Revista ECOS UASD, Revista ECOS UASD, Año XXVIII, Vol. 1, No. 21, enero-junio de 2021. ISSN Impreso: 2310-0680. ISSN Electrónico: 2676-0797 • Sitio web: https://revistas.uasd.edu.do/

El mito trujillista de la patria nueva y Francisco Moscoso Puello

The Myth of the New Homeland and Francisco Moscoso Puello

DOI: https://doi.org/10.51274/ecos.v28i21.pp67-83

Profesor e investigador en el área de Humanidades y Filosofía a tiempo completo en la UASD. Posee doctorado en Filosofía (Universidad del País Vasco,2018); maestría en Educación y Postgrado en Lingüística Aplicada (INTEC, 2008/2005). Está inmerso en el estudio de la cuestión racial y los discursos de la identidad dominicana. Ha publicado artículos académicos en revistas nacionales e internacionales sobre hermenéutica filosófica y la cuestión racial en la obra de Francisco Moscoso Puello. https://orcid.org/0000-0001-6595-1892 / Email: [email protected]

Recibido: Aprobado:

UASD Jurnals - Open Access

Cómo citar: Santos, Roque. 2021. «El Mito Trujillista De La Patria Nueva Y Francisco Moscoso Puello». Revista ECOSUASD 28 (21):67-83. https://doi.org/10.51274/ecos.v28i21.pp67-83

Resumen

En el siguiente trabajo releemos cuatro obras de Francisco E. Moscoso Puello (1885-1959) escritas entre 1930 y 1940; estas son: Cartas a Evelina (1935/1941), Cañas y bueyes (1935), De la Odisea de la Hispaniola (1936) y Navarijo (1940/1951). La relectura se hará como una crítica velada al mito de la patria nueva. Este cirujano dominicano mantiene un discurso en franca contraposición a los apologistas del régimen, como Manuel A. Peña Batlle y Joaquín Balaguer, sobre el papel de Trujillo como constructor de una nueva nacionalidad. En la solidificación del mito de la patria nueva partimos de un análisis a los títulos dados al mandatario desde su ascensión al poder en 1930 hasta finales de la década del 40 cuando se consolida el mito. Partimos de la noción y clasificación del mito que hace Andrés L. Mateo en su Mito y cultura en la era de Trujillo (1993) y la interpretación que realiza Roberto Cassá sobre el nacionalismo fraudulento como ideología trujillista en Capitalismo y dictadura (1982).

La conclusión a que arribamos es que si bien no hay referencias explícitas a Trujillo o a su gobierno en estas obras analizadas; el discurso de Moscoso Puello se auxilia de la tesis de la inviabilidad de la nación dominicana para describir las condiciones sustanciales que se oponen a lo estipulado por el mito de la patria nueva.


Palabras clave:

patria, patria nueva, mito, cultura, nación.

Abstract

In the following work we reread four works by Francisco E. Moscoso Puello (1885-1959) written between 1930 and 1940; These are: Cartas a Evelina (1935/1941), Cañas y bueyes (1935), De la Odisea de la Hispaniola (1936) and Navarijo (1940/1951). The rereading will be done as a veiled critique of the myth of the new homeland. This Dominican surgeon maintains a speech in frank opposition to the apologists of the regime such as Manuel A. Peña Batlle and Joaquín Balaguer on the role of Trujillo as a builder of a new nationality. In the solidification of the myth of the new homeland, we start from an analysis of the titles given to the president from his ascension to power in 1930 until the end of the 1940s when the myth was consolidated. We start from the notion and classification of the myth made by Andrés L. Mateo in his Myth and Culture in the Trujillo era (1993) and Roberto Cassá’s interpretation of fraudulent nationalism as a Trujillo ideology in Capitalism and Dictatorship (1982).

The conclusion we reached is that although there are no explicit references to Trujillo or his government in these analyzed works; Moscoso Puello’s speech uses the thesis of the unfeasibility of the Dominican nation to describe the substantial conditions that are opposed to what is stipulated by the myth of the new homeland.


Keywords:

homeland, new homeland, myth, culture, nation.

 1. Introducción

Giovanni Di Pietro plantea que las novelas dominicanas de inicio del siglo XX abordan de manera velada o no los avatares en la construcción de la nación dominicana[1]. Es pertinente esta aseveración, pero no podemos reducirla únicamente a la novela sino plantearla como problemática común al pensamiento social forjado durante las primeras cuatro décadas del siglo XX dominicano. Incluso, podemos encontrar planteamientos de esta problemática desde la segunda mitad del siglo XIX cuando las vicisitudes enfrentadas generaron la pregunta de si constituíamos una nación o si bien estábamos preparados o no para constituirnos en una nación independiente y soberana.

Francisco Moscoso Puello es un autor leído y recuperado una y otra vez cuando se pretende hablar de descripciones y concepciones negativas sobre el pueblo dominicano. Pero pocas veces se le aborda de forma sistemática en el conjunto de sus obras y rara vez se le señala como un crítico del trujillismo. Por informaciones de terceros se ha notado el hecho de que tuvo un grave inconveniente con el trujillato. Antonio Zaglul señala que estuvo preso a raíz de la publicación en 1941 de Cartas a Evelina; esta vez como un libro de psicología social y no como artículos dispersos bajo el título genérico de Ideas. Como obra es un libro de cartas públicas dirigidas a una entidad ficcional y, en consecuencia, dirigida al público dominicano. Dice Zaglul que Moscoso Puello intentó suicidarse en la cárcel y que el régimen no tuvo más que excarcelarlo y devolverle su puesto como director de un hospital. Da la impresión de que Moscoso Puello silenció para siempre, pero en este trabajo plantearé que, en su genialidad, optó por la crítica velada a partir de las contradicciones que ya poseía la construcción del mito de la patria nueva, cuya raíz estuvo en el título dado a Trujillo en 1933 de “Benefactor de la Patria”.

Para ello nos fijaremos primero en los títulos dados al mandatario en los pies de fotos, en las referencias que hacen los demás sobre su figura en los textos laudatorios al régimen y en los pensadores que más influyeron en la propaganda al régimen desde la labor intelectual: Peña Batlle, José Strazzulla y Joaquín Balaguer. Una vez dilucidado el mito de la patria nueva, inspirados por la lectura de la culturología y los mitos que hace Andrés L. Mateo y Roberto Cassá en sus obras sobre la ideología trujillista, enfocamos algunos puntos centrales de la obra literaria de Moscoso Puello que contradicen sustancialmente el mito de la patria nueva o de Trujillo como forjador de la nueva nación.

2. La Era de Trujillo y la génesis del mito

1.1. Las condiciones que prepararon el mito

 

La figura de Trujillo estuvo envuelta en títulos pomposos desde su ascensión al poder el 16 de agosto de 1930. Franklin Franco Pichardo, en su texto La era de Trujillo, señala que el mismo día de su juramentación el nuevo presidente llamó a ese acto de «coronación» e hizo que se le levantaran «arcos de triunfos»; además de las acrobacias de aviones militares enviados por el dictador cubano Gerardo Machado[2].

Según este mismo autor, en el momento en que Trujillo subió al poder el país atravesaba una de las peores crisis económicas, ocasionada esta vez por la gran caída del comercio mundial de los años veinte. Esta crisis económica y, en consecuencia, social, en los países desarrollados generó una incertidumbre generalizada que no tuvo precedentes y, hasta el momento, no ha habido otra igual. Las posibles revueltas sociales que pudieron suscitarse por este estado de crisis fueron limitadas, dada la instauración de regímenes dictatoriales como parte de la política norteamericana para las américas y el Caribe[3].

Bajo este panorama de crisis nacional e internacional, la proyección de una imagen de grandeza dentro de una comunidad política débil, y en cierta forma acostumbrada al autoritarismo puesto que había tenido muy pocas experiencias realmente democráticas, encontró un terreno fértil para la adhesión de voluntades provenientes de los distintos sectores de la población. Aunque no iremos tan lejos, por el momento, para afirmar que el componente del hibridismo racial es un factor clave para entender el servilismo que mostró la sociedad dominicana en los años 30, como lo hace Pedro Pérez Cabral[4], pensamos que el régimen de Trujillo no fue un producto aislado o producto de las solas fuerzas de un carisma excepcional, sino un producto culturalmente gestado para responder a una necesidad ancestral dada la repetición constante del discurso de la inviabilidad de la nación dominicana y de la predisposición del pueblo ignorante a la tiranía[5]. Las constantes revueltas políticas condujeron a la primera intervención norteamericana al país (1916-1924), pero es innegable que durante este periodo las élites regionales no consiguieron establecer un orden estable ni desde el Estado se consiguió diversificar la producción en una economía prácticamente precapitalista[6][7].

Estas condiciones sociales, conjuntamente a la necesidad que tenían los círculos de poder de mantener su hegemonía desde un Estado fuerte, son las bases para la gestación de un régimen autoritario con un nutrido apoyo de los intelectuales, militares y otros sectores importantes de la vida nacional[8].

Como señala Pedro Conde Sturla siguiendo un viejo dicho, dado que las desgracias no vienen solas, el día 3 de septiembre de 1930 ocurrió el ciclón San Zenón, devastando la ciudad de Santo Domingo y pueblos aledaños[9]. Esta es la ocasión que toma el nuevo gobierno para incursionar en una política de modernización del Estado, mejorar la administración pública de modo que pudiese ser una extensión eficaz de la política centrada en la figura del «jefe militar y caudillo»[10]. Con ello se buscó y se consiguió un monopolio estatal en la capitalización de la vida económica nacional; de este modo, Trujillo «encarnó el desarrollo capitalista» en el país y concentró, bajo su mando, un Estado burocrático fuerte en el que los intelectuales fungieron no solo como partícipes, sino también como propagandistas de la tan anhelada unidad de la nación[11]. Bajo la figura de Trujillo, y con el Estado concentrado en sus manos, se construyeron los mitos de la Era[12]. Así que la supuesta reconstrucción de la ciudad de Santo Domingo, después del paso del ciclón, fue el inicio de la formación del mito bajo los títulos de “Benefactor de la República” y luego “Benefactor de la Patria Nueva”[13].

La intelectualidad que acompañó al tirano desde sus puestos administrativos, y en la toma de decisiones respecto a las cuestiones de Estado, fue la que creó una cantidad de documentos laudatorios a la supuesta labor titánica del jefe. A ello se sumó paulatinamente y, a medida en que el terror se expandía sobre la población, las manifestaciones de adhesión y salutaciones al jefe por todo el país con carácter de obligatoriedad; de lo contrario se caía en desgracia. Es decir, al archivo creado por las élites intelectuales debemos añadir, en la construcción mitológica de la era de Trujillo, por un lado, los incontables actos realizados en honor al jefe[14] y, por el otro, las decisiones estratégicas en orden a la construcción del espacio y la modernización de la ciudad capital como una muestra documental de las labores del régimen[15], que aprovechó los desastres ocasionados por el paso del ciclón San Zenón. Oralidad y escritura laudatoria en honor a la labor del tirano constituyen el ala espiritual que crea la cultura de adhesión al régimen. Ciertamente que factores psicosociales permitieron la construcción de tal sistema, pero no podemos dejar de lado la fuerza de la legitimación a través de la violencia ya que la ideología trujillista funcionó como un sistema o superestructura que buscó escamotear no solo las condiciones en las relaciones sociales y de poder, sino también la política violenta del régimen desde sus inicios. Como señala Pérez Cabral, la genialidad del tirano estuvo en su instinto criminal15 y en el esfuerzo sistemático de destrucción y desaparición de cualquier liderazgo opositor16. Para el aparato estatal que se organizó alrededor de la figura Trujillo, lo importante no fueron los principios democráticos y el respeto a las leyes, los cuales se comprometió en campaña, sino que, una vez obtenido el poder, el fin fue la subsistencia del esquema político de dominación autoritaria bajo la figura providencial del caudillo y no la creación de una hegemonía burguesa17.

Una vez que se dan las condiciones psicosociales para la implementación de un estado totalitario, la maquinaria propagandística se encargará de hacer más llevadero el pesado fardo de la violencia en el régimen autoritario a través de un sistema ideológico en el que se recupera el pasado histórico y se concentra todo un imaginario mítico alrededor de la personalidad del jefe y el inicio de una nueva era[16].

 

2.1. De los títulos dados al mito construido

  Son innumerables los títulos dados a Trujillo, pero no todos tuvieron el mismo impacto, aunque formaran parte de la gestación del sistema ideológico de la era. Los títulos y condecoraciones formaron parte de las estrategias ideológicas de justificación y ocultación y tenían como objetivo básico magnificar la figura de Trujillo alrededor de la cual se construye una imagen de Estado moderno. Es importante partir del presupuesto de que la persona de Trujillo y el Estado son la misma cosa. Aunque los títulos que acompañaron su nombre no fueron los únicos procedimientos de glorificación, nos centramos en ellos por el interés que despiertan como elementos nucleadores de la mistificación de la era alrededor de la persona del jefe y nuevo caudillo de la nación.

En 1926 Trujillo ostenta el grado de coronel del Ejército Nacional; luego es designado como general de brigada en 1928 hasta el 17 de agosto de 1930[17]. Trujillo abandona el cargo militar un día después de tomar la presidencia quedando como jefe el general Antonio Jorge. Por esta razón es que Trujillo, como jefe de Estado, se asigna el título de «generalísimo» queriendo mostrar su poder como jefe supremo de la nación y jefe máximo de los militares. Este es el título que iniciará la glorificación de su persona a través de una superioridad-poder sobre el aparato militar de la época en cuanto a que es jefe del gobierno y el gobierno es quien organiza el ejército para el sosteniendo de la paz y la felicidad del pueblo, según lo planteado en la Cartilla Cívica de 1932[18]. De 1930 a 1932 prácticamente este será el título con el que su figura es referida.

El título de «benefactor de la República» fue sometido al congreso nacional en noviembre de 1932 para pronunciarlo en todas las dependencias públicas el 27 de febrero de 1933, durante la celebración de la independencia nacional[19]. Según un comunicado de la legación de la embajada norteamericana, el encargado James E. Brown señala que esta ceremonia fue mudada para agosto 16 de 1933 y con el título anterior cambiado a «Benefactor de la Patria». Igualmente, el agente norteamericano traduce la nota de prensa del periódico La Opinión donde se comunica el cambio de nombre y la entrega de un diamante de 11 mil francos, obsequio de los congresistas al jefe en gratitud por la reconstrucción del país[20].

Cuando toma la presidencia en 1930 le acompañaban los títulos de Presidente, General, Honorable Presidente y Doctor. En los documentos oficiales los encabezados con su nombre están precedidos por su rango militar de General y su firma al final de los documentos poseen su nombre y el título de Presidente de la República[21]. En 1933 es que inicia, como vimos anteriormente, ya por ley el título de por vida de «Benefactor de la República» o «Benefactor de la patria». En el texto que hemos obtenido de 1934, en los pies de fotos de Trujillo, se le dan los títulos de «Ilustre Reconstructor de la República», en los títulos dados a los documentos de los actos oficiales se le asigna el título de «Honorable Presidente», «Ilustre gobernante», «Insigne Reformador del Pueblo Dominicano», «Ilustre jefe de Estado» y el de «generalísimo»[22].

Para 1935, en los textos publicados para alabar su obra a partir de la reconstrucción de la ciudad de Santo Domingo, descubrimos la consolidación de los títulos hiperbolizados como «Generalísimo» y «Benefactor de la Patria»[23]. Estos títulos relativamente están en función del cargo que ocupa, con excepción del primer título mítico dado que es el de «Benefactor de la Patria» o simplemente «Benefactor». El motivo de esta consolidación de los títulos magnificados es la labor de propaganda realizada para la permanencia en el poder para el cuatrienio 1934-1938.

Para 1935 en los pies de foto es costumbre nombrarle del siguiente modo: «Honorable Presidente de la República, Generalísimo Doctor Rafael Leonidas Trujillo Molina, Benefactor de la Patria»[24]. La acumulación de títulos en el mismo pie de foto señala la solidificación del mito que se ha ido gestando en los discursos de la época. Debemos dejar claro que la labor de mistificación del régimen no correspondió solo a los discursos, sino a toda una amalgama de actividades y acciones propagandísticas inimaginables. La propaganda del régimen constituyó lo que podríamos llamar una estrategia desde el poder-saber cuyo origen inmediato fue la cultura de adulonería y servilismo alrededor de Trujillo como movilidad social.

Como ejemplo de esta cultura de adulonería reinante alrededor del jefe de Estado tenemos el caso, en 1934, del periodista árabe Kasim Elhimani, quien escribe en el primer tomo de su obra laudatoria Santo Domingo. Ayer y Hoy, lo siguiente:

Dedico respetuosamente esta obra, en homenaje a la República Dominicana, a su Ilustre Mandatario Generalísimo Rafael L. Trujillo Molina. Honorable Presidente de la República, Benefactor de la Patria, descendiente directo del Marqués de Philbouró, con toda la devoción de un admirador de su obra política y administrativa[25].

Estas palabras corresponden a la dedicatoria del libro. En el interior de la obra ofrece unas páginas escritas en diciembre de 1933 sobre las intenciones del libro. En estas últimas le da los títulos de «Generalísimo» y «Benefactor» a secas[26]. Cuando inicia por la biografía siguen los títulos adheridos a este como «gobernante más joven de las democracias en América» o «Primer Jefe».

Estos títulos son interesantes porque denotan lo que Roberto Cassá ha mostrado respecto a la ideología trujillista y los mitos creados alrededor de su persona: se presentó un esquema de dominación desde la tradición democrática, pero que desde muy temprano estuvo acompañado por la glorificación irracional de la figura del mandatario y caudillo militar[27].

Estas contradicciones ideológicas basadas en un discurso supuestamente democrático y unas prácticas políticas a todas luces dictatoriales están contenidas de cierta manera en los nombres y los recursos mitológicos que sirven de sustento a la construcción de no solo una hegemonía política sino discursiva centrada en la figura del jefe y caudillo militar. De igual forma, la sistematicidad de la cultura de engrandecimiento de la figura de Trujillo se llevó a niveles insospechados. Esto lo muestra el hecho de que las distinciones y magnificaciones de los títulos alrededor de su persona se trasladaron también a sus familiares cercanos. Por ejemplo, en marzo de 1933, en una foto del niño Ramfis vestido de militar, se le da el título de coronel y se le distingue, en nota de prensa en el Listín Diario, con los rasgos viriles y el carácter del padre[28].

Luis Salvador Peguero reúne en un libro sus disertaciones en defensa de Trujillo que van desde 1933 hasta 1935. En los textos que son propiamente del 33 y del 34 aparecen títulos laudatorios como “Generalísimo”, “el ilustre Presidente” o “glorioso Presidente”; pero solo es en las palabras escritas en el 35, cuando se publica el libro, donde aparecen unidos los títulos de “Generalísimo” y “Benefactor de la Patria”[29]; lo que indica que el título dado por el congreso tardó tiempo en convertirse en algo rutinario; en cambio, el de “generalísimo” estuvo siempre a la orden del día como también aparece usado con frecuencia en los documentos de 1938 el título de “Jefe Supremo”32.

El título de “Padre de la Patria Nueva” parece que es ocurrencia de Manuel Arturo Peña Batlle en la década de los cuarenta33. Regularmente se le adjudica a la conferencia que lleva por nombre “La Patria Nueva” (1948), pero pensamos que la idea de «patria nueva» como recurso que hace referencia al régimen de Trujillo es anterior y no es solo un atributo exclusivo de este ideólogo y apologista del régimen. Por ejemplo, en 1942 se realiza un homenaje a Trujillo y, aunque no se le dé el título de padre de la patria nueva, se le tilda de «creador de la patria nueva»34. Este título se le asocia al hecho de lograr la independencia financiera a través de la firma de un tratado en el que «se abroga la Convención Domínico-Americana de 1924» como señala el pie de foto de la edición del 3 de octubre de 1940 del Listín Diario y en donde se le da a Trujillo un «lugar preeminente junto a los Padres de la Patria»35.

Como hemos visto en la recopilación de discursos que hace al final del primer cuatrienio de gobierno en 1934 y que lleva por título La Nueva Patria ya se le da el título de «Reconstructor de la República»,36 por lo que el mito de la «Patria Nueva» no es una invención exclusiva de los años 40 sino que es una idea expandida desde el hecho fundacional de la reconstrucción de la ciudad capital después del paso del ciclón San Zenón[30]. Ahora bien, parece indicar que la fecha de su consolidación como mito unificado está en los inicios del 40.

 

2.2. El mito de la Patria Nueva en la década del 40: su consolidación en los discursos

Como señalamos anteriormente, por lo regular se colocan las conferencias de Peña Batlle en el origen discursivo del mito de la patria nueva. En lo expuesto anteriormente somos de la idea de que el mito tuvo unas prácticas discursivas previas generalizadas (la práctica de los títulos dados al jefe es muestra de ello) y que luego se va haciendo parte del discurso oficial. Incluso, el mismo Peña Batlle indica que el tema de su conferencia, titulada precisamente La Patria Nueva, «ha sido desenvuelto con frecuencia por publicistas y oradores de mucha más prestancia y autoridad que nosotros»[31]. Esto muestra que hubo anteriormente una abundancia de dichos y prácticas alrededor de la idea de que, con Trujillo, se iniciaba una nueva era en el país o que, al menos, el ascenso al poder del caudillo militar representaba un signo de mejora de la colectividad manifestada en la realización de unas obras cruciales para el bienestar de la nación. Así se inicia el mito y luego es adoptado por el discurso oficial. En 1941 en su texto De Colón a Trujillo José de Strazulla señala que:

Como en todo organismo joven, exhuberante (sic) de fuerzas físicas y morales, suceden a veces fenómenos trágicos, así la República, después de cruentas guerras con sus vecinos de la parte occidental de la isla, y de agitaciones y motines internos que a menudo hacían derramar sangre y ponían en peligro la existencia del País, llegó el feliz mes de Febrero de 1930, en el cual, como por milagro divino, por un desgarro del oscuro horizonte, hizo su aparición el astro rey: Trujillo, saludado como Dios o hijo de Dioses[32].

Y continúa el autor diciendo que «Con Trujillo se inicia el renacimiento, la nueva era, y con esta renace y se funda la Patria nueva. Y vuelve el culto de Colón, y nace la religión del espíritu»[33]. Esto nos muestra que la idea de “patria nueva” o renacimiento, como idea matriz del mito, se enlazó a la lectura oficial sobre el pasado de la república en los órdenes sociales, culturales, morales y políticos. Trujillo había iniciado una nueva historia dominicana no solo al reconstruir la ciudad después del paso del ciclón sino también al terminar con el caciquismo, al restablecer la paz, al modernizar la nación con carreteras y servicios públicos eficientes y, sobre todo, al obtener la libertad financiera de la república[34].

Otro ejemplo de que el tema de la ruptura con el pasado formó parte del discurso oficial en 1941 lo constituye la obra de Joaquín Balaguer sobre el tratado Trujillo-Hull; allí nos dice que:

Con Trujillo. en efecto, se abre en la historia dominicana una nueva era cuyo propósito central consiste, en esencia, en dar a la vida de la República un sentido concorde con la civilización. A partir de su ascensión al poder, la administración se transforma. La capacidad sustituye la insuficiencia, y el trabajo suplanta al ocio palaciego[35].

Este es el núcleo del mito de la patria nueva, después se fueron agregando hechos importantes o hitos realizados por Trujillo según se vuelva al mito y se quiera enfatizar algún aspecto de interés sobre los logros de la nueva era. Para la misma fecha, 1941, Manuel Arturo Peña Batlle pronuncia su famoso discurso en Elías Piña y allí esboza una noción de nación sustentada en la cultura, la soberanía y la frontera. En este discurso no hay presencia fuerte del mito de la patria nueva, a no ser por el apelo a la idea de «reconstrucción» y las formulaciones implícitas del papel de Trujillo en la civilización de la nación dominicana por medio de su política interna y externa, como contrapuesta eficaz a la amenaza de la invasión pacífica de los pobres de la nación vecina[36]. Las formulaciones más explícitas están en su discurso de 1948 en donde Peña Batlle enfatiza «la cópula» espiritual entre el pueblo y Trujillo como una realidad sustancial, es decir, que más allá de la materialidad de las obras de gobierno está «el nuevo sentido de la patria», la «nueva postura política de los dominicanos»; al respecto resume el conferencista lo siguiente:

Lo que se ha transformado entre nosotros son la manera de vivir, la manera de pensar y la manera de sentir de la colectividad como expresión nacional. Lo que Trujillo ha cambiado sustancialmente es la constitución política de la República, no en sus modos externos, formales y escritos, sino en su contenido esencial, en su conformación íntima, viva y, si se quiere, biológica[37].

La «patria vieja», en palabras de Peña Batlle, dio como resultado una falsa democracia, una nación desequilibrada que tuvo vigencia desde 1821 hasta 1930. Trujillo encarnó, a pesar de los malos augurios de la vieja política que reinaba en ese momento, «la revolución, el cambio de los sistemas, el desarraigo de ideologías petrificadas a cuyo influjo habíamos vivido en un mundo de figuraciones insustanciales»[38]. Las actuaciones políticas de Trujillo, para Peña Batlle, enseñaron al pueblo dominicano a tener orgullo de sí mismo y estas enseñanzas son las que crean una nación, son las que forjan la nueva patria.

Andrés L. Mateo en su Mito y cultura en la era de Trujillo señala que hay cuatro mitos y una culturología que es la que sostiene el andamio ideológico del régimen[39]. Para este autor el mito fundación lo constituye la “reconstrucción” de la ciudad capital y es el que da origen a la idea de la «Patria Nueva»; por esta razón es que señala que la idea de la patria nueva es hija del mito de la reconstrucción nacional[40].

Ciertamente, la idea de la patria nueva viene del mito de la reconstrucción nacional; pero como hemos mostrado, la «Patria Nueva» adquiere rango de mito en los discursos apologistas de la década del 40 si bien previamente solo aparece como una idea montada sobre la figura de Trujillo como reconstructor y benefactor. Recordemos que estos son los títulos más frecuentes en la década de los treinta y que el proceso de magnificación de la figura del jefe llega al discurso oficial, de forma organizada y sistemática, en los años cuarenta. La cuestión es que se pasa de la imagen del jefe como reconstructor a la de creador de la nacionalidad a tal punto que se iguala a Dios en los casos extremos como Strazzulla o como una especie de demiurgo o sujeto intermedio entre Dios y el pueblo, en los sujetos más moderados[41].

El mito de la patria nueva se configura alrededor del título de Benefactor de la Patria y la idea de Trujillo como constructor de nuestra nacionalidad; esto solo se hace vinculando la materialidad de unas obras a la acción trascendental de forjar en la colectividad una nueva visión de la política y la nación que rompe con el pasado. Por eso las ideas de Peña Batlle y Balaguer son claves en la formulación del mito.

El mito de la patria nueva consiste en que Trujillo es el creador de la nueva república a través de no solo sus obras de gobierno, esto es, la reconstrucción y modernización del Estado dominicano, sino que da una nueva conciencia nacional a la colectividad. Como señala Peña Batlle, esta nueva nación está en el espíritu de progreso, de confianza en sí misma y la percepción de que el pueblo goza de un bienestar sin precedentes en la historia nacional: «Lo que se ha transformado entre nosotros son la manera de vivir, la manera de pensar y la manera de sentir de la colectividad como expresión nacional»[42]. En este sentido, la felicidad del pueblo ha sido producto de las laboriosas manos del Benefactor de la Patria Nueva quien inauguró un nuevo régimen político en el país con su llegada al poder en 1930[43].

3. Francisco Moscoso Puello  y el mito de la patria nueva

Las obras Cartas a Evelina (1935/1941), Cañas y bueyes (1935), De la Odisea de la Hispaniola (1936)

y Navarijo (1940/1956) constituyen un corpus en el que Moscoso Puello reflexiona sobre sí mismo y sobre la colectividad. Cuando este autor habla de «alma dominicana» es su manera de aducir a su interés por describir una psicología social del pueblo dominicano bajo la orientación de la tesis de la inviabilidad de la nación o el fracaso en la constitución de la nación dominicana.

En lo adelante mostraremos sucintamente cómo estas obras constituyen una oposición velada al mito de la patria nueva. Ello, aunque de modo explícito no haya ninguna mención a Trujillo ni a su régimen, ya que se rehúsa a abordar cuestiones relativas a después de 1930[44]. Aunque ninguna de ellas está contextualizada de forma explícita durante la era, todas fueron publicadas en el momento de origen y consolidación del mito; las referencias a la figura y obra del médico dominicano sugiere que de alguna forma hubo cierta preocupación por el contenido de sus escritos.

3.1. Cartas a Evelina y el mito de la patria nueva.

Antonio Zaglul dice que Cartas a Evelina, obra escrita entre 1913 y 1935 como artículos separados[45], desencadenó una serie de críticas y sospechas en torno al autor. Incluso, menciona que fue encarcelado. Una vez allí, hubo un intento de suicidio de parte de Moscoso Puello; dado el prestigio del médico fue liberado y restituido a su puesto como director del Hospital Internacional[46]. ¿Qué se dice en este texto que motivó el encarcelamiento del autor? Aunque las siete primeras cartas fueron escritas previamente a 1930 y las demás entre 1930 hasta 1935, su publicación como obra en 1941 constituye una renovación de las ideas y de las expresiones realizadas en torno a la psicología del pueblo dominicano, el caudillismo, la política y los militares y la cuestión racial en la conformación de la dominicanidad.

De entrada, la visión de la nación que se desarrolla en Cartas a Evelina es como un conglomerado político cuya configuración racial y su ubicación geográfica negaban toda posibilidad de conciencia nacional, de idea de nación, hasta que no ocurriera una transformación radical tanto racial como moral54. El fatalismo con el que mira la colectividad se diferencia del optimismo nacionalista de la visión oficial; para Moscoso Puello el presente y el futuro de la nación estaban condenados al fracaso dada su composición racial y su posición geográfica. Los determinismos geográficos y biológicos le llevan a formular que «mi país es lo que es y no puede ser de otra manera»[47], lo que contradecía a todas luces las pretensiones oficiales de la nueva era.

Si bien es cierto que Moscoso señala que las revoluciones políticas que habían arruinado al país llegaron hasta 1930[48], estas afirmaciones no están planteadas como elogio al régimen sino como recurso referencial para marcar la historia del país[49]. Lo importante en Cartas a Evelina es que sus afirmaciones recurrentes sobre la política y el autoritarismo desvelan lo que, precisamente, los mitos trujillistas querían ocultar: la política autoritaria. En la carta 35 señala que «la paz dominicana ha sido siempre una revolución potencial, ya que paz en este país es sinónimo de tiranía»[50]. La ambigüedad discursiva entre el pasado, que se interrumpía en 1930, y la condición permanente de la potencialidad de la violencia contradice el discurso de discontinuidad con el pasado propio al mito de la patria nueva y desvela el recurso oculto para sostener el régimen.

Por otro lado, la recensión que se hace en la prensa nacional sobre Cartas a Evelina delata que su contenido contradice lo que el discurso oficial señalaba; de ahí el esfuerzo de minimizar el alcance de las afirmaciones del libro. Su publicación en 1941 ameritó la respuesta del periodista Manuel Martínez Boog, el 19 de marzo de 1942, en la que aclara que la sociedad descrita por el médico cirujano ya no existía; catalogando la obra como un libro de imaginación que describe un contenido de “nuestra historia”; subraya que no era un libro de ciencias[51]. El esfuerzo del periodista trujillista por situar la obra dentro del rango de los textos imaginativos buscaba soslayar las repercusiones de las afirmaciones sobre la realidad existente y lo hace bajo la premisa de que se está dentro del marco de una nueva era.

Para nadie es un secreto que el mito de la patria nueva imaginó el país racialmente blanco. La concepción de nación que maneja Peña Batlle en sus conferencias y Balaguer en sus textos y las recensiones de los discursos de Trujillo están dentro del discurso hispanófilo, antihaitiano y antinegro que elaboraron como factor de identidad colectiva. Incluso la mirada al pasado mostró dos tipos de enemigos ligados a la cuestión negra: el enemigo externo era Haití; el enemigo interno era la herencia o el injerto negro en la composición racial del pueblo dominicano[52]. Si bien Moscoso Puello se inscribe dentro del racismo biologicista del siglo XIX, sus planteamientos sobre la homogeneidad de la raza y el discurso antimulato del que hizo gala, a sabiendas de que Trujillo era un mulato, indican la conexión que establece entre el carácter mulato y la tiranía en el país. Con certeza que pasaje como el siguiente fueron mal visto por los intelectuales adeptos al jefe:

Los dominicanos somos, en la actualidad, una olla de fundición; pero poco a poco vamos caminando. Cuando un blanco ha asumido el Poder se ha creído en Suiza y los mulatos hemos sufrido y pasado malos ratos; pero cuando ha subido un mulato, un cósmico, según Vasconcelos, todo el mundo ha estado metido en cintura. Báez, Luperón, Ulises Heureaux, no me dejarán mentir[53].

A pesar de la doble referencialidad del discurso, en 1935/1941, la actualidad de la que habla el sujeto de enunciación es un claro indicio de que la paz de la nueva era es tiranía que mantiene un orden que podría explotar en cualquier momento. Aquí se desvela lo que precisamente se quiso ocultar en el mito de la patria nueva.

Por último, Cartas a Evelina es también una diatriba contra el extranjero; pero no todo extranjero. Lo es contra el capitalista y comerciante que hace negocios turbios, se enriquece y habla mal del país y de los dominicanos. Ciertamente que el mito de la patria nueva se crea sobre el hecho de la independencia financiera, pero esta no generó riquezas en el grueso de la población, sino en los políticos y sus actuaciones corruptas que se hicieron de la vista gorda frente el imperio norteamericano; no solo porque no podían[54] sino también por conveniencia. En este tópico es que hay una continuidad con Cañas y bueyes, obra que motivó un comunicado oficial de parte de la legación norteamericana en el país[55].

3.2. Cañas y bueyes como crítica a  la patria nueva.

En 1935 el régimen estaba configurándose como la única opción de poder. Trujillo es reelegido y exaltado como el candidato nacional[56]. La propaganda trujillista estuvo centrada en la labor del mandatario como reconstructor y benefactor de la patria. Los inicios de la mitología trujillista tienen como hecho fundacional la reconstrucción de la ciudad y la formación de un estado moderno que es conceptualizado como ruptura con el pasado y, sobre todo, con la tradición política de las rebeliones caudillistas. Moscoso Puello publica su novela, Cañas y bueyes, tomando como modelo a Cañas y barros de Vicente Blasco Ibáñez y su naturalismo social. La obra está configurada como una serie de cuadros costumbristas sobre lo que sucede en la relación de poder entre el capital extranjero, representado por el central azucarero, y los obreros de la caña (tanto dominicanos como haitianos y cocolos). Entre unos y otros media el pequeño propietario de las colonias azucareras, arruinado por la corrupción de las autoridades dominicanas y las estrategias engañosas de los norteamericanos.

Si habláramos de un personaje central en Cañas y bueyes, tendría que ser don Marcial Martínez propietario de La Inocencia, una colonia azucarera al servicio del Central. Esta última se ha interpretado como una analogía de la nación dominicana[57]. Toda nación, como una comunidad imaginada[58], se materializa en el emblema del Estado soberano[59]. La novela muestra que el capital extranjero en el este del país constituyó una nación independiente, con sus propias reglas y leyes, dentro del país[60]. La Inocencia es la nación dominicana en su fracaso, esta vez no por las luchas políticas internas, sino por los efectos del capital azucarero en manos norteamericanas.

Si bien esta novela se escribe en el contexto del mito fundacional de la reconstrucción del país, es una denuncia del poder norteamericano frente al cual el gobierno dominicano de la época no tuvo más remedio que doblegarse. La idea de Trujillo como benefactor de la patria y que posteriormente se convertirá en padre de la patria nueva, muestra la idea de un estado soberano que, en la novela, no alcanza para la defensa de los campesinos expropiados de sus tierras, de los trabajadores de la caña ni de los propietarios de las colonias. La Inocencia es la metáfora de la ruina o el fracaso de la nación dominicana; que no es solo en el plano económico (como efecto del capital) sino también en el plano de la moral y las costumbres. Con términos actuales, sucede en Cañas y bueyes lo que Médar Serrata describe para Over (1939) de Ramón Marrero Aristy: la visión distópica de la realidad invierte el sistema mitológico del trujillismo[61]. Solo que en Cañas y bueyes esta visión distópica de la realidad se realiza recurriendo a un registro melodramático bajo la égida de la lucha entre el bien y el mal; entre el campo y la ciudad; entre el paraíso perdido de los terrenos comuneros y la propiedad capitalista. Baste esta larga cita en el que se describe La Inocencia bajo este registro:

A causa de ese monte de Manuelico, La Inocencia resultó una colonia más larga que ancha, situada de sur a norte y sobre una superficie ligeramente accidentada. Era un bajo la parte más importante, la otra tenía una ligera elevación. Un arroyo la dividía en dos partes casi iguales. Contaba cerca de veintiocho campos irregulares y en todos ellos la caña no había alcanzado el mismo desarrollo. La parte alta era seca, pedregosa, en cambio, la baja era más húmeda y de mejor terreno. Por aquí cruzaba un camino que hubo que desviar, no sin que se presentaran algunas dificultades con las autoridades, las cuales se vencieron al fin, gracias a las facilidades que se les conceden a las compañías azucareras. El arroyo ofrecía inconvenientes para la comunicación entre las dos porciones de la colonia. Un gran trabajo tuvo que realizar don Marcial para rebajar los barrancos a fin de que las carretas pudieran pasar de uno a otro lado[62].

3.3. De la Odisea de la Hispaniola y  la composición étnica de la nación

En 1936 aparece este artículo breve en el diario La Opinión. Por lo que se dice de él en Cartas a Evelina71, da la sensación de que lo pensó como un libro paralelo a la psicología social que pretendía escribir y que dio origen a su libro de cartas. En este artículo de opinión, sus planteamientos van en sintonía con Cartas a Evelina en torno al fracaso de la nación dominicana; solo que esta vez estará centrado en la cuestión racial, sobre todo, en la cuestión del hibridismo o el mestizaje como factor clave de la falta de unidad de la nación:

En mi país ha prevalecido el hombre intermediario que en ningún momento es igual a sus semejantes: el mulato. Este término se emplea para designar el producto, media sangre del cruzamiento de las razas blanca y negra. Yo lo empleo en el sentido de definir a todos los productos que del cruzamiento de esas razas resultan, así como el cruzamiento de todas sus variedades entre sí. Como se podrá comprender bajo esta designación quedan comprendidos una cantidad extraordinaria y diversa de hombres desde un punto de vista biológico. Porque es así como hay que considerar la constitución del pueblo dominicano. Concebido así, la comunidad dominicana no es una raza. Carece de homogeneidad que caracteriza a los hombres de una raza. Es un conglomerado física y espiritualmente72.La permanencia del discurso de la inviabilidad de la nación, dada la composición biológica, desequilibra la propaganda hispanófila del discurso oficial; pero también da continuidad a la actitud racista frente a la mayoría de la población dominicana.

 

El oficio que envía la legación norteamericana en el país a raíz de esta publicación habla de la ola de críticas que desató el hecho de que Moscoso Puello señalara a Haití como una nación homogénea racialmente y que, en ese sentido, superaba a la dominicana[63]. Esta comparación desinfló la propaganda trujillista que veía en Haití y en la cultura negra una raza inferior. El mito de la patria nueva tuvo su componente racista y antihaitiano; la teoría antimulata y de la homogeneidad negra como equivalente a la unidad de la nación contrasta con las pretensiones hispanófilas oficiales al situar, primero, a la mayoría poblacional dominicana como negra y mulata y, segundo, al situar una causa biológica permanente como explicación de la escaza unidad de la nación: la falta de homogeneidad racial.

3.4. Navarijo y la patria nueva

Esta obra literaria es un híbrido entre memorias y autobiografía. Aunque en las obras anteriores hay momentos autobiográficos trascendentales, Navarijo constituye la obra en la que el adulto reflexiona sobre la formación de su individualidad, la configuración de un sí mismo particular, desde las vivencias y recuerdos del pasado; no sin dejar de hacer menciones importantes del momento de escritura, el presente histórico de la escritura. Para la fecha en que se completa, 1940, la ciudad tenía el nombre de ciudad Trujillo. Al igual que las demás obras, los hechos referidos son previos a 1930, aquí hasta 1899; pero las menciones a la actualidad incrustadas en la obra sugieren una crítica velada al mito de la patria nueva. «¡Aquellos eran otros tiempos! El Santo Domingo de Guzman en que yo vine al mundo era otra ciudad, muy diferente de esta en que yo estoy viviendo ahora»[64]; nos dice en el capítulo inicial de Navarijo.

En el párrafo final de la obra dice lo siguiente, hablando de su regreso desde San Pedro de Macorís en donde fracasó como colono azucarero y vuelve al barrio que da nombre a esta obra:

Yo también lo abandoné, muy a mi pesar, para regresar a mi antiguo solar nativo y a mi antiguo barrio, donde sólo pude identificar la vieja casa de D. Juan Ramón, la que pude visitar un día y en donde vinieron a la memoria estos recuerdos de aquellos tiempos pasados; los de la vieja ciudad de Santo Domingo de Guzmán en que vine al mundo y que me habéis visto, era otra ciudad muy diferente a esta en que yo estoy viviendo ahora75.

La labor del memorialista que es asaltado por los recuerdos queda circunscrita a la admiración por la vieja ciudad de Santo Domingo. ¿Qué hace diferente a la vieja ciudad de la que se está viviendo en el ahora de la escritura? Primero, Moscoso Puello no menciona en el cuerpo de la obra ni a Trujillo ni el nuevo nombre de la ciudad; deliberadamente continúa con el nombre de Santo Domingo. Segundo, la estrategia de quedarse hasta 1899 en la recordación de sus vivencias le salva de hacer juicios sobre la situación política del presente de escritura; aunque continúa con la idea, a fin al régimen, del pasado político como una lucha entre caudillos militares que no dejaban sobrevivir a la nación. Es decir, Moscoso Puello realiza la opción de no interpelar explícitamente al régimen; pero tampoco es apologista de este, sino que va mostrando cómo sustancialmente el pueblo dominicano era incapaz de constituirse en una nación y cuáles son las consecuencias humanas de la tiranía.

El mito de la patria nueva apeló a una sustancialidad en la idea de la nación enfocada en el mesianismo nacionalista alrededor de Trujillo y sus obras como estadista; los planteamientos de Moscoso Puello en esta obra van dirigidos a mostrar no una contraposición entre el pasado recuperado en el ejercicio de la memoria con la actualidad del Santo Domingo en que «estoy viviendo ahora», sino una ejemplificación de las consecuencias humanas y sociales de los regímenes políticos autoritarios[65] y los esfuerzos democráticos realizados en el pasado. Estos últimos no llegaron a buen término por las deficiencias raciales y culturales del pueblo para la civilización. Lo que el mito de la patria nueva plantea como sustancialidad de la nación nueva; es derrumbado en Navarijo como unos componentes en el pasado que no lograron su cometido: ni la migración blanca mejoró la raza, ni la creación de los maestros ambulantes tuvo éxito frente a la ignorancia[66].

Otro punto nodal de Navarijo respecto al mito de la patria nueva es la recuperación del pasado no ya desde la labor del historiador oficial, sino desde el testimonio familiar y barrial. El discurso oficial manipuló el pasado histórico para la legitimación del régimen; en cambio, Moscoso Puello se vuelve el testigo ocular de la memoria histórica a través de la marginalidad del barrio y de una familia que representa etnográficamente a todo el pueblo dominicano en su hibridismo racial.

La recuperación de la memoria individual de un pasado autoritario en un fragmento de la historia nacional sirve de pretexto para plantear implícitamente su visión del presente y el futuro de la nación. Así como la hegemonía del caudillismo militar de Lilís llegó a su fin en 1899 del mismo modo lo que se «está viviendo ahora», del memorialista, podría llegar a su fin.

4. A modo de conclusión

Hay una continuidad y una ruptura en las obras de Moscoso Puello. Las últimas misivas de Cartas a Evelina tienen como contexto la declaración de Trujillo como Benefactor de la Patria después de la reconstrucción de la ciudad. En vez de situarse como un apologista del régimen, Moscoso Puello recurre al pasado y a los determinismos biológicos y geográficos para sustentar su visión contracorriente. Sigue con la tesis de la inviabilidad de la nación dominicana dada la composición racial y los condicionamientos geográficos. El autor continúa con los tópicos esenciales de nuestros pensadores decimonónicos para cuestionar la visión optimista del mito de la patria nueva y se adhiere a la frontal visión sobre la nación dominicana de Américo Lugo, quien sostenía en el momento la inviabilidad de la nación dominicana.

Cañas y bueyes, si bien está situada en los años 20, muestra en 1935 el poder del capital norteamericano en el este del país. En la obra, a través de unas descripciones distópicas de la colonia azucarera La Inocencia, muestra el fracaso de la nación dominicana y cómo el capital norteamericano representó una crisis económica, cultural y moral para los pobladores rurales del este. El tiempo histórico de la nación está suspendido y lo importante es el tiempo del ingenio, del central azucarero que actúa como un país soberano con el contubernio de autoridades y políticos dominicanos.

Una parte importante del mito de la patria nueva se consolidó bajo la tutela de la negrofobia y el antihaitianismo. La noción de nueva nación comportaba también una visión racial de la nación desde el conservadurismo hispanófilo y católico.

La Odisea de la Hispaniola elogia a la República Haitiana por su unidad racial y su unidad como nación; por el contrario, la nación dominicana carece de unidad al no tener una homogeneidad racial. Somos un pueblo netamente mulato y ello neutraliza la unidad racial.

Por último, Navarijo recupera el pasado histórico no al modo de los historiadores y apologistas de la era, como contraposición, sino desde el espacio de la memoria individual de una familia que representa a la familia dominicana en su hibridismo racial y que es un ejemplo de los efectos de la política bajo un régimen autoritario. La historia es magister vitae para el presente y el futuro.

Este corpus literario de Moscoso Puello transgrede sistemáticamente la idea de que el país era una nueva nación en los términos en que lo estableció el mito de la patria nueva o Trujillo como padre de la patria nueva. Mito que deriva del reconocimiento a Trujillo por la recuperación de la ciudad después del paso del ciclón San Zenón. El título de “Benefactor de la República” se transformó en el de “Benefactor de la Patria” y creó la ilusión de que en las manos mesiánicas del jefe el país se constituyó en una nueva nación, ya que se había forjado una nueva conciencia nacional.

Esta patria nueva tuvo como concreciones objetivas la reconstrucción de la ciudad, la organización del Estado, la paz tras la persecución y muerte de los opositores al jefe, la independencia financiera y la delimitación de la frontera; pero lo importante fue el sentimiento de orgullo inoculado en la población alrededor de la magnificación de la figura del jefe. Por esta razón hemos revisado los títulos dados al tirano hasta finales de la década del cuarenta. Como señaló Peña Batlle, la idea de nación se concretizó en obras, pero estas eran insuficientes sin la parte subjetiva dada por Trujillo al pueblo dominicano.

El punto neurálgico de nuestra lectura de la obra de Moscoso Puello como crítica velada al mito de la patria nueva está en continuar sistemáticamente con la idea de la inviabilidad de la nación frente al optimismo de los apologistas de la era.

Notas

  1. Juan Daniel Balcácer y Manuel A. García Arévalo, La independencia dominicana (Madrid: Mapfre, 1992), 93.

  2. Balcácer y García Arévalo, La independencia dominicana, 93.

  3. Roberto Cassá, Historia social y económica de la República Dominicana (Santo Domingo: Alfa & Omega, 1979), tomo 1, 235.

  4. María Magdalena Guerrero Cano, Santo Domingo (17951865) (Cádiz: Universidad de Cádiz, 1986), 90.

  5. María Elena Muñoz, Historia de las relaciones internacionales de la República Dominicana, tomo 1, El colonialismo europeo y las relaciones dominico-haitianas (1844-1861) (Santo Domingo: Universidad Autónoma de Santo Domingo, 1979), 72-73.

  6. Luis Alfonso Escolano Giménez, “El comienzo de las relaciones diplomáticas entre España y la República Dominicana en 1855”, Revista Complutense de Historia de América 37 (2011): 278.

  7. Carlos Federico Pérez y Pérez, Historia diplomática de Santo Domingo (1492-1861) (Santo Domingo: Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, 1973), 202-203.

  8. George A. Lockward, El protestantismo en Dominicana (Santo Domingo: Editora del Caribe, 1976), 223-225.

  9. Luis Alfonso Escolano Giménez, “Aspectos fundamentales para la comprensión del siglo xix dominicano”, en Iberoamericana Quinqueecclesiensis 11, eds. Ferenc Fischer, Domingo Lilón y Máté Deák (Pécs: Centro Iberoamericano de la Universidad de Pécs, 2013), 132.

  10. Luis Álvarez López, Secuestro de bienes de rebeldes (estado y sociedad en la última dominación española, 1863-1865) (Santo Domingo: INTEC, 1987), 5-6.

  11. Álvarez López, Secuestro de bienes de rebeldes, 8.

  12. Álvarez López, Secuestro de bienes de rebeldes, 7-9.

  13. Roberto Cassá, Historia social y económica de la República Dominicana (Santo Domingo: Alfa & Omega, 1998), tomo 2, 71 y 87.

  14. (2015): 133-120, accedido http://www.iaa.fadu.uba.ar/ojs/index.php/anales/article/view/75/html_43. Como señala este arquitecto: «Trujillo, además encarnó la ciudad de Santo Domingo a su imagen y semejanza: desde las manías de limpieza, orden y blanqueamiento hasta las implicaciones sexuales, expresadas a través de símbolos fálicos explícitos. Trujillo proyecta su efigie sobre el espacio urbano dominicano en un sofisticado sistema de signos y símbolos que se constituyó en una parte importante de todo el entramado de dominación y colonización del territorio».

  15. Pérez Cabral, La comunidad mulata. dominicana, 153.

  16. Mateo, Mito y cultura en la era de Trujillo, 119-123.

  17. Roberto Cassá, Capitalismo y dictadura (Santo Domingo: Editora Universitaria-UASD, 1982), 755, http://colecciones.agN.gob.do/registro/Capitalismo_y_dictadura

    :00085066PI.

  18. Juan Bosch, La guerra de la Restauración (Santo Domingo: Editora Corripio, 1998), 102-105.

  19. Eduardo González Calleja, “España ‘Boba’, España ‘Calavera’ y España ‘Madre y Maestra’: las relaciones hispano-dominicanas en la conformación de las respectivas identidades nacionales”, Clío 182 (2011): 243.

  20. Juan Bosch, Composición social dominicana: historia e interpretación (Santo Domingo: ¡Ahora!, 1970), 278.17 Bosch, Composición social dominicana, 278.

  21. Charles Christian Hauch, “La actitud de los gobiernos extranjeros frente a la reocupación española de la República Dominicana”, Boletín del Archivo General de la Nación XI, No. 56 (1948): 18-21.

  22. Francisco García Fitz, “La Reconquista: un estado de la cuestión”, Clío & Crimen 6 (2009): 200.

  23. Luis Alfonso Escolano Giménez, La rivalidad internacional por la República Dominicana y el complejo proceso de su anexión a España1858-1865 (Santo Domingo: Mediabyte, 2013), 656-657.

  24. Agustín Sánchez Andrés, “Una diplomacia defensiva: la política exterior española en el Caribe y el golfo de México entre 1865 y 1878”, Hispania. Revista Española de Historia LXVII, No. 226 (2007): 513-516; véase la nota No. 112. El autor cita el despacho remitido por Echeverri al ministro de Estado de España el 15 de octubre de 1877, en Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, Madrid (en adelante, AMAE), leg. H 2057.

  25. Agustín Sánchez Andrés, “En busca de la reconciliación: la diplomacia española hacia la República Dominicana tras el fracaso de la reanexión, 1865-1879”, Tzintzun, Revista de Estudios Históricos 55 (2012): 170-180 y 195. El autor cita a Luis Martínez-Fernández, Torn between empires. Economy, society and patterns of political thought in the Hispanic Caribbean, 1840-1878 (Athens y Londres: The University of Georgia Press, 1994), 226. Véase también a este respecto: Luis Alfonso Escolano Giménez, “Consecuencias de la guerra de la Restauración en el restablecimiento de las relaciones diplomáticas dominicoespañolas y el tratado de 1874”, Clío 187 (2014): 189-236.

  26. Sánchez Andrés, “En busca de la reconciliación”: 170171; véase la nota No. 30. El autor cita a Agustín Sánchez Andrés, “Colonial crisis and Spanish diplomacy in the Caribbean during the Sexenio Revolucionario, 1868-1874”, Bulletin of Latin American Research 28, No. 3 (2009): 333.

  27. Escolano Giménez, La rivalidad internacional por la República Dominicana, 657-658.

  28. Cassá, Historia social y económica de la República Dominicana, tomo 2, 62-65.

  29. Cassá, Historia social y económica de la República Dominicana, tomo 2, 65-66.

  30. Franklin Franco Pichardo, Historia económica y financiera de la República Dominicana (1844-1962): introducción a su estudio (Santo Domingo: Sociedad Editorial Dominicana, 2007), 62.

  31. Mu-Kien A. Sang Ben, Buenaventura Báez: el caudillo del sur (1844-1878) (Santo Domingo: INTEC, 1991), 124-125. Sang cita a Alberto A. García Menéndez, “Tendencias anexionistas en los movimientos de independencia de 1868 en el Caribe hispánico”, Separata del Boletín de la Academia Puertorriqueña de la Historia VIII, No. 30 (1983). La autora no especifica la página.

  32. Escolano Giménez, “El comienzo de las relaciones diplomáticas entre España y la República Dominicana”: 291-292. El documento citado es un despacho remitido por el gobernador de Puerto Rico al ministro de Estado de España, San Juan, 29 de enero de 1855, en AMAE, fondo Política, subfondo Política Exterior, serie República Dominicana, leg. H 2374 (es copia).

  33. Sang Ben, Buenaventura Báez, 125. La autora cita a Rubin Francis Weston, Racism in U.S. imperialism: the influence of racial assumptions on American foreign policy, 1893-1946 (Columbia, South Carolina: University of South Carolina Press, 1972), pero no indica la página.

  34. Detlev Julio K. Peukert, “Anhelo de dependencia: las ofertas de anexión de la República Dominicana a los Estados Unidos en el siglo xix”, Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas 23 (1986): 312-313.

  35. Wenceslao Vega B., Historia del derecho dominicano (Santo Domingo: Amigo del Hogar, 2002), 315-316. 33 Vega, Historia del derecho dominicano, 316.

  36. Peukert, “Anhelo de dependencia”:  313.

  37. Vega, Historia del derecho dominicano, 316-317.

  38. Peukert, “Anhelo de dependencia”: 315-316.

  39. Peukert, “Anhelo de dependencia”: 306-307 y 313-314. Peukert cita a Sumner Welles, Naboth’s vineyard. The Dominican Republic 1844-1924, 2 vols. (New York, 1928), 343, pero no indica el volumen.

  40. Sang Ben, Buenaventura Báez, 48.

  41. Sang Ben, Buenaventura Báez, 48-49.

  42. Sang Ben, Buenaventura Báez, 50-51. Sang cita: Papeles de Buenaventura Báez, ed. Emilio Rodríguez Demorizi (Santo Domingo: Montalvo, 1969), 524.

  43. Sang Ben, Buenaventura Báez, 51-52.

  44. Sang Ben, Buenaventura Báez, 52-53. La autora cita: Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia, París, Correspondencia Política, tomo 12, Huttinot, carta No. 11.

  45. Peukert, “Anhelo de dependencia”: 314 y 318.

  46. Cassá, Historia social y económica de la República Dominicana, tomo 2, 184-186.

  47. Pedro Henríquez Ureña, Temas dominicanos (Santo Domingo: XVI Feria Nacional del Libro Manuel Arturo Peña Batlle, 1988), 28-29.

  48. Raymundo González, “El pensamiento de Bonó: nación y clases trabajadoras”, en Política, identidad y pensamiento social en la República Dominicana (siglos xix y xx), eds. Raymundo González et al. (Madrid/Santo Domingo: Doce Calles/Academia de Ciencias de Dominicana, 1999), 49. González cita a Pedro F. Bonó, “Estudios. Cuestión Hacienda (1876)”, en Papeles de Pedro F. Bonó, ed. Emilio Rodríguez Demorizi (Santo Domingo: Editora del Caribe, 1964), 157-166, véase la página 166.

  49. González, “El pensamiento de Bonó”, 48 y 51.

  50. González, “El pensamiento de Bonó”, 51-52. González cita a Pedro F. Bonó, “Apuntes sobre las clases trabajadoras dominicanas (1881)”, en Papeles de Pedro F. Bonó, 208-209.

  51. González, “El pensamiento de Bonó”, 52 y 55. González cita a Bonó, “Apuntes sobre las clases trabajadoras dominicanas (1881)”, en Papeles de Pedro F. Bonó, 192.

  52. José Gabriel García, Compendio de la historia de Santo Domingo (Santo Domingo: Editora de Santo Domingo, 1979), tomo 2, 765. García parece citar la Gaceta de Gobierno, pero no especifica ningún otro dato de dicha publicación.

  53. García, Compendio de la historia de Santo Domingo, tomo 2, 763.

  54. Frank Alejandro Roca Friedheim, “El legado de José Gabriel García y el aporte historiográfico de sus hijos”, Clío 173 (2007): 133-135.

  55. Roberto Cassá, “Eugenio Deschamps ante la Edad de Oro del liberalismo”, en Política, identidad y pensamiento social en la República Dominicana, 71.

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