908. Sus faltas, errores, abusos y crímenes no se deben achacar a él solo, sino también al grupo con el que gobernó y a la sociedad en que vivió. El estudio de Godoy sobre Santana, considerado por Vetilio Alfau Durán en 1938 como el más sereno y sensato, señala que actuó según intereses tradicionales, convencionalismos arraigados y añejas ideas de coerción y violencia 8. No se debe moralizar ni enjuiciar anacrónicamente la vida de Santana, sino analizar la realidad social que vivió. Para Rufino Martínez, un sentimentalismo histórico se ha ensañado torpemente en su contra 9, incluyendo cierto prejuicio social por ser un casi analfabeto que vivía sin lujo alguno y en cuya casa sólo había sillas, cuadros religiosos y una cortina que cubría la puerta, según reseñó El Dominicano en 1845 10. Paul Dhormoys vio en 1853 su oficio de conductor de bestias, su nariz gruesa aplastada y su boca torcida como señales de ferocidad y bajeza. Santana dormía en hamaca, tenía las piernas gambadas por montar caballo, fumaba túbanos y pipa, distribuía personalmente a sus tropas tabaco y ron, tomaba mucho café, vestía con sencillez, usaba un pañuelo en la cabeza, hablaba con ruda entonación regional, decía malas palabras, se sonaba la nariz cuando estaba molesto, tomaba té de llantén para el mal estomacal, dijo que nunca puso sus ojos en mujer ajena y escribía con garrafales faltas ortográficas, aunque dictaba una carta de un tirón. Raro que no le gustara el juego de azar ni las peleas de gallos; permitió a regañadientes celebrar la promulgación de la Constitución de 1844 con una corrida de toros sólo porque había sido prohibida por los haitianos 11. En 1846 creó una guardia rural y urbana, reglamentó juegos, diversiones, viajes y crianza de animales, y prohibió tirar basura a la calle y que transitaran vagos, borrachos y prostitutas. La figura de Santana contrasta obviamente con la de Duarte, quien ha sido descrito como blanco, rubio, de ojos azules, pacífico, instruido, comerciante, patriota, cristiano desde niño, artista, poeta, filántropo, maestro, constitucionalista, providencialista y mártir.

Los primeros datos biográficos de Santana, recopilados por Francisco Morillas durante la anexión a España y escritos en Cuba, permanecieron inéditos hasta que Emilio Rodríguez Demorizi los encontró en la Universidad de Harvard y los publicó en 1952. Aquí, dicho historiador también encontró la proclama del haitiano Charles Arrieu de enero de 1821 que menciona por primera vez a la República Dominicana libre e independiente, lema que se suponía ser original de Duarte 12.

Santana ayuda a entender la historia cultural del país y viceversa. Él y su hermano mellizo Ramón nacieron en la villa de La Concepción de Hincha, en 1801, principal centro de venta de ganado a Saint-Domingue, en el año en que Toussaint L´Ouverture ocupó la parte oriental de la isla, abolió la esclavitud y unificó el gobierno de la isla a nombre de Francia. Desde entonces y a partir de la venta secreta hecha por Lilís, Hincha es territorio haitiano. Pedro y Ramón tenían un hermano mudo y demente llamado Florencio. Eran hijos de Pedro Santana y de Petronila Familias y el primero fue bautizado en El Seibo en 1805 por su padrino Miguel Febles. La familia de Santana emigró a Gurabo y Licey, cerca de Santiago, luego a Sabana Perdida y finalmente a El Seibo. Después de llevar leña en canoa por el río Ozama para venderla en la capital 13, el padre de Santana adquirió en El Seibo el hato El Prado en sociedad con Miguel Febles, uno de los hateros más ricos de la región. Durante las guerras separatistas la zona oriental suministró alimento a las tropas del sur, del Cibao y de la Línea.

Pedro Santana y Familias casó con la viuda de Miguel Febles en 1826 y su hermano gemelo Ramón lo hizo con la hija de ésta. Enviudó, se casó otra vez y tuvo un hijo llamado Gerardo o Juan José, quien vivía con él en Santo Domingo, según recuerda su amigo y condiscípulo Federico Henríquez y Carvajal. Dicho vástago nació en 1847 y murió en 1912. Manuel Santana, hijo de Ramón, vino con Pedro Santana al Cibao en 1857 y le llamaba padre en vez de tío; murió en 1904.

El padre de Santana participó en la batalla de Palo Hincado en contra de los franceses y le habría cortado la cabeza al general Ferrand, aunque Morillas afirma que quien lo hizo fue Foulau, un sastre francés que se sumó a la Reconquista 14. Después que el gobernador Urrutia lo nombró comandante en 1818, volvió a Hincha donde murió. Los hermanos Santana llevaban madera por el río Soco y vivieron en El Seibo desde 1823. Pedro Santana fue regidor y posiblemente militar de la guardia haitiana, pero por un conflicto con la familia haitiana Richiez, fue perseguido por el presidente Charles Hérard, quien dijo al conocerlo que podría ser el único capaz de intentar un movimiento de separación.

Duarte le ofreció a Ramón Santana la jefatura local del movimiento revolucionario, pero éste declinó y propuso a su hermano, quien se mostró dispuesto a hacerlo si él era quien mandaba. Los Santana firmaron la Manifestación separatista de enero de 1844 y antes del 27 de febrero la proclamaron en El Seibo, donde el antihaitianismo era particularmente agudo 15. Ésta fue la única villa donde la separación se hizo de manera violenta. Vetilio Alfau registra el testimonio dado por José María Beras en 1889 de que el 25 de febrero los seibanos atacaron el cuartel militar provistos de cuatro o cinco fusiles y Ramón Santana dijo “no maten más” haitianos 16. Santana dijo el 16 de mayo de 1844 en Baní que “hice pronunciar las comunes de Higüey, El Seibo y Los Llanos (pero)… obtuve persecución y desprecio” 17. Manuel Ubaldo Gómez en carta al presidente de la Academia Dominicana de la Historia descartó en 1934 la proclamación de Santana y sólo aceptó la de Santo Domingo.

Santana actuó de manera coherente y acorde con la ideología y los intereses de su grupo social. Fue un caudillo libertador y liberticida, cuatro veces presidente, fundó el ejército, nunca tuvo fe y, según Mariano Cestero, uno de sus mayores críticos, fue íntegro en sus actos. No fue patriota, sólo héroe a veces y amó la gloria bélica y el poder, a la inversa de Duarte a quien, según Gustavo Mejía-Ricart, le faltó carácter militar y don de mando, no era del pueblo y vivía con un pie en las nubes y otro en el país irreal que pisaba con su quimera 18. La causa común contra los haitianos unió a los dominicanos separatistas e independentistas, pero pronto la lucha por el poder los hizo irreconciliables. Con la ayuda del cónsul francés Saint Denis el sector conservador, encabezado por Tomás Bobadilla y Pedro Santana, dominó la Junta Central Gubernativa compuesta por once miembros. Juan Alejandro Acosta, considerado fundador de la Marina de Guerra dominicana, anexionista y admirador de Santana, confesó a Narciso Alberti que “todos fuimos a la Puerta del Conde contando con los franceses” 19. Los haitianos protestaron porque dos goletas dominicanas tenían banderas francesas. Para organizar la defensa del territorio, Santana fue enviado al sur y Mella al Cibao, mientras un barco de guerra francés estaba presto para atacar a los haitianos en Puerto Príncipe. Duarte regresó del exilio y se opuso al protectorado de Francia propuesto por Bobadilla y el vicario de la Iglesia. Los duartianos desplazaron a los conservadores mediante una poblada o un “golpe de Estado”, trataron en vano de destituir a Santana de las tropas del sur, proclamaron a Duarte como presidente el 4 de julio, pero no pudieron impedir que ocho días después Santana entrara con su ejército a la capital “con una turba de sicarios armados de trabucos y carabinas”, según dijo el baecista Félix María del Monte en 1855 20, y disolviera la Junta, se proclamara jefe supremo y en septiembre mandara al exilio a Duarte y demás próceres acusados de ser traidores a la patria. Según un documento citado por Felipe González López en 1946, Duarte le pidió la confesión al padre Regalado y Muñoz mientras estaba preso en Puerto Plata porque temía ser fusilado y le habría dicho que “he vacilado entre una determinación violenta o alejarme de estos vínculos santos con la libertad y el patriotismo… todo ha sido tardío y un sino desgraciado se cierne sobre nosotros” 21. Para Galván la sospecha de Santana de que su hermano Ramón murió el 15 de junio envenenado, seis días después del golpe de los duartianos, influenció en la drástica represión que adoptó en contra de éstos 22.

El golpe de 9 de junio de 1844 contra los conservadores y la proclamación de Duarte como presidente tenían por justificación salvar al país de la dominación extranjera y de la crisis económica, aunque Francia había rechazado el protectorado el 19 de marzo de 1844, según lo comunicó por carta el ministro de negocios extranjeros al cónsul francés en Puerto Príncipe. La noticia llegó a Santo Domingo después del 1 de junio cuando la Junta Central Gubernativa reiteró al cónsul francés de esta ciudad la propuesta de protección del 8 de marzo; ocho días después que Santana dio su contragolpe, Francia ratificó el 20 de julio su rechazo al protectorado. Para José Aníbal Sánchez fue un error de los liberales tratar de monopolizar el poder al margen de los conservadores. Juan I. Pérez le escribió a Duarte, en diciembre de 1854, sobre la necesidad que se tenía de lograr la fusión de todos los partidos. Tan pronto se supo en el Cibao del contragolpe de Santana en la capital, casi todos los militares que se habían adherido a Duarte le dieron la espalda. El padre Regalado y el general Villanueva enviaron a Mella a Santo Domingo con una fórmula conciliatoria, pero Santana lo apresó y mandó la goleta Separación Dominicana a Puerto Plata para hacer lo mismo con Duarte. Tan irreflexiva habría sido la proclamación de Duarte como presidente que, según Galván, éste se desanimó hasta el extremo de renunciar al deber de ser útil a su patria, razón por la cual le pareció a Santana inofensivo incluirlo junto a su familia en el decreto de amnistía del 29 de abril de 1860 23. En 1894 Emiliano Tejera justificó como legítima la declaración de Duarte como presidente y preguntó si el ejército vencedor el 19 de marzo tenía derecho para elegir un jefe supremo, un dictador ¿por qué no iban a poder elegir un presidente provisional las poblaciones del Cibao, más numerosas aún? Herida de muerte la legalidad, sólo quedaba en pie la fuerza, los tumultos y los pronunciamientos 24.

Opiniones sobre Duarte y Santana

Aunque Gregorio Luperón lo combatió durante la guerra de la Restauración dijo, en un manuscrito de 1896 conservado por Rodríguez Demorizi, que como hombre moral y honrado, ninguno ha podido serlo más que el general Pedro Santana. Lo llamó austero, probo, sincero, apasionado por el orden, modelo de los grandes hombres del pasado, fundador de la equidad en la justicia, respetuoso de las leyes, promotor de moralidad y honradez en las masas, el mandatario de mayor prestigio que ha conocido la república, aunque nunca tuvo fe en la existencia de ésta y la anexión española fue siempre su delirio. Entró rico al poder y salió pobre, sus manos estuvieron manchadas de sangre, pero no de oro; era un hombre de armas, más que patriota. Luperón advirtió que, aunque no se le puede absolver de su nefando despotismo y de su alta traición, fue apoyado por el pueblo y el ejército 25.

A pesar de que recibió el apoyo de los negros, Santana siempre exageró el peligro de los haitianos y ordenó al general Felipe Alfau reprimir en 1845 una “rebelión negrófila” en San Cristóbal, dirigida por Manuel Mora, un esclavo liberto que apoyó la separación, combatió en la batalla del 19 de Marzo, insubordinó las tropas cuando la Junta quiso relevar a Santana y éste lo ascendió a general de brigada, junto a Felipe Alfau, cuando dio el contragolpe del 12 de julio de 1844. Como la tarea más urgente de la república era preparar el país para la guerra se les ordenó a los Regimientos 31 y 32 reunirse en Azua con otros guardias de Baní y San Cristóbal. Santana no tenía experiencia militar, por lo que tuvo que apoyarse en dichos regimientos; en 1845 los convirtió en el ejército dominicano con los nombres 1er. Regimiento Dominicano y el 2do. Regimiento Ozama. El capitán Alejandro Medina, instructor del primero, inició el proceso en contra de María Trinidad Sánchez 26. En Mendoza, Mojarra y Monte Grande se había reprimido un levantamiento de esclavos en 1812 y en 1844 Bobadilla, Jimenes y otros tuvieron que convencer a Chambé, a Basora, a Mora y demás miembros del antiguo Batallón Africano para que apoyaran la proclamación de la república. El primer decreto de la junta de gobierno fue reiterar la abolición de la esclavitud. En contra de la rebelión de Mora en 1845 actuaron también los hermanos Puello, Gabino como jefe de fusilamiento y Eusebio como encargado de los presos. Dos años después, la misma acusación negrófila la hizo Santana en contra de José Joaquín y Gabino, mientras Eusebio se puso del lado suyo hasta la Anexión a España. La denuncia contra los Puello de querer sublevar a los negros y aliarse a los haitianos se basó en informaciones que Domingo de la Rocha escuchó en su hacienda La Pringamosa, de Hato Mayor.

Santiago Castro Ventura, defensor de la integridad ética de Luperón, demostró que la honestidad de Santana en el manejo de los fondos públicos fue sobredimensionada por la historiografía tradicional y que malversó fondos de manera personal y patrimonial 27. Aun así, Rufino Martínez no dejó de ponderar a Santana como una fuerza anímica esencial a la nacionalidad, un caudillo primitivo, bárbaro y providencial de su tierra y de su tiempo, al tiempo que recomendó a los historiadores juzgarlo por su rol social e histórico si querían evitar el error. Agregó que, como reo de la historia, los historiadores lo ven de reojo y no como el hatero arraigado al suelo dominicano con ambición de poder y mando militar 28. Para Gustavo Mejía-Ricart, no se tiene misericordia de él y brillan por su ausencia la verdad histórica y el juicio responsable 29.

Los que se ensañan contra Santana como jueces parcializados olvidan el estatuto científico de la historia, la reducen a un discurso patriotero moralizador y se escudan en el duartismo que se ha convertido en ideología dominante celebrada oficialmente por el Estado y enseñada en instituciones escolares 30. La saturación propagandística del duartismo no tiene límites. 

Víctor Soñé propuso en 1975 que todas las instituciones estuvieran acordes con el ideal duartiano y se enseñara de manera obligatoria la materia “Duarte y su doctrina” en todas las escuelas y colegios y que por ley se presentara su pensamiento al comenzar las estaciones de radio, las películas y los espectáculos públicos 31. En la actualidad se considera una vergonzante mezquindad no colocar en la capital y en todos los municipios estatuas de Duarte, incluyendo una en la Plaza de la Bandera que sobrepase a la de Montesino. También se ha propuesto llamarle Duarte al Faro a Colón, al parque Eugenio María de Hostos, al Mirador y a la Avenida George Washington.

Aunque el discurso duartiano apela a una figura democrática como fue Duarte, no deja de ser autoritario, reduccionista, monólogo sin fisuras críticas ni diversidad, lleno de lugares comunes y apologista de un culto religioso a la personalidad. Gustavo Mejía-Ricart, historiador que no fue santanista ni duartiano, llamó al patricio Mesías anunciador de nuestra libertad 32. Juan Daniel Balcácer afirmó en 1974 que la mayoría de los estudios que abundan sobre Duarte no realizan en sí un estudio del hombre dentro del contexto histórico-social en que vivió, ni tampoco ha tocado las diferentes variantes ideológicas de la sociedad dominicana de 1844; sólo se ha limitado a exaltar al líder trinitario y a no criticarlo objetivamente, ya sea en la rama de lo literario como en la de lo político 33. La fuente de poder y prestigio del duartismo tiene la impronta de gobiernos autoritarios. Lilís incluyó a Duarte en la trilogía patriótica; durante el gobierno de Trujillo se inauguró la estatua del parque Duarte y se creó una Orden al Mérito con su nombre y Balaguer creó el Instituto Duartiano. Si la rehabilitación de Santana en 1954 fue la justificación de Trujillo, la de Duarte después de la muerte de éste, es la justificación de trujillistasantitrujillistas. En la democracia se abandona a Santana y se adopta a Duarte. Santanistas y duartianos son igualmente autoritarios e impermeables a la diversidad y a la contradicción. Diógenes Céspedes criticó los discursos historiográficos que pretenden poseer la razón o la verdad y explicó que no existe superioridad discursiva, aunque la ideología así se lo haga creer a cada uno de sus autores. La diferencia interna o valor en el discurso de uno y otro reside en el poder o capacidad de producir un nuevo conocimiento o sentido con respecto al objeto estudiado que como tal debe ser inteligible para lo social. Este conocimiento nuevo, de manera intrínseca es una perspectiva, pero no una verdad (exclusiva), puesto que otro discurso puede contradecirlo y así hasta el infinito de cada época. De ahí que para Céspedes haya la necesidad de reescribir continuamente la historia 34.

Se justifica a Duarte como único padre de la patria mediante un término metafísico-religioso con el cual los romanos distinguían a sus emperadores. Dicho término puede usarse —el ser humano no es sólo un animal racional—, pero a sabiendas de que es emotivo y padece de un sesgo de género: el padre pare a la hija patria pero sin matria. Nacemos, vivimos y morimos solos, aunque en sociedad, y nos pasamos la vida buscando algo o alguien quien nos ampare, sea una persona, la familia, el Estado o Dios. El padre es símbolo patriarcal de la ley, del orden y de la protección. El padre de la patria media entre el padre celestial y el terrenal. Este es el origen mítico-religioso del concepto padre de la patria. Él solo basta para hacer la patria, como Dios solo hizo el universo. No obstante, en el mundo real y concreto, ningún ser humano solo construye una nación, un pueblo, menos un Estado. La historia es lo que es y fue, no lo que sería. Los seres humanos, organizados en grupos, categorías y clases sociales no la hacen por mera voluntad o deseo, sino con fuerzas materiales y espirituales contradictorias. La manía de enjuiciar moralmente a personajes y hechos de manera anacrónica y desde la cultura propia es, para M. Bloch 35, el enemigo satánico de la historia. Y dijo Pascal que juzgando lo bueno y lo malo todo el mundo hace de ser un Dios. Desde que Bonó dijo en 1881 que el tabaco era el verdadero padre de la patria se convirtió en pionero de la historia social en el país 36.

La historia dominicana está entretejida con mitos, leyendas y cuentos desde la llegada de Colón, según afirma Diógenes Céspedes 37. El historiador E. H. Carr sostiene que por muy real que fuese el pasado siempre se explica como espejo o mito del presente 38. Mito, según Roland Barthes, es creer que las cosas nunca han sido hechas, fabricadas o inventadas y que existen desde siempre de manera natural. Cuando se habla naturalmente de algo, de un producto sin causa, proceso o crítica, se entra en el mito. Duarte murió en 1876 como un desconocido para el grueso de la población dominicana y fue hecho padre de la patria, junto a Sánchez y a Mella, durante la dictadura de Lilís. Muchos historiadores usan frases míticas y convincentes que son anacronismos como que “el 26 de enero de 1813 nació el padre de la patria” o que éste en 1828 juró en silencio liberarnos de los haitianos 39. Es mítico decir que alguien es padre de la patria sin explicar que fue hecho o construido conceptualmente como tal; es como decir que existen pobres y no empobrecidos, ricos y no enriquecidos, brutos y no embrutecidos. La trinidad patriótica de Duarte, Sánchez y Mella fue cuestionada por Juan Isidro Jimenes Gullón y por los duartianos que le achacan a Duarte el mérito de ser el único padre fundador. Es una operación ideológica-religiosa reducir la trinidad de Duarte, Sánchez y Mella a la de Duarte solo, pero no debemos olvidar como dice A. Schopenhauer que el dios del monoteísmo no tolera a otros dioses en su cercanía. Toda historia está tejida de realidad histórica e imaginaria y registra hechos reconstruidos en el presente con intereses y valores que cambian con la sociedad y el tiempo. La historia es una ciencia que estudia objetivamente los hechos, pero también es una ideología que esconde y justifica intereses.

Pablo Mella reconstruyó los diversos espejos de Duarte, desde el de anarquista y traidor después de septiembre de 1844 hasta el de padre de la patria establecido el 11 de abril de 1894. El autor cita a De Certau, quien afirma que la reconstrucción narrada del pasado es necesariamente una operación cognitiva ficticia, cuya autoridad se funda sobre lo real que ha supuesto declarar. Todo relato que cuenta lo que pasa o lo que pasó instituye lo real como representación de una realidad pasada 40. Aunque los sucesos históricos no son una invención del historiador, de acuerdo a Roberto Marte, los hace trascender al enunciarlos 41. Para Eca de Queirós, el historiador necesita sobre la fuerte y necesaria desnudez de la verdad, tender también el manto diáfano de una delicada fantasía 42. Los hechos históricos suceden y se reducen a documentos escritos, testimonios orales, audiovisuales y restos materiales. Los historiadores recrean hechos que ya no existen cuando escriben historias y los lectores las leen.

Sobre la independencia dominicana

El país registró tres independencias sucesivas en 1821, 1844 y 1865. Los que afirman que sólo fue una, la del 27 de febrero de 1844, desmeritan a las demás. La solución más justa hubiera sido escoger a un representante de cada una, por ejemplo, a Núñez de Cáceres, a Duarte y a Luperón. Los que creen que el Estado dominicano se fundó en 1844 olvidan que se trata de un proceso trifásico que, como bien explicó Pedro Henríquez Ureña, comenzó en 1821, tuvo auge en 1844 y se completó después del 25 de noviembre de 1873. Es inverosímil la afirmación de José A. Sánchez de que desde 1821 la mayoría del pueblo dominicano era partidaria de la independencia absoluta, pura y simple 43. Alcides García Lluberes le recriminó a Henríquez Ureña haber dejado fuera a la Restauración, pero aquel escogió la fecha a partir de la cual se consolidó para siempre la idea de la soberanía nacional, pues apenas meses después de la salida de las tropas españolas, el presidente Cabral propuso ceder Samaná y tres años después Baéz intentó la anexión a los Estados Unidos. El país carecía de unidad étnica, social y política, así como de una clase social capaz de crear un Estado nacional por encima de los intereses personales y regionales. Los que afirman que el 27 de Febrero fue la fecha fundacional de la República Dominicana colocan a Duarte como su creador sin importar que estuvo fuera ese día, que nunca presidió la junta de gobierno, que fue un general sin tropas ni batallas, que no tomó el poder tras su proclamación por Mella como presidente de la República, que vivió aislado en el exterior y hasta su familia pensaba que había muerto en la selva, que recibió tres votos en una elección de 1867, que no escribió sus memorias como lo prometió a José Gabriel García, que no volvió al país cuando la amnistía de 1848 ni abrió la carta de 1875 que se le pedía regresar al país y que no dejó él ni sus compañeros un solo documento de puño y letra sobre la fundación de La Trinitaria.

Todo lo que se sabe de esta sociedad secreta, considerada la célula genitora de la República Dominicana, es muy posterior a los hechos. Cassá afirma que La Trinitaria paralizó o congeló sus acciones a poco de ser fundada. Alcides García Lluberes dijo que se disolvió, pero no por la traición de Felipe Alfau. Ese mismo Felipe Alfau buscó la goleta en que aquél se fue al exilio ¿en 1843?, salvó a Juan Isidro Pérez de la turba santanista que lo iba a matar y Vicente Celestino Duarte le dio poderes el 10 de septiembre de 1844 para que administrara sus negocios y bienes. A partir de las escasas fuentes se infiere que La Trinitaria no tuvo repercusiones inmediatas. Comenzó a ser mencionada después que se trajeron los restos de Duarte y cuando Meriño le escribió, en 1887, a José María Serra pidiéndole que contara la historia de La Trinitaria para unir la historia del Estado y la de la Iglesia. Duarte-padre de la patria, La Trinitaria-institución fundadora y los tres padres de la patria son una magnífica construcción histórica, ideológica, mítica y legendaria de gran poder político. Salvo raras excepciones, los historiadores dominicanos se hacen ciegos y sordos ante el silencio documental de La Trinitaria y el misterio de la vida de Duarte en la selva. Ningún manual de historia dominicana advierte que La Trinitaria desapareció poco después de ser fundada, excepto el de Orlando Inoa que la llama efímera 44. Además, Serra se equivocó en la fecha de fundación y dio más importancia a La Filantrópica y a La Dramática. Muchos trinitarios apoyaron la Anexión a España y el mismo Duarte y Sánchez firmaron un documento el 1 de junio de 1844 en el que se pide la protección de Francia 45. Cassá y Moya Pons confirman que Sánchez y Duarte convalidaron dicha resolución con sus firmas 46. Historiadores, estudiantes y legos creen que los trinitarios fueron los protagonistas del 27 de Febrero, que redactaron la Manifestación separatista del 16 de enero de 1844, plasmaron sus ideales en la primera Constitución del 6 de noviembre y hasta puede leerse en un periódico que “aquella prima noche del 27 de Febrero de 1844, nuestros padres de la patria, junto a un grupo de dominicanos valientes se dirigieron hasta la puerta de la Misericordia, donde el insigne Ramón Mella, acompañado de Juan Pablo Duarte, Francisco del Rosario Sánchez y otros patriotas, disparó el trabucazo…” 47. Alcides García Lluberes aclaró que la Manifestación, en vez de ser la expresión franca y sincera de los ideales trinitarios, fue la máscara de que se valió la reacción conservadora antiduartista para introducirse en la revolución y apoderarse de una labor patriótica a la que había obstaculizado por todos los medios que tuvo a su alcance 48. El largo memorial fue firmado por 155 personas, pero no por Vicente Celestino Duarte ni por su hermano Juan Pablo, quien estaba en el exilio. Ambos pudieron agregar sus nombres al documento como hizo mucha gente en ediciones posteriores. Báez tampoco lo firmó y hasta denunció el movimiento a los haitianos, aunque luego se integró.

Cuando Duarte se marchó al exilio, el movimiento liberal quedó acéfalo y desde noviembre de 1843 Tomás Bobadilla, representante del sector conservador, encabezó el movimiento separatista. El presidente haitiano Hérard apresó a Pedro Pablo Bonilla, Félix Mercenario, Pedro Valverde y Lara, José M. Leyba, Juan N. Ravelo, Manuel José Machado, Gabriel José de Luna y Luis Betances, quienes eran conservadores, futuros santanistas y anexionistas; fueron puestos en libertad por mediación de la masonería, pero otros como José Joaquín Puello y los hermanos Santana fueron conducidos a Haití, aunque éstos dos lograron escaparse en Baní.

La moral social de Juan Pablo Duarte fue muy superior a la de los próceres de la época y la mantuvo prístina en medio del pantano político del país por su propio sacrificio y por haber vivido fuera gran parte de su vida. Durante casi veinte años estuvo en la selva del Apure como masón y comercializando pieles de cocodrilo y plumas de garza. Sólo el llamado de la patria impidió que se hiciera cura. Para Francisco de las Heras, el voluntario confinamiento del patricio en la selva constituye un enigma inexplicable  y, para Rodríguez Demorizi, Duarte se perdió en la selva como un misántropo que odia al ser humano o huye de su contacto 50. José A. Sánchez le criticó a Duarte su ausencia voluntaria, el no haber regresado durante la amnistía de 1848 y el haberse conservado puro, impoluto, incontaminado, ignorado y desvinculado del país hasta el 26 de marzo de 1864 51. Tras estar escasos días en el país en 1864, Duarte regresó a Venezuela casi exiliado por el gobierno restaurador y, después que escribió entre 1865 y 1869 sus cartas-documentos más fehacientes, murió en 1876. En Santo Domingo apareció una nota necrológica de Félix María del Monte en la que decía que Duarte brilló semejante a un meteoro, desapareció en seguida y fue un personaje casi extraño 52. No hubo manifestaciones de duelo ni discursos laudatorios. Cuando se le pidió al arzobispo Meriño hacer la apoteosis ante sus restos preguntó: ¿qué puedo decir acerca de este infeliz? Fue un invento de Emiliano Tejera decir en 1894 que el vicario Portes lo saludó cuando volvió del exilio con la frase “Salve Padre de la Patria”; peor aún, no mencionó la Carta Pastoral del 24 de julio de 1844 emitida por dicho vicario en contra de los enemigos de Santana, precisamente cuando éste se disponía apresar a Duarte y demás próceres para acusarlos de ser traidores a la patria. Aun así, el caso de Duarte es excepcional: su sacrificio, su abnegación por la lucha, su amor inconmensurable por la patria y su notable desinterés por el poder y por los privilegios sociales, no encuentran paragón en nuestra historia 53.

La historia humana está cargada de símbolos de gran poder social que atribuyen un sentido imaginario a los hechos reales. El sacrificio personal, el discurso sobre la defensa de la soberanía nacional y el exilio no bastan para crear un Estado republicano. Duarte le ganó a Santana la batalla ideológica como padre de la patria desde que este firmó la anexión a España y el historiador duartista José Gabriel García habría vencido en una polémica al santanista Manuel de Jesús Galván en 1889. El duartismo tuvo gran empuje de connotados trujillistas, aunque Trujillo dijo al inaugurar dos puentes en Higüey el 17 octubre 1936 que su nacionalismo se empeñaba en rescatar la memoria de Santana de la injusticia y del olvido 54. En 1956 el periódico El Caribe realizó una encuesta sobre la actuación política y militar de Santana y su influencia en la historia patria. En la ocasión Francisco Moscoso Puello preguntó: ¿A quién traicionó Santana? ¿Al pueblo? Y respondió diciendo que el sentimiento nacional de anexión según externó A. Lugo en 1933 fue expresado no por los gobiernos, sino por el pueblo; que la República Dominicana no podía subsistir sin la ayuda de otra nación no era una creencia individual de Santana, ni de Báez, ni de Jimenes, ni de Cabral, sino una creencia general del pueblo dominicano. La creencia contraria era individual y escasa minoría, la tendencia anexionista era mayoría y prueba de la inconsistencia del Estado dominicano 55. Después de la muerte de Trujillo se reavivó la polémica a favor y en contra de Santana. En 1968 Hugo Tolentino publicó el libro La traición de Pedro Santana y Vetilio Alfau Durán reimprimió con prefacio y notas la controversia de 1899. Mientras, en 1969, respondieron Manuel de Jesús Goico Castro y Juan Isidro Jimenes Grullón.

La metafísica duartista, ajena al Duarte histórico, no estudia la historia como lo que es y ha sido y prefiere narrar lo que sería, debía o podía ser. De acuerdo a Gustavo Salas, la historia es la verdad que dice el mal como el bien, los éxitos como los reveses, las faltas cometidas y las débiles inspiraciones, que nada oculta para no inspirar desconfianza y trata, sobre todo, de instruir seriamente a las generaciones venideras 56. Nadie puede negar que Pedro Santana fue un personaje destacado en la historia dominicana y una figura dominante durante la Primera República, que proclamó la república antes del 27 de Febrero, reunió el primer grupo armado para enfrentar a las tropas haitianas, fue el primer presidente constitucional de la república y fundó el ejército dominicano. En vida fue amado, temido y odiado, aunque en los estudios ha predominado el último aspecto. Es innegable que actuó de manera autoritaria, que fusiló sin piedad a los que conspiraron real o supuestamente en su contra, que usó y exageró la amenaza haitiana para justificar la represión interna y que cometió el crimen de lesa patria al realizar la Anexión a España, aunque no lo hizo solo, como afirma parte de la historiografía que le adversa. El patricio Sánchez fue quizás el primero en decir que Santana solo fue el traidor por excelencia, el asesino por instinto y el único responsable de la ignominia de entregar la patria, aunque en 1853 lo había llamado padre libertador del pueblo.

En 1844 una minoría excelsa se oponía a la creación de la república bajo el protectorado o la anexión. El anexionismo estaba tan extendido y los cónsules extranjeros intervinieron en los asuntos domésticos con tal aprobación general que cuando Santana regresaba triunfante a la ciudad de Santo Domingo corría la pregunta ¿qué bandera traen las tropas, la francesa o la dominicana? Duarte fue el único que se opuso en la Junta Central Gubernativa a la enajenación de la península de Samaná, según escribió Juan Isidro Pérez el 25 de diciembre 1845. Explica Juan Daniel Balcácer que su lamentable decisión de no volver al país y seguir combatiendo al régimen imperante, también se explica por la sencilla razón de que no podía contar con nadie. ¡Lo habían abandonado! 57 En plena ocupación militar norteamericana de 1916, Federico García Godoy hizo un mea culpa por haber pensado que la corriente anexionista estaba extinguida o desaparecida. Dijo ser como una yerba nociva que apenas extirpada, retoña de nuevo, para vergüenza nuestra, más rápida y más copiosa. Lo peor de todo es que muy pocas voces indignas se han alzado, pero casi la totalidad parecía no ver ni oír nada.

Más que afirmar o negar es necesario preguntar por qué el sector conservador-anexionista triunfó sobre el liberal-independentista. No basta una respuesta moral o ideológica. No se puede olvidar que el ejército haitiano era mayor que el de Bolívar y que, por esa razón, Francia no se atrevió a invadir a Haití después de 1804. La tarea militar se hizo prioritaria y Santana capitalizó la situación. Bonó diagnosticó en 1856 que nuestro terrible mal se debía a la existencia de un ejército permanente y al alto gasto público para mantenerlo. La Anexión a España y la guerra restauradora fueron hechos militares e incluso una especie de guerra civil entre dominicanos y dominicanos-españolizados. Entre éstos últimos, figuraban representantes de todas las clases sociales, políticos, muchos próceres, antiguos pro-haitianos, románticos trinitarios convertidos luego en conservadores furibundos, independentistas y futuros restauradores. Para Gustavo Mejía-Ricart fue el odio secular a Haití lo que condujo a la abyección anexionista y falsea la historia quien culpa de la anexión a Santana solo 58. Muchos eran patriotas en un tiempo y entreguistas en otro. Félix María del Monte denunció la traición de Santana, pero se matriculó como español en 1855 y firmó la anexión a los Estados Unidos en 1871. No obstante, fue exagerada la defensa de Galván al afirmar que Santana realizó la anexión a España por un acto patriótico que salvaría al país de caer bajo el yugo haitiano. José Gabriel García le sacó en cara que calificar de patriótico ese hecho equivalía a sostener que la Restauración fue un crimen y que no hay diferencia entre la verdad y el error, que las sutilezas caprichosas valen más que la virtud y que las máximas de la moral no son sino vanas supersticiones . No obstante, dicho historiador era empleado del gobierno español, creó su Imprenta García en 1862 en la antigua casa de Juan N. Ravelo, en la calle Los Plateros esquina Separación y, de acuerdo a Rufino Martínez, aceptó “sin chistar los cambios de la bandera y la nacionalidad”, algo que olvidaron sus hijos cuando juzgaron a los que aceptaron la anexión. García participó en el grupo que negoció con los españoles su salida y como el gobierno restaurador no aprobó dicho acuerdo fue detenido como rehén, canjeado después, estuvo fuera del país y regresó como libertador 60.

Es difícil creer que Duarte enroló a Pedro Santana al movimiento separatista ya que éste actuaba por sí mismo, tenía poder y prestigio y se le tenía como hombre de espada según dijo Rosa Duarte 61. Santana se autonombró general, marchó sobre la capital con cientos de hombres y, según Madiou, advirtió a la Junta que iría por su cuenta con sus lanceros a combatir a Azua si otro no lo hacía. En la capilla de los Remedios, Bobadilla lo señaló como “el hombre”. Él y su hermano se habían escapado en Baní mientras eran trasladados presos a Haití, gracias a los hateros amigos y socios como Luis Tejera y Rita Pimentel. Luego continuaron su labor separatista y coordinaron la proclamación de la república en El Seibo y en Los Llanos antes del 27 de febrero. En Los Llanos, donde Santana tenía familiares, todos se hicieron santanistas, menos Vicente Celestino Duarte ni Juan Ramírez, un negro amigo de éste, quien hizo el pronunciamiento popular 62. El santanista Bernardino Pérez y otros patriotas lo hicieron en La Vega, junto al alcalde haitiano Carlos Dandoin y el jefe de la Guardia Toribio Ramírez, quien luego participó en la batalla del 30 de Marzo y apoyó el golpe en contra de José D. Valverde. Alejandro Guridi dijo en 1891 que Sánchez no se pronunciaría en la capital sin antes haberse asegurado de que Santana lo haría. La victoria de Azua y la exaltación de Santana habrían creado animadversión en su contra.

Las dos primeras batallas separatistas realizadas el 19 de Marzo en Azua y el 30 de Marzo en Santiago muestran cómo santanistas y duartianos exageran los hechos que les convienen y desmeritan los que no les favorecen. Ambas batallas estuvieron en el tapete de la famosa Controversia de 1889 entre Manuel de Jesús Galván y José Gabriel García, realizada de manera apócrifa en los periódicos El Eco de la Opinión y El Teléfono, respectivamente. Todo comenzó el 27 de febrero de ese año cuando el último periódico recibió cartas de febreristas que defendieron a Sánchez como el líder del movimiento separatista y el más dispuesto a arrostrar toda clase de peligros. Félix Mariano Lluberes dijo que, aunque la intransigencia de las pasiones quería soterrar su gloria, Sánchez fue el primero de los próceres. En la ocasión se debatió sobre el trabucazo de Mella, pues se buscaba rebajar la gloria de Sánchez y comparar a aquél con Santana. Un documento anónimo titulado “Sucesos políticos de 1838-1845” que, según José A. Sánchez era de Eusebio Puello 63, afirmó que a Mella se le zafó el tiro y esto alborotó a los haitianos. Idelfonso Mella dijo que el suegro de su padre, Getrudis Brea, le advirtió que la imprudencia del tiro escapado podía dar al traste con el movimiento. José Gabriel García nunca le dio importancia al tiro innecesario de Mella 64. El trabucazo de Mella salió a relucir con Serra, el mismo que habló de La Trinitaria casi cuarenta años después de su creación. Un militar que escribe de historia afirma que todavía se sienten las ondas expansivas del trabucazo de Mella.

La controversia de 1889 surgió cuando Galván escribió un artículo sobre Santana y la batalla del 19 de Marzo y José Gabriel García le respondió diciendo que era una exageración decir que Santana o el padre Gaspar Hernández habían sido los precursores de la separación y que, debido a que los conservadores tuvieron preponderancia política, el error subyugó a la verdad y la fábula a la historia. Dicho historiador sostuvo que Duarte, Sánchez, Mella y otros sembraron la revolución, mientras Santana, Báez y otros se aprovecharon de ella como vendimiadores 65. Aseguró que hasta los niños de escuela sabían que la batalla de Azua no afianzó la nacionalidad porque no detuvo al invasor y Santana luego se retiró a Sabana Buey y a Baní. Por eso, fue la batalla de Santiago, lidereada por José María Imbert, la que consolidó a la república. Galván ripostó defendiendo como correcta la retirada de Santana porque estaba casi sin ejército, sin armas, sin pertrechos, en posiciones poco estratégicas y frente a un enemigo poderoso cuyas tropas se iban a duplicar cuando llegaran los refuerzos del general Suffront. Como Galván no pudo justificar ni el público aceptó la anexión a España como un acto patriótico por parte de aquél es que se dice que José Gabriel García ganó la polémica y pudo desarmar la ingrata mitología santanista sin sospechar que, a partir de entonces, la mitología duartiana se convertiría en la historia nacional. Con la publicación de la polémica por la sociedad Hijos del Pueblo se recabaron fondos para el traslado de los restos de Mella a la catedral de Santo Domingo.

Los historiadores aún discuten la importancia de ambas batallas. En 1979, el entonces primer teniente del Ejército Nacional, José Miguel Soto Jiménez, basado en un autor haitiano llamado Dorvel-Dorval, aceptó como buena y válida la retirada estratégica de Santana sin dejar de reconocer que las batallas de Azua y Santiago fueron los cimientos de la libertad dominicana 66. En el 1984 Juan Daniel Balcácer afirmó que los haitianos se enfrentaron al improvisado y valeroso ejército popular el 19 de marzo, pero que la inexplicable retirada de Santana, producto de la falta de conocimientos técnicos y de práctica militar, se puede catalogar de traición por abandonar una posición ventajosa sin que el enemigo pruebe sus fuerzas en el asalto. Citó a Duarte con las mayúsculas GENERAL DE BRIGADA y achacó la anarquía entre las tropas de Santiago a la retirada de Santana. El hecho es que Mella, nombrado para organizar la batalla de Santiago, se retiró a San José de las Matas y los militares auxiliares también se ausentaron. Balcácer consideró que la controversia sobre las batallas se debe al caudillismo, a conflictos regionalistas y a dos vertientes ideológicas: la santanista reaccionaria que defiende la batalla del 19 de marzo y la duartiana liberal que pondera la del 30 de marzo 67. Aunque reconoció que los duartianos carecían de poder económico para financiar sus actividades revolucionarias, y que el país carecía de un ejército profesional permanente, concluyó con que la batalla de Santiago, no la de Azua, fue la que contribuyó a fortalecer la viabilidad de la república 68.

La mayoría de los militares que pelearon en Santiago, incluyendo a su líder el general José María Imbert, luego se hicieron santanistas y éste hasta firmó la hoja suelta del 26 de octubre de 1844 que solicitó el exilio de Duarte. El comandante de La Vega, Manuel Mejía, había hecho serias acusaciones contra Imbert por ser francés y apoyar el protectorado de Francia. Para aplacar discordias de este tipo, Duarte se dirigió al Cibao el 20 de junio de 1844.

Nada bueno auguraba el 19 de marzo de 1844, pues los dominicanos habían sufrido tres derrotas en los tres días anteriores. Aún así, el enemigo fue detenido y el rumor de que el presidente Hérard había muerto en Azua pudo ser esgrimido en Santiago, lo que contribuyó a la desbandada de los haitianos, por la muerte de coroneles haitianos, incluyendo al edecán del presidente que le seguía en toda circunstancia como una sombra. En definitiva, la batalla del 19 de marzo inició la defensa de la separación y la del 30 de marzo la completó.

Santana se proclamó jefe supremo de la república y hasta 1856 actuó como generalísimo 69, pero rehusó eufemísticamente el término dictador según le aconsejó el cónsul francés 70. En el siglo XIX el calificativo de dictador no tenía connotación negativa; era un cargo creado por el Congreso para resolver una catástrofe natural o un conflicto civil, como lo hacían los romanos. Marx y Bosch no tuvieron reparo en usar el término dictadura para referirse al gobierno del proletariado y del pueblo, respectivamente. El artículo 210 de la Constitución dominicana le permitió a Santana actuar como un dictador de hecho y fusilar mediante juicio sumario tanto a próceres civiles y militares como a vagabundos y ladronzuelos. Sus abusos no le impidieron lograr el consenso popular. En julio de 1846 fue recibido en el Cibao y en otras partes jubilosamente y en la capital hubo fiestas durante tres días, según reseñaron Manuel María Valencia, Félix María del Monte y José María Serra en El Dominicano 71. En la ocasión Serra escribió versos que decían: Al grito de libertad, patria y separación, fuera Haití, soldados juran morir por su presidente, por la patria y por su Dios. Serra llamó a Santana feliz conquistador de los corazones de los dominicanos que ha sabido formar una sola opinión y un solo partido, ocupado exclusivamente en la consolidación de nuestra grande obra y contra el que vendrán a estrellarse todos los tiros y acechanzas de nuestros implacables enemigos. Presidente, dispensad los excesos de nuestro patriotismo. Mientras la fiel nación dominicana, grata recuerde la virtud de los hechos, esculpido se verá en nuestros pechos el tierno y dulce nombre de Santana. Mientras el haitiano nos supone en partidos haciéndonos la guerra, las provincias de la república están entregadas al goce de sus diversiones 72. Después de tres meses de ausencia, la providencia divina habría permitido que Santana volviera a su estancia de El Prado en El Seibo, su lugar preferido. Su vida osciló siempre entre la pasión por el poder del Estado y la vida privada del campo 73. Regresó a Santo Domingo a principios de 1847 después de una fervorosa visita a la Virgen de la Altagracia, ocasión en la que Juan N. Tejera lo defendió como hombre honrado, aunque al renunciar poco después, Félix María del Monte publicó el primer libelo en su contra.

El 14 de marzo de 1853 Santana entró en un conflicto con el arzobispo Portes que le restó poder y prestigio por el resto de su vida. Como el anterior gobierno de Báez había sido favorable a la Iglesia, envió al padre Elías Rodríguez a Roma para firmar un concordato y promovió la celebración de un sínodo. Santana se enemistó con Báez porque éste captó el apoyo del ejército, de la Iglesia y parte del pueblo; el 27 de febrero de 1853 se había ofendido porque en un Te-Deum el padre Dionisio de Moya dijo que Dios, y no Santana, fue quien venció a los haitianos en la batalla de Las Carreras. Ese día Santana habría celebrado la fiesta patria con carnaval como crítica al baecismo y a la Iglesia, ya que Báez prohibió las máscaras alusivas a militares y curas 74. Aunque Portes le dijo que era enviado de Dios y que no iba a jurar la constitución herética, Santana citó a nueve curas que participaron en la redacción de la primera Carta Magna, dijo que era católico, pero el clero no debía participar en el Estado y que a nombre de la religión cristiana se cometían abusos como los ocurridos en El Seibo y el Cibao. El prócer Sánchez expresó que Santana había sido elegido por la Providencia para salvar la patria. En las calles de Santo Domingo se leyó a son de bando la trifulca entre Santana y Portes. Un cínico lector, cuando el arzobispo hablaba leía con voz agria y tonante, pero cuando lo hacía Santana le daba acento de compungido feligrés 75. El padre Antonio Gutiérrez firmó la Constitución después que a Portes se le mostró el pasaporte para su deportación. Santana expulsó a los curas Gaspar Hernández, Díaz de Peña y Elías Rodríguez, quienes regresaron en 1856 durante el gobierno de Báez, quien era nieto de un cura, incluyó la enseñanza religiosa en las escuelas y afirmó que “fuera de la religión no hay verdad histórica” 76.

Los partidos santanista y baecista dominaron la lucha política, controlaron los poderes del Estado y se distinguieron por los colores azul y rojo. Cuando Báez gobernaba invertía los colores de la bandera y colocaba el rojo junto al tope del asta. En ese entonces Mella era santanista y Sánchez baecista. Después que Santana y Báez murieron, sus partidarios se reciclaron en el Partido Azul y en el gobierno de Lilís. Las diferencias ideológicas no eran obstáculos para el transfuguismo. Bonó observó que “al Azul de hoy que le quiten el empleo o la pensión, mañana será Rojo, y el Rojo de ayer que quede sin empleo, en seguida será Azul” 77. Después de la caída de González, en marzo de 1874, Jimenes Grullón fija el inicio del liberal Partido Azul, mientras Meriño, exiliado por Báez, le escribió a Luperón sobre la necesidad de crearlo. Lo que ninguno dice es que dicho partido se nutrió de antiguos santanistas y de ahí el elogio de Santana por Luperón. Campillo Pérez mostró que el partido de mayor arraigo social y preponderancia política fue el de Santana, el cual estaba compuesto por afrancesados, terratenientes, comerciantes, profesionales y exduartianos 78. El discurso de Pedro Guillermo el 2 de diciembre de 1865 con el cual recibió a Báez como presidente, al decir que Sánchez murió con la bandera como sudario, inició la disputa entre duartianos y sanchistas. La expedición de Sánchez era baecista, dijo Damián Báez en 1878. Báez se hizo prosanchista para contrarrestar “la procera fama” de Santana y porque no era febrerista como lo fue éste. Américo Lugo sustentó en 1934 que el partido azul tomó el nombre del bando santanista después de la Restauración y escogió a Duarte como su dios cívico 79.

En el tercer gobierno de Báez (1855-1858), la juventud baecista llamó a Santana tigre, verdugo, déspota, caníbal, monstruo, idiota, infame, Nerón y Atila, mientras Nicolás Ureña de Mendoza le dijo al arzobispo que el imperio de los terroristas había cesado. Durante cuarenta días hubo en contra de Santana ruidosas cantaletas, aclamaciones festivas y críticas de la clase baja 80. Los cónsules extranjeros llamaron a la cordura, pero Báez las permitió por ser “el desahogo natural e inocente del pueblo”. El libelo La Acusación de Juan E. Jiménez llamó a Santana “carnicero del Ozama que desentierra cadáveres para devorarlos” y a la calle Las Damas donde vivía, la calle de los crímenes. Cada edición de La Acusación era anunciada por un personaje llamado Buenrostro, quien pregonaba en la calle los nombres de las personas que eran objeto de ataques y llamaba a Santana ladrón, cobarde, asesino, vejador de la religión 81. Fue entonces que, bajo el influjo del baecismo, se denunciaron el destierro de Duarte y el fusilamiento de María Trinidad Sánchez, de los hermanos Puello, de Duvergé y de Tomás de la Concha. Se dijo que Santana quedó en el Prado “como Perico en la estaca” y cuando fue traído preso a Santo Domingo se le achacaron eventos fatales como el suicidio del hijo del cónsul Segovia, la muerte de un niño en la barriga de su madre grávida, la caída de otro en un pozo de Santa Bárbara y las estocadas de un joven a su padre. La prensa se burló de él cuando se fue al exilio con chancletas, macutos llenos de casabe, llantén, tocino y otras menudencias 82.

Santana regresó en 1858, depuso a Báez y al presidente Valverde proclamado en Santiago y, dos años después realizó la anexión a España, la cual fue firmada por próceres que, después de ver las impopulares medidas de los españoles, decidieron combatirla como sucedió con Gaspar Polanco, uno de los grandes restauradores, quien apresó e intentó asesinar a Alejandro Guridi en febrero de 1863 porque había sido asesor de la anexión en sus inicios. José Gabriel García afirmó que Santana decidió destruir la nacionalidad que lo había hecho grande y cambiar el merecido título de Libertador por el de Marqués de Las Carreras unciendo el yugo de la dominación española 83. A partir de la guerra de la Restauración, la verdadera independencia según Hostos, se consolidó la nación dominicana y la historiografía nacional. Lo que Santana pudo haber hecho positivo quedó sepultado por la crítica baecista y, luego, por la duartiana. Un frente ideológico baecista, duartista y sanchista combatió el santanismo acéfalo.

Santana y el Panteón Nacional

A Santana lo van a sacar del Panteón de la Patria, tarde o temprano, mediante una especie de damnatio memoriae, término que describe la práctica del senado romano que decretaba la condena de la memoria de un enemigo del Estado después de su muerte. Así fueron destruidas las estatuas y borrados los nombres de los emperadores Calígula, Domiciano, Geta y Maximino. Nerón fue execrado después que construyó un coloso con su rostro dedicado al dios Sol Invicto, lo mismo le pasó a Domiciano quien quiso hacerse Dios en vida. Igual trato recibieron la reina egipcia Hatshepsut, el pastor que incendió el templo de Artemisa y el papa Formoso, cuyo cadáver fue desenterrado, se le mutilaron los tres dedos de la bendición y luego lo arrojaron al Tíber. Stalin borraba a sus opositores de fotografías y películas. En nuestro país lo mismo pasó con Ilander Selig, quien eliminó a Cayetano Rodríguez de una foto que ambos se tomaron con Mao. A Duarte le hicieron una apoteosis en 1884 siguiendo también un ritual romano. La apoteosis, contraria a la condena de la memoria, divinizaba al ser humano. Ciro el persa fue el primero en ser deificado en vida según Jenofonte; Vespasiano dijo poco antes de morir que se estaba transformando en un Dios y después de Adriano muchos emperadores eran dioses vivos a los cuales se les rendía culto certificado por un documento público. El último emperador romano divinizado en vida fue el cristiano Teodosio I el Grande.

Santana es un muerto que no tiene deudor ni alguien que le escriba. Más que enjuiciarlo es de mayor beneficio estudiarlo para comprender la historia dominicana. Como bien afirmó Vetilio Alfau Durán en 1938, es la figura cimera de la Primera República, ninguno alcanzó tan alta dimensión histórica durante aquel período. Todo cuanto se escriba de la Separación a la Anexión tiene que girar en torno al primer caudillo militar de la independencia nacional 84. Él y Duarte son las figuras más conspicuas y contradictorias de nuestra república 85. Su condena por historiadores que fungen de jueces permite justificar intereses o valores propios y esconder o justificar prácticas nada éticas. Los malos no pueden hacer mayor mal porque se conocen sus fechorías y no pueden ser modelo social, pero los buenos sí pueden ser usados para decir una cosa y hacer otra. Ese es el mal que hacen los buenos como advirtió Bertrand Russell. El camino del cielo está asfaltado de buenas intenciones y la gente tiene doble moral: una que predica y no practica y otra que practica y no predica. La tiranía se esconde bajo la ficción de la democracia, la inmoralidad bajo la moral, el mal bajo el bien. Cristo ni Marx tienen la culpa de que el cristianismo fuera convertido en opio del pueblo y el marxismo en opio del comunismo. Los profesores universitarios más duartianos son los que más venden libros de historia de manera compulsiva, una práctica prohibida por organismos académicos. La pandilla dominicana llamada Trinitarios, creada en las cárceles de Nueva York, usa la bandera nacional como emblema, estampa en su logo el lema Dios, Patria y Libertad y sus miembros entran a la organización con un juramento similar al de los trinitarios de Duarte. Hostos se opuso a que los gobiernos rindieran cuentas durante las efemérides patrias para que los gobiernos no disfrazaran sus actos de corrupción bajo discursos patrióticos; sólo publicó su Moral Social en 1888 después que sus discípulos lo conminaran a hacerlo, pero les advirtió que la moral no se habla ni se publica: se practica con el ejemplo. El marxismo, no Marx, se convirtió en religión comunista y en opio del proletariado como dijo Simone Weil. Revolución es un concepto conservador que aludía originalmente al curso que los astros repiten en el firmamento. También restauración era un término reaccionario y fue usado por la alianza de países después de la caída de Napoleón. La Revolución Francesa declaró enemigos al ateísmo y al clericalismo, pero impuso a la diosa Razón como Ser Supremo y el terror se tragó a los revolucionarios como lo hizo el dios Cronos. Lo primero que hace una revolución cuando triunfa es prohibir todo cambio revolucionario.

Lo que más abunda en el país es la doble moral de elogiar retóricamente una virtud y negarla en la práctica. La gente dice cosas que no hace y hace otras que no dice. Se elogia a Duarte en público y se actúa como Santana en privado. Los que proponen sacar a Santana del Panteón no les interesa saber si los demás “próceres” merecen estar allí. La antropología ha analizado el papel que tiene en la cultura la figura del chivo expiatorio o emisario, el cual carga con todos los males reales o imaginarios de la población y la limpia de la impureza malvada que pone en peligro el orden social. La víctima propiciatoria es sacrificada para que todo siga igual. Si la salida de Santana del Panteón se justifica por los fusilamientos de María Trinidad Sánchez y demás patriotas —en 1844 no fusiló a Duarte, Sánchez y Mella por advertencia de Abraham Coen, quien le propuso expulsarlos—, habría que recordar que la violencia es partera de la historia. Maquiavelo creó la ciencia política al separarla de la moral y, como bien dice Orlando Gil, en política no se reza el Padre Nuestro. Es confuso e iluso el objetivo perseguido por María Trinidad Sánchez de buscar la adhesión de Santana en contra de sus ministros para traer los exiliados. Si el motivo es la anexión a España, también deberían sacarse del Panteón a Juan N. Ravelo, a los trinitarios y a los que lucharon en la batalla de Sabana Larga, la última y más violenta guerra contra Haití, pues la mayoría de estos próceres se hizo anexionista. ¡El mismo Mella fue a España en 1855, mandado por Santana, a gestionar el reconocimiento de la separación o un protectorado, y, se reitera, Duarte y Sánchez firmaron un documento donde se solicitó la protección de Francia! Las preguntas de investigación pertinentes son: ¿existía una clase social con intereses y conciencia de la soberanía nacional? ¿Era radical la diferencia entre independentistas y anexionistas? ¿Cuál era la base social, económica y cultural de los liberales y conservadores? ¿Quiénes se ganaron el apoyo del pueblo? ¿Por qué los gobiernos autoritarios han sido los más exitosos?

Entre autoritarismo y liberalismo

Quien escribe hizo un prólogo al libro Cultura política autoritaria dominicana de Orlando Objío y Jacqueline Álvarez, quienes tratan un tema medular de la República Dominicana desde su pasado colonial hasta la actualidad 86. Tradicionalmente se ha ponderado y denunciado el autoritarismo en el país y, no es para menos, pues nuestra historia política está signada por el predominio de la dictadura sobre la democracia. La relación entre poder, autoridad y legitimidad no es unívoca ni el autoritarismo político es exclusivamente dominicano. Se suelen confundir tiranía y dictadura, dos categorías de origen y naturaleza diferentes. La tiranía es una categoría griega que se refiere a la toma del Estado por vía violenta e ilegal. En la dictadura, categoría romana, un ciudadano casi siempre militar, se selecciona para imponer la paz y el orden durante una situación excepcional. La tiranía solía ser vitalicia, mientras la dictadura era limitada en el tiempo. Las democracias, antiguas o modernas, criticaron los efectos violentos de los regímenes tiránicos y dictatoriales. Sin embargo, en Grecia, los tiranos tenían fama de sabios y Pisístrato fue, según Aristóteles, precursor de la democracia. Muchos dictadores romanos —Julio César entre ellos— tenían gran prestigio y fueron modelos sociales a seguir. Las democracias son sistemas políticos relativamente recientes en la historia mundial y muchas de éstas emergieron como dictaduras de clase y otras mantienen apenas su nombre como máscara. Marx y Engels denunciaron a la democracia burguesa como una dictadura de clase y propusieron superarla con la dictadura del proletariado. Juan Bosch, después del golpe de Estado que lo derribó, buscando una fórmula entre la democracia representativa y la dictadura comunista, formuló su Tesis de la dictadura con respaldo popular.

La investigación de Objío y Álvarez ayuda a entender la persistencia del autoritarismo político en el país desde el punto de vista histórico, político, psíquico y cultural. Trujillo llegó a ser una encarnación moderna del “Estado soy yo” de Luis XIV, sus métodos represivos y crímenes fueron antológicos y su sistema económico se sustentó en un Estado omnipotente impuesto a todos sin igual. La sustitución de una institución por una persona y el poder absoluto omnipotente de ésta sobre una sociedad es metáfora del mundo metafísico-religioso. Eso sólo es posible en un concepto del poder político como instrumento situado en un tópos físico, sea una persona, un aparato o una institución, a partir del cual se ejerce coacción sobre una clase social o la sociedad. No obstante, a partir de los trabajos de Weber, Gramsci, Foucault y Althusser, los conceptos de poder y Estado pasan de ser aparatos fijos a redes dinámicas en las cuales todos los miembros de una sociedad participan como dominantes o dominados y los mecanismos de legitimación ideológico y cultural son fundamentales para la perpetuación del régimen autoritario o democrático. La escuela de los Anales en Francia concibió una nueva visión histórica al sustituir el héroe-demiurgo que produce acontecimientos extraordinarios por la historia de hechos ordinarios, las mentalidades y la vida cotidiana.

A Objío y a Álvarez no les interesa analizar la sociedad, el Estado, las clases sociales, sus luchas y resistencias de manera aislada. Incluyen niveles sociales y categorías antropológicas y psicológicas en los que enmarcan su trabajo. Para establecer la relación entre cultura, política y sociedad parten del supuesto de que la cultura condiciona a la sociedad y esta demanda o produce un sistema político correspondiente con sus variables de poder, autoridad y legitimidad: “El autoritarismo suele identificarse exclusivamente con el ejercicio de la violencia desde el poder, con el orden despótico. Sin embargo, al enfocar la cultura como un importante factor estratégico en el establecimiento y mantenimiento del poder estatal, encontramos que el autoritarismo también tiene lugar en contextos de no violencia en la cotidianidad” 87. Los autores descubren en determinados contextos la anuencia de los dominados y la aceptación popular del ejercicio del autoritarismo. Esta es una tesis provocadora para la historia dominicana que se enmarca en los conceptos de H. Arendt, E. de la Boétie, S. Freud, E. Fromm y K. Lewin, para quienes el poder lo ejerce el dominador con cierta anuencia del dominado.

Otra conclusión desmitificadora del liberalismo dominicano, de seguro escandalosa para cierto pensamiento histórico tradicional, es que “muchas dictaduras tachadas de bárbaras por los liberales eran más representativas de la cultura e intereses de las poblaciones que los regímenes liberales-democráticos copiados de Europa y Estados Unidos. La psicología propia dominicana, que expresa la construcción de la subjetividad de los dominados, registra cierta inclinación por un orden dictatorial y hacia formas autoritarias del poder político. El fenómeno es uno de los rasgos más sobresalientes de la cultura política dominicana” 88. Los autores aportan una explicación teórica fundamentada en el proceso histórico nacional, en el pensamiento social y en la cotidianidad. Para ello revisan el par de categorías caos-orden, anarquía-gobierno fuerte, así como la tesis socorrida desde la colonia de que el pueblo dominicano no tiene aptitud política para la democracia y favorece o prefiere la dictadura. Prejuicios intelectuales en contra de la cultura popular dominicana han servido para justificar gobiernos autoritarios.

La separación de Haití creó la necesidad de un déspota providencial que resolviera los conflictos e impusiese su hegemonía personal autoritaria sobre las diversas fracciones económicas, regionales y políticas como libertador de la patria y gran ciudadano. El autoritarismo dominicano del siglo XIX en adelante fue cónsono con la entrada de capitales y el fortalecimiento del Estado en una sociedad precapitalista. Liberales como Meriño y Heureaux se declararon dictadores o impusieron un gobierno fuerte. Bonó declaró simpatía por el Partido Azul durante el gobierno de Meriño y sentenció que el país no tenía las condiciones necesarias para ser autónomo bajo la democracia pura y que nuestra sociedad estaba organizada para el despotismo y la sucesión de rebeliones y dictaduras 89. Mu-Kien Sang sostiene la tesis de que la dictadura lilisista recibió apoyo de la clase dominante y de las masas populares. Objío y Álvarez concluyen diciendo que el apoyo popular o masivo a los dictadores es una constante en la historia dominicana y que Santana, Báez, Lilís, Trujillo y Balaguer lograron cierta simpatía del pueblo. La realidad de esta constante histórica se basa en que el carácter nacional dominicano está permeado por el autoritarismo y provoca el predominio de una cultura política de igual naturaleza 90.

El autoritarismo persiste porque no es una categoría exclusivamente política y su referente cultural se reproduce más allá de sus actores o portadores. Por eso tiene razón Juan Bosch cuando afirma que la psicología trujillista nació antes que Trujillo y Hostos, cuando dijo que la tiranía no desaparece con la muerte del tirano. Pedro Conde suele decir que Trujillo aún manda y Balaguer mete miedo. Un factor fundamental en esa supervivencia autoritaria estriba en el proyecto político denunciado por el doctor Moscoso Puello que auspicia una educación deficiente para que el pueblo ignorante pueda ser explotado y manejado al antojo. En la actualidad, la condición de la pobreza ha enraizado la cultura autoritaria en la sociedad formalmente democrática. Encuestas señalan desde comienzo del siglo XXI que el 61% de los dominicanos están de acuerdo con el gobierno de un hombre fuerte, para el 78% éste es la solución para combatir la corrupción y el desorden y el 87% demanda obediencia y autoridad. Se verbaliza un deseo por la democracia y se apoya en la práctica el paternalismo autoritario.

Como bien expresó Roberto Cassá, es cuestión aún pendiente para los investigadores dominicanos contemporáneos tratar la sintonía entre dictadura y sociedad, la empatía de la masa hacia los tiranos y la inadecuación del liberalismo con el pueblo. El secreto recóndito de la autocracia dominicana es la debilidad de una clase burguesa y el predominio casi universal del campesinado. La especificidad de Santana radicó en haberse apoyado en las estructuras sociales y mentales que concedían valor al sentido de la autoridad tradicional 91. Seguramente no bastará la crítica para superar el autoritarismo, sino un proceso largo y complejo, con cambios en la sociedad, la educación y la cultura. ¿Es pesimista o realista la tesis del autoritarismo político dominicano? ¿Permite o no entender por qué Santana triunfó sobre Duarte? ¿No reprimió el PRD de manera brutal al pueblo en 1984? ¿Ha liberado el PLD al país de la dependencia extranjera? ¿No fue Joaquín Balaguer declarado por ambos partidos como padre de la democracia?

Esta problemática actual nos retrotrae al 27 de febrero de 1844 y nos hace preguntar si fue separación o independencia. El debate acerca del autor de la Manifestación del 16 de enero de 1844 es significativo al respecto. Para los hermanos García Lluberes, Rodríguez Demorizi y Vetilio Alfau su autor fue Bobadilla; para Lugo Lovatón, Sánchez y Sánchez, Adolfo Mejía-Ricart y Roberto Cassá fue Sánchez; para Moya Pons fue una obra conjunta de Bobadilla, Sánchez y Mella. Ésta última posición puede ser la más cercana a la realidad, ya que fue un grupo híbrido de liberales y conservadores el que se pronunció el 27 de febrero 92. Los separatistas eran independentistas, anexionistas o una mezcla de ambos. El conservadurismo estaba penetrado de preceptos liberales y el liberalismo acudía a procedimientos autocráticos en la conducción del Estado 93. La ideología separatista dominante incluía proteccionismo y anexión, aunque no era unísona y nunca faltó una lucha o resistencia en su contra. Sánchez Ramírez había derrotado a los franceses y el territorio volvió a ser español gracias a la ayuda de haitianos e ingleses, mientras Núñez de Cáceres había decretado la independencia bajo el protectorado de la Gran Colombia. Bien afirma Ismael Hernández que Santana no fue excepción ni pionero en la nefasta práctica entreguista, pues encarnó a Sánchez Ramírez y a Núñez de Cáceres, quienes liberaron la patria y luego la entregaron, el primero a España y el segundo a la Gran Colombia 94.

Separación, no independencia, fue lo que se proclamó el 27 de febrero de 1844. La primera implicaba una soberanía mediatizada por una potencia extranjera. La palabra separación fue la usada en la Manifestación de enero de 1844 y también por el historiador José Gabriel García en su Compendio de historia de Santo Domingo para referirse al período republicano de 1844 a 1861. Así se llamó también la primera nave de guerra del país. La calle El Conde, la principal de la ciudad de Santo Domingo y la que desemboca en la puerta del histórico baluarte, se llamó Separación hasta 1928, luego cambió a 27 de Febrero y, cuando Trujillo, volvió a llamarse El Conde. La calle y el parque Independencia son de los tiempos de Mon Cáceres. La palabra independencia aparece en la primera Constitución sólo en el preámbulo que manda “a consolidar su independencia” y en el juramento del presidente quien debía mantener “la independencia nacional”; su artículo 196 declara cuatro fiestas oficiales: la Separación, Azua, Santiago y la promulgación de la Constitución. La primera se hacía el último domingo de febrero y la única no movible era la del 19 de marzo. La Constitución de 1854 declara el 27 de febrero como única fiesta y fecha el documento en el “undécimo año de la Patria”. La Constitución liberal de 1858 menciona en su artículo 150 la palabra independencia en el juramento del presidente, en la función de la fuerza armada y para una de las dos fiestas: la de la independencia del 27 de febrero; la otra, la del 7 de julio, era la de la libertad. Aun así, fue dada el año “catorce la patria y primero de la libertad”. En la constitución de septiembre de 1866 fue que se hizo constar al final la fórmula usada hasta hoy del año con referencia a los hechos históricos: “dada a los veintitrés años de la Independencia y de la Restauración”. El cambio de separación por independencia fue un producto histórico y una construcción ideológica muy posterior al 27 de febrero de 1844, consolidada a partir de 1858, 1866 y 1873 y, sobre todo, a partir de 1884 cuando comienza a debatirse quién era el padre de la patria si Santana, Báez, Duarte, Sánchez o Mella.

El sector conservador triunfó sobre el liberal en 1844, pero a partir de 1858 y 1865 hubo una alternancia en el poder de ambos. El Partido Nacional (azul), que gobernó a partir de 1880, fue continuación del partido santanista y auspició la dictadura de Lilís, apoyada por rojos conservadores. El papel de la historiografía no es lamentarse porqué el mal triunfa sobre el bien, sino investigar las causas sociales, económicas y culturales de los hechos. Lamentablemente Santana se alzó con el poder en 1844 y lo compartió con Báez a partir de 1849, como igualmente lamentable fue, según dijo Vetilio Alfau, que Tomás Bobadilla redactara la Manifestación separatista de enero de 1884. Los conservadores vencieron por su práctica política implacable y su base social dominante y popular en que se apoyaron. La alianza entre conservadores y liberales era inevitable, aunque también su confrontación. José Gabriel García definió a los trinitarios como jóvenes “oscuros” porque no tenían recursos materiales para su proyecto político, mientras los conservadores eran pocos, pero con poder económico, social y político. La iniciativa para realizar la alianza entre ambos no partió de Duarte, sino del sector conservador que promovió una reunión por medio de Pedro Valverde y Lara en la casa de Manuel Joaquín del Monte. José A. Sánchez Fernández considera que la misma fracasó por la intransigencia y el radicalismo infantil de Duarte. Después que éste se marchó al exilio le tocó a Francisco del Rosario Sánchez realizar la necesaria e indeclinable alianza con los conservadores 95. Guido Despradel Batista nos recuerda que la historia es la cruda realidad: mientras más cruda, más real y más verídica 96.

El movimiento separatista tomó fuerza cuando diputados dominicanos decidieron en diciembre de 1843 buscar la separación bajo el protectorado de Francia, proyecto prohijado por el cónsul francés en Puerto Príncipe. Ninguno de los dieciséis congresistas dominicanos era duartiano 97 y los afrancesados se habían anticipado a proclamar la Reforma en contra de Boyer y a favor de la separación 98. Emiliano Tejera, en su discurso a favor de Duarte en 1894, reconoció que el partido afrancesado ayudó mucho a la Separación a través de la influencia del cónsul francés sobre las autoridades haitianas y la existencia de buques de guerra en la costa de Santo Domingo 99. Para que resultara victorioso el plan separatista coordinado por dominicanos, franceses y haitianos, era imprescindible el apoyo de los Regimientos 31 y 32 compuestos por dominicanos y algunos haitianos. El primero estaba bajo el mando del coronel Manuel Mora, un exesclavo liberto, y ambos tenían por asiento la antigua capilla del Rosario, un sitio más que estratégico, situado en la actual Villa Duarte, donde Colón fundó originalmente la ciudad de Santo Domingo en 1498. Allí estaba también la gendarmería compuesta por haitianos y dominicanos. 

Un conflicto se creó cuando el general Carrier se negó a nombrar a Wenceslao Concha como capitán de la Gendarmería haitiana en sustitución del capitán Javier Miura que había muerto en diciembre de 1834. Al colocar en aquel puesto a su hijo Samí que era furié del Regimiento 31 provocó que Jose María Serra iniciara la conspiración en contra del gobierno haitiano, a la que Duarte se sumó. Los dominicanos resintieron el brutal servicio militar haitiano según dijo Guy-Joseph Bonnet. De acuerdo a Madiou, pocos días después de la partida del presidente Boyer de Santo Domingo, el pueblo y la élite aspiraban a una separación. El Regimiento 31 apoyó la Reforma y el Regimiento 32 estuvo en contra. Aun así, lograr que estos regimientos coincidieran en Santo Domingo con el cónsul francés Saint Denis, quien llegó el 14 de enero de 1844, fue un éxito para los afrancesados, por lo que lanzaron en Azua una proclama el 1 de enero de 1844 y quince días después circuló un manifiesto firmado en Santo Domingo por liberales y conservadores. 

Al otro día de la Separación, sintomáticamente el gobernador haitiano capituló con la mediación del cónsul francés y se le garantizó respeto por las propiedades y familias haitianas, así como su salida pacífica. No hubo masacre ni persecución de haitianos y solo cuatro militares dominicanos se marcharon a Haití. Numerosos jóvenes de origen haitiano apoyaron la separación 100. La Junta Central Gobernativa quedó en manos primero de Sánchez y luego de Tomás de Bobadilla; los haitianos fueron vencidos en dos batallas y el presidente Hérard fue depuesto por el general Guerrier, apoyado por Pierrot, ambos partidarios de la Separación dominicana de Haití bajo el protectorado francés. Suele decirse que la proclamación el 27 de febrero fue pacífica y sin muertos. Sin embargo, excavaciones arqueológicas de Marcio Veloz Maggiolo y Elpidio Ortega localizaron en la capilla del Rosario osamentas de militares dominicanos y haitianos, uno de los cuales, con el número 25, murió por un disparo de cañón. También localizaron botones con el primer escudo dominicano 101.

La República Dominicana fue proclamada el 27 de febrero de 1844 por un grupo de hateros, cortadores de madera, comerciantes, campesinos, curas y pequeños burgueses. El pueblo, los sectores populares y el campesinado estaban casi ausentes. El sector conservador desplazó al liberal, parte del cual fue exiliado, se dividió, se esfumó o se plegó al poder. Duarte había sido advertido tres meses antes de que no se fiara de Mella, mientras los llamados afrancesados se adelantaban a proclamar la Separación. Lo único que los unía a todos era “el odio contra el haitiano y la necesidad de desalojarlo cuanto antes” 102. El predominio de la mentalidad conservadora implicaba patrones de identidad hispana en lengua, creencias y costumbres, así como prejuicios raciales en contra de los haitianos por ser negros.

Juan Bosch explica la historia republicana hasta 1863 como producto de la lucha entre los hateros y los diversos sectores de la pequeña burguesía, uno de los cuales se alió a aquellos que tomaron el mando del país 103. En la fundación de la república se puso al frente la pequeña burguesía urbana de la capital y el sur; también participaron la pequeña burguesía campesina del Cibao vinculada a los comerciantes de su región y la pequeña burguesía del sur que se alió a los hateros-madereros. En la capital y la región sureste, como centro político y económico del país, se decidió el destino del movimiento separatista y se determinó que desde el primer momento la jefatura militar cayera en manos de Pedro Santana, un hatero de El Seibo, y que la segunda figura política del movimiento acabara siendo Buenaventura Báez, un maderero de Azua. Bosch advierte que, como ningún grupo social era lo suficientemente fuerte para dominar exclusivamente el Estado, se hizo difícil mantener una organización socio-política estable. La pequeña burguesía era menos fuerte que los hateros porque no eran una clase, sino un conjunto de capas sociales movidos por impulsos personales de ascenso social y económico. A la salida de Duarte, la pequeña burguesía urbana se hizo santanista o baecista y Báez terminó como líder de la pequeña burguesía y del campesinado. La composición social del país determinó la eliminación de Duarte y de los líderes trinitarios como jefes de la república naciente 104. El antisantanismo-antihaterismo comenzó con Duarte y terminó con Báez. La alta pequeña burguesía que incluía comerciantes y agricultores importantes era más fuerte en el Cibao que en la capital, rompió con el baecismo en 1857, se alió al hatero Santana y luego se agrupó en el Partido Azul, mientras los campesinos siguieron siendo baecistas. Los hateros prefirieron la anexión a España y morir con las botas puestas que entregarle el poder a la pequeña burguesía 105.

Para Pedro Catrain y José Oviedo, contrariamente a lo que afirma la historiografía nacional, en 1844 no se constituyó un Estado ni una nación 106, mientras Juan Isidro Jimenes Grullón sustentó que el nacimiento de la república inició la ficción simbólica de la nacionalidad 107. Para este último autor, los liberales fracasaron porque desconocían la herencia autoritaria colonial y sólo representaban a la élite, no a la mayoría del pueblo. El sentido y la orientación separatista fueron exclusivamente antihaitianos y el gobierno republicano tenía que ser forzosamente dominado por un caudillo providencial 108. Cordero Michel sostuvo que quienes aspiraban a una república tipo europea o norteamericana no partieron de la realidad dominicana 109. La sociedad dominicana de 1844 no estaba plenamente preparada para asimilar la fundación de una república 110

El ideal patrio se construye más con ideas que con realidades, más con hechos escritos que ocurridos. Duarte murió siendo un desconocido para la mayoría de los dominicanos de la época. La única foto original que se conserva de él la tomó el venezolano Próspero Rey cuando Rosa Duarte le advirtió al patricio que debía dejar alguna imagen física para las futuras generaciones. Después que se trajeron sus restos y Báez murió en 1884 comenzó el proceso de la construcción de Duarte como padre de la patria, aupado por un movimiento liberal que se definió como antihaitiano, antisantanista y antibaecista. Voltaire reafirmó lo que un sofista había dicho cinco siglos antes de Cristo de que si Dios no hubiera existido había que inventarlo. Lo mismo se puede decir del idealismo de una patria o nación. La ideología que mejor sintetiza actualmente la dominicanidad mezcla duartismo, antihaitianismo y antisantanismo.

Durante y después del 27 de febrero de 1844 hubo proyectos anexionistas, proteccionistas, separatistas e independentistas. Es entendible que se afirme y se exagere el patriotismo, pero no se hace justicia histórica cuando se excluye a Santana y a los demás conservadores de los hechos del 27 de febrero. Fueron libertadores en 1844 y anexionistas en 1861 y 1871. La historia de todos los países muestra casos de próceres que reniegan de su condición y villanos que se convierten en próceres. La historia es un proceso contradictorio que cambia según intereses, valores y coyunturas. La patria, dijo Hostos, es un proceso de construcción permanente.

Durante la Guerra de la Restauración que defendió la soberanía popular, Pablo Pujols fue enviado a Estados Unidos a buscar alguna protección y Salcedo fue fusilado acusado de firmar una amnistía a favor de España, por la cual, acabada la guerra, mantendría bajo su poder a Monte Cristi y Samaná 111. Félix María Ruiz, al dar a conocer en 1891 el juramento trinitario, dijo que se arrepintió de haber participado en la llamada Trinitaria y señaló que el promotor original de la idea separatista fue el cura español Gaspar Hernández, quien instó a los dominicanos a crear un club revolucionario para separarse de Haití y volver a España. Félix María del Monte había dicho un año antes que ningún trinitario fue discípulo del cura mencionado, que éste no escondió su anexionismo a España y que sólo Serra lo defendió. En 1881, durante el gobierno de Meriño, se resolvió trasladar al país los restos de Duarte y los del padre Gaspar Hernández, quien murió en 1858 como defensor de la monarquía hispana y, aun así, se le considera un prócer. Es preciso volver a recordar que ¡hasta el patricio Mella fue a España a buscar un protectorado, mandado precisamente por Santana, y que Sánchez y Duarte firmaron un documento que autorizaba la cesión de la península de Samaná a cambio de alguna protección de Francia! Los hechos deleznables de la historia no deben ser olvidados ni perdonados, pero sí se los debe explicar, interpretar y comprender en su contexto. Santana, libertador-anexionista, sintetizaba la concepción política prevaleciente de su época y de su medio 112. Nunca tuvo fe en la existencia de una república independiente. Después del 27 de febrero le dijo al padre Antonio Gutiérrez, párroco de El Seibo, quien también firmó la anexión a España, que no comprendía lo que era una república, que la Separación de Haití se hacía para la anexión a España y lo demás era locura 113. Exagerar la amenaza de Haití para justificar negocios y el despotismo interno ha sido una práctica repetida por gobiernos sucesivos llegándose al extremo de que quien trae y permite la presencia de haitianos es el mismo que luego la denuncia.

El 8 de marzo de 1844 la Junta Central Gubernativa solicitó el protectorado de Francia en caso de un ataque haitiano y Santana desde Baní pidió apurar las negociaciones para tal fin. El ejército haitiano, capaz de juntar hasta veinte mil hombres, era apabullante ante las improvisadas tropas dominicanas. Aunque los haitianos se retiraron por el derrocamiento de su presidente a inicios de mayo, el día 26 de ese mes la Junta solicitó por escrito el protectorado en presencia del cónsul francés, pero Duarte y otros seguidores se opusieron. Hubo divergencias y se presentó otro proyecto que no menciona cesión de territorio ni la palabra protectorado, sólo relaciones estrechas y protección política 114. Un golpe de Estado expulsó a los conservadores de la Junta, pero Santana luego la depuso y creó otra nueva bajo su poder. El vencedor escribe la historia: Santana quedó como el patricio y Duarte como el proscrito. La memoria de Duarte fue ocultada, tergiversada, olvidada y deformada 115. Al aparecer mayor documentación y testimonios después de 1884, la historiografía duartiana comenzó a recuperar el valor ético-político de Duarte y a convertir a Santana en lo contrario. Algunos críticos le restan a Santana competencia militar y hasta le niegan el protagonismo en las batallas del 19 de Marzo y Las Carreras 116. En ambas se habría batido contra vanguardias haitianas incompletas o en retirada.

Para la segunda campaña militar los dominicanos estaban mejor preparados y pudieron vencer en La Estrelleta y Beler, ya que Santana había creado oficialmente las Fuerzas Armadas con ocho mil soldados, 13 generales de brigada, 25 coroneles y 30 capitanes, cuyos salarios aumentaron en tres años de $170 a $2,040, de $100 a $1,200, de $32 a $384 respetivamente, mientras que el del raso pasó de $4 a $48. También envió a Caminero a los Estados Unidos para comprar ropa militar y treinta mil carabinas. El crecido gasto militar que ascendía al 80% del presupuesto total y un deficiente manejo financiero empeoraron la situación económica en 1847-1848. Bobadilla se marchó al exilio y Santana enfrentó con rudeza el clima de desobediencia civil fusilando desde un infeliz que se robó un racimo de plátanos hasta a los hermanos José Joaquín y Gabino Puello. Finalmente renunció en agosto de 1848 y le sucedió Manuel Jimenes, quien decretó una amnistía para el regreso de los exiliados, pero según Moya Pons no estaba hecho para gobernar y socavó las bases de su poder al cancelar la infantería del ejército con el pretexto de emplearlos en la agricultura 117.

El 9 de marzo de 1849 una nueva invasión haitiana avanzó arrolladora por el suroeste del país. Las tropas dominicanas, equipadas como nunca, cayeron en la anarquía y abandonaron a Azua dejando seis piezas de artillería, comida, armas y heridos. Un testigo dijo que la Providencia hizo que el ejército haitiano se quedara diez días en Azua, tiempo suficiente para que Santana reimpusiera el orden y enviara a Duvergé al Cañón de El Número a contener el enemigo, aunque se tuvo que retirar a Sabana Buey para asegurar la retaguardia, mientras Santana se preparaba el 21 de abril para la batalla de Las Carreras, en la cual logró una aplastante victoria y pudo recobrar nuevamente su prestigio político. Cuando Santana depuso a Jimenes pasó a Duvergé por un consejo de guerra, en el cual fungió como fiscal acusador el prócer Sánchez y como defensa Félix María del Monte. Fue descargado. Duvergé se vinculó a una conspiración baecista y habría comisionado al general Vicente Mercedes para que el general Pilán Fortún, jefe militar de El Seibo, matara a Santana en la hondonada de Jina de Papá cuando un sábado por la tarde fuera de El Prado a la iglesia 118. Después que Duvergé fue fusilado en 1855 Santana profanó su cadáver al patearle la cabeza, como Abad Alfau le clavó a Sánchez su espada después de muerto diciéndole “Ahora ríete negrito parejero” 119.

Se ha querido colocar en lo militar a Duvergé por encima de Santana. Duvergé había nacido en Mayagüez y era hijo de padres franceses que huyeron ante las incursiones haitianas. Se crio en Baní, se convirtió en la primera espada de las guerras del sur y firmó la carta del 12 de julio que solicitaba el proteccionismo de Francia. Su apodo buá (bosque) lo vincula al corte de madera o a un posible culto al luá Grand Bois. En una ocasión no lo dejaron entrar por la Puerta del Conde por confundirlo con un haitiano. Para Rufino Martínez fue superior a Santana en patriotismo, pero no en mando y autoridad. Reconoció a Santana como generalísimo y era más héroe cuando aquél lo mandaba 120. La contribución de los franceses y haitianos dominicanizados como Imbert, Soñé, Duvergé, Albert y otros fue fundamental en la consolidación de la república. Casi todos se hicieron santanistas y/o firmaron la anexión.

Después de la batalla de Las Carreras, el congreso le otorgó a Santana el título de Libertador y Sánchez lo llamó Padre del Pueblo. Como se estimó que había gastado gran parte de sus recursos en la defensa del país, se le donó un sable de honor, la explotación de la isla Saona, una casa en Santo Domingo situada en la calle El Conde y se colocó su retrato en el palacio de gobierno junto a los de Colón y Sánchez Ramírez. Entró rico en la vida política, pero murió pobre en 1864. Aunque para Ismael Hernández las guerras contra Haití no fueron tales, quizás porque los partes de guerra no reconocieron bajas dominicanas y afirmaron que la Providencia había ayudado a lograr la victoria sin víctimas, Cassá entiende que la capacidad militar de Santana no se puede entender separada de la disposición de sacrificio del pueblo, el verdadero héroe de la Separación 121.

A manera de conclusión

Santana era un hatero-cortador de madera, como bien le llama Juan Daniel Balcácer (1974), pero era más lo primero que lo segundo y hasta prohibió en junio de 1847 los cortes en terrenos del Estado, aunque el ministro de Hacienda dispuso lo contrario. Los hateros-madereros detentaban el poder económico, social y cultural desde los tiempos coloniales, pero la fracción ganadera comenzó a perder poder frente a los agricultores y comerciantes del Cibao y la exportación de maderas crecía aún más porque entraba a los Estados Unidos libre de impuestos. Aunque la revolución cibaeña de 1857 puso en jaque el poder de los hateros-madereros del sur y del este, dicho movimiento no fue a favor de los campesinos, sino en contra de las medidas tomadas por Báez que afectaron al comercio del tabaco y a la economía nacional. La guerra civil de 1857-1858, la primera de la república, desestructuró el orden social y gran parte de los archivos estatales se perdieron cuando el Gobierno Provisional de Santiago los trasladó a esa ciudad. Ante el avance de los liberales cibaeños y de los conservadores baecistas, Santana exageró el peligro de una invasión haitiana y, al realizar la anexión a España, comenzó a cavar su propia tumba.

El panorama moral y político se degradó aún más desde que el cónsul español creó en febrero de 1856 la llamada Matrícula de Segovia por la cual se hacía ciudadano español el que la firmara y se evitaba así que Santana realizara una eventual anexión a los Estados Unidos. Según Rodríguez Objío, después que liberales y conservadores se matricularon como españoles, el principio de una patria libre e independiente de toda potencia extranjera degeneró y los medios con los que se hizo la guerra al tirano Santana no fueron ni nacionales ni morales. La Matrícula de Segovia fue uno de esos medios ilícitos 122.

La población mostró expectativas ante la anexión a España y hasta 1863 no hubo una resistencia popular generalizada. Doce de los quince que firmaron la manifestación liberal de Moca apoyaron la anexión a España y sólo se unieron a la Restauración cuando aquel régimen entró en contradicción con sus intereses 123. Aún no se había afianzado una conciencia nacional del Estado independiente y Santana tenía el favor de una parte importante de la población 124. La popularidad de Santana aún entre muchos de los restauradores no impidió que estos decretaran pena de muerte en su contra. El pueblo se incorporó a la guerra contra España por amor patriótico o romántico, pero sobre todo porque las medidas implementadas —represión, impuestos, servicio de bagajes, discriminación racial, salarios atrasados—, lesionaron sus intereses y valores. En Sabaneta, en febrero de 1863, el síndico Juan Grullón y el comerciante Osvaldo Guasp aprovecharon el carnaval para advertirle al gobernador español que los criollos a su servicio habían desertado porque no se les pagaba su salario 125. El propio Santana no dejó de reconocer valor a los soldados dominicanos contra los cuales luchaba y cuando González Tablas reportó que en Santa Cruz los criollos abandonaron una pieza de artillería y huyeron vergonzosamente, le dijo “quite eso, los dominicanos nunca corren vergonzosamente, ahí está lo de Santiago” 126.

Los españoles azuzaron la lucha entre baecistas y santanistas y debilitaron a Santana para obtener la adhesión de Báez, a tal punto que un hermano de éste, el general Damián Báez, afirmó sin ambages en 1878 que la Restauración había sido una guerra baecista 127. Santana se retiró a El Prado, pero en 1863 se reincorporó después que los restauradores formaron un gobierno en el Cibao con asiento en Santiago. Prefirió acantonarse en Guanuma, justo en el cruce por donde se iba al Cibao. Más que vencer a los restauradores trataba de impedir que éstos tomaran la región del este, incluyendo su finca de El Prado. Luperón no lo dejó subir al Sillón de la Viuda y la guerra se empantanó, aunque restauradores y españoles se disputaron San Pedro de Macorís, Higüey, Baní y San Cristóbal. A inicios de 1864, el gobernador español De la Gándara convocó a Santana para someterlo por desacato y al llegar el hatero a Santo Domingo, el 14 de junio de 1864, murió repentinamente, por envenenamiento, suicidio, complicación gastrointestinal o por la vergüenza al enterarse de que un pariente suyo dijo en Europa que era hijo adúltero. Antes de morir declaró su nombre, su lugar de nacimiento, los nombres de padres, su religión católica y la voluntad de que su entierro fuera hecho humildemente, sin pompa alguna y ordenó con palabras desvariadas a un capitán que “vaya con esas compañías, atáquelos, y si se rinden, no los mate…” 128.

Santana murió en su casa situada en la calle Hostos esquina Luperón, la que luego fue ocupada por el Colegio San Buenaventura; era propiedad de los Tejera en 1937 y actualmente en ella funciona la Casa de Italia. Sus restos fueron llevados al campanario de la Catedral, a una bóveda de la iglesia de los dominicos y finalmente a la Fortaleza Ozama. Cuando el 11 de julio de 1865, día en que salieron las tropas españolas, el general Eusebio Manzueta y otros restauradores que habían combatido a Santana en Guanuma fueron a tomar posesión del recinto, al pasar por su tumba, lo saludaron con respeto y reverencia según el testimonio del restaurador Eustaquio Ducoudray 129. En 1879 el presidente Cesáreo Guillermo los trasladó a la iglesia de Regina, el arzobispo Nouel y Trujillo los llevaron a la iglesia de El Seibo el 18 de marzo de 1931 hasta que Joaquín Balaguer, después de perder las elecciones, los depositó en el Panteón de la Patria el 23 de julio de 1978 con un discurso antisantanista.

A Santana lo sacarán del Panteón de la Patria, pero no lo podrán enterrar en la iglesia de El Seibo porque el cura párroco advirtió que allí no tiene cabida. A la Iglesia todavía le duele que no le devolvió las propiedades que los haitianos expropiaron, a pesar de que el arzobispo Adolfo Nouel, quien había sido cura de El Seibo, dijo que Santana se llevó al sepulcro el desprecio de los españoles a quienes se había entregado, la execración de sus conciudadanos a quienes había traicionado y el perdón de la Iglesia a la que había perseguido . En una obra de teatro de Haffe Serrulle, un sirviente le dice a Santana: “¡Usted no merece ni siquiera una tumba, general!” .

Puede que Pedro Santana y Familias no merezca un entierro físico, pero sí un lugar en la historia, más aún si no estamos tan seguros como Luperón de que hizo de su tumba el eterno panteón de su entereza.

Notas

  1. Profesor de la Escuela de Historia y Antropología y director del Instituto Dominicano de Investigaciones Antropológicas (INDIA)-UASD. Miembro de la Academia Dominicana de la Historia y de la Academia de Ciencias de la República Dominicana.
  2. Goico Castro, Manuel de Jesús, En torno a Pedro Santana (Santo Domingo: Imprenta Compostela, 1970), 22.
  3. Llobera, Josep, Hacia una historia de las ciencias sociales. El caso del materialismo histórico (Barcelona: Editorial Anagrama, 1980), 69.
  4. Gustavo Mejía-Ricart en: Jorge Tena Reyes, Duarte en la historiografía dominicana (Santo Domingo: Editora Taller, 1994), 427.
  5.  Gustavo Mejía-Ricart, Biografía del caudillo Pedro Santana (Santo Domingo: Editora Alfa y Omega, 1980), 22.
  6. Emilio Rodríguez Demorizi, El general Pedro Santana (Santo Domingo: Editora Corripio, 1982), 58.
  7.  A. Incháustegui y B. Delgado, (comp.). Vetilio Alfau Durán en Clío. Anotaciones (Santo Domingo: Editora Corripio, 1994), 250-251.
  8. Ibíd., 241.
  9. Rufino Martínez, Diccionario histórico-político (Santo Domingo: Editora de la UASD, 1971), 464.
  10. Mejía-Ri
  11. José G. Guerrero, Carnaval, cuaresma y fechas patrias (Santo Domingo: Editora de Revistas, 2003), 27.
  12. Mejía-Ricart, Ibíd., 146.
  13. Ibíd., 129.
  14. Ibíd., 148. 
  15. Mejía-Ricart, Ibíd., 5.
  16. Incháustegui y Delgado, Ibíd., 1994b, 246.
  17. Goico, Ibíd., 40. 
  18. Mejía-Ricart, Ibíd., 19, 22, 27, 31.
  19. Roberto Cassá, Antes y después del 27 de Febrero (Santo Domingo: Editora Búho, 2016), 188.
  20. Ibíd., 275. 
  21. Tena, Ibíd., 441.
  22. Andrés Blanco, (ed.), Antología. José Gabriel García (Santo Domingo:Editora Búho, 2010), 186.
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  24. Tena Reyes, Ibíd., 430.
  25. Rodríguez Demorizi, Emilio, Ibíd., 1982, 54, 71, 79, 91, 92.
  26. Marcio Veloz Maggiolo y Elpidio Ortega, La fundación de la villa de Santo Domingo (Santo Domingo: Amigo del Hogar, 1992), 209, 250.
  27. Santiago Castro Ventura, “Pedro Santana. Pionero de la concupiscencia nacional”. Clío No. 194, Academia Dominicana de la Historia, jul dic. 2017, 160, 177, 186.
  28. Martínez, Rufino, Ibíd., 456-467.
  29. Mejía-Ricart. Ibíd.,  9.
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  49. Francisco de las Heras, Los silencios de Juan Pablo Duarte. Luces y sombras de un hombre excepcional (Santo Domingo: Editora Búho, 2017), 98.
  50. Rodríguez Demorizi, Ibíd., 1982, 96.
  51. Sánchez, Ibíd., 1977, 42.
  52. Cassá, Ibíd., 2016, 293-294.
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  54. Ismael Hernández, Pedro Santana, totalmente negativo (Santo Domingo: Alfa y Omega, 1984), 153.
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  57. Juan Daniel Balcácer, Ibíd., 1974, 79.
  58. Mejía-Ricart, Ibíd., 1980, 98-99.
  59. Andrés Blanco, (ed.). Antología. José Gabriel García (Santo Domingo: Editora Búho, 2010), 196.
  60. Rufino Martínez, Ibíd., 190.
  61. Vetilio Alfau Durán, “En torno al 27 de Febrero de 1844”, Boletín del Instituto Duartiano, No. 11, ene-jun. 1975, 31.
  62. Georgilio Mella Chavier, “El testimonio de Clemente Sosa”, Boletín del Instituto Duartiano, No. 11, ene-jun. 1975, 66.
  63. José A. Sánchez, Ibíd., 77.
  64. Ibíd., 77-81.
  65. Andrés Blanco, Ibíd., 156.
  66. José Miguel Soto Jiménez, “Batalla de Azua del 19 de marzo de 1844”, Revista EME EME. Estudios dominicanos, No. 41, mar-abr., 1979, 39.
  67. Balcácer, Ibíd., 1984, 99, 102.
  68. Ibíd., 103, 105.
  69. Rufino Martínez, Ibíd., 457.
  70. Moya Pons, Ibíd., 14.
  71. Rodríguez Demorizi, Ibíd., 1969, 61.
  72. Ibíd., 62, 63.
  73. Cassá, Ibíd., 34.
  74. Guerrero, Ibíd., 2003, 30.
  75. Rodríguez Demorizi, Ibíd., 103.
  76. Juan I. Jimenes Grullón, Sociología política dominicana: 1844-1966 (Santo Domingo: Editora Taller, 1974), 52.
  77. Freddy Peralta, “La sociedad dominicana del siglo XIX vista por Pedro Francisco Bonó”. Eme Eme. Estudios dominicanos, No. 29, mar-abr. 1977, 37.
  78. Balcácer, Ibíd., 1974, 117.
  79. Alfau en: Incháustegui y Delgado, Ibíd., 1994: I, 203.
  80. Emilio Rodríguez Demorizi, Santana y los poetas de su tiempo, (Santo Domingo, Editora del Caribe, 1969), 105, 162, 165, 168.
  81. Ibíd., 183-187.
  82. Rodríguez Demorizi, Ibíd., 1969, 202-203.
  83. Blanco, Andrés, Ibíd., 122.
  84. Incháustegui y Delgado 1994b, Ibíd., 239.
  85. Rodríguez Demorizi, Ibíd., 1982, 3.
  86. José G. Guerrero, “Prólogo”, en: Orlando Objío y Jacqueline Álvarez, Cultura política autoritaria dominicana (Santo Domingo: Editora La Escalera, 2007), 1-5. Se cita el prólogo original, no el libro publicado.
  87. José Guerrero, Ibíd., 2007, 3.
  88. José Guerrero, Ibíd., 2007, 4.
  89. Freddy Peralta, Ibíd., 43.
  90. José Guerrero, Ibíd.,  5.
  91. Cassá, Ibíd., 2000, 304.
  92. Alfau, Ibíd., 1975, 35.
  93. Cassá, Ibíd., 2016, 38.
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  97. Roberto Cassá, Ibíd., 2000, 139.
  98. José A. Sánchez, Ibíd., 1977, 14.
  99. Alfau, Ibíd., 1975, 32.
  100. Marcio Veloz Maggiolo y Elpidio Ortega. La fundación de la villa de Santo Domingo (Santo Domingo: Amigo del Hogar, 1992), 246.
  101. M. Veloz y E. Ortega, Ibíd., 92, 247.
  102. Tirso Mejía-Ricart, (ed.). La sociedad dominicana durante la primera República: 1844-1861 (Santo Domingo: Editora UASD, 1977), 31.
  103. Jorge Tena Reyes, Duarte en la historiografía dominicana (Santo Domingo: Editora Taller, 1994), 719-723.
  104. Ibíd., 716-717.
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  108. Ibíd., 49-54.
  109. Tirso Mejía-Ricart, Ibíd., 1977, 42.
  110. Juan Daniel Balcácer, Ibíd., 1974, 53.
  111. Luis Álvarez, Dominación colonial y guerra popular: 1861-1865 (Santo Domingo: Editora Universitaria, 1986), 172.
  112. Roberto Cassá, Ibíd., 2000, 10.
  113. Gustavo Mejía-Ricart, Ibíd., 188.
  114. Francisco De Las Heras, Ibíd., 2017, 59
  115. Roberto Cassá, Ibíd., 2016, 293.
  116. Ismael Hernández, Ibíd., 54.
  117. Frank Moya Pons, Manual de Historia dominicana (Barcelona: M. Pareja, 1981), 304.
  118. Gustavo Mejía-Ricart, Ibíd., 180.
  119. José A. Sánchez, Ibíd., 101.
  120. Rufino Martínez, Ibíd., 160.
  121. Roberto Cassá, Ibíd., 2000, 24.
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  123. José A. Sánchez, Ibíd., 1977, 38-39.
  124. Roberto Cassá, Ibíd., 2000, 51.
  125. Luis Álvarez, Ibíd., 1986, 109.
  126. Ismael Hernández, Ibíd., 1984, 46.
  127. Manuel Goico Castro, Ibíd., 1970, 149.
  128. Emilio Rodríguez Demorizi, Ibíd., 1969, 354.
  129. Manuel Goico, Ibíd., 121.
  130. A. Incháustegui y B. Delgado, Ibíd., 1994b, 241.
  131. Haffe Serulle, El hatero del Seibo (Pedro Santana) (Santo Domingo: Alfa y Omega, 1976), 136.

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