Revista ECOS UASD, Año XXVI, Vol. 2, No. 18 Julio-diciembre de 2019 • Sitio web: https://revistas.uasd.edu.do/

El exilio del Che Guevara en México

The exile of Che Guevara in Mexico

DOI: https://doi.org/10.51274/ecos.v26i18.pp91-114

Doctor en Estudios Latinoamericanos en la Universidad Nacional Autónoma de México. Investigador del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC) y Coordinador del Consejo Académico del Área de Humanidades y de las Artes (CAAHyA), UNAM. Ha publicado los libros: México-Honduras, una relación horizontal; El pensamiento de Francisco Morazán; El narcotráfico en América Latina, entre otros. Hasta el 2016 fue director del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe de la UNAM. Correo electrónico: [email protected] 

Recibido: Aprobado:

UASD Jurnals - Open Access

Cómo citar:Santana, Adalberto. 2019. «El exilio del Che Guevara en México». Revista ECOS UASD 26 (18):91-114. Doi: https://doi.org/10.51274/ecos.v26i18.pp91-114

Resumen

El presente artículo hace un breve recorrido por el periodo en el que el Che Guevara estuvo exiliado en México. Así mismo, expone la importancia que su estancia en el país tuvo para la Revolución Cubana, teniendo en cuanta que fue en México donde contactó con los revolucionarios cubanos que lo invitarían a formar parte de la expedición del Granma.


Palabras clave:

Ernesto Che Guevara, México, exilio, Revolución Cubana.

Abstract

This article presents a short description of the period that Ernesto Guevara was exiled in México. Likewise, expose the importance of his residence in the country for the Cuban Revolution, taking into account that it was in Mexico where he contacted the cuban revolutionaries who would invite him to be part of the Granma expedition.

 


Keywords:

Ernesto Che Guevara, México, exile, Cuban Revolution

I. El Che: imagen y símbolo

Han pasado ya 52 años del asesinato del comandante Ernesto Che Guevara y el símbolo que representa sigue estando vivo en el imaginario colectivo de toda América Latina. Su figura, a partir de entonces, se ha ido construyendo desde la poesía, la literatura, la música, el cine, las investigaciones académicas y las artes gráficas. Todos y todas hemos escuchado alguna vez hablar de él. Se trata, sin duda, de uno de esos personajes del pasado que siguen significando activamente el presente. Basta con detenerse a pensar cuántas veces hemos visto representado su rostro en eventos, organizaciones, mítines y marchas.

Su fotografía más famosa, tomada el 5 de marzo de 1960 en La Habana por el fotógrafo Alberto Díaz Gutiérrez, mejor conocido como Alberto Korda, se ha reproducido masivamente en pinturas, camisetas, carteles y pancartas, llaveros, pines, calcomanías y toda clase de objetos de consumo popular. Desde el 68 el uso de esta imagen ha sido continua y ha servido de símbolo para una serie de movimientos sociales y estudiantiles en nuestra América y en el mundo.

Los escritos y discursos a los que el Che dio vida, han sido reeditados desde su caída en combate en tierras bolivianas. Entre ellos podemos mencionar los siguientes: Pasajes de la guerra revolucionaria, El socialismo y el hombre nuevo en Cuba y El Diario del Che en Bolivia. Además, se han escrito una gran cantidad de libros, reportajes, notas y artículos sobre su vida, su actividad y su pensamiento. Sin embargo, entre todo lo que ha dicho, hecho y escrito, la figura del comandante y su símbolo sigue proponiendo nuevas vías de lectura y reflexión para pensar la actualidad.

Desde la literatura, entre tantas y tantas obras dedicadas al comandante Guevara, podemos mencionar el poema de Julio Cortázar: “Yo tuve un hermano”, el de Nicolás Guillén: “Che Comandante” o el de Carlos Pellicer: “Líneas por el Che Guevara”. En el campo de la música, cientos de discos se han realizado con canciones dedicadas a su memoria, entre las interpretaciones más famosas podemos mencionar las de Carlos Puebla, Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Víctor Jara, Mercedes Sosa y Daniel Viglietti.

Así, la imagen del guerrillero heroico ha sido sacralizada por algunos pueblos y comunidades. Sobre el halo mágico del Che, escribe Paco Ignacio Taibo II que entre los campesinos de la comunidad de Cochabamba, Bolivia, surgió una letanía: “Almita del Che, por intermedio de usted quiero conseguir el milagro de que se cure mi vaquita, concédamelo almita del Che”.2 

El 29 de diciembre de 1995 el gobierno boliviano anunció la formación de una comisión nacional para la búsqueda de los restos del Che y de aquellos combatientes que cayeron con él;esta noticia, reforzó la visión mítica del comandante caído en la quebrada del Yuro. Un grupo de antropólogos y geofísicos de Bolivia, Argentina y Cuba llevaron a cabo las excavaciones que, dos años más tarde, se dieron por concluidas cuando encontraron, finalmente, los restos del médico argentino en la vieja pista del aeropuerto de Valle Grande que posteriormente fueron trasladados a Cuba.

En Cuba y en el mundo el Guevara de la Serna ha sido y es un modelo de integridad humana. Los de su generación que lo conocieron, personalmente o a través de sus obras, le guardan todavía una gran admiración y respeto. Incluso, algunos de aquellos que se empeñaron en desvirtuar su imagen, han tenido que reconocer la valía y trascendencia del combatiente. Esto no significa, sin embargo, que hasta la fecha existan discursos empecinados en empañar su imagen.3 

II. México: un país de exilios

Ernesto Guevara de la Serna pasó por Europa, Asia, África y recorrió, exceptuando Haití y Santo Domingo, toda América Latina. Sin duda, estos viajes lo llenaron de vivencias que se irían convirtiendo en una toma de consciencia de las contradicciones, desigualdades e injusticias del escenario latinoamericano:

Por circunstancias especiales y quizá también por mi carácter, empecé a viajar por América y la conocí entera. Salvo Haití y Santo Domingo, todos los demás países de América han sido, en alguna manera, visitados por mí. Y por las condiciones en que viajé, primero como estudiante y después como médico, empecé a entrar en estrecho contacto con la miseria, con el hambre, con las enfermedades, con la incapacidad de curar a un hijo por falta de medios, con el embrutecimiento que provoca el hambre y el castigo continuo, hasta hacer que para un padre perder a un hijo sea un accidente sin importancia, como sucede muchas veces en las clases golpeadas de nuestra Patria americana. Y empecé a ver que había cosas que, en aquel momento, me parecieron casi tan importantes como ser un investigador famoso o como hacer algún aporte sustancial a la ciencia médica: y era ayudar a la gente.4 

Mucho podríamos decir de las experiencias que el Che fue recaudando desde su juventud hasta su muerte en su andar por diversas latitudes. Sin embargo, será prudente situarnos en el caso concreto de su estancia en México con el fin de mostrar que su residencia en México fue un periodo clave y trascendental para comprender la vida y obra del que sería años después el Guerrillero Heroico, así como la ganancia invaluable que las ideas de este prócer revolucionario tuvieron para la propia Revolución Cubana.

México ha sido un país de suma importancia para diversos actores políticos e intelectuales latinoamericanos y de otras partes del mundo. El papel que ha jugado el país en los refugios y exilios, sobre todo durante el siglo XX, es bien conocido. Haciendo un breve ejercicio de memoria, podemos pensar en la importancia que tuvo para José Martí vivir su exilio mexicano: allí conoció a su amigo Manuel Mercado y en ese país reafirmó su convicción por la lucha de la independencia de Cuba. Para Augusto C. Sandino, vivir y trabajar como obrero calificado entre 1923 y 1926 en los campos petroleros de Tampico, Tamaulipas, Cerro Azul y Veracruz, le sirvió para asimilar la experiencia de la Revolución Mexicana como modelo para liberar a su país de la intervención militar norteamericana y para forjar en su lucha al guerrillero de Las Segovias nicaragüenses. Y en el campo de las letras, a Gabriel García Márquez su estancia y trabajo en México le permitió escribir su bien conocida novela Cien años de soledad. También están aquellos para los que México se convirtió en un exilio definitivo, como es el caso de los exiliados republicanos españoles, que tras la victoria del franquismo y el haberse quedado sin patria, en su gran mayoría, no pudieron retornar. México, por aquellos años, era la capital del exilio latinoamericano y español:

Puertorriqueños independentistas, cubanos enemigos de Batista, nicas enemigos de Somoza, dominicanos enemigos de Trujillo, guatemaltecos enemigos de Castillo Armas… sin contar con los republicanos españoles, cuyo gobierno era para México la representación oficial de España. Honrosa tradición que se mantuvo en los años sesenta, cuando recibieron además chilenos, uruguayos, argentinos y mantuvieron relaciones con Cuba, a pesar de las presiones.5 

Exiliados, refugiados y viajeros han pisado tierras mexicanas. Valgan tan solo estos ejemplos de una enorme lista, para comprender la trascendencia de México como lugar de exilio, asilo y refugio. En el caso del Che, la estancia en este país también fue de suma importancia, porque determinaría su posterior traslado a Cuba.

III. El arribo de Ernesto Guevara de la Serna a México

El 7 de julio de 1953 Ernesto Guevara de la Serna salió de Argentina y emprendió un viaje hacia el norte, que lo llevaría por Bolivia, Perú, Ecuador y Centroamérica. Para 1954 había llegado ya a tierras guatemaltecas, donde conoció a su futura y primera esposa, y convivió con otros latinoamericanos que tenían un sueño en común: construir una nueva utopía en América y veían a Guatemala como una esperanza para el proceso de liberación. En ese mismo año, sin embargo, se había producido en Guatemala un golpe de Estado contra el presidente Jacobo Árbenz Guzmán que lo llevó a reanudar su viaje cruzando la frontera hacia México.

El hombre que años más tarde fue conocido popularmente como el Che, llegó a México a los 26 años de edad. Ernesto Guevara, años más tarde del golpe de Estado, cuando era ministro de Industrias en el gobierno revolucionario de Cuba, escribió, tras conocer la noticia de la muerte de su amigo guerrillero guatemalteco Julio Roberto Cáceres Valle —conocido como El Patojo— unas líneas donde nos recuerda aquellos tiempos en que llegó por vez primera a México:

La primera vez que nos vimos fue en el tren, huyendo de Guatemala, un par de meses después de la caída de Árbenz; íbamos hasta Tapachula, de donde deberíamos llegar a México. El Patojo era varios años menor que yo, pero enseguida entablamos una amistad que fue duradera. Hicimos juntos el viaje desde Chiapas hasta la ciudad de México, juntos afrontamos el mismo problema; los dos sin dinero, derrotados, teniendo que ganarnos la vida en un medio indiferente cuando no hostil.6 

Este fue, según sus propias palabras, el bautizo de su exilio en México, país en el que viviría más de dos años de su vida, aproximadamente desde el 21 de septiembre de 1954 hasta la madrugada del 25 de noviembre de 1956, momento en el que inició de la expedición del Granma. El Che nunca había estado en México; sin embargo, su relación con este país se encuentra en su propio origen familiar: “su bisabuela Concha Castro había nacido en México a mediados del siglo XIX y perdido su fortuna durante la invasión estadounidense y la posterior anexión de una parte del territorio nacional”.7 

Cuando Guevara llegó a la ciudad de México, comenzó a vivir en la avenida Bolívar del centro histórico, nombre de la calle que quizá le reafirmaba su convicción latinoamericanista. Sobre su primera impresión acerca de este país, (en esta constante reiteración que se hace de la ciudad confundiéndola con el país o a la inversa), dirá Ernesto Guevara: “Me recibe la ciudad, mejor dicho, el país de las mordidas, con toda su indiferencia de animal grande, sin hacerme caricias ni enseñarme los dientes”.8 

Sin empleo y con pocas posibilidades de encontrarlo en esos años del gobierno de Adolfo Ruiz Cortines, enmarcados en la época mundial de la posguerra, el Che describió la situación de la siguiente manera: “Aquí también se puede decir lo que se quiere, pero a condición de poder pagarlo en algún lado; es decir, se respira la democracia del dólar”.9 Así, la falta de empleo fue el primer reto al que se tuvo que enfrentar en tierras mexicanas. El futuro combatiente de la Sierra Maestra, a quien le encantaban las películas de Cantinflas,10 hace el siguiente relato, como si el actor de ese drama fuera el mismo cómico de la gabardina:

El Patojo no tenía ningún dinero y yo algunos pesos; compré una máquina fotográfica y juntos nos dedicamos a la tarea clandestina de sacar fotos en los parques, en sociedad con un mexicano que tenía un pequeño laboratorio donde revelábamos. Conocimos toda la ciudad de México, caminándola de una punta a la otra, para entregar las malas fotos que sacábamos, luchábamos con toda clase de clientes para convencerlos de que realmente el niñito fotografiado lucía muy lindo y que valía la pena pagar un peso mexicano por esa maravilla.11 

Afortunadamente, contamos con el testimonio del “mexicano que tenía un pequeño laboratorio donde revelábamos”. Se trata de Rafael Castillo Baena, que narra lo siguiente:

Empezó a tomar fotos y venía diario a que le revelara los rollos que había tirado en fiestas o por la calle. 

Cada semana se daba cierta cantidad de dinero para irme pagando el equipo (…) Un día me dijo que era doctor. ¿Cómo, doctor, haciendo fotos en las fiestas y por la calle? (…) La primera cámara que le di fue una retina de 35 mm.12 

Sobre ese fardo de vivir en la economía informal, propia de los años cincuenta y de la posguerra, nos dice el Che: “Con este oficio comimos varios meses, poco a poco nos fuimos abriendo paso y las contingencias de la vida revolucionaria nos separaron.” 13

IV. Relaciones en México y el contacto con  los revolucionarios cubanos

En un primer momento de su exilio en México, Ernesto Guevara se ganó el pan tomando y vendiendo fotografías. Sin embargo, pronto pudo comenzar a ejercer su profesión. Seguramente fue la doctora nicaragüense Concepción Palacios, que vivía en la colonia Roma de la ciudad de México y a donde llegaban un gran número de exiliados políticos latinoamericanos, quien lo recomendó con el doctor Mario Salazar Mallén: así, pudo trabajar como médico: “prestaba sus servicios en el pabellón 21 del Hospital General”.14  Es en este lugar donde conoció a Ñico López, exiliado cubano en Guatemala que lo puso en contacto con dirigentes opositores a la dictadura de Fulgencio Batista.

Es posible, según indican algunas fuentes, que incluso se desempeñara como docente de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México sin recibir retribución económica alguna. David Mitrani dice al respecto: “Durante el día estaba realizando sus investigaciones, mientras por las noches ejercía como profesor asistente en las primeras prácticas de fisiología humana en la vieja Facultad de Medicina”.15

Hacia noviembre de 1954 llega a México en calidad de exiliada Hilda Gadea, militante aprista con la que meses más tarde habría de casarse. Por esas mismas fechas, ya en la época decembrina, cuando todavía en el México de los años cincuenta traían los juguetes a los niños los ‘Santos Reyes’ o el ‘Niño Dios’, a causa de las penurias económicas, el futuro guerrillero de la Sierra Maestra se vio en la necesidad de vender juguetes en las calles de la ciudad de México. Por esas mismas épocas también consigue un nuevo trabajo en la Agencia Latina de Noticias (organismo de noticias del gobierno argentino), que meses más tarde, en marzo de 1955, le encarga cubrir como fotorreportero los Cuartos Juegos Panamericanos.16 

Por otro lado, y al mismo tiempo, comienza a asistir de “oyente” (alumno no inscrito oficialmente) a la cátedra del director de la revista Cuádrenos Americanos, Don Jesús Silva Herzog, en la Universidad Nacional Autónoma de México. El maestro Silva Herzog era bien conocido por haber sido el encargado de la nacionalización petrolera en el gobierno del general Lázaro Cárdenas, mismo gobierno que había abierto las puertas a los exiliados republicanos españoles en 1939. Al respecto de las clases a las que el Che asistía, el poeta mexicano José Tiquet, relata lo siguiente:

Ernesto fue a muchas clases como alumno oyente del profesor Silva Herzog, creo que incluso invitó a algunos cubanos. Él estaba muy interesado porque me lo dijo. Pero el Maestro no supo sino hasta después del triunfo de la Revolución Cubana que aquel muchacho argentino que entró a su clase era el comandante Ernesto Guevara, de quien se habla en todas partes, y cuando lo supo se sintió contento y el Maestro vivió siempre orgulloso de ese hecho, al extremo que cuando el Che murió en Bolivia —lo asesinaron, hablemos con mayor propiedad—, nos reunió a todos sus amigos y convocó a otros poetas más para rendirle un homenaje que sería la publicación de poemas en honor al Che, inspirados en el héroe, y estos poemas primero se publicaron en Cuadernos Americanos. Posteriormente volvió a convocarnos a su oficina en la Avenida Coyoacán para que firmáramos un libro que él le habría de enviar a la señora Aleida March, a Cuba, porque el profesor editó un libro con aquellos poemas. Intervinieron en este homenaje —el primer homenaje que se le hizo al Che en México— los poetas León Felipe, Carlos Pellicer, Elías Nandino, Aurora Albornoz, Carmen de la Fuente, Efraín Huerta, Otto Raúl González, Horacio Espinoza Altamirano, Thelma Nava, Javier Peñaloza, Mauricio de la Selva, Ángel Sures Rodríguez y el cubano Cintio Vitier, además del que da testimonio, José Tiquiet.17 

Había pasado ya el tiempo suficiente para que el Che se diera cuenta de la situación política que sumergía a México, donde la izquierda mexicana estaba marginada del festejo obrero oficial y los ferrocarrileros sufrían la represión estatal. Al respecto, el Guevara de la Serna comentaba con motivo del Día Internacional de los Trabajadores: “La revolución mexicana está muerta, estaba muerta hace rato y no nos habíamos dado cuenta (…) El desfile de los trabajadores organizados parece un entierro (…) Los une el presupuesto, la nómina del gobierno”.18 

Las actividades que el Che realiza en México lo ponen en contacto con otros personajes que serán más tarde los que lo llevarán a involucrarse en la campaña del Granma. Se ha dicho que Ñico López puso en contacto al Che con opositores de Fulgencio Batista, y gracias a este vínculo conoció en la segunda mitad del mes de junio de 1955 a Raúl Castro. Más tarde, en la casa de María Antonia González, cubana que residía en México y que colaboraba con los revolucionarios exiliados de su país, ubicada en la calle Emparan 42-C de la colonia Tabacalera, conoció a Fidel Castro.

Fidel era en ese momento el principal dirigente del Movimiento 26 de Julio (M-26-VII) y, al poco rato de conocer y platicar personalmente con el Che, lo invitó a participar como futuro expedicionario en el Granma, que partiría el 25 de noviembre del Tuxpan, Veracruz. Según señalan las fuentes citadas por Paco Ignacio Taibo, “La conversación inicial entre Fidel y Guevara dura de ocho a diez horas según la memoria de los testigos o de los interrogadores futuros de los testigos, y a los interlocutores les ha de quedar profundamente grabada en la memoria”.19  Por su parte, Ernesto Guevara recuerda 

movida por el afán de construir un mundo nuevo, y en el cual todos los seres humanos tengan pan en abundancia, morada higiénica y vestido acordes con las condiciones climáticas de cada lugar, educación, cultura y una moral basadas en la solidaridad social y el amor al semejante.

en uno de sus testimonios que “Fidel me impresionó como un hombre extraordinario. Las cosas más imposibles eran las que encaraba y resolvía”.20  Sobre la conversación que el principal dirigente del Movimiento 26 de Julio, que se inició el filo de las ocho de la noche y concluyó al amanecer del día siguiente, decía el guerrillero heroico el Che:

Lo conocí en una de esas frías noches de la ciudad de México, y recuerdo que nuestra primera reunión versó sobre política internacional. A las pocas horas de la misma noche —en la madrugada— yo era uno de los futuros expedicionarios. Pero me interesa aclarar cómo y por qué conocí en México al actual Jefe de Gobierno de Cuba. Fue en el reflujo de los gobiernos democráticos en 1954, cuando la última democracia revolucionaria americana que se mantenía en pie en esta área —la de Juan Jacobo Árbenz Guzmán— sucumbía ante la agresión meditada, fría, llevada a cabo por los Estados Unidos de Norteamérica tras la cortina de humo de su propaganda continental. Su cabeza visible era el Secretario de Estado, Foster Dulles que, rara coincidencia, también era abogado y accionista de la United Fruit Company, la principal empresa imperialista existente en Guatemala.

De allí regresaba uno en derrota, unido por el dolor a todos los guatemaltecos, esperando, buscando la forma de rehacer un porvenir para aquella patria angustiada. Y Fidel venía a México a buscar un terreno neutral donde preparar a sus hombres para el gran impulso… Empezaba una tarea durísima para los encargados de adiestrar a esa gente, en medio de la clandestinidad imprescindible en México, luchando contra el gobierno mexicano, contra los agentes del FBI norteamericano y los de Batista, contra estas tres combinaciones que se conjugaban de una u otra manera, donde mucho intervenía el dinero y la venta personal. Además, había que luchar contra los espías de Trujillo, contra la mala selección hecha del material humano — sobre todo en Miami— y, después de vencer todas esas dificultades, debíamos lograr algo importantísimo: salir…y, luego… llegar, y lo demás que en ese momento, nos parecía fácil. Hoy aniquilamos lo que aquello costó en esfuerzos, en sacrificios y vidas.21 

Así, Fidel Castro, cuando los enemigos de la Revolución Cubana lanzaban una serie de infundios sobre la existencia del Che, leyó en un acto público en La Habana, el 3 de octubre de 1965, una carta de despedida del comandante Guevara, cuando éste ya estaba en camino para ir a luchar en otras frentes de guerra. En ella el Che recordaba el momento en el que había conocido a Fidel y las experiencias que este encuentro había suscitado en él:

Fidel: Me recuerdo en esta hora de muchas cosas de cuando te conocí en casa de María Antonia, de cuando me propusiste venir, de toda la tensión de los preparativos.

Un día pasaron preguntando a quién se debía avisar en caso de muerte, y la posibilidad real del hecho nos golpeó a todos. Después supimos que era cierto, que en una revolución se triunfa o se muere (si es verdadera). Muchos compañeros quedaron a lo largo del camino hacia la victoria.22 

Por esos mismos días de su estancia en México, el revolucionario argentino se enteró del derrocamiento militar de Juan Domingo Perón en Argentina, a lo que respondió de la siguiente manera: “Argentina era una ovejita gris pálido, pero se distinguía del montón; ahora ya tendrá el mismo calorcito de sus 20 primorosas hermanas”.23  Sin duda, esta afirmación la hizo a partir de la larga experiencia que había desarrollado en sus viajes por América Latina.

Ernesto Guevara, ya incorporado por Fidel como uno de los futuros expedicionarios del Granma en calidad de médico, se casó el 18 de agosto de 1955 con Hilda Gadea en Tepozotlán, Estado de México. Meses más tarde nació la primera hija del Che.24 Además de haber conocido a Raúl, a Fidel y a Silva Herzog, el Che, hombre apasionado por la literatura, conoció en México al poeta León Felipe, a quien le escribió testimoniándole su gratitud las siguientes líneas:

Nunca se lo agradecí, pero siempre lo tuve muy presente. Tal vez le interese saber que uno de los dos o tres libros que tengo en mi cabecera es El ciervo; pocas veces puedo leer porque todavía en Cuba dormir, dejar el tiempo sin llenar con algo o descansar, simplemente, es un pecado de lesa dirigencia (…) El otro día asistí a un acto de gran significación para mí. La sala estaba atestada de obreros entusiastas y había un clima de hombre nuevo en el ambiente. Me afloró una gota del poeta fracasado que llevo dentro y recurrí a Ud., para polemizar a la distancia. Es mi homenaje; le ruego que así lo interprete.25 

Para noviembre de 1955 Ernesto Guevara e Hilda Gadea hacen un recorrido por el sureste mexicano, visitan Palenque, Uxmal, Mérida y Chichén Itzá; al retornar en barco por el litoral veracruzano, ignoraba el Che que por esas aguas del golfo partiría de México casi un año después para realizar la travesía del Granma, travesía que podemos considerar como una de las más grandes hazañas revolucionarias del siglo XX.

Al regreso de este viaje por el sureste mexicano, recibió la noticia de que había ganado una cátedra de Fisiología en la Universidad Nacional Autónoma de México. En una carta a su madre, fechada el 5 de diciembre de 1995, el Che le dice lo siguiente: “Yo no me veo profesor ni en la escuela primaria”.26  De cualquier manera, el comienzo de los preparativos para la liberación de Cuba imposibilitó que el Che se incorporara plenamente como profesor en la UNAM.

V. Los preparativos de su partida a Cuba

Cuando Fidel regresó a México, tras su gira por los Estados Unidos, comenzó el trabajo de creación de infraestructura para la preparación de la expedición a Cuba. Se realizaron caminatas por toda la ciudad de México, desde el sur hasta Zacatenco, donde hoy se encuentra el Instituto Politécnico Nacional, prácticas de tiro, ejercicios de acondicionamiento en las subidas del Ajusco y el cerro del Chiquihuite. Alberto Bayo, ex coronel del ejército republicano español, fue el entrenador militar y Arsacio Venegas Arroyo, uno de los mexicanos que participó activamente con el M-26-VII y como profesional de la lucha libre, se convirtió en el preparador físico de los expedicionarios. Refiriéndose al General Alberto Bayo, Ernesto Guevara escribió en Mi aporte a la Revolución Cubana:

Para mí, a quien él llamó su mejor alumno, constituye un honor poner en estas líneas del prefacio a los recuerdos de un gladiador que no se resigna a ser viejo. Del General Bayo, quijote moderno que sólo teme a la muerte el que no le deje ver su patria liberada, puedo decir que es mi maestro (el único individualizado, ya que la gran experiencia de mi vida guerrillera la dio ese telón de fondo del drama, que es el pueblo), de su obra, no puedo decir como caerá a la gran masa de los no actores que la lean; para mí fue un remanso, en estas horas en que los hechos superan mil veces a la reflexión o al recuerdo.27 

También Arsacio Venegas se convirtió en una persona cercana al Che, en un testimonio oral que recogí de este luchador social en los años ochenta, me relató que una vez el Che le dijo: “Gordo, esas luchas son puras payasadas” y Arsacio, en respuesta y para demostrarle lo contrario, le aplicó una llave en un brazo y le dijo que se zafara. El intento del Che fue en vano. A partir de entonces, Ernesto Guevara se convirtió en uno de sus mejores discípulos. La madrugada en la que partió el Granma, “el propio Venegas tendrá que despedirse del Che llorando”.28 

El M-26-VII arrendó por contacto de Alberto Bayo “un rancho en la localidad de Chalco, a 40 kilómetros de la ciudad de México… El Che fue nombrado responsable general del nuevo centro de entrenamiento”.29  Fue en esos días cuando sus colegas revolucionarios lo bautizaron con el nombre del Che. El rancho Santa Rosa funcionó desde los primeros meses de 1956 hasta el 24 de junio de aquel año, fecha en que Ernesto Guevara fue detenido con otros exiliados cubanos por policías federales mexicanos.30

Dentro de los problemas que el exilio cubano tuvo que afrontar, estaban las propias dificultades de realizar la preparación del operativo, situación que requería un discreto y reservado accionar. Por otro lado, los servicios secretos de la seguridad del régimen de Batista realizaron una serie de diligencias con algunos funcionarios mexicanos, que provocaron la persecución contra los revolucionarios cubanos. Un espacio relevante en esos acontecimientos lo ocupó la Embajada de Cuba en México. Incluso desde ella se plantearon atentados que buscaban la eliminación física de Fidel Castro. La noche del 20 de junio de 1956 se lleva a cabo por parte de la policía mexicana la detención de Fidel Castro, Ramiro Valdés y Universo Sánchez, así como la consiguiente detención en días posteriores de otros miembros del M-26-VII y de algunos colaboradores de esa organización.

Algunos de los detenidos fueron sometidos a crueles torturas y a diversos vejámenes por parte de la policía. Después de que autoridades judiciales ordenaron la libertad de un buen número de detenidos, incluso en contra de las órdenes dispuestas por la Secretaría de Gobernación, seguían presos Fidel Castro, Ernesto Guevara y Calixto García. Fue sólo a través de la gestión del general Lázaro Cárdenas ante el entonces presidente de México, Adolfo Ruiz Cortines, que se logró la liberación del principal dirigente del Movimiento. Al poco tiempo de recobrar su libertad, Fidel se entrevistó con el expresidente Cárdenas.31 

En la detención se acusó al Che Guevara de comunista, y se le amenazó de torturar a su hija y a su esposa. A lo que él respondió: “si son tan salvajes para hacerlo, no cuenten con él, que hasta ese momento les ha estado suministrando información sobre sí mismo, pero a partir de ahora será mudo”.32 Ya desde 1954, la CIA y el FBI vigilaban al Che en su estancia en Guatemala por “sospechoso comunista” que “intentaba organizar un grupo de resistencia” para evitar el derrocamiento del presidente Jacobo Árbenz Guzmán. Tras la intervención del general Lázaro Cárdenas, fueron liberados los revolucionarios cubanos, entre ellos Fidel Castro, y una semana más tarde fue liberado Ernesto Guevara. Estos hechos aceleraron los preparativos para la expedición del Granma, pero también tensaron la vigilancia que los órganos de seguridad del Estado batistiano y de Estados Unidos tenían puestos en los exiliados cubanos.33 

quienes aceptaron la defensa del caso. El mismo Raúl y Márquez “desde el exterior, tratan de contactar al expresidente Lázaro Cárdenas para que intervenga ante el gobierno. Finalmente lo lograrán a través de su vieja nana en Jiquilpan. Cárdenas recibe a los defensores de los cubanos, quienes le piden que interceda ante el secretario de Gobernación, pero el expresidente va más allá y dice que lo hará directamente con Ruiz Cortines”, Paco Ignacio Taibo II, Ernesto Che Guevara, 115.

VI. La expedición del Granma

Uno de problemas a lo que la expedición se enfrentó fue a la necesidad de conseguir una embarcación que tuviera la capacidad de viajar por las costas del Golfo hasta el oriente de Cuba. El Gramna (abuelita en español), tenía capacidad para aproximadamente 25 personas, y no para las 82 que finalmente viajaron. Los arreglos que se hicieron a la nave fueron de extrema urgencia, de modo que quedó reparada de forma deficiente e insegura. Pero sus ocupantes salieron de México seguros de cambiar el rumbo de la historia.

Al filo de la madrugada del 25 de noviembre de 1956, cuando el reloj marcaba las 1:30 hrs., la embarcación echó a andar sus motores con las luces apagadas. Desde la tarde del día anterior no había dejado de llover y el puerto de Tuxpan se encontraba cerrado a todo tipo de navegación a causa del mal tiempo. Los más de ochenta expedicionarios que habían abordado el yate guardaban silencio, entre ellos iba el argentino Ernesto Che Guevara.

A la entrada del puerto, el faro que resguardaba la costa fue un silencioso testigo de su partida, así como de la lucha de que aquella embarcación contra el intenso viento. Esta lucha contra las condiciones climatológicas de aquel día parecía presagiar los combates que tiempo después los integrantes del Ejército Rebelde librarían en la Sierra Maestra contra la tiranía batistiana. Con la partida del Che a Cuba, inició la conformación de un personaje con proyección revolucionaria que sigue presente hasta nuestros días.

El exilio latinoamericano, y en espacial el cubano, encontró en México en esos años una serie de condiciones para la realización de sus proyectos revolucionarios, como fue el caso de la expedición del Granma. Los miembros de esta organización encabezada por Fidel y Raúl Castro consideraban que sólo por la vía armada y desde una percepción revolucionaria sería posible el derrocamiento de la dictadura. Sin embargo, aquella expedición revolucionaria no buscaba exclusivamente el derrocamiento del gobierno de Batista, sino que pugnaba también por la verdadera libertad y la democracia. En palabras de Raúl Castro: “El pueblo cubano desea algo más que un simple cambio de gobierno. Cuba desea ardientemente un cambio radical en todos los terrenos de la vida pública y social. Hay que darle al pueblo algo más que libertad y democracia en términos abstractos.”

A medida que el proceso revolucionario avanzaba y maduraba, la conciencia inquebrantable de aquellos hombres y de su pueblo fue lo que hizo cambiar el rumbo de la historia. La convicción de estos hombres revolucionarios estaba bien orientada. Fidel Castro, poco antes de abandonar México, enunció: “Y si llegamos —dijo— entramos; y si entramos, hemos vencido”.

VII. México y el legado del Che; a modo de reflexión final

La Casa Blanca, bajo el gobierno de Bill Clinton, reconoció que la CIA había ofrecido 150 mil dólares en los años sesenta por asesinar al comandante Fidel Castro. Tenemos este ejemplo, entre varios, de los diversos atentados o intentos que realizó Estados Unidos en contra de los revolucionarios cubanos. Esto nos lleva a pensar que la caída en combate del Che, el 8 de octubre de 1967, tuvo como objetivo frenar el impulso que estaban alcanzando las conquistas sociales, producto de una situación revolucionaria y la orientación que le imprimirían sus dirigentes. Recordemos que el asesinato del combatiente en tierras bolivianas ocurrió cuando la ofensiva contrainsurgente estadounidense en esos años actuaba apoyando a las dictaduras militares en diversos países latinoamericanos.

El interés del gobierno de los Estados Unidos, en la aprensión del Che Guevara, tuvo como desenlace su asesinato. Su muerte fue tal vez el factor más importante para que el personaje se convirtiera, a lo largo de las décadas posteriores, en imagen y símbolo de la revolución latinoamericana y mundial.

Notas

  1. El presente trabajo está basado en el artículo de mi autoría “Ernesto Che Guevara en México”, en Cuadernos Americanos, n. 69, 1998, pp. 179-199. Agradezco el apoyo brindado por la alumna Clara Arce Fernández para la realización de nuevo escrito, retrabajado para la Revista Ecos del Instituto de Historia de la UASD.
  2. Paco Ignacio Taibo II, Ernesto Che Guevara, también conocido como el Che, (México: Planeta-Joaquín Mortiz, 1996) 766
  3. Un panorama de las opiniones y comentarios en contra y a favor del Che Guevara podemos encontrarlo en Benjamín Ortega (coomp.), El Che Guevara. Redacción de la prensa del Continente Americano con motivo de su muerte, octubre-noviembre 1997, (Cuernavaca, CIDOC dossier, n. 30, 1968).
  4. Ernesto Che Guevara, “Discurso en la inauguración del Curso de Adoctrinamiento del Ministerio de Salud Pública, 19 de agosto de 1960”, Escritos y discursos, tomo 4, (La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1977), 176.
  5. Envar el Kadri, “Por las rutas del doctor Guevara”, en “Ernesto Guevara de la Serna, El Che”/Suplemento de La Jornada, (México, 9 de octubre de 1997) 4.
  6. Ernesto Che Guevara, “El Patojo”, en “Pasajes de la guerra revolucionaria”, en Escritos y discursos, tomo 2, (La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1977), 292
  7. Paco Ignacio Taibo II, Ernesto Che Guevara…, 80. En el acta de nacimiento del Ernesto Guevara sólo figuran los abuelos, siendo estos Roberto Guevara y Ana Lynch por vía paterna, y Martín de la Serna y E. Llosa por vía materna. Vid. Ernesto (Che) Guevara: bibliografía, (La Habana: Dirección de Información Científico Técnica/ Universidad de La Habana, 1987). 
  8. Paco Ignacio Taibo II, Ernesto Che Guevara, 80. 
  9. Paco Ignacio Taibo II, Ernesto Che Guevara, 81.
  10. Al respecto Hilda Guedea cuenta el siguiente testimonio: “Un día fuimos a ver Arriba el telón, de Cantinflas. No recuerdo película que le haya hecho reír tanto (…) la escena de Cantinflas bailando el minué cuando se encuentra improvisadamente en escena fue lo que más le hacía reír”. Paco Ignacio Taibo II agrega: “Verá la película más de una vez. Y seguro recordará al doctor Valenza, un psicólogo peruano que conoció en su primer viaje por América, quién le decía que la única manera de comprender el panamericanismo era ver a Cantinflas (…) Ernesto Guevara habrá de recordar cuidadosamente esta anécdota a lo largo de los años; cuando quiere reírse de sí mismo, cuando quiere no tomarse en serio, cultivará el parecido con Cantinflas. Parecido que en el 56 aún no existe. Ernesto en esos días más bien se parece a la versión juvenil lampiña, un poco más alta y un poco más basta de John Garfield”, en: Paco Ignacio Taibo II, Ernesto Che Guevara, 98.
  11. Ernesto Che Guevara, Escritos y discursos, 280.
  12. Paco Ignacio Taibo II, Ernesto Che Guevara, 82. 
  13. Ernesto Che Guevara, Escritos y discursos, 280-281. 
  14. Thelma Bornot Pubillones et al., De México a la Sierra Maestra, (México: Nuestro Tiempo, 1981), 18.
  15. Paco Ignacio Taibo II, Ernesto Che Guevara, 88.
  16. 17 Años más tarde, ya durante el triunfo de la Revolución Cubana, la revista Bohemia publicará algunas de las fotografías tomadas por el Che en esta ocasión.
  17. Autores varios, Testimonios sobre el Che, (La Habana: Editorial Pablo de la Torriente, 1990), 102-103. Como indica Tiquet, en la revista Cuadernos Americanos fue publicada una sección titulada “En memoria de Ernesto Che Guevara”, que recoge diversos poemas hechos para esa ocasión dedicados al Che. Pero también incluye una dedicatoria del maestro Jesús Silva Herzog que decía: “Cuadernos Americanos publica estos poemas de homenaje a Ernesto Guevara, al hombre que sacrificó su vida por un ideal superior, por un ideal de Libertad y de Justicia para los pueblos de nuestra estirpe. Su vida es ejemplo fulgurante para la juventud que lucha movida por el afán de construir un mundo nuevo, y en el cual todos los seres humanos tengan pan en abundancia, morada higiénica y vestido acordes con las condiciones climáticas de cada lugar, educación, cultura y una moral basadas en la solidaridad social y el amor al semejante.
  18. Paco Ignacio Taibo II, Ernesto Che Guevara, 90. 
  19. Paco Ignacio Taibo II, Ernesto Che Guevara, 93.
  20. Paco Ignacio Taibo II, Ernesto Che Guevara, 93
  21. Guevara, “Una revolución que comienza”, en “Pasajes de la Guerra Revolucionaria”, en Obra revolucionaria, prólogo y selección de Roberto Fernández Retamar, (México: Era, 1976), 259-260; también en Escritos y Discursos, tomo 2, pp. 4-5.
  22. Ernesto Che Guevara, “A Fidel Castro”, en Cartas, en Obra revolucionaria, p. 662; también en Escritos y Discursos, tomo 9, p. 393
  23. Paco Ignacio Taibo II, Ernesto Che Guevara, 98.
  24. Su hija Hilda Beatriz nació el 15 de febrero de 1956 en el Sanatorio Inglés de la ciudad de México. A ella el Che le escribió una de sus primeras cartas de despedida cuando se fue a Bolivia. En esa carta, fechada en el décimo cumpleaños de su hija, destaca el testimonio de amor y de ética revolucionaria que profesó; véase Guevara, Escritos y Discursos, tomo 9, pp. 392-393. 26 Guevara, “A León Felipe”, Cartas, en Escritos y discursos, tomo 9, pp. 388- 389.
  25. Guevara, “A León Felipe”, Cartas, en Escritos y discursos, tomo 9, pp. 388- 389.
  26. Paco Ignacio Taibo II, Ernesto Che Guevara, 101
  27. Ernesto Guevara, “Prólogo”, en Mi aporte a la Revolución Cubana, p. 10. 
  28. Ernesto Guevara, “Prólogo”, en Mi aporte a la Revolución Cubana, 122. 
  29. Bornot Publicaciones et al., De México a la Sierra Maestra, 49. 31 La mañana del 21 de junio de 1956, después de detener a María Antonia González y a Juan Almeida en la casa de ella, la policía se presentó en la casa del Che. Un día después en la Plaza de la Revolución son detenidas la esposa y la hija de ambos.
  30. Adalberto Santana, “La travesía del Granma”, en: Cuadernos Americanos (México, n. 2, marzo-abril de 1968), 94-95. Para lograr la libertad de los detenidos, dos miembros del M-26-VII, Raúl Castro y Juan Manuel Márquez, contactaron a los abogados Ignacio Mendoza y Alejandro Guzmán, quienes aceptaron la defensa del caso. El mismo Raúl y Márquez “desde el exterior, tratan de contactar al expresidente Lázaro Cárdenas para que intervenga ante el gobierno. Finalmente lo lograrán a través de su vieja nana en Jiquilpan. Cárdenas recibe a los defensores de los cubanos, quienes le piden que interceda ante el secretario de Gobernación, pero el expresidente va más allá y dice que lo hará directamente con Ruiz Cortines”, Paco Ignacio Taibo II, Ernesto Che Guevara, 115.
  31. Paco Ignacio Taibo II, Ernesto Che Guevara, 113.
  32. En una entrevista de Fidel Castro después de su detención, con Fernando Gutiérrez Barrios, es capitán del ejército mexicano, jefe de Control e Informática de la Dirección Federal de Seguridad (órgano de contrainteligencia de la Secretaría de Gobernación) y años más tarde gobernador del estado de Veracruz y secretario de Gobernación, que entonces tenía menos de treinta años, le informa que la ‘policía mexicana está recibiendo informaciones de los servicios secretos cubanos y que sin duda tiene un infiltrado en sus filas’. Respecto de esta situación el Che menciona: ‘Esta primera entrega sirvió para demostrar a las autoridades cubanas que, efectivamente, el traidor conocía nuestras interioridades. Fue también lo que nos salvó al demostrarnos lo mismo”, Paco Ignacio Taibo II, Ernesto Che Guevara, 120-121.

Referencias

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