Revista ECOS UASD, Año XXVI, Vol. 2, No. 18 Julio-diciembre de 2019 • Sitio web: https://revistas.uasd.edu.do/

Evocaciones del tiempo que vi en acción al Che Guevara

DOI: https://doi.org/10.51274/ecos.v26i18.pp17-36

Delio Gómez Ochoa estuvo en la Sierra Maestra junto a Fidel Castro y a Ernesto -Che- Guevara hasta el triunfo de la revolución cubana, el 1ro. de enero de 1959. Apenas seis meses después de ese triunfo, en junio, Gómez Ochoa fue parte de los integrantes de la raza inmortal de Constanza, Maimón y Estero Hondo que llegaron a suelo dominicano con la intención de liberar al país de la tiranía trujillista. En la actualidad Delio Gómez Ochoa es el único sobreviviente de esa gesta y fue declarado en 1998 héroe nacional.

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Cómo citar:Gómez Ochoa, Delio. 2019. «Evocaciones del tiempo que vi en acción al Che Guevara». Revista ECOS UASD 26 (18):17-36. Doi: https://doi.org/10.51274/ecos.v26i18.pp17-36

Distinguidos profesores e invitados: Querido estudiantes:

Hablar de Ernesto Guevara de la Sema no me parece muy difícil; pero hablar del comandante Che Guevara, con palabras que no se conviertan en meros conceptos retóricos o académicos para dispersarse y desaparecer luego como brizna en el aire, es muy difícil. Y lo es aún más si se quiere con ello luchar por llegar a alcanzar niveles de equidad y un alto estatus de justicia social para nuestros pueblos explotados.

Quizás para algunos nuestro lenguaje no contenga mucha donosura, pero lo que sí les aseguro es que llevará la suficiente carga de desprecio, de odio y de pasión revolucionaria para fustigar a los que asesinaron y a los que ordenaron su asesinato desde las más altas esferas del gobierno de Washington.

El Che nació un 14 de junio de 1928 en Rosario, Argentina. ¡Qué lejos estábamos todos de imaginar cuando nos preparábamos para abordar el avión que nos depositaría en Constanza, que tenía lugar una gloriosa coincidencia histórica como esa! Pienso para que para todos los que participamos en las expediciones patrióticas de junio de 1959, y para sus sucesores, resulta de gran orgullo el hecho feliz de que emprendiéramos la lucha contra Trujillo el mismo día en que cumplía años el Che.

Cuando nos imaginamos a un Che saliendo de su casa materna para recorrer todo el país argentino en bicicleta, contando solamente 15 años de edad y regresar al hogar tres meses después habiendo dejado cumplido su propósito, comenzamos a darnos cuenta de la entereza de un carácter sólido. Luego El Che dejó las comodidades de un hogar donde no faltaban los recursos para el sustento de la familia para emprender un largo viaje por toda Sudamérica. Esta vez partió en una moto, portando por toda fortuna una cámara fotográfica acompañado de su amigo Eduardo Granados. Y no lo hizo en un auto descapotable, nos damos cuenta que comenzó a forjar ese carácter en el crisol del sacrifico personal sin pedir permiso a nadie.

Cuando el Che comenzó su camino impenitente e inquieto por lograr sustancia de conocimientos más directos sobre la realidad de los pueblos de este continente, lo hizo ya graduado de médico. Para entonces ya había leído con fruición las obras de José Ingenieros, gran educador argentino, quien sobre todo dirigió sus textos a la juventud de aquellos tiempos, fundamentalmente Las fuerzas morales3. Allí encontró los primeros estímulos para los inicios de su formación individual con fortuna ética, social y política. Desde Bolivia, y ahora acompañado de Ricardo Rojo, un frondizista escapado de las cárceles fascista de Perón, se dirigieron al Perú, donde conocieron los tormentos y sacrificios que sufría el pueblo, la indiada en los campos cocaleros y los obreros en los pozos de las minas. Ya entonces no sólo había leído, sino estudiado las principales obras de los fundadores del marxismo y comenzaba desde entonces a sacar sus propias conclusiones.

En compañía de su amigo Rojo, se dirigió a Guatemala para observar de cerca el experimento de la democracia que se estrena en aquel país cuyo experimento estaba dirigido por Jacobo Árbenz. Allí sufrió una decepción: le ofrecieron un cargo en la esfera de la salud pública condicionado a tener que afiliarse a uno de los partidos en el poder. El Che no aceptó por considerarlo inmoral desde todo punto de vista. No obstante permaneció al lado del gobierno porque creyó que valía la pena el esfuerzo. Fue así como se mantuvo en Guatemala aun cuando ya las tropas mercenarias de Castillo Armas estaban entrando y bombardeando la ciudad. Logró salir de allí, pero ya había conocido a algunos dirigentes cubanos del Movimiento 26 de Julio y con ellos se dirigió a México. Pasado algún tiempo hizo contacto con Raúl Castro, primero, y luego con Fidel, constituyendo el suyo uno de los tres primeros nombres en el listado de los expedicionarios del yate Granma.

Es así como el Che inició su carrera de forjador de revoluciones, de formador de pueblos, de constructor de una sociedad de nuevo tipo, la sociedad socialista; para ello tuvo la fortuna de contar con la maestría del mejor de los pedagogos, el comandante en jefe Fidel Castro.

Los días anteriores a la salida del yate Granma, con su carga de 82 expedicionarios de la esperanza cubana, cuando el Che dejó entrever su vena de poeta en unos versos de perfecta métrica y de profundo sentido de lealtad política, plasmó así su tan poco divulgado “Canto a Fidel3”. Veamos:

Ardiente profeta de la aurora,

Por recónditos senderos inalámbricos

A liberar el verde caimán que tanto amas.

 

Vámonos,

derrotando afrentas con la frente.

 

Sueños de hoy

serán las realidades del mañana.

Y esto reza para todo el mundo,

no tan solo para los cubanos.5 

Es por eso que cuando algún compañero dice que tenemos que dejar atrás los tiempos de la mochila al hombro y de morir en hamacas, yo respondo que demasiado pronto dejamos a un lado la hamaca y la mochila al hombro. Lo digo así pensando en el aspecto histórico, pero también presente y actualmente, y sobre todo pensando en las etapas enormes que aún no se han cumplido.

Las hazañas del Che en Cuba durante la guerra están escritas en infinidad de volúmenes con la autoría de él mismo y de otros grandes narradores. En su caso en un lenguaje, a la vez que llano y sencillo, extraordinariamente bien estructurado sintácticamente, con un manejo diestro de la semántica y con un nivel estético y literario propio de los clásicos de la lengua castellana.

Creo que muy pocas personas pudieron captar con la celeridad que captó Fidel Castro las cualidades de organizador del Che y su capacidad de dirigente militar y político. Lo cautivó desde los días tempranos de la preparación en México, cuando lo designó como jefe de personal del insipiente campamento guerrillero antes de la partida y durante el entrenamiento previo en aquel país.

Cuentan los compañeros que después que integraron la expedición del Granma, a Fidel le costó mucho trabajo convencer a los demás para que aceptaran aquella designación de un extranjero como jefe del campamento. Pateó el suelo y dijo palabras fuertes cuando había perdido los argumentos de convencimiento para que el Che fuera aceptado como responsable de la disciplina de aquel grupo de hombres, guerrilleros en ciernes. Dicen que cuando ya había agotado todo su poder de argumentación dijo que José Martí, en uno de los más altos gestos de internacionalismo que recordaba la historia de este continente, había escogido a Máximo Gómez junto a todos los revolucionarios cubanos para la guerra en Cuba del 1895. Después Fidel continuó hablando de Marcano, de Modesto Díaz (ambos dominicanos) de Miro Argenter, de Carlos Rolof, de Henri Reeves (el inglesito) y de otros muchos. El silencio se hizo patente en aquel campamento mexicano de entonces. Fidel y el Che le habían ganado la primera batalla a la desconfianza y fue su primer combate por la unidad y solidaridad de los pueblos.

Se le vio como médico en el yate Granma, curando los pies llagados de los compañeros, luego del desembarco, mientras recogieron una caja de balas en medio de la adversa sorpresa de que fueron víctima los expedicionarios en suelo firme de Cuba, en el lugar conocido como Alegría de Pío. Unos días más tarde, al abandonar la zona e ir al reencuentro con Fidel para constituir uno de los 12 hombres de la sierra con que este dispondrá para reiniciar la lucha luego de aquel terrible revés. Estos hechos dan la medida de la grandeza de este hombre, de su gran fuerza de voluntad y de lealtad a los principios y a la causa revolucionaria de nuestros pueblos.

En el primer pequeño combate de La Plata su comportamiento es ejemplar. En los rellanos del infierno contra las tropas élites de una compañía de paracaidistas ya resalta su gesto y actitud al lanzarse adelante a coger el primer fusil Garand de uno de los soldados de la vanguardia enemiga que supone ha caído. En efecto, lo rescata con 80 balas, pues sabe que los fusiles de los 22 compañeros que participan en aquella emboscada solo tienen 22 tiros cada uno.

El Che se distingue también en el combate del Uvero, primera gran acción donde él mismo dice que el ejército rebelde se vistió de largo, pues había alcanzado su mayoría de edad. Cura a los heridos tanto guerrilleros como enemigo, cual si fuera hermanos, y queda luego como custodio de todos los guerrilleros en mal estado y de las armas inutilizadas con las que comenzó a construir su propia y después famosa columna no. 4.

Fue el primer comandante de la sierra designado por Fidel cuando apenas existían las primeras nociones de disciplina militar en unas condiciones verdaderamente difíciles y cargadas de circunstancias adversas para el grupo insurgente que ya se atrevía a cruzar armas contra un ejército organizado, entrenado y abastecido por una de las primeras potencias militares del mundo.

Había entonces la versión de los conformistas de los antiguos politiqueros desplazados del poder de que se podía hacer una guerra con una parte del ejército o con el ejército, pero lo que no se podía era hacer una guerra contra el ejército. Siempre recuerdo que Fidel decía que eso era solo una justificación de los políticos tradicionales para no hacer nada y esperar su turno.

Al Che se le asignó una zona de operaciones en un gran territorio de la sierra Maestra para que la defienda con algunas armas deficientes y muy pocas en buen estado. Solo contaba con un fusil ametralladora Brawning, una ametralladora Thompson y algunas mirillas telescópicas instaladas en fusiles Mendoza y Remington. Contaba además con algunos fusiles Mendoza, escopetas, fusiles calibre 22 y otros de muy deficiente estado. El parque era muy escaso.

Él fue organizando sus escuadras, poco a poco, y con su gran capacidad fue montando una defensa escalonada en cuyo interior llegó a existir una armería, un taller de zapatería, panadería, taller de costura, escuelas para niños campesinos, una imprenta donde se editó de nuevo “El cubano libre” rememorando el periódico insurrecto de la manigua mambisa. Montó la radio rebelde, que llegó ya desde entonces a transmitir durante varias horas diarias de forma no clandestina.

Meses antes, y en ocasión del 26 de julio de 1957, el Che atacó un cuartel enemigo en el poblado de Bueycito ubicado en las cercanías de la sierra Maestra, y cuando un mensajero llegó al lugar donde nos encontrábamos con Fidel trayendo la noticia del éxito obtenido, el comandante en jefe se paseaba a grandes zancadas dentro de aquella arboleda delante de nosotros y repetía: “el Che es un señor que se las trae… del Che van a tener que oír hablar en mucho”.

Me he preguntado a veces, aunque nunca he dudado de lo que dice Fidel, si en ese momento pudo haber tenido conciencia plena del alcance de sus palabras, porque a mí me pareció una premonición.

La sierra Maestra se convirtió en el paraíso terrenal de muchos revolucionarios y luchadores perseguidos solamente por el delito de querer lo mejor para nuestra patria. Allí, junto a Fidel, al Che, a Camilo, a Raúl, a Almeida y a otros grandes, sellaron su destino y su suerte con la causa incalculable e indestructible de la revolución social en Cuba. Allí también se pronunciaron las primeras palabras a favor de la revolución dominicana y nicaragüense.

Me estoy refiriendo a esto porque el Che Guevara, desde el Granma y la sierra Maestra, constituye el más elevado exponente que Fidel Castro y la revolución pueden mostrar al mundo como ejemplo de internacionalismo proletario, combatiente y revolucionario.

Luego, y ya un poco más fortalecido el frente de la sierra Maestra, Fidel decidió abrir el 2do. y 3er. frente para los cuales designó a Raúl y a Almeida, y Camilo fue enviado a los llanos orientales.

Yo, particularmente, pasé a desempeñar otras funciones. El Che fue encargado de organizar la famosa escuela de reclutas de Las Minas del Frío, que constituyó desde entonces la madre nutriente del nuevo ejército rebelde, el que se enfrentaría dentro de poco contra más de 14 batallones enemigos, apoyados por tanques, artillerías de montaña, aviación y marina de guerra, en una nueva forma de guerra de posiciones. Se construyeron trincheras, una armería donde se fabricaban muchas minas antitanques y antipersonales y pequeñas granadas para ser lanzadas con fusiles. Se trasladó hacia allí la planta de radio desde la zona de la mesa para ponerla a disposición de la comandancia de la playa. Se consiguió un equipo de más potencia para establecer contacto con las plantas del 2do. y el 3er. frente y con el movimiento en Venezuela y los Estados Unidos. En todas estas realizaciones tuvo que ver mucho el quehacer del Che. Él, con sus reclutas de la escuela de Las Minas del Frío y Celia Sánchez Manduley, con sus famosos mensajeros y abastecedores, fueron pilares en la estrategia de Fidel.

En toda la sierra Maestra se preparó el sistema defensivo de trincheras, que habrían de defender los accesos del pequeño triángulo defensivo donde Fidel se proponía descargar y liquidar al fin a los mejores batallones de la tiranía batistaniana. En efecto, eso fue lo que hizo en la ofensiva de verano del 1958.

Se combatía de día y de noche sin dar tregua al enemigo. Fidel movía sus escuadras con absoluta seguridad y maestría. Y donde quiera que iban cayendo nuestros mejores capitanes muertos o heridos, Fidel enviaba a Camilo o al Che a cubrir esas posiciones.

De igual manera eran muertos o heridos y hechos prisioneros, decenas y decenas, hasta completar cientos de soldados enemigos. Y eran recuperadas cientos de armas de todo tipo, con todo y sus balas; se ocupan o destruían tanques. Al mismo tiempo eran entregados a la Cruz Roja Internacional cientos de prisioneros a quienes se les dispensó un trato humanitario y se les suministraron los alimentos y las medicinas requeridas.

La cacareada ofensiva dictatorial, con sus batallones y todos sus recursos, con sus aviones abastecidos en la base naval norteamericana de Guantánamo, había sido liquidada de manera aplastante por un ejército de guerrilleros casi descalzos y sin ropa, mal alimentados, que no pasó nunca de unos 300 hombres medianamente armados.

Cuando ya no quedaba ni un solo soldado enemigo en las inmediaciones de la sierra, y luego de dar un descanso merecido a sus hombres, el comandante en jefe decidió desatar la ofensiva final hacia occidente y Santiago de Cuba. Para ello escogieron a los dos cuadros militares y políticos más experimentados de los comandantes que en esos momentos se encontraban a su lado: el Che y Camilo. El primero al frente de la Columna No. 8 Ciro Redondo y el segundo a la cabeza de la Columna No. 2 Antonio Maceo.

Camilo debía llegar hasta los confines de la provincia más occidental de Cuba, Pinar del Río; mientras el Che llegaría hasta el centro del país. El plan era cortar la isla en dos, pero llevar la guerra a todo el territorio nacional. Además, al Che le correspondía también la tarea diplomática de buscar acuerdos con varias fuerzas que ya operaban en una forma incipiente en el territorio de Las Villas, donde habían surgido conflictos.

Había que ver cuánto derroche de valor, de audacia, de inteligencia y de sacrificio protagonizaban estos hombres ya curtidos en un sin número de combates contra un ejército siempre en mayoría y con la ventaja de sus armas modernas, de su aviación y sus unidades motomecanizadas, trenes blindados, etc. Sería muy larga de contar esta historia de arrojo, destreza y firme decisión en la victoria que caracterizaron a los jefes de la revolución cubana durante esos 25 meses de lucha en las montañas, campos y ciudades. 

Solo hay que decir, que el llamado de Fidel a la huelga general revolucionaria y el avance de las columnas rebeldes hacia Santiago de Cuba y a la capital del país, paralizaron toda la trapisonda politiquera de la embajada norteamericana en contubernio con sus serviles secuaces internos. Había triunfado la razón y el derecho. Esta esta vez los mambises del siglo XX sí entraron en Santiago de Cuba, y lo hicieron también en el entonces campamento militar de Colombia y en la Fortaleza de la Cabaña. En esta última fue donde el Che instaló su comandancia como centinela vigilante frente al palacio presidencial, otrora refugio y guarida de gobernantes corruptos, asesinos y vendepatrias que costaron más de 20 mil cubanos muertos.

Y comenzó de inmediato a cumplirse lo pronosticado por el Che en su “Canto a Fidel”. Aquella voz empezó a demandar a los cuatro vientos reforma agraria, justicia, pan, libertad. Al lado de Fidel, con idéntico acento, estaba el Che; y cuando llegó el final de la jornada y comenzó la sanitaria contra el tirano, allí a su lado, aguardando la postrer batalla estaba el Che. Y en el momento que la fiera yanqui se lamió el flanco herido donde el dardo nacionalizador le dio, allí al lado de Fidel, con el corazón altivo, estaba el Che, y nunca pudieron menguar su entereza las decoradas pulgas armadas de regalos, porque había triunfado una revolución verdadera en Cuba.

Es así como en aquella nueva y difícil batalla que se libraría en otra forma, el Che recibió la responsabilidad de dirigir el Banco Nacional de Cuba después la Junta de Planificación Central (JUCEPLAN). Y luego se le designó como ministro de Industria, cuando se creó dicho ministerio.

En medio de estos trajines, el Che contrajo matrimonio con Aleida March y formó una bella familia revolucionaria nutrida con cuatro hijos, dos hembras y dos varones, a quienes todo nuestro pueblo admira junto a su madre. 

Para el Che no había un minuto de descanso. Todo el tiempo era para el enorme cúmulo de tareas que la revolución tenía por delante. Se multiplicaba para poder dar abasto a todo. Creó escuelas formadoras de cuadros para dirigir la administración, pues eran los obreros y los campesinos los que habían llegado al poder. Los medios de producción fundamentales habían pasado a manos del pueblo y había que aprender rápido a organizarlos, a dirigirlos y a administrarlos bien y con la mayor eficiencia, ya que en la productividad del trabajo y de las maquinas estaba la comprobación en la práctica de las bondades del sistema socialista que Fidel y la revolución se proponían llevar adelante.

El Che surgió como máximo propulsor del trabajo voluntario productivo, pues a los hombres hay que identificarlos con la manualidad de las labores que realiza el pueblo más humilde, porque fue quien siempre realizó las tareas más duras. El Che quería llevar a la conciencia de todos que es el trabajo el que crea las riquezas que después se reparten entre todos. Era importante que cada uno supiera lo que costaba producir los bienes para que luego supieran hacer el uso más racional de los recursos que tuvieran en sus manos.

Así lo veíamos montado en una máquina combinada cañera cortando caña en cualquier campo, o en una obra de construcción, poniendo bloques, o carretillando mezcla, o subiendo a una tribuna salpicado de cemento para hablarles a los trabajadores en la inauguración de alguna fábrica.

Hay miles de cosas que pudieran exponerse del decir y del hacer de este extraordinario hombre de acción. De acción en el mejor sentido. No puede estudiarse sólo al Che en el Congo o en Bolivia tratando de dar impulso con la participación personal a los movimientos de liberación nacional para poder crear dos, tres, muchos Vietnam, como él propugnaba. Ello sería circunscribirlo solamente al aspecto militar de su vida. En un párrafo de su carta de despedida a Fidel hay algo que da la esencia de la identidad de ideas y propósitos de ambos dirigentes: “yo puedo hacer lo que te esta negado a ti por tu responsabilidad al frente de Cuba”.

¿Es que puede dudarse entonces que nunca existió una sola diferencia en los propósitos de ambos hombres acerca de cuál era el camino más corto para llegar a la cumbre de sus ideales? ¿Es que alguien puede dudar que Fidel y el Che fueron una sola persona en ideas y actitudes, en la valoración de cada circunstancia de peligro por las que tantas veces atravesó la revolución y en las medidas emergentes para evitar cualquier catástrofe? ¿Es que alguien puede dudar de que Fidel y el Che fueron hermanos de ideas y principios, en la lucha abierta frente a todo lo que significara un retroceso al pasado de miseria, de explotación, de corrupción, de politiquería rampante y grosera, puesta al uso por los hombres públicos que tanto ofendieron y abochornaron a nuestro pueblo humilde y trabajador?

¿Es que el Che y Fidel no estuvieron siempre juntos en los momentos de mayor peligro, desde la salida del Granma, en la Sierra Maestra, bajo los bombardeos y los ataques bélicos de todo tipo; en los días de la invasión contrarrevolucionaria de Girón; en medio de la crisis de octubre o crisis de los cohetes del Caribe; o cuando internamente se hicieron patentes las actitudes sectarias de algunos personajes pseudo-revolucionarios?

Yo pienso que el Che jamás tomó una sola actitud en su vida que pudiera considerase como una indisciplina política. Porque era tanta su admiración por Fidel que a los que éramos poco comprensivos ante algunas situaciones, nos aconsejó: “donde manda capitán no manda marinero… después, siempre tendrás la oportunidad de plantear tu opinión sobre la base de los principios”. Por eso digo que pocos conocen a los revolucionarios verdaderos, los que nunca han estado dispuestos a poner en juego su vida por defender la justicia en el mundo. Creo que la relación de amistad personal y revolucionaria entre Fidel y el Che son cosas inseparables e inviolables, y para mí son como algo sagrado que contemplo con mirada casi religiosa.

¡Cuántos difamadores hay en el mundo, ocultos y encubiertos, que buscan desnaturalizar la imagen del Che! También lo pretenden con la imagen de Fidel y de la revolución cubana, y tratan de mellar su prestigio. Detrás de esa campaña está la CIA y su aparato propagandístico, que no son más que plumíferos a sueldo para desvirtuar todo lo que de sincero y noble hay alrededor de estas dos grandes figuras de la revolución mundial.

¿Por qué el imperialismo yanqui busca desesperadamente alianzas extra-Otan con el primero de los países suramericanos que se preste? ¿Por qué el imperialismo yanqui ha ordenado la construcción de un grupo de aviones de despegue vertical si ya no existe el campo socialista; si ya China mantiene un estatus de buenas relaciones con los Estados Unidos; si Corea del Norte y Vietnam no constituyen un peligro para nadie?

Cuba y la República Dominicana lo que quieren es reanudar sus relaciones diplomáticas y vivir en paz; Cuba lo único que quiere es que se suspenda el criminal e inhumano bloqueo, reforzado hoy con la Ley Helms-Burton y que le devuelvan el territorio ilegalmente ocupado de Guantánamo; Cuba lo único que quiere es respeto a su soberanía e independencia…

Dentro de los que se han propuesto narrar las hazañas del Che no ha dejado de haber alguno que lo ha hecho en sentido negativo, o cuando menos han tratado de dejar un algo subyacente para tender un manto brumoso sobre cuestiones que él vio con la claridad del visionario que poseyó como pocos.

Desde Cuba, el Che cantó con el más universal de los leguajes, el más bello poema que jamás pudieron escuchar los oídos de la humanidad: el poema de la revolución social, porque en los problemas socioeconómicos de las naciones pobres y ricas están las cuestiones básicas que hoy preocupan a todo el mundo.

 “La ciencia triste” como la han llamado algunos, se torna monótona cuando se la separa de su fondo histórico, pero cuando se la coloca en su contexto se hará excitante y llena de significación”. El Che comprendía esto y a ello dedicó todo su empeño y empleó las mejores armas de su intelecto.

Al Che no puede vérsele separado de los problemas acuciantes que hoy agobian a la mayoría de los pueblos subdesarrollados del mundo porque sus ideas tienen vigencia para ayer, para hoy y para mañana; porque los problemas de la humanidad siguen siendo los de ayer, en muchos casos siguen siendo los de hoy aumentados, y si no los resolvemos cuanto antes seguirán siendo los de mañana, centuplicados.

El Che supo interpretar cabalmente, bebiendo en la ideas de los más extraordinarios y profundos investigadores del pensamiento social más avanzado, y perfeccionando en algunos casos lo que era aplicable a las realidades domésticas de nuestros países, que con ligeras variantes, casi siempre son las mismas, pues todo está en dependencia del mismo amo tradicional. Digo esto así, porque para hablar de este hombre excepcional hay que hacerlo poniendo todas las cartas boca arriba sobre la mesa, pues no se concibe al Che dialogando en contubernio idílico y contemporizador con los representantes de una oligarquía nacional que a la vez los es de los interese de la grandes empresas transnacionales, representantes a su vez de los capitales imperiales.

No hay ni una sola frase, una sola palabra, una sola coma en el decir y actuar de este hombre maravilloso que denote un gesto de debilidad o conformismo frente al capitalismo imperialista y a su ideología enajenante. Ello es una de sus características más resaltantes y violentas y lo expresa con su sencillez acostumbrada como dice: “al imperialismo no se le puede dar un tantito así”.

Es en Cuba, junto a Fidel y a los demás compañeros de revolución, donde el Che termina de moldear, con su exquisita mano de demiurgo criollo, aunque con una arcilla muy diferente, el modelo de hombre nuevo que él proponía para los pueblos nuevos que fueran surgiendo al calor de las luchas sociales en América Latina. Esto lo hace con una concepción diferente a aquella de “has lo que digo y no lo que yo hago”, sino que el maestro decía “has lo que yo digo, porque yo lo hago también y sé que es bueno”.

Desde los años 60 y 61 ya el Che comenzó a darse cuenta de las deformaciones, tanto estructurales como de las relaciones económicas y comerciales entre los pueblos y naciones del llamado “socialismo real”, y que las mismas no eran malformaciones congénitas sino adquiridas. Él advirtió tempranamente contra ese peligro.

El maremágnum de una revolución reverberante y transformadora quizás nos haya impedido ver el bosque a tiempo, porque siempre hemos sido fieles, agradecidos y solidarios con los que alguna vez nos tendieron la mano. Pero hay que dejar claramente sentado ante amigos, para que no se engañen, y ante enemigos, para que no se envalentonen y se embullen, que el socialismo en el llamado campo socialista no murió de muerte natural, fue asesinado arteramente por la espalda con la puñalada trapera más repugnante de que se tenga noticia en la historia de la humanidad.

Alguien dijo que: “cuando los revolucionarios comienzan a perdonarse o a dispensarse sus errores comienzan a dejar de ser revolucionarios para convertirse en camarillas”. Hay que agregar además que cuando un pueblo aspira a labrarse un destino independiente y libre tiene que ser valiente y estar dispuesto a enfrentar la carga de mentiras de la propaganda enemiga, que cuenta con todos los recursos. Recursos que han sido arrancados a través del sudor y el trabajo de nuestros pueblos a las entrañas de las minas, fábricas y campos de las naciones a las cuales explotan a través de sus capitales de inversiones, que luego repatrian elevados a la “n” potencia.

Para el Che, la pureza, la verticalidad y el perfeccionamiento de los mecanismos económicos de desarrollo de las potencialidades del pueblo cubano eran condiciones sine qua non para lograr una América Latina verdaderamente libre e independiente. El dejó escrito, pensando en los cubanos que: “la tarea de la construcción del socialismo en Cuba, debe encararse huyendo del mecanismo como de la peste”.

Estaban muy frescos para él los errores del llamado “socialismo real” en Europa. Nosotros afirmamos algo que ya ha expresado German Sánchez en un artículo publicado en la revista Tricontinental, que “La caída de ese socialismo, lejos de desmentir, confirma la certeza de los juicios del Che, de la utopía socialista original y hace más proverbial su mérito de precursor latinoamericano junto a Fidel del socialismo verdadero”.

Existen pseudo-revolucionarios que 30 años después de la caída del Che ya no creen en las posibilidades de éxito de su lucha, se han cansado, hasta se han arrepentido y hoy reniegan de haber compartido alguna vez aquellas ideas luminosas. Los que han actuado así es mejor que hayan desertado ahora, pues ello deja más claro el camino para dar paso a las nuevas jornadas de luchadores de la justicia, “los buenos con nosotros”, como decía José Martí.

El Che era el doctrinario por excelencia que junto a Fidel se le vería cargar las mochilas más nutridas de gruesos libros que alguien recuerde en la sierra Maestra. A pesar de todas las incomodidades y de todas las vicisitudes no dejaron de estudiar un solo minuto a los mejores autores y sobre todo, a José Martí, que realmente para muchos de nosotros resulta el dulce y decoroso anestésico después de las largas jornadas.

He visto bibliotecas, donde sus dueños no saben la cantidad aproximada de volúmenes que tienen, y mucho menos conocen los temas que tratan y el contenido de sus materias. Los sabios han dicho que no existe un solo libro que no contenga una enseñanza útil. El ejemplo del Che también nos dice que ignorar las enseñanzas literarias es un crimen de lesa instrucción y cultura.

Cuando hablamos de la reciedumbre del carácter del Che no nos estamos refiriendo a la guapería personal con que algunos escritores vulgares la confunden, sino a su ética personal como revolucionario profesional que fue, y que sus peores detractores podrán negar jamás.

La ética en un revolucionario como él es firmeza de principios, es valor personal, es inteligencia, es audacia, es lealtad, es honradez, es decisión, es sagacidad, es espíritu de sacrificio, es modestia, es sencillez, es simpatía personal, es humildad, es entrega a los demás, es espíritu de solidaridad, es comprensión, es bondad, es dignidad, honestidad, sinceridad, es belleza estética y del alma, es espíritu de equidad; es, en fin, la suma de todas las virtudes que adornan a un ser humano que es la imagen del hombre nuevo, que él concibió como utopía revolucionaria.

En esta etapa de reflexiones, en medio del periodo especial que afronta Cuba, Fidel ha llamado con reiteración al rescate de todos estos valores morales que adornaban el carácter de aquel hombre puro que fue el Che. Se ha legislado, a propósito, un código de ética para el trabajo de los cuadros dirigentes de la revolución; en el mismo se ha tenido presente lo más notable de las ideas y actitudes de este revolucionario ejemplar.

En estos tiempos en que una ola de neoliberalismo abate al mundo, donde la globalización solo deja tierra arrasada a su paso por las naciones pobres, tiempos de los inquisidores unipolares, de los cohetes nucleares, de los grandes logros del desarrollo científico-técnico, del internet, hay que reconocer que la ética está en crisis total en el mundo entero.

La ética en nuestro mundo ha pasado a ser como una tarjeta de crédito sin fondo, donde todos han comenzado a perder la confianza en las instituciones públicas y en las personas; donde cada día se pone más en crisis el sentido de credibilidad de las gentes, y por eso, repito, se hace necesario que reflexionemos.

Cuando las indiscreciones y las ambiciones de algunos han puesto en peligro el equilibrio ecológico; cuando por esas pretensiones ambiciosas la capa de ozono va dejando de ser un escudo protector para nuestro planeta que amortigüe un tanto la penetración de los rayos del sol, creo que hay que volverse hacia el Che para recuperar la confianza, para revitalizar la fe en la idea de que es posible la conquista de un mundo mejor, de un mundo más justo, y que todo está en dependencia de nosotros mismos.

Quiero repetir aquí unas palabras que leí alguna vez y que dicen más o menos lo siguiente: “Luis XVI, Rey de Francia, miraba desde las ventanas del palacio las llamas del incendio de París; su reinado había terminado, más al acostarse escribió en diario, “hoy no ha pasado nada”. Traigo a colocación este relato para los políticos tozudos del norte revuelto y brutal que nos desprecian y para los del sur, que quieren ignorar las ansias de los pueblos que claman por justicia o no quieren escuchar el grito de advertencia de los que llaman al combate ante la ignominia, la ignorancia o la burla de los sordos, y ese, su grito de guerra, llegará muy pronto a los oídos de los hombres y mujeres nuevos del siglo XXI que ya se forjan en las postrimerías de la presente centuria.

Toda América Latina hierve en la cresta de una ola gigantesca de rebeldía y esperanza donde navegan las ideas del Che, y esa marcha de gigantes tal y como reza la 2da. Declaración de La Habana no se detendrá jamás.

Muchas Gracias.

El texto completo del poema “Canto a Fidel”, escrito por el Che Guevara, es el siguiente:

Vámonos,

Ardiente profeta de la aurora, por recónditos senderos inalámbricos

a liberar el verde caimán que tanto amas.

 

Vámonos,

derrotando afrentas con la frente

plena de martianas estrellas insurrectas,

juremos lograr el triunfo o encontrar la muerte.

Cuando suene el primer disparo y se despierte

en virginal asombro la manigua entera,

allí, a tu lado, serenos combatientes,

nos tendrás.

Cuando tu voz derrame hacia los cuatro vientos

reforma agraria, justicia, pan, libertad,

allí, a tu lado, con idénticos acentos,

nos tendrás.

 

Y cuando llegue el final de la jornada

la sanitaria operación contra el tirano,

allí, a tu lado, aguardando la postrer batalla,

nos tendrás.

 

El día que la fiera se lama el flanco herido

donde el dardo nacionalizador le dé,

allí, a tu lado, con el corazón altivo,

nos tendrás.

 

No pienses que puedan menguar nuestra entereza

las decoradas pulgas armadas de regalos;

pedimos un fusil, sus balas y una peña,

Nada más.

 

Y si en nuestro camino se interpone el hierro,

pedimos un sudario de cubanas lágrimas

para que se cubran los guerrilleros huesos

en el tránsito a la historia americana.

Nada más.

Notas

  1. Conferencia Magistral presentada en la apertura del Seminario “El Pensamiento y la Acción de Ernesto -Che- Guevara de la Serna”, organizado por el Área de Ciencias Sociales del Instituto Tecnológico de Santo Domingo, Intec, celebrado en el Salón Julio Ravelo de la Fuente el 26 de septiembre de 1997, en Santo Domingo, República Dominicana.
  2. Las fuerzas morales, obra del argentino José Ingenieros, publicada en el año 1925, tuvo gran influencia en la juventud latinoamericana de la primera mitad del siglo XX. Para esos tiempos se conocía muy poco el enfoque de este autor. “La visión despreciativa de esa generación acerca de indios y gauchos encuentra en (José) Ingenieros la propuesta de fundar una raza “euroargentina” que prevaleciera sobre esos “elementos inferiores”. Ver: Américo Schvartzman, “El lado oscuro de José Ingenieros”, La Vanguardia Digital, 21/12/2018. (N. de la E.)
  3. El poema, al final, tiene fecha de 1956, en México, con el título de “Canto a Fidel”. Granma lo publicó con el título de: “Vámonos”. Radio Habana lo publicó más recientemente con el título “Rapsodia a Fidel”, aunque reconoce el título de “Canto a Fidel”. Se incluye el texto completo al final de la presente comparecencia. (N. de la E.)
  4. Texto completo del poema al final de la conferencia de Gómez Ochoa. (N. de la E.)