Introducción
En la historiografía dominicana ha predominado por mucho tiempo una tendencia a atenuar el rigor de la esclavitud durante el período colonial. La misma, aun en la actualidad, sigue siendo significativa en los libros de texto.
No es que nadie haya negado la existencia de la esclavitud; sin embargo, ha sido muy cuesta arriba poder enseñar en la escuela el papel jugado por esa oprobiosa institución colonialista en la formación de la identidad nacional dominicana. Algo de tanta importancia se ha manejado impropiamente. En la actualidad existe un vacío en la conformación de la memoria sobre la presencia y el aporte de los antecesores africanos.
Ya estamos muy lejos de aquellos tiempos en los cuales se insistía en que la llegada de los africanos esclavizados a la colonia española de Santo Domingo se produjo como un simple acto piadoso del Padre Las Casas.
Aunque es bueno saber que, todavía a mediados del siglo XIX, una mente tan brillante como la de Hegel dijo: “todo el tiempo en que he estado observando al hombre africano, lo vemos en su estado de salvajismo y de barbarie (…) No encontramos nada en su carácter que se equipare con lo humano.”2
Si bien esas consideraciones han sido históricamente superadas, aún quedan las secuelas de la explicación histórica que fundamentó aquellas ideas. La principal de todas es el prejuicio racial, que todavía hoy contribuye a desvalorizar la descendencia africana en nuestra sociedad.
En la actualidad, todos los libros de texto reconocen que existió la esclavitud, pero muy pocos hablan de cómo los africanos se relacionaron social y demográficamente en la sociedad de aquella época con el resto de los pobladores, fueran indios o españoles. Esos africanos esclavizados quedaron perdidos en el tiempo; y no se identifica a ese importante componente poblacional, como algo en sí mismo que desde el siglo XVI, hasta finales del siglo XVIII, nunca dejó de incrementar su presencia en la sociedad colonial. Más bien fueron sometidos a un ostracismo mental que dificulta identificar su papel en la historia dominicana, en tanto grupo étnicamente diferenciado.
Es necesario que los libros de texto expliquen cómo incidieron los africanos en el proceso de conformación de la sociedad dominicana. Para ello resulta imprescindible que se analice el tipo de interacción social que se produjo entre los distintos grupos étnicos que estuvieron presentes durante los años previos a la proclamación de la República Dominicana.
El sistema esclavista en la colonia de Santo Domingo
La tendencia a subestimar el aporte de la raíz africana a la nacionalidad dominicana dificulta profundizar el estudio de la sociedad esclavista que fue predominante desde los inicios de la colonización. En sentido general se describe a la sociedad con limitadas diferenciaciones sin tomar en cuenta la vida cotidiana de los esclavizados. Es como si el trabajador esclavizado y la explotación a que fueron sometidos no contara para la historia, ni su estructura familiar, ni como conjugaron sus propias creencias con las impuestas por el español, su forma de relacionarse con la naturaleza, sus luchas y protestas, el aporte culinario, sus expresiones culturales y hasta su forma de hablar.
Muy difícilmente se mencionan, como protagonistas de la formación de la nación, a los esclavos o a las personas libres descendientes directos e indirectos de ellos. Por demás, cuando se habla de la esclavitud, se insiste en decir que si bien los africanos eran esclavizados las relaciones entre amos y esclavos eran tan amigables que aquellos hombres y mujeres se sentían agradecidos de cómo el poder colonialista los esclavizaba. Por eso algunos han catalogado el sistema esclavista aplicado en la colonia de Santo Domingo, de “democracia racial”; “dulce esclavitud “; “esclavitud benigna”; “ausencia de prejuicio racial”; etc. O sea, que por acá lo que teníamos era un “esclavo feliz”, tal como de forma crítica señalan Alberto Despradel y Miguel Reyes3.
Con esos calificativos intentan presentar aquella sociedad como si hubiese estado exenta de contradicciones sociales, dado que supuestamente las personas esclavi zadas aceptaban tranquilamente y como algo natural, ese estado social que les era impuesto. En realidad eso no es extraño, pues desde los inicios de la esclavitud, algunos de los que justificaban ese modo de producción, afirmaban que debían agradecer a España que los haya colocado bajo su dominio. Bartolomé Albornoz, un jurista del siglo XVI dijo: “es mejor ser esclavo y cristiano que libre y desconocer la ley de Dios.”4
Pero la historia son los hechos y en la actualidad contamos con muy buenos estudios sobre el tema. No sirve para nada los intentos de presentar subterfugios eufemísticos para decir que las relaciones entre amo y esclavo no correspondían propiamente a las de un sistema esclavista.
Veamos a continuación algunos indicadores que no dejan dudas sobre el particular:
1. Las personas esclavizadas eran propiedad de su amo y considerados como una mercancía;
2. Podían ser vendidos por sus amos, con el deber de obedecer plenamente al nuevo comprador;
3. Aquellas personas (esclavos) no tenían derecho a la libre circulación;
4. Estaban obligadas a aceptar los castigos que les infligían;
5. Se crearon los famosos “pueblos de negros” para separarlos de los integrantes de la “sociedad”;
6. La forma de vestir, principalmente de las mujeres esclavizadas, era reglamentada por las autoridades;
7. El Código Negro consistía en unas normas y mecanismos legales para juzgar o resolver todos los asuntos relacionados con los esclavos. Aquello era un retorcimiento de la justicia y una negación del derecho;
8. No se les permitía el ejercicio de todas las profesiones o actividades;
9. No tenían total potestad sobre sus hijos;
10. Las mujeres eran violadas sin consecuencias sobre los violadores y muchas otras fueron convertidas forzosamente en las concubinas de sus amos.
Esto nos dice que no es la severidad o frecuencia del castigo lo que hace evidente un sistema esclavista, sino los fundamentos que justifican la apropiación de una persona por otra, su exclusión y el prejuicio racial.
En América hubo varias formas de dominación esclavista
Existieron unas condiciones muy particulares en la colonia española de Santo Domingo, que obviamente lo diferenciaban de la modalidad en que se aplicaba la esclavitud en otras colonias americanas. Pero eso tuvo que ver con las condiciones particulares de España frente a la Trata de Esclavos, y de cada colonia en particular. Es incorrecto argumentar cuestiones morales. Aquello no fue una actitud de conmiseración de la “Madre Patria” frente a su primogénita. Durante el primer periodo de la colonización española, en Santo Domingo se aplicó el sistema esclavista para desarrollar la producción azucarera, bajo un esquema de plantación. La industria azucarera duró muy poco tiempo, pero en ese período el trato al esclavo fue el mismo que se aplicaría luego en economías de plantación de otras metrópolis europeas.
Si bien el azúcar dejó de ser la base principal de la economía, la esclavitud no desapareció con la quiebra de esa industria. La sociedad siguió siendo esclavista, aunque los mecanismos de dominación hacia el esclavo se modificaron. La esencia siguió siendo que esos seres humanos eran propiedad de sus amos y eran tratados como mercancías.
Como metrópoli colonialista, España no hizo un acto de constricción y abandonó el mal trato, ni el prejuicio racial para adaptarse a una forma distinta de explotación de los esclavos. Esos mecanismos eran propios del sistema y de los que no podía despojarse ninguna metrópoli. Por ejemplo:
1. Las limitaciones para comprar esclavos hacía que el esclavista no pudiera castigarlo hasta ponerlo en peligro de muerte, pues no contaba con los medios para reemplazarlo; el precio del mismo era muy alto y la rentabilidad de su unidad económica no le permitía un recambio permanente de la fuerza de trabajo. Y por demás, ese esclavo andaba en un caballo, armado de una lanza para cazar las reses, en consecuencia, podía escapar, si se abusaba físicamente de él.
2. El esclavo trabajador del hato ganadero, de las estancias, e incluso de los trapiches azucareros, desde el siglo XVII hasta el inicio del XIX, participaba en cierta medida de los beneficios de la producción. Ello así porque el amo estuvo obligado a retener el esclavo mediante incentivos que lo fijaran a la unidad económica.
3. Los esclavos fugitivos procedentes de la colonia francesa de Saint Domingue eran muy bien recibidos en la parte española, por ser una de las principales fuentes para aprovisionarse de mano de obra. Eso influyó para impulsar la aplicación de diversas formas de manumisión que ya existían y que contribuyeron a dar la libertad a muchos de los antiguos esclavos.
4. Sin embargo, aunque se ha alabado mucho de ese proceso de manumisión, el mismo no garantizó la condición de seres libres a los africanos y sus descendientes. Hasta que no se produjo la abolición de la esclavitud no hubo un ambiente de libertad. En ninguno de los casos donde se aplicó la esclavitud en América, la manumisión fue suficiente para eliminar las relaciones de desigualdad y el prejuicio racial. Aquellos hombres y mujeres compraban su libertad individual, pero quedaban sujetos a un orden social que les imponía restricciones en todas sus actividades y movimientos.
5. Los amos se unían en concubinato con las esclavas, pero como socialmente esas uniones los desmeritaban, estas mujeres no adquirían el status de ser las señoras de dichos señores.
6. Los esclavos dedicados a la compra y venta de productos, fuera por encomienda de sus amos o por la libre, no adquirían el derecho de ser propietarios de inmuebles, además de que se les restringía cierto tipo de transacciones y espacios para realizar las mismas.
Dificultades de España para incorporarse a la trata de esclavos
Lo fundamental para entender el tipo de esclavitud predominante en la colonia de Santo Domingo fue que España tuvo grandes dificultades para mantenerse en el negocio de la trata. No se retiró de ese comercio triangular por compasión hacia los esclavizados, sino por razones de orden económico. La fuerza laboral necesaria para explotar las minas de América la encontraron junto a los metales preciosos que explotaron en tierra firme; por lo tanto no precisaban de la trata para desarrollar la minería, que era su principal actividad económica.
Desde finales del siglo XVI no se logró nunca un crecimiento notorio de la población esclavizada en la colonia de Santo Domingo, al menos, por la vía de la importación directa, como sí fue el caso de otras colonias europeas.
Eso no era nada extraño para la época, pues la importación de esclavos era el eslabón de un negocio mucho más amplio, siempre asociado a actividades productivas relacionadas con el comercio triangular.
Desde sus inicios la importación de esclavos fue financiada por capitales extranjeros que solamente se comprometían cuando la inversión financiera aseguraba la obtención de amplios beneficios5. Como muy bien señala Pedro Deschamps “Hasta el siglo XIX, España fue dependiente del extranjero para adquirir sus esclavos, primero porque se habían adherido al Arbitrio Papal que les excluía del África y también porque no disponían de capitales y de las mercancías requeridas para la trata de negros”.
La mayor parte de las colonias españolas no tenían acceso a los financiamientos extranjeros, pues el monopolio metropolitano se los impedía. Pero incluso, aunque esa prohibición se mantuvo con firmeza hasta el año 1789, existían otros obstáculos propios de la dependencia colonial que contribuirían a esta limitación.
Al no existir una actividad productiva que requiriera inversión de capitales, la economía de la colonia tenía que arreglárselas con el personal nativo compuesto por descendientes de europeos y de africanos; puesto que ya los aborígenes habían desaparecido de los censos de población.
Es muy ilustrativo que cuando en el siglo XVIII se desarrolló un proyecto para reforzar la población, este se hizo mediante la importación de familias canarias. Para ello no se requerían los capitales en cuestión y por demás eran españoles que llegaban a la colonia con importantes incentivos que les motivaron para permanecer aquí.
De todos modos los colonos de Santo Domingo, viendo el gran esplendor de la colonia francesa, no se cansaban de demandar la importación de esclavos, creyendo que la presencia de esos africanos era lo primero y más importante para despegar una economía tan potente como la de los vecinos franceses. No se daban cuenta de que la mano de obra era solamente uno de los factores del capital inicial requerido para instalar la economía de plantación. Tampoco advertían que el tipo de colonización impuesto por España estaba sujeto a un fuerte monopolio que no les dejaba margen de independencia para actuar.
Eso queda claro para el caso de Cuba. Nos explica Julio Le Riverand: “…como país colonial, lo decisivo como factor de impulsión del desarrollo es su capacidad de exportar. Si la metrópoli y otros países europeos no aumentaban sus compras de productos cubanos era obvio que la producción se mantuviera a niveles bajos o estacionarios y en consecuencia no se requería una nueva adición de fuerza de trabajo. La historia cubana muestra que en cuanto había más posibilidad de exportación y se requería producir más, inmediatamente aparecían los esclavos, traídos por los mismos intereses comerciales capitalistas que deseaban adquirir más productos cubanos…”6.
Las colonias caribeñas de otros países de Europa contaban con mejores condiciones para implementar una economía de plantación. Podían contar con capitalistas originarios de sus respectivas metrópolis. Tenían factorías en África que les permitían un vínculo directo con la trata de esclavos y la flexibilidad de competir con cierta libertad de comercio y una política fiscal más elástica. Todo lo cual garantizaba la obtención de mayores beneficios.
Cuba: esclavitud “buena” y esclavitud “mala”
El alejamiento de España de la industria azucarera, bajo la modalidad de plantación, duró hasta finales del Siglo XVIII, principios del siglo XIX, cuando los españoles en vías de perder progresivamente sus posesiones mineras en Suramérica se afianzaron en Cuba y Puerto Rico, desarrollando una extraordinaria industria azucarera. Esa metrópoli, que fue la iniciadora de las plantaciones en el Caribe y que se retiró de la misma por el descubrimiento de los metales preciosos en tierra firme, tres siglos más tarde, volvió por sus fueros con la economía plantación.
Aunque en otras colonias de El Caribe, propiedad de Inglaterra, Francia y Holanda, no se había terminado la producción azucarera, los procesos políticos y económicos en sus respectivas metrópolis dificultaron la continuación de la trata de esclavos. También se vieron afectadas por el auge de los movimientos abolicionistas, incluyendo a Francia, donde hubo una efímera abolición a finales del siglo XVIII, con la Revolución Francesa.
Mientras la producción azucarera entraba en crisis en otras colonias, en Cuba se acentuaba el auge de la misma. Esto así porque el gran monopolio metropolitano había perdido fuerza y en la mayor de las Antillas se había ido formando una pujante clase comercial y empresarial que competía en la producción incluso de barcos.
No se puede dejar de lado el impacto que tuvo la dominación inglesa sobre Cuba, que si bien fue por un corto tiempo, sirvió para dejar a los cubanos conectados con el comercio de esclavos y vinculados a un mercado internacional mucho más libre. Desde 1762 no se detuvo el auge de la industria azucarera cubana bajo control español que ya tenía funcionando algunos ingenios industriales.
Veamos lo que nos dice Ramiro Guerra sobre el auge de la esclavitud y de la plantación azucarera en Cuba: “La vida del esclavo se había hecho más dura y miserable en los ingenios.
Habían dejado de ser pequeñas fincas operadas con un corto número de siervos, sin gran exigencia en el trabajo, para convertirse en explotaciones industriales cada vez mayores, en las cuales se le exigía al esclavo el máximo de trabajo para bajar el costo de producción en los períodos desfavorables, y un esfuerzo aún más considerable en los años buenos para asegurar mayores ganancias al hacendado. El libre comercio de negros empeoró terriblemente la condición del siervo. El hacendado dispuso de facilidades para reponer los esclavos que morían aplastados por el trabajo, las enfermedades, la mala y escasa alimentación y el mal trato de los mayorales. (…) cuando los comerciantes de La Habana y los negreros ofrecieron africanos sin limitación a cambio de azúcar, mieles y aguardiente, al esclavo trató de extraérsele, como al indio encomendado en los primeros tiempos de la colonización, el máximo de rendimiento posible, en el menor tiempo y con el menor gasto. El esclavo que moría aniquilado por la carga de sufrimiento y de trabajo era sustituido con la misma indiferencia con que se reemplazaba una pieza de la maquinaria destruida por el uso.”7
Como podemos ver, Cuba estaba siendo explotada por la misma Madre Patria de la colonia de Santo Domingo. Queda claro que lo que impone el trato al esclavo es el tipo de economía a la cual se le incorpora. Si es la plantación se aplica la “barbarie esclavista”, como dice Manuel Moreno Fraginals, en su obra El ingenio. 8
La sociedad colonial no fue equitativa. Recuperemos la memoria de la esclavitud
Los intentos de presentar la sociedad colonial con rasgos igualitarios, esa pretensión de uniformizar, tan temprano, los fundamentos de la composición social y cultural de la nación dominicana, han contribuido a desnaturalizar las relaciones esclavistas que predominaron en la colonia.
Ese empeño por evitar que el dominicano no perciba que sus antecesores protagonizaron importantes luchas en contra del oprobio causado por la esclavitud ha contribuido al olvido de la misma. No obstante, el tema de la esclavitud fue primordial en el movimiento independentista, como señala don Vetilio Alfau Durán: “La idea de extinguir entre los dominicanos todo vestigio de la esclavitud fue preocupación principalísima de los próceres nacionales, pues era algo que estaba en la médula del pueblo…”9.
Sin embargo, por muchos años y hasta el día de hoy, el olvido de la esclavitud ha sido tan generalizado que en los hechos escapa a la memoria del dominicano. No es extraño que nuestros compatriotas no se identifiquen con la historia de la esclavitud, incluso con la de otros pueblos del Caribe y del resto de América.
Es muy claro el historiador Frank Moya Pons cuando dice: “A pesar del esfuerzo que hacen muchos dominicanos por olvidar sus orígenes africanos, lo cierto es que la mayoría de los habitantes de este país desciende de mujeres que alguna vez fueron esclavas traídas de África.”10
En el mismo sentido, opera la práctica de dejar de lado o simplemente banalizar las dos aboliciones de la esclavitud, hechas primero por Toussaint Louverture (1801) y después por Jean Pierre Boyer (1822). Es imposible no valorar la contribución de esas aboliciones, que fueron punto de partida para que se iniciara el largo proceso de movilidad social ascendente de la población de color negro en esta nación. Fue a partir de ese momento que los descendientes de africanos empezaron a ser reconocidos como ciudadanos y a ser sujeto de derechos. El sistema jurídico instaurado, principalmente a partir del 1822, abrió los canales institucionales para que los descendientes de esclavos lucharan por la igualdad y reforzaran su conciencia social y política. Fue a partir de ese momento cuando empezó a ser socialmente aceptado que a esos descendientes se les reconociera por sus apellidos, sin el baldón de su categoría de color. Incluso se estableció que podían ocupar los mismos cargos públicos que los blancos. Si bien no se alcanzó una sociedad igualitaria, para aquellas personas fue esencial adquirir derechos que no tenían.
Además de esas dos aboliciones, los independentistas dominicanos la reiteraron con fuerza y el 1 de marzo de 1844 declararon que “la esclavitud ha desaparecido para siempre del territorio de la República Dominicana, y el que propagare lo contrario será considerado como delincuente, perseguido y castigado si hubiese lugar”11. Pero, más adelante, para no dejar dudas, mediante un decreto de la Junta Central Gubernativa, el 17 de julio, se ratificó ese principio de la joven república. Eso nos indica que los dominicanos aun después de la abolición del 1822 seguían preocupados por una posible vuelta a la esclavitud, dado que todavía en Cuba y en Puerto Rico permanecía vigente ese ominoso sistema social.
Reiteramos que esa práctica de presentar el período colonial como una sociedad armónica, además de torcer el sentido de la historia, pretende que España sea vista como una metrópoli de trato considerado hacia sus súbditos esclavizados. Intenta explicar esa situación como si se tratara de una cuestión moral o de actitudes particulares, cuando en realidad todo eso dependía del tipo de economía que se instaló en la colonia y de la cantidad de excedente que se precisaba extraer al esclavizado.
España instauró un sistema esclavista con todo lo que ello implica, al negar la libertad y explotar a aquellas personas como si fueran mercancías. En cada colonia española la esclavitud tomó características propias, pero en ninguna de ellas dejó de existir. Una vez que dicho sistema entró en funcionamiento, no desapareció en América hasta la abolición definitiva de la esclavitud en Europa que terminó en 188812, siendo precisamente España una de las últimas en decretar la abolición.
En tal sentido es muy importante que desde esta misma Academia Dominicana de la Historia, junto a otras entidades de educación, ciencia y cultura, se trabaje sistemáticamente para que la enseñanza de la Historia y la valoración de nuestra cultura se hagan con apego a la verdad histórica. Que la información divulgada sirva para que los dominicanos tengan una noción más realista sobre su verdadera identidad, pues como dice Frank Moya Pons: “Para muchos dominicanos, acostumbrados a buscar sus raíces entre los europeos y los indios taínos, pensar que sus antepasados eran esclavos es algo inconcebible, cuando no inaceptable. De ahí que muchas familias aun conociendo el origen de sus antepasados, ocultan su origen esclavo a sus descendientes para que sus hijos no crezcan con la noción de que hubo africanos entre los abuelos de sus abuelos.”13
Preguntas que debería hacerse un dominicano
¿Es justo seguir sustentando la falsedad de que el amo y el esclavo tenían una vida material tan próxima en la pobreza, que no existían diferencias sociales o de clase entre ellos?
¿Por qué ocultar que la colonización instituyó el prejuicio racial imponiendo una sociedad de orden, con los blancos en la cúspide del poder?
¿Tenía la mujer negra del hombre blanco, las mismas oportunidades que la mujer blanca?
¿Por qué los esclavos y las esclavas no tenían derecho a poseer títulos de propiedad?
¿Por qué el jornal que recibían los esclavos por su trabajo, fueran domésticos o de labor, debían compartirlo con su amo?
¿Por qué se llamaba a los blancos “gente de razón”, mientras se aplicaba un “vocabulario zoológico” para denominar a los descendientes de negros: mulatos; zambos; pardos; loros, etc.?14
¿Por qué fue necesario escribir un Código Negro para gobernar a los esclavos y no se hizo con las mismas leyes empleadas para los blancos?
¿Por qué los bailes de los esclavos estaban prohibidos, considerados indecentes y los de los europeos no?
Si todos los habitantes de la colonia eran iguales, ¿para qué se crearon los pueblos de negros?
¿Cuáles razones explican que cuando algún descendiente de esclavo lograba ir a una escuela, no podía sentarse junto a sus compañeros blancos?
¿Por qué cuando se mencionaba a una persona no blanca, junto a su nombre era necesario revelar su color de piel: fulano o fulana, el pardo, el negro, el mulato, la morena libre, etc.?
¿Cómo se explica que en nuestra sociedad, las referencias sobre la sociedad taína o sobre España sean tan abundantes y que el único reconocimiento oficial a la raíz africana de la nación dominicana sea la estatua de Lemba, que se encuentra en el museo del Hombre Dominicano?
¿Cuáles razones explican que en tantos países se conmemore la abolición de la esclavitud y en la República Dominicana no ocurra lo mismo?
¿Qué nos impide enseñar mejor la historia de las relaciones esclavistas de producción en el período colonial de Santo Domingo?
¿Presenta algún peligro para nuestra identidad ser conscientes que descendemos de personas que fueron esclavizadas?
Rescatar la memoria de la esclavitud no es tarea exclusiva de la República Dominicana. Eso está ocurriendo en la mayoría de los países donde se aplicó ese sistema, e incluso en los países colonialistas que lo impusieron. Esto ha sido una corriente internacional después de celebrada la “Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia”; realizada en Durban (Sur África, 2001), que señala en uno de sus párrafos: “Reconocemos que la esclavitud y la trata de esclavos, en particular la trata trasatlántica, fueron tragedias atroces en la historia de la humanidad, no sólo por su aborrecible barbarie, sino también por su magnitud, su carácter organizado y, especialmente, su negación de la esencia de las víctimas, y reconocemos así mismo que la esclavitud y la trata de esclavos, especialmente la trata trasatlántica de esclavos, constituyen y siempre deberían haber constituido, un crimen de lesa humanidad y son una de las principales fuentes y manifestaciones de racismo, discriminación racial, xenofobia y formas conexas de intolerancia...”
A partir de esa alerta mundial, en muchos países se están desarrollando iniciativas en el sentido de valorizar el aporte de los africanos y sus descendientes, partiendo de “la defensa de la memoria de los esclavos y el honor de sus descendientes”.
Despertar el interés por el estudio de la esclavitud es una manera de ver en positivo el aporte que con su sacrifico hicieron aquellos africanos a la formación de la nación dominicana. Recuperar la memoria es hacernos conscientes de que los esclavizados nunca aceptaron tal condición y que no vivieron esa severa explotación como algo natural. Ellos estuvieron conscientes de que al cruzar el Atlántico perdieron sus núcleos familiares, que no pudieron reproducir plenamente sus creencias; reconocieron como execrables las condiciones de hacinamiento e insalubridad a las que fueron sometidos; sufrieron los castigos y excesos de sus amos sin defensa o apelación; fueron sorprendidos al descubrir que de este lado del Atlántico, ser negro significaba ser esclavo.
Es indudable, que si bien fueron reducidos al último eslabón de la estructura social, sin su trabajo no se hubiesen desarrollado las diferentes actividades económicas de la colonia. Sus aportes no pueden ser borrados de la configuración cultural dominicana. Su integración a la defensa de la soberanía nacional es imposible negarla y nadie puede infravalorarla. Aquellos afrodescendientes dieron ejemplo de nobleza. Sabiendo que formaban parte de una nueva nación, en lugar de tomar represalias en contra de quienes por tantos años les explotaron y discriminaron, hicieron causa común para que, juntos, todos los grupos sociales, fundidos en un solo pueblo, proclamaran la independencia de la República Dominicana.
Es muy importante estar conscientes de que esta es una tarea para todos los dominicanos, sin importar si son o no descendientes directos de los africanos, pues la dominicanidad es una sola.
Notas
- Sociólogo de la UASD, cursó una maestría en Historia Económica en la École Pratique des Hautes Études de la Universidad de París. Profesor universitario, director de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y embajador dominicano en Haití y Chile. Es miembro de la Academia Dominicana de la Historia. Ha escrito varias obras sobre Haití y sus relaciones con la República Dominicana.
- Christiane Taubira, L’Esclavage Reconté a ma Fille, (Paris: Editions Philippe Rey, 2015), 45.
- Alberto Despradel y Miguel Reyes, La campaña de Santo Domingo. La invasión de Dessalines, 1805”. (Mímeo, s/f;), s/p.
- Taubira, L’Esclavage… 45.
- Deschamps, El Negro en la Economía Habanera del siglo XIX, (La Habana: Editora Unión de Escritores de Cuba, 1971), 21.
- Julio Le Riverend, Historia Económica de Cuba, (La Habana: Instituto Cubano del Libro, 1971), 138.
- Ramiro Guerra, Azúcar y Población en las Antillas, (La Habana: Editora Instituto Cubano del Libro, 1970), 236-237.
- Manuel Moreno Fraginals, El Ingenio. (Barcelona: Editorial Crítica, 2001).
- Vetillo Alfau Durán, En el Listín Diario, Escritos II. Compiladores: Arístides Incháustegui y Blanca Delgado Malagón. (Santo Domingo: Comisión Dominicana Permanente para la Celebración del Quinto Centenario del Descubrimiento y Evangelización de América, 1994), 355.
- Frank Moya Pons, La otra historia dominicana, (Santo Domingo: Editora Búho, 2008), 83.
- Alfau Durán, En el Listín Diario, Escritos II, 372.
- En Brasil la esclavitud fue abolida finalmente el 13 de mayo del año 1888.
- Moya Pons, La otra historia… 83-84.
- Ver: Carlos Esteban Deive, La esclavitud del negro en Santo Domingo (1492- 1844), (Santo Domingo: Museo del Hombre Dominicano, 1980).
Referencias
Alfau Durán, Vetillo, En el Listín Diario, Escritos II. Compiladores: Arístides Incháustegui y Blanca Delgado Malagón. Santo Domingo: Comisión Dominicana Permanente para la Celebración del Quinto Centenario del Descubrimiento y Evangelización de América, 1994, 355.
Deive, Carlos Esteban, La esclavitud del negro en Santo Domingo (1492-1844). Santo Domingo: Museo del Hombre Dominicano, 1980.
Deschamps, Pedro C., El Negro en la Economía Habanera del siglo XIX. La Habana: Editora Unión de Escritores de Cuba, 1971.
Despradel, Alberto y Miguel Reyes, La campaña de Santo Domingo. La invasión de Dessalines, 1805. Mimeo, s/f;), s/p.
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