Revista ECOS UASD, Año XXVI, Vol. 2, No. 18 Julio-diciembre de 2019 • Sitio web: https://revistas.uasd.edu.do/

El libro: Orígenes del socialismo latinoamericano y dominicano, de Franklin Franco

DOI: https://doi.org/10.51274/ecos.v26i18.pp153-160

Antropólogo, egresado de UASD, candidato a doctor de la Universidad de Sevilla. Profesor de Antropología e Historia de la Escuela de Historia y Antropología de la UASD. Premio de Historia Vetilio Alfau Durán AGN 2015, con la obra El modelo anticaudillista

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Cómo citar:Vásquez Romero, José. 2019. «El libro: Orígenes del socialismo latinoamericano y dominicano, de Franklin Franco». Revista ECOS UASD 26 (18):153-160. Doi: https://doi.org/10.51274/ecos.v26i18.pp153-160

Esta obra es el resultado de una serie de artículos publicados en la prensa, en la primera década del siglo XX, por el destacado intelectual Franklin Franco. La misma fue publicada en el 2009 y consta de 33 artículos distribuidos en 197 páginas. El investigador aborda la problemática en cuestión, a través de las etapas y coyunturas de mayor trascendencia, en el tortuoso recorrido protagonizado por los sectores comprometidos con el ideal de justicia. Dicho texto constituye un esbozo, breve pero representativo, de las distintas variantes que caracterizaron la evolución del socialismo desde sus orígenes utópicos hasta el siglo XX, en que se consolida como promesa concreta de cambio. El análisis en cuestión está distribuido en cuatro ejes fundamentales. El primero de estos está representado por los primeros cuatro artículos basados en aspectos conceptuales, en los que se distinguen los diferentes tipos a saber: a) socialismo utópico; b) socialismo ortodoxo; c) socialismo democrático; y d) anarquismo. Franco describe las características de cada uno de ellos y explica el contexto histórico en el que surgieron. El segundo está definido por una serie de 12 artículos en los que Franco analiza el impacto que produjo el proceso migratorio europeo hacia América Latina y El Caribe, y cómo este contribuyó al desarrollo de diferentes miradas ideológicas, protagonizadas –sobre todo– por la intelectualidad de los países en los que se acunaron estas ideas emancipadoras, destacándose, en América del Sur, Argentina, Venezuela, Perú, Uruguay y Chile. Además de México y Cuba. También resalta, en este bloque, la influencia de la Revolución bolchevique. El tercer eje se fundamenta en el desarrollo de las ideas socialistas en la República Dominicana y cómo repercutieron las migraciones europeas, sobre todo la española, en su conformación. A través de 6 artículos –en este bloque– su autor resalta el contexto de la tiranía trujillista como elemento que motorizó el afianzamiento de estructuras políticas y gremiales. En el cuarto bloque, integrado por 11 artículos, el autor aborda la evolución socialista a partir de la II Guerra Mundial y la Guerra Fría, destacando la Revolución Cubana.

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Sobre el socialismo utópico afirma Franco que el primer representante documentado de esta corriente de pensamiento es el sacerdote inglés Thomas Moro (1478-1535), autor de la obra Utopía, la primera en su género. Este fue canciller de su país y murió decapitado por negarse a reconocer el poder espiritual del rey Enrique VIII, quien ordenó su muerte. Además descollaron el alemán Thomas Müntzer, el italiano Tommaso Campanella, el inglés Robert Owen, y el francés Saint-Simón (1760-1825), miembro destacado de la nobleza de la Francia prerrevolucionaria. También resalta el papel de Comte (1798-1857), quien desarrolló propuestas que contribuyeron al progreso de las formulaciones socialistas. No obstante, debido a su carácter subjetivo, situaba al individuo y su acción como factor determinante del progreso, sin tomar en cuenta el papel protagónico de las masas. Comte identificó tres etapas claves en la evolución y desarrollo de la humanidad: teológica, metafísica y positiva; inventó el concepto de sociología y sus fundamentos doctrinarios fueron introducidos en República Dominicana por Hostos. Los utopistas tenían, como principal motivación, escapar de la persecución político-ideológica a la que estaban sometidos en sus países de origen. Resalta Franco que las contradicciones ideológicas se agudizaron a partir del éxito electoral de los socialdemócratas alemanes, al obtener más de un millón y medio de votos, lo cual se logró luego de 20 años de resistencia que condujo a la renuncia del canciller Bismarck y el arribo al trono del Imperio Teutón, del emperador Guillermo II, en el año 1890. Además, en el año 1872, los “fundadores de la Primera Internacional”, Monnot y Faesch, crearon una “seccional” de esa institución francesa en Buenos Aires, compuesta por 273 afiliados. Luego se establecieron las seccionales italiana, alemana y española. Cada una de estas filiales editaba periódicos en sus respectivas lenguas. En los distintos países suramericanos, de las diferentes corrientes ideológicas que apostaron al derrumbe del capitalismo, la de mayor difusión y aceptación entre los trabajadores fue la anarquista. La misma infundió una “imagen redentorista” a sus seguidores bajo el predicamento de posiciones extremistas, en las que manifestaban dar la vida por la emancipación de la humanidad.

Enfatiza Franco que el término “socialista” empezó a utilizarse a mediados del siglo XIX a raíz de la Revolución Industrial en Inglaterra. Estas iniciativas surgieron concomitantemente con formulaciones teóricas del socialismo utópico. Pero los términos “socialista” y “comunista” se sistematizaron en la literatura y en la práctica socio-política, a partir de la publicación del Manifiesto Comunista (1848). Además, Franco destaca el giro radical de la doctrina socialista, al final del siglo XIX, el cual lo desviaría de sus objetivos; con los postulados de la Segunda Internacional liderada por Kawtsky, pionero del socialismo democrático. Aunque es a Bernstein a quien se atribuye la condición de auténtico fundador de la socialdemocracia. Aquellas contradicciones desencadenaron un proceso de persecución anticomunista en toda Europa. Esa feroz represión contra las ideas progresistas desató una estampida migratoria hacia América, sobre todo a los Estados Unidos, que estaba a la vanguardia en el desarrollo industrial, pese a que ya Europa conocía inventos como la “máquina de hilar”, la “máquina de vapor”, el ferrocarril, la electricidad, el “motor de combustión de gasolina”, el automóvil y el aeroplano. La situación de miseria de la población europea fue tan deplorable que el Papa León XIII promulgó la “Encíclica Rerum Novarum”, (1891) en la cual reclamó la asistencia del Estado en favor de los desposeídos. La miseria fue tal que, sólo con destino a los EE.UU., emigró un promedio de 2 millones y medio de personas (1880-1890). Hubo dos categorías de migrantes. Los que llegaron a América Latina tuvieron características similares a los que arribaron a territorio estadounidense (alta y baja calificación). Además de Suramérica, los países receptores corresponden a Centroamérica y a las Antillas (Guadalupe y Martinica), primeras colonias a donde llegaron los socialistas y comunistas perseguidos por su participación en la Comuna de París.

Precisa Franco que la ruralidad fue el común denominador del 90% de la población latinoamericana decimonónica, y esa condición no excluía a la sociedad dominicana, que a pesar de que los principales representantes de las ideas liberales tuvieron el privilegio de viajar a Francia, Alemania e Inglaterra, éstos formaban parte de una reducida élite a cuyo mundo no tenía posibilidades de acceder el dominicano común. En el marco de la apertura democrático-liberal vivida en Francia durante la segunda mitad del siglo XIX (1865), viajaron a aquel país personalidades como Francisco Henríquez y Carvajal, Bonó, Eugenio de Marchena y Luperón. No obstante, en ninguno de éstos impactó el ideal socialista, sino las ideas liberales. Por tanto, más tarde, la actividad socialista halló eco en la República Dominicana a través de los principales intelectuales latinoamericanos que se identificaron con este sistema de pensamiento político. Entre los ideólogos del socialismo latinoamericano se hallan el argentino Ugarte, considerado el pensador anarquista más importante de la época; y el peruano González Prada, escritor más sobresaliente de su tiempo. Ambos conocieron varios países europeos, dado que nacieron en el seno de familias oligárquicas. En la “Guerra del Pacífico”, nombre que se dio a la confrontación bélica producida entre Chile y Perú, fue estremecido espiritualmente por la derrota sufrida por su país frente a Chile. Aquélla fue una guerra instigadora, financiada por “monopolios ingleses” establecidos en el país vencedor. Este conflicto, desarrollado en el periodo 1879-1883, arrastró también a Bolivia, circunstancia en la que este país andino perdió su salida al mar hasta el presente. El interés de los ingleses era la explotación de salitre (nitrato) y otros minerales ubicados en territorio boliviano y peruano, los cuales constituían materias primas para la elaboración de fertilizantes. González Prada residió en París, Madrid y Bruselas. En París asumió el anarquismo como sistema ideológico. Se declaró enemigo del clero, en lo que recibió influencia de Renan. Se declaró opuesto a la revolución proletaria por temor a que esta deviniera en una dictadura. No obstante, se inclinó a favor del uso justificado de la violencia. Como anarquista clásico no formó partido político alguno y se dedicó a la literatura desde la cual propagandizó las ideas de justicia e igualdad. Fue uno de los pioneros del modernismo literario, además de educador popular. Muere el 22 de julio de 1918 víctima de un infarto. Su legado literario está contenido en las obras Páginas libres (1904) y Horas de lucha (1908). Después de su muerte se publicaron: Anarquía, Nuevas páginas libres (1937), Propaganda y ataque (1939), entre otros.

Expresa Franco que el método de lucha de Manuel Ugarte fue distinto al del anterior. Fue un revolucionario aguerrido al que el intelectual Franco compara con Ernesto Guevara, “el Che”. A los 18 años de edad publicó su primera obra poética, Palabras; a los 19 publicó Poemas grotescos. Luego publicó un “brillante ensayo” intitulado El porvenir de la América española y La reconstrucción de Hispanoamérica, al final de cuya revisión falleció intoxicado por efecto de “emanaciones de gas en su apartamento en la ciudad suiza de Niza”. Fue impulsor del Partido Socialista Argentino y mantuvo una estrecha amistad con José Ingenieros, Alfredo Palacios y con el uruguayo José Enrique Rodó. Sobre el impacto de la Revolución Rusa en el afianzamiento del socialismo latinoamericano, establece Franco que esta revolución provocó confrontaciones ideológicas entre marxistas ortodoxos, que devinieron en marxistas-leninistas, quienes produjeron un impacto estremecedor tanto en Europa como en América Latina. El estallido de aquel conflicto, al finalizar el segundo lustro del siglo XX, llegó a su final en el cuarto lustro, circunstancias en las que impactó en medida trascendente las sociedades latinoamericanas más desarrolladas, como México, Brasil y Uruguay, donde el Partido Socialista en 1920 decidió integrarse a la Tercera Internacional instaurada por los partidarios de Marx y Lenin. También en Bolivia se creó, durante ese mismo año, una incipiente estructura comunista. En 1922 se fundaron sendos partidos comunistas en Chile bajo la conducción del intelectual Emilio Recabaren y en Colombia liderado por Alfredo Castellón; un año después se fundó el Partido Comunista Brasileño y, en 1925, se fundó el Partido Comunista Cubano dirigido por Julio Antonio Mella y Carlos Baliño. Este proceso de efervescencia revolucionaria era una consecuencia de los hechos desencadenados por los obreros alemanes, quienes bajo el liderazgo de Rosa Luxemburgo, una antigua socialdemócrata que había ingresado a las filas del Partido Comunista Alemán junto a Karl Liebknecht, tuvieron una rebelión en enero de 1919. La rebelión fue aplastada y ambos dirigentes fueron asesinados por las fuerzas represivas berlinesas. En Rusia las contradicciones se centraron primero entre bolcheviques y mencheviques y, en segundo lugar, entre los primeros y los trotskistas, quienes reivindicaron la propuesta marxista de la revolución permanente. León Davídovich Trotski fue el principal estratega militar de la Revolución Rusa, creador del Ejército Rojo y Ministro de Defensa.

En la coyuntura, República Dominicana era víctima de la ocupación militar estadounidense (1916-1924). La situación de la guerra tuvo repercusiones sin precedentes en el país, en los órdenes económico, político y social. La influencia de las ideas progresistas, bajo distintas denominaciones, tuvo su común denominador en la lucha antiimperialista. Cuba constituyó uno de los casos más emblemáticos en este proceso, pues al finalizar la Guerra Hispanoamericana iniciaría relaciones tirantes con EEUU debido a la Enmienda Platt.

Puede concluirse que, pese a su brevedad, la obra ofrecida por Franco Pichardo representa una contribución de enorme utilidad para comprender las raíces de las ideas socialistas en el mundo y en el hemisferio. Conocer las distintas etapas y perspectivas mediante las cuales han alcanzado su adultez las ideas emancipadoras es un valioso tributo a su comprensión. Y debe ser aprovechado para rediseñar estrategias de resistencia que coadyuven a la superación del abismal estado de desigualdad que afecta a las mayorías desposeídas y oprimidas. También es preciso decir que, pese a las gestiones realizadas por Gregorio Luperón en el exterior, en el siglo antepasado, la República Dominicana se mantuvo a la zaga en la recepción de migrantes portadores de ideas avanzadas, como las socialistas.

Notas

  1. Franklin Franco Pichardo, Orígenes del socialismo latinoamericano y dominicano. Santo Domingo: Sociedad Editorial Dominicana, 2009. 197 página