La nueva obra del profesor Ferrán constituye una entrega muy distinta a las que hasta ahora nos ha acostumbrado en sus libros y artículos de filosofía, antropología y sociología. En efecto, su estudio Los herederos pasa balance a las potencialidades culturales de la sociedad dominicana de cara a la crisis civilizatoria que vive el mundo actual. Es un libro para reflexionar en claves nuevas sobre los desafíos que hoy tiene la sociedad dominicana, en relación al proyecto de Nación republicana y democrática. Realiza una evaluación histórica, aunque el autor no pretende caracterizar los modelos de desarrollo uno tras otro ni evaluar los factores que contribuyeron a su crecimiento o favorecieron su deterioro y crisis. Le preocupan ante todo las propuestas de futuro y la conciencia con que debemos, como sociedad dominicana, abordar de manera responsable los retos del presente.
A este fin el autor ha repasado un amplio conjunto de estudios contemporáneos que entiende relevantes para su tarea. Con este apoyo en múltiples fuentes, ha podido ofrecer un cuadro complejo y a la vez denso de lo que el autor llama “el ADN cultural” del pueblo dominicano. Desde luego, como aclara desde sus primeras páginas, no es de factura propia dicho concepto-metáfora, sino que ha sido ya ensayado por otros autores.
El enfoque del estudio Los herederos resulta llamativo, además de novedoso, pues traspasa las líneas comunes de reflexión sobre la realidad dominicana actual: El autor busca acercarnos a una reflexión de cara a las potencialidades de la sociedad que proceden de su desarrollo cultural. Por eso ha preferido, antes que otra cualquiera, la imagen o metáfora del ADN cultural. Esta da cuenta de la raigambre cultural que destaca como hilo conductor de su exploración. Y esto es así, pues los referentes parcelados de las ciencias se muestran insuficientes para la tarea holística que reclama. En efecto, la miopía de la economía y del funcionalismo de la sociología académicas vigentes no parece dar respuestas a las preguntas que plantea una reflexión compleja acorde con las crisis de nuestro tiempo. En cambio, una mirada al rizoma cultural parece sugerir el tipo de pensamiento que el autor pone en juego y considera pertinente para un examen de la sociedad dominicana en sus capacidades y potencialidades.
Los herederos tiene más rasgos novedosos, entre los que quisiera señalar al menos cuatro. Lo primero que notamos enseguida es su bagaje interdisciplinario; y aun puede decirse que es fruto de un esfuerzo transdisciplinar, puesto que se resiste a ser encasillado en una disciplina, ya sea la sociología, la antropología, la economía, la historia, la ciencia política o la filosofía; aunque en su trabajo no falte ninguna de ellas. Un segundo rasgo a apreciar es que dialoga con las tradiciones del pensamiento dominicano moderno, de los siglos XIX (que arranca con Bonó, García, Hostos) y XX, las que también cabe situar en su contexto más amplio de la reflexión latinoamericana y occidental. Otro rasgo de este libro se halla en la mirada al ser dominicano, como individuos o en sociedad: el autor no quiso reducirlo a una sola voz, sino más bien se vale de múltiples estudios y reflexiones en los que abreva evidencias para construir sus argumentos y proposiciones que van del pasado al futuro.
Quizás el rasgo más llamativo se refiere al uso de la metáfora del ADN cultural, la cual da subtítulo a la obra. El autor escogió este modo de abordar la problemática de la “unidad de cualquier sociedad” y se arriesgó a probarlo en el caso de la sociedad dominicana en las páginas de este libro, como explica en la nota 9 del Prefacio. Se propone partir de un punto de vista distinto para aprehender de nuevo los problemas dominicanos. Con lo que, presumiblemente, también se advertirán otras respuestas y propuestas de soluciones.
El libro está organizado en siete capítulos, que constituyen síntesis de los planteamientos que le han servido al autor para realizar su balance, en términos de un futuro no muy lejano, pues lo sitúa en el horizonte temporal del año 2050. Las dos primeras síntesis, muy breves, por cierto, son teoréticas: una trata sobre “La cuestión dominicana”, donde presenta su tesis sobre el “ser-dominicano” en una perspectiva que remite a la antropología filosófica; mientras la segunda se detiene en la conceptualización del “ADN de la sociedad dominicana”, ambas delimitan el enfoque general del estudio. El “modelo conceptual” despeja la cuestión del código cultural o ADN de la sociedad, que toma como punto de partida la teoría del “gen egoísta” desarrollada por Richard Dawkins, quien distingue con el término “meme” el comportamiento diferencial del citado gen (Ferrán, 2019: 165 n.). En su “mapa del ADN cultural de la sociedad dominicana” Ferrán identifica cuatro memes: a) atávico, b) contraproducente, c) paradojal y d) escéptico, como tipos de comportamientos asociados a los genes constitutivos de la sociedad dominicana.
Las siguientes tres síntesis, que corresponden a los capítulos del III al V, realizan un recorrido sociohistórico para determinar los fundamentos de la sociedad y que proporcionan las bases del ADN cultural. En este capítulo tercero aborda los modelos o la tipología de los “seis modelos tradicionales de convivencia social dominicana”. Es quizás la mirada con mayor acento sociológico la que se expone en este capítulo. El autor distingue seis tipos tradicionales, de los cuales se desprenden cuatro rasgos, actuales y actuantes, que sirven de pilares de la organización de la sociedad. Destaca el modelo identificado por Bonó en el siglo XIX: el campesino tabacalero, al que además consideró de talante democrático, frente a los demás modelos que definió como oligárquicos. Ferrán remite ambos modelos a las tradiciones democrática y autoritarias del pensamiento europeo (Hegel con su Estado de derecho, frente a Hobbes con su Leviatán).
A continuación, la exposición pone el acento en lo histórico-social y antropológico, en la dinámica de las continuidades y rupturas, pero también en los rasgos culturales distintivos de los sistemas tradicionales de organización social. El capítulo IV presenta las “Continuidades y rupturas” que muestran las trayectorias de esos modelos. El V presta atención a la “Singularidad cultural de la sociedad dominicana”, dentro de la cual distingue dos acercamientos: uno que abarca las dinámicas culturales propias y otro que retrata el “Mapa del ADN cultural de la sociedad dominicana”. Prestar “atención a las singularidades” ha sido señalada por el historiador François Dosse como un requisito de este tiempo de crisis de los grandes relatos, para entrar en lo irreductible, lo novedoso, lo singular, no para terminar en un regodeo romántico, sino para “explorar los futuros incumplidos”. Ferrán se refiere a la significación de la singularidad dominicana al retomar el modelo tabacalero en el capítulo IV, al tratar sobre el “espíritu empresarial”, señala esta continuidad primordial: el “pueblo dominicano que reproduce en sus micro y pequeños negocios (…) el espíritu empresarial con su característico empuje, brío, talento y determinación, omnipresente desde tiempos del conuco tabacalero, en todas las épocas dominicanas”. Y continúa poniendo el acento en la desigualdad que le acompaña: “Este sector encarna la estrategia de adaptación cultural de la mayoría absoluta de familias e individuos que pueblan un medio ambiente social relativamente hostil, pues es incapaz de incluirlos y brindarles iguales oportunidades que a quienes integran el sector formal de la economía” (pp. 99-100). Por eso, en el capítulo 5, subraya las limitaciones de tales modelos: “La realidad tabacalera, así como la hatera, la maderera, la azucarera y las demás, fueron todas incapaces de doblegar, educar y reencauzar el egoísmo natural que identifica al yo dominicano, desprovisto de formación doctrinal y ética. La construcción de la realidad dominicana siguió bajo el cuido predominante del egoísmo natural, de espaldas y ajena a su propio desarrollo personal y comunitario” (p. 217).
La comprensión de esas limitaciones introduce a los capítulos finales de Los herederos.
Con el capítulo VI se cierra el libro, o así pareciera: “El destino dominicano”, el cual remite al pasado, presente y futuro de la Nación. Se puede discutir sobre el título de este capítulo, por cuanto expresa el término “destino”, en el sentido determinante o fatalista con que se emplea desde los antiguos griegos. Mas este capítulo propone un planteamiento sobre la situación actual de la sociedad dominicana para lo cual enfoca la cuestión del “destino dominicano” en cuatro escenarios.
Cabe decir que pudo enfocarse directamente en el futuro, sin necesidad de referirse a un destino específico, pero este era un propósito preferido del pensamiento conservador y neoliberal que el estudio cuestiona por su naturaleza excluyente. Por eso, este capítulo tiene un énfasis polémico que pretende recomponer la mirada hacia el futuro y proponer un conjunto de tareas de cara a él. Pero el propio autor le ha puesto un contrapeso con el Epílogo (capítulo VII) que deja abierta la reflexión propuesta, aun sea como tarea del momento.
La validez de este balance y su modo de exposición puede discutirse. El propio autor “entra y sale” del modelo conceptual de “los genes culturales”, sin aferrarse dogmáticamente a él. En ese sentido el modelo le es útil como metáfora, no configura la realidad, mucho menos el futuro. Mas su planteamiento resulta coherente con el propósito que se ha impuesto: “divisar a lo lejos el desconocido porvenir que emerge revestido en ascuas” (Ferrán, 2019: 34).
Estamos entonces frente a un libro abierto, en tanto que constituye una invitación a discutir una cuestión decisiva como pueden ser las opciones históricas de la sociedad dominicana de hoy. Constituye una provocación al pensamiento, y evitar que esta se comporte como yola a la deriva. En definitiva, pensar sobre el tipo de sociedad que queremos ser para volver poner en las manos del colectivo su destino, sin temor y contando con sus propias fuerzas o capacidades, fundadas en sus recursos culturales más arraigados. Esta es la reflexión para el último día del 2049, víspera del 2050 como meta; aunque esta sea intermedia, la clave consiste en ejercitar el pensamiento “utopístico”, para utilizar la expresión de Wallerstein, en orden a evaluar los alcances y potencialidades de nuestro ADN cultural y decidir lo que queremos ser como sociedad republicana y democrática. El profesor Ferrán ha aportado un libro válido y oportuno, que llama retomar el pensamiento sobre “lo que da que pensar”. En este libro, además, nos deja un testimonio personal “del camino recorrido y de las fuentes que me avalan a la hora de organizar y proveer de sentido (…) la cuestión dominicana y —sobre todo— sus herederos” (2019: 37).