Revista ECOS UASD, Año XXVIII, Vol. 2, No. 22, julio-diciembre de 2021. ISSN Impreso: 2310-0680. ISSN Electrónico: 2676-0797 • Sitio web: https://revistas.uasd.edu.do/

Los inicios de la agricultura moderna en la Región Noroeste (La construcción de canales de riego en Mao)

The beginnings of modern agriculture in the Northwest Region. (The construction of irrigation canals in Mao).

DOI: https://doi.org/10.51274/ecos.v28i2.pp39-58

Biografía. En el 2018 obtuvo el premio anual de historia José Gabriel García con su libro El Gobierno del Triunvirato, 1963-1965. Recibió la licenciatura en Filosofía en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) donde también obtuvo el grado de maestría en Ciencias Sociales. Es profesor emérito de la UASD Mao donde alcanzó la condición de director en dos ocasiones. Es miembro correspondiente de la Academia Dominicana de la Historia. Ha realizado pioneros estudios de historia regional de la Línea Noroeste plasmados en diversas publicaciones. Correo-e: [email protected]. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-5442-180X

Recibido: Aprobado:

UASD Jurnals - Open Access

Cómo citar: Herrera, Rafael Darío. 2021. «Los inicios de la agricultura moderna en la Región Noroeste (La construcción de canales de riego en Mao)». Revista ECOSUASD 28 (22):39-58. https://doi.org/10.51274/ecos.v28i2.pp39-58

Resumen

Entre 1880 y 1930 el país no contaba con un poder estatal con la suficiente capacidad económica de impulsar el desarrollo de obras de infraestructura en las diversas regiones, ante lo cual surgieron algunas iniciativas privadas que suplieron dicha falencia. Este fue el caso del ingeniero Louis L. Bogaert, quien construyó un canal de riego de siete kilómetros de extensión, en la pequeña comunidad de Mao, para la siembra de arroz y otros rubros, a partir del cual se constituyó una poderosa hacienda agrícola que se convirtió en la principal fuente de empleo de toda la Región Noroeste, los que sirvió de acicate para que sus pobladores lo emularan construyendo un segundo canal, además de asimilar las técnicas de la agricultura moderna que el monsieur Bogaert había aplicado en sus plantaciones.


Palabras clave:

bosque seco, irrigación, jornalero, arroz, salarios, impuestos, rubros agrícolas, malaria, espacio social, hacienda, plantación, jornada laboral, técnicas agrícolas, población, urbanización, centro urbano.

Abstract

Between 1880 and 1930 the country did not have a state power with sufficient economic capacity to promote


Keywords:

Dry forest, irrigation, day laborer, rice, wages, taxes, agricultural items, malaria, social space, hacienda, plantation, working hours, agricultural techniques, population, urbanization, urban center.

La formación social del espacio

Hasta mediados del siglo XIX entre las provincias de Santiago de los Caballeros y Montecristi existía una inmensa planicie denominada por los diversos cronistas que la atravesaron como “el Despoblado de Santiago”, la cual se hallaba dotada de una copiosa vegetación y ríos con abundantes caudales como Yaque del Norte, Ámina y Mao.1

Desde la época colonial, este espacio natural había sido utilizado por los pobladores de Santiago para el establecimiento de hatos ganaderos que fueron destruidos al producirse las devastaciones de 1605 y 1606, ordenadas por la realeza española y ejecutadas por el gobernador de la colonia, Antonio Osorio. La disposición también afectó a los hateros libres y a los esclavos consagrados a la crianza libre de ganado, principal medio productivo de la época, establecidos en el pequeño conglomerado humano de Mao, que en ese momento formaba parte del territorio de la provincia de Santiago.2

A consecuencia de los estragos de las devastaciones este dilatado espacio permaneció inhabitado durante largas décadas y en él se asentaron antiguos esclavos o criollos, algunos canarios, pero sobre todo labradores, gracias a los cuales se formó el pequeño poblado de Mao, de cuya existencia encontramos diversas referencias. Una de ellas, por ejemplo, la depara el cronista y diplomático inglés Charles Mackenzie, quien en 1826 visitó la minúscula aldea y contactó al español (catalán) Manuel Rodríguez, que se dedicaba al cultivo de algodón, café, vegetales y caña de azúcar, la cual procesaba ayudado por dos caballos en un pequeño molino, para obtener azúcar, sirope y tafiá. Rodríguez le informó a Mackenzie que había otros pobladores, pero este no los pudo ver.3

A mediados del siglo XIX comenzó a gestarse la idea, que tardó varios años en cristalizarse, de fundar algunos «pueblos intermedios» sobre las vías que enlazaban a Santiago con Guayubín y Montecristi, a fin de hacer más expeditas las relaciones comerciales y políticas con la provincia de Santiago. Para esta época ya se iban definiendo de forma progresiva los contornos del pequeño poblado de Mao con la construcción de algunas edificaciones como la primera iglesia católica y una ligera dinamización del comercio al fungir la villa como punto de escala entre Santiago y Montecristi. La vida económica del villorrio se sustentaba en la crianza libre de ganado vacuno, caprino y porcino, actividad que combinaban con una agricultura conuquera, en áreas contiguas a las rústicas viviendas, para la obtención de tubérculos y viandas. La dispersión de las viviendas o bohíos entre los bosques era la característica principal del hábitat de la época en la pequeña comunidad y los patrones de vida eran homogéneos.

En 1871, el periodista Samuel Hazard, quien hizo un extenso periplo por todo el país como miembro de la Comisión de Investigación para determinar la viabilidad de una posible anexión de la República Dominicana a los Estados Unidos, se refirió al «aislado poblado de Mao, formado por el conjunto de diez o doce chozas al estilo del país, pobladas por mulatos y algunos negros”. Cuando cuestionó a muchos de sus habitantes sobre qué cultivaban estos respondieron casi de manera invariable: “tabaco, señor”.4 Los miembros de la Comisión de Investigación, describieron la región de Mao como árida y cubierta de cactus y al pueblo «como una colección de veinte casas de yagua, donde vivían los ganaderos cuyos animales pastaban en aquel yermo y, a veces, en pequeñas sabanas que aparecen de vez en cuando por aquellas comarcas».5

En los primeros años del siglo XX el espacio social de Mao había adquirido rasgos más definidos con la construcción de numerosas edificaciones en torno al entonces parque Dolores, luego Amado Franco Bidó, a consecuencia de algunos flujos migratorios procedentes de la provincia de Santiago como las familias de apellido Reyes, Cabral, Tió, Aracena, Bonilla, Rodríguez, Espaillat, Colón, Saleta, Valerio, Haddad, Bogaert, entre otras. En esta época afloraron algunos elementos de una cultura urbana como fueron las actividades artesanales y operaban albañiles, talabarteros, barberos, herreros, comerciantes, carpinteros, zapateros, sastres, plateros, tabaqueros, cigarreros, modistas, destileros, etc., y la población de la común ascendía en 1906 a 6,000 habitantes.6 Según el censo de 1918 la población creció ligeramente a 9,122 habitantes, de los cuales 7,367 residían en la zona rural (80%) y 1,855 en la urbana (20%). En los años subsiguientes el crecimiento poblacional de Mao corrió a la par con el desarrollo de las plantaciones arroceras.

La Hacienda Bogaert

El paisaje del espacio de Mao estaba constituido por plantas xerófilas, principalmente bosque espinoso o chaparrales como baitoa (Phyllostilon brasiliensis), cambrón (Acacia lutea), candelón (Colubrina ferruginea), campeche (Haemetoxylon campechianum), etc., las cuales coexistían con plantas de madera preciosa. El censo agropecuario de 1940 registró 21,892 plantas de caoba (Swietenia Mahogani), 13,584 de roble (Catalpa longissima), 23,481 de espinillo (Zanthoxylum flavum Vahl) y 8,283 de guayacán (Guajacum sanctum). A pesar de que la extensa planicie de Mao poseía excelentes tierras de aluvión en las márgenes de los ríos Yaque, Ámina y Mao, especialmente en este último, la exigua pluviometría, junto al desconocimiento de las técnicas de la agricultura, representaba un grave escollo para el desarrollo de la agricultura comercial.

Como en la mayor parte del país, los campesinos de Mao trabajaban la tierra de manera rudimentaria valiéndose únicamente del universal garabato y del machete. Fue con la llegada del ingeniero belga Libert Louis Bogaert Leunis (1866-1935) que se transformó el perfil de la agricultura en la comunidad.7 Este había empezado a realizar ensayos agrícolas desde 1893 en su finca ubicada en la loma La Búcara, Jacagua, en plena Cordillera Septentrional, donde cultivó café, cacao y algunos frutales exóticos. En estas plantaciones realizaba podas, injertos, fertilizaba el terreno con cenizas, entre otras prácticas culturales. La mano de obra que empleó allí era fundamentalmente haitiana, gran parte de la cual se trasladó junto con él a Mao y terminó integrándose a la sociedad maeña donde formaron importantes núcleos familiares.

El primer contacto de Bogaert con las tierras de Mao tuvo lugar el 1901 al ser designado al frente de una misión oficial para realizar un amplio recorrido por la Región Noroeste con la finalidad de determinar el potencial agrícola de esta. En 1915 visitó por segunda ocasión la común en compañía del agrimensor Carlos Mejía, quien había aceptado una oferta del Ayuntamiento local para realizar la operación de mensura general y partición del sitio comunero de Mao y trazar el plano del Ejido del pueblo, tarea que concluyó en junio de 1917 y por la cual recibió un estipendio de quinientos pesos. Con una sólida formación en ingeniería hidráulica y vial, y luego de realizar diversos cálculos topográficos, el ingeniero Bogaert pudo determinar la superior elevación del río Mao respecto al valle homónimo.

Tanto Bogaert como Mejía aprovecharon su estadía para ejecutar trabajos de medición y deslinde a terrenos propiedad de agricultores locales y se beneficiaron ampliamente de la Ley de Agrimensura sobre Registro de Títulos, aprobada durante el gobierno de Ramón Cáceres, que tenía como finalidad depurar los derechos de propiedad sobre la tierra y hacer obligatorio el registro de la misma. Para esta época los agrimensores públicos eran figuras decisivas en el reconocimiento formal de los derechos de propiedad y con mucha frecuencia percibían terrenos de buena calidad de dación en pago.8Por este mecanismo, el ingeniero Bogaert adquirió unas 1,600 tareas y posteriormente compró otras 8,640 tareas al propio agrimensor Mejía en la localidad de Hatico. Sobre estos primeros lotes de terrenos ulteriormente se erigió la poderosa hacienda Bogaert que transformaría radicalmente toda la estructura agraria de la común de Mao.

La construcción del canal de riego

A mediados de 1918, durante el período de la ocupación militar norteamericana, luego de culminar los estudios topográficos de lugar y reclutar decenas de jornaleros, el ingeniero Bogaert, en compañía de sus hijos Alberto y Eduardo Bogaert, emprendió la construcción del primer canal de riego de la Región Noroeste. En esa época, el Estado dominicano carecía de los recursos necesarios para acometer la construcción de obras de infraestructura de esa naturaleza, capaces de impulsar el desarrollo de las distintas regiones del país, razón que lo obligaba a dispensar apoyo a este tipo de iniciativa regional privada. Además, el poder municipal disfrutaba de mayor autonomía, el país carecía de un Estado fuertemente centralizado, el autoritarismo se expresaba de forma más directa mientras “el poder de la mano oculta actuaba sin restricciones.9

El canal diseñado por Bogaert tenía una longitud de 7 kilómetros y un costo inicial estimado en 7,000 pesos oro dominicanos. Los trabajos de excavación se iniciaron a finales del mes de julio con la elemental tecnología del pico (herramienta de cantero) y la pala. Los movimientos de tierra y excavaciones, que representaron cerca del cincuenta por ciento del valor de la obra, los dirigió el ingeniero Bogaert en compañía de su hijo Alberto Bogaert y Juan Rosario. En principio, los terratenientes y campesinos maeños se mostraron escépticos respecto a la viabilidad del canal y varios de ellos llegaron a proclamar que Monsieur (Musié) Bogaert estaba chiflado. Los propietarios de los terrenos por donde cruzaría el canal accedieron, mediante acta notarial del 18 de agosto de 1917, a permitir el paso del canal por los mismos, a cambio de lo cual podían tomar libremente el agua para uso doméstico y del ganado.

En términos de empleo de fuerza de trabajo asalariada, la construcción del canal representó un hito en la historia de la agricultura de la Región Noroeste donde primaban formas atrasadas de contratación, pues se emplearon grandes grupos de jornaleros tanto en el canal como en el desmonte de los terrenos a ser cultivados. La extensa jornada laboral, que abarcaba más de ocho horas diarias, y se pagaba a tan solo veinticinco centavos, provocó que los jornaleros se lanzaran a una huelga a finales de julio, en reclamo de aumento de los jornales.10 Una gran cantidad de jornaleros haitianos participó en dicha obra, correspondiéndole excavar, realizando ímprobos esfuerzos por lo menos 2 kilómetros de terreno rocoso.11 La población haitiana residente en Mao se incrementó considerablemente durante el tiempo que duró la construcción del canal y tala de los bosques.12

En octubre de 1918 el ingeniero Bogaert elevó una instancia al Gobierno Militar, por medio de la secretaría de Agricultura e Inmigración, en la cual solicitaba se le permitiera usufructuar las franquicias contempladas en la Ley de Franquicias Agrarias del 26 de junio de 1911. En ella hacía constar que poseía un capital personal de 15,000 pesos, se dedicaría al cultivo de algodón, tabaco y frutos menores e incluyó un acto de venta de 539 hectáreas al agrimensor público Carlos R. Mejía, del 18 de junio de 1917; la concesión fue aprobada en noviembre de 1918.

El 26 de diciembre de 1918 finalmente concluyó la construcción del canal que partía desde el paso del Mamón en el río Mao, bordeando toda la parte norte del poblado, pasaba por El Palmar de Hatico, Pretiles, hasta terminar en el lugar conocido como La Playa. Además del canal se construyeron 20 puentes, 4 compuertas y 14 cañadas de desagüe.13 A pesar de que en esta época en el país no existía ningún tipo de regulación para el uso de las aguas de los ríos, el 23 de agosto de 1919 el Ing. Bogaert solicitó a la Secretaría de Agricultura e Inmigración que se le permitiera el uso del río Mao de 0.674 metros cúbicos por segundo de agua, cantidad considerada suficiente para irrigar unas 539 hectáreas de terreno ubicadas en Hatico. Al poco tiempo se dictó la Orden Ejecutiva número 318, del 19 de junio de 1919, conocida como Ley sobre Conservación y Distribución de Agua en Regiones Áridas. Fue en los primeros meses de 1919 cuando se comenzó a cosechar: «La finca del ingeniero Bogaert ha comenzado a recoger los frutos de su buena cosecha de frijoles, y dentro de poco tiempo tendrá también otra de maíz abundante».14

En principio, Bogaert sembró yuca, tabaco, algodón, maíz y batata en sus predios y en 1919 procedió a la siembra de 10 tareas de arroz en una finca propiedad de Panchito Madera, en el Palmar de Hatico, aplicando las técnicas de la agricultura moderna: arado, nivelación, riego, fertilización, desyerbo, control manual de plagas, etc. Posteriormente, sembró 240 tareas de la variedad conocida como Carolina o Dorado. Otras variedades sembradas por Bogaert fueron la Tres Mesinos, que se cultivaba en la segunda década de este siglo en San Juan de la Maguana, además del Precoz, Fortuna, Buffalo, Carolina, Canilla, etc. Para la fertilización de las plantaciones de arroz, Bogaert recolectaba estiércol de ganado caprino y bovino en los corrales del área, el cual mezclaba con huesos molidos, cenizas y cal. En 1933 la hacienda Bogaert poseía 5,000 tareas de arroz, 6 descascaradoras o molinos, 1,000 tareas de plátano, 300 de frutos menores, 300 de potreros, 100 bueyes, 200 bestias de carga y 10 carretas.

Simultáneamente con la construcción del canal, el ingeniero Bogaert procedía tanto a desmontar las tierras adquiridas como a la adquisición de otras en toda la común de Mao, a precios oscilantes entre los 25 y 50 centavos. Por su aridez, en la Región Noroeste la tierra poseía escaso valor, aunque su precio se revalorizó luego de la construcción del canal de riego. El desmonte de toda la planicie, poblada de plantas xerófilas (cambrones, baitoas, aromas, cactus), alteró sustancialmente el paisaje local, aumentó los niveles de temperatura, así como el hábitat de las especies que allí residían.

Los Bogaert emplearon los típicos procedimientos de la acumulación originaria para despojar de sus predios a decenas de propietarios rurales, con la complicidad del notario público Martín del Villar, a quien luego Trujillo le suprimió el exequátur por la cantidad de irregularidades cometidas. El más común de ellos consistió en simular firmar contratos de arrendamientos con los pequeños propietarios cuando en realidad se trataba de actos de venta, procedimiento que se facilitaba con la condición de iletrados de estos. Este fue el caso, por ejemplo, de Jorge Güichardo Reyes, quien le arrendó a un importante directivo de la Hacienda Bogaert la cantidad de 707 tareas de tierra, en las pacerlas 140, 170, 56, 58, 59 y 62, con el compromiso de que al final del contrato este se las devolvería completamente saneadas, pero en el acta notarial se consignó la venta de la totalidad de sus tierras por el precio del arrendamiento. Güichardo realizó ingentes esfuerzos por recuperar sus tierras sin obtener éxito alguno.15 En otros casos, en los actos de venta se consignaba una cantidad de tierra superior a la convenida verbalmente.

Las imperfecciones en la construcción de las obras complementarias del canal como puentes, compuertas, etc., provocaron serios daños a los demás agricultores de Mao, como se puede apreciar en el siguiente documento:

“El caso, ciudadano Gobernador, es que los señores Bogaert vienen aprovechando las aguas de su canal de irrigación sin tener provisto de su compuerta de seguridad el referido canal; esto da lugar a que las más pequeñas crecientes del río Mao aumentan de tal modo el volumen de las aguas del canal que este se desborda sobre nuestras propiedades echando a perder completamente nuestras cosechas, pues es bueno que usted sepa, ciudadano Gobernador, que este lugar en que vivimos lo han convertido los Sres. Bogaert en desagüe de su Regola. Y si a las pérdidas materiales que sufrimos desde hace tiempo por culpa de estos señores y que montan ya a miles de pesos, se unen las enfermedades que nos producen las tan frecuentes inundaciones provocadas por dicho Canal, tendrá usted que convenir en que nuestro porvenir no puede ser más doloroso ni más sombrío”.16

A medida que se incrementaba la rentabilidad del cultivo del arroz, y la compañía diversificaba sus operaciones, los Bogaert tuvieron mayor capacidad para adquirir nuevas tierras. Por ejemplo, en el Distrito Catastral número dos llegaron a poseer un total de 27 parcelas, que abarcaban decenas de miles de tareas de tierra. En 1945, a raíz de la Segunda Guerra Mundial, el precio del arroz experimentó un alza significativa. Con las ganancias obtenidas, Eduardo Bogaert, junto a Aquiles Comas, que había llegado a Mao en su condición de agrimensor para parcelar las tierras obtenidas en cuota parte, adquirieron la casi totalidad de terrenos de la comunidad de Ámina y Boruco.

La Hacienda Bogaert generó un volumen de trabajo que no pudo ser suplida por la fuerza laboral existente en la comunidad. Las estaciones de trabajo en Mao eran relativamente prolongadas, ya que luego de la recolección del cereal venía de nuevo la preparación de los terrenos, la siembra y los desyerbos. En un primer momento, hubo cierta resistencia de los campesinos locales a integrarse al trabajo agrícola debido a que se les llamaba despectivamente “finqueros” o bueyes, sobre todo cuando atravesaban el poblado a bordo de camiones.

La escasez de trabajadores agrícolas apremió a los directivos de la empresa agrícola a desplazarse por las comunidades contiguas a Mao a reclutar jornaleros y a desplegar una campaña por los medios de comunicación, resaltando el pago de buenos jornales, las facilidades de transportación, alojamiento, alimentación y ambiente adecuado para hombres, mujeres y niños. Un texto de fines de la década de 1940, por ejemplo, presentaba a la común de Valverde como la más rica zona arrocera de la provincia de Santiago, destacaba además la abundancia de trabajo por la gran cosecha de arroz Búfalo que existía en ese momento, y la insuficiencia de la mano de obra para la cantidad de trabajo que demandaba la empresa agrícola:

“En Mao la comida es muy barata si se le compara con el precio que rige en los artículos de primera necesidad en otras localidades del país; hay allí, por ejemplo, abundancia de carne, de leche, de arroz, de plátanos, de batatas y de otros comestibles, los que se adquieren a precios razonables”.17

El volumen de trabajo que generó la producción de arroz permitió forjar uno de los más relevantes semi proletariados rurales en toda la Región Noroeste, pues las áreas destinadas a los cultivos de subsistencia no fueron abandonadas por completo. Los oficios ofertados en la hacienda iban desde ordeñadores, sembradores de arroz, desyerbadores, cortadores, carreteros, operarios de las descascaradoras (molinos), boyeros,18bodegueros, capataces, pastoreadores, etc. Pero las tareas en que se emplearon mayor cantidad de jornaleros fueron la siembra, desyerbo y el corte del arroz. El proceso de formación de un semi proletariado local tuvo su origen en las cigarrerías existentes en la segunda década del siglo XX, a pesar de que hacían uso del trabajo familiar.

La jornada laboral en la hacienda se iniciaba a las cuatro de la madrugada, y para alertar a los jornaleros y personal administrativo que debían iniciar los preparativos para la faena se hacía sonar un potente pito o silbato, sustituto del tradicional canto del gallo, como reloj natural, por el que tradicionalmente se orientaban a los agricultores y a la población en general en una época de escasez de relojes. Este peculiar sonido se escuchaba en la mayoría de las comunidades periféricas de Mao. A partir de este momento los habitantes de la pequeña comunidad comenzaron a valorar el tiempo pues no se le permitía trabajar a los jornaleros que llegaban rezagados. El barrio de Hatico se convertía en un hervidero humano, pues era esa la zona de concentración de los jornaleros en espera de ser transportados hacia las áreas de trabajo.

Con el inicio de la producción de arroz a gran escala se produjo una inmigración masiva de jornaleros desde comunidades periféricas a Mao como Entrada de Mao, Martínez, Higüerito Peñuela, Tartabón, Laguna Salada, Sabana Grande, Laguneta, Esperanza, Ámina, Guayubín, La Sierra (Cacique, Monción, San José de las Matas, El Rubio, La Celestina, etc.) y también de comunidades rurales de la provincia de Puerto Plata. De zonas tan remotas como La Piña,Los Almácigos, Santiago Rodríguez, venían campesinos a trabajar en la hacienda Bogaert, y en los años cuarenta percibían un salario de 30 centavos que luego se elevó a 50, hasta alcanzar la suma de $1.25 y $1.50 el día, en los años sesenta.19 En algunos momentos llegaron a laborar en la finca hasta mil jornaleros diarios. La afluencia extraordinaria de jornaleros dio lugar a la formación del barrio El Batey.

En todas las labores del cultivo del arroz se integraron importantes grupos de mujeres y niños. De acuerdo a los datos del censo de 1935, de un total de 3,719 jornaleros agrícolas registrados, 1,062 eran mujeres quienes participaban principalmente en la siembra y desyerbo; aunque debido a las difíciles condiciones laborales, la participación de estas se redujo paulatinamente para incursionar en la venta de alimentos cocidos tanto en las propias fincas arroceras como en la ciudad. En 1950, de un total de 6,205 personas que trabajaban como jornaleros agrícolas, 2,453 eran del sexo femenino, representando el 39 por ciento. Pero en 1960, de 6,899 jornaleros solo 314 eran del sexo femenino. Debido al incremento de los procesos de mecanización en las plantaciones arroceras, el número de jornaleros empleados se redujo a 4,785, de los cuales solo 797 eran mujeres.

Esta mano de obra se caracterizó por bajos niveles de conciencia y en que nunca se plantearon la formación de ningún tipo de esquema organizativo, y muchos menos la promoción de paros laborales, como ocurrió en el este del país con los trabajadores cañeros a mediados de la década de 1940. Este fenómeno tiene su explicación en el hecho de que parte de esta masa laboral alternaba el trabajo en la finca con el cuidado de su pequeña unidad campesina y carecía de tradición de lucha.

Las labores agrícolas en la Hacienda Bogaert comenzaron a mecanizarse en los años cuarenta, con la adquisición en 1942 de varios tractores, un camión en 1945 y más tarde de una excavadora, un buldócer y varios tractores. Diez años más tarde, la empresa disponía de seis tractores y dos cortadoras de arroz. La empresa llegó a tener quince camiones, varias camionetas, varios jeeps, doce tractores, tres buldóceres, una pala mecánica, dos máquinas combinadas de arroz, etc. De manera progresiva la mecanización de las labores agrícolas fue desplazando al jornalero.20

A partir de 1965 se evidenció el ocaso de esta importante empresa agropecuaria de la provincia Valverde. El ímpetu desplegado por la empresa en sus inicios se desplomó cuando desparecieron los miembros de la primera generación de la familia Bogaert. Muchos renglones productivos disminuyeron drásticamente su rentabilidad. En otros casos, los herederos hicieron pésimos negocios y perdieron el capital de trabajo. De manera progresiva los antiguos capataces y jornaleros de la hacienda recibieron lotes considerables de tierra para pagarlas en condiciones blandas o de arriendo. En los años finales de existencia de la Compañía Luis L. Bogaert, se festinaron los principios administrativos que normaban la dinámica de la unidad productiva. Fuera del ámbito estrictamente agrícola, los Bogaert realizaron pocas inversiones en Mao. La mayor parte de sus capitales tuvieron como destino las ciudades de Santiago o Santo Domingo.

En los años finales de la década de 1960 y principios de los años setenta se verificó la atomización de los principales medios de producción de la Hacienda, pasando estos a manos de los herederos de la empresa, quienes no dominaban la cultura arrocera desarrollada por sus ancestros, además de que la totalidad de ellos emigraron hacia Santiago o Santo Domingo en busca de mayor confort.

La Sociedad de Regantes

La construcción del canal Mao-Gurabo

Luego del éxito alcanzado por la hacienda Bogaert en el cultivo de diversos rubros agrícolas, principalmente de arroz bajo riego, el grupo que comportaba mayor desarrollo económico y social de Mao, dio pasos firmes para construir un canal de irrigación que se extendería desde el río Mao hasta Jaibón. Desde los primeros años del siglo XX, incluso antes de la llegada de monsieur Bogaert, los grupos dirigentes locales se hallaban persuadidos de la necesidad de la construir canales de riego, debido a la persistente sequía que afectaba los pocos cultivos establecidos, principalmente el tabaco, tal como lo plasmó uno de los diarios regionales en 1912:

“En la actualidad varios de nuestros hacendados gestionan implantar en sus fincas el método de irrigación a vapor que tan brillante resultado está dando en las labranzas de los entusiastas señores Bermúdez. ¡Bien pensado! Ya resulta injustificado esa indolencia de los que pudiendo aprovechar los ricos cauces de los ríos Yaque y Mao por tener sus estancias a sus márgenes se cruzan de brazos ante las grandes sequías que con tanta frecuencia se repiten y ven con indiferencia sus estragos. Es hora de pensar en lo remunerativo y práctico y dejarle la paciencia tranquila a San Isidro”.21

Las autoridades municipales también estaban conscientes de lo perentorio que resultaba la construcción del canal, dado que los bajos niveles pluviométricos mantenían en estado de aridez esta zona, donde existía “una gran extensión de terrenos que fácilmente pueden irrigarse con las aguas del río Mao, por lo que fue acordado dar apertura al riego como una de las necesidades de más urgente satisfacción en esta común”.22 A inicios del siglo XX, los ríos de la región solo eran empleados para abrevar al ganado cuando en realidad “sus grandes energías latentes eran capaces de transformar toda una región de pastoreo en un gran centro productor e industrial”.23

Los agricultores maeños asociaban su futuro a la construcción de ese canal. En un primer momento, la idea la promovieron José Ismael Reyes y Rafael Madera (Feso), quienes contactaron a dos ingenieros de La Vega que se desplazaron hasta aquí para determinar, sobre la base de estudios técnicos preliminares, la viabilidad del proyecto. De la decisión de los señores Reyes y Madera de constituir una agrupación comunitaria se hizo eco el periódico El Diario de Santiago:

“[…] a iniciativa del apreciado caballero don Ismael Reyes, un respetable grupo de 15 individuos reuniéronse y constituyeron una Sociedad Agrícola para gestionar la apertura de un nuevo canal para la irrigación de grandes porciones de terreno irrigables con facilidad en la parte Oeste de la población”.24

Reyes y Madera, los dos primeros presidentes de la Sociedad, establecieron contactos con otros comerciantes y personas relativamente acaudaladas del conglomerado maeño a fin de inducirlos a participar en el proyecto, y de esta manera lograron conformar una compañía por acciones que denominaron Sociedad de Regantes.25 Sin embargo, solo una parte de las personas contactadas se integró a la Sociedad de Regantes; las demás lo hicieron cuando la construcción del canal comportaba cierto nivel de avance. Este fue el primer ejemplo de solidaridad comunitaria que realizaron los ciudadanos maeños y representó el fundamento para el posterior desarrollo de la agricultura en la comunidad.

La Cámara de Comercio de Santiago había estimulado ampliamente a los agricultores maeños para que iniciaran la construcción de un canal de riego, les dispensó su respaldo y los estimuló a fundar una Sociedad de Regantes, donde cada uno de los miembros contribuyera de acuerdo con sus posibilidades económicas, hasta verlo concluido.26

Los principales munícipes maeños realizaron un esfuerzo descomunal para la construcción de la obra de irrigación, para lo cual obviaron todo género de diferencias políticas. Sus integrantes poseían plena consciencia de los beneficios económicos que se derivarían de la misma. En la construcción de este canal, realizado también con medios manuales, participó un considerable contingente de jornaleros, tanto haitianos como dominicanos, muchos de los cuales poseían experiencia en las labores de excavación pues habían participado en la construcción del canal propiedad de monsieur Bogaert. Estos percibían un salario de 30 centavos por una jornada que se extendía desde las siete de la mañana hasta las cuatro de la tarde. La participación de los jornaleros haitianos en la construcción del canal fue tan significativa que el Comité encargado de organizar los denominados “festejos de las aguas” les dedicó dos fiestas especiales, eso sí, segregados de los jornaleros dominicanos.

El canal requirió inversión de 25,600 pesos oro dominicanos. Para sufragar estos gastos, la Sociedad de Regantes vendió un total de 64 acciones a cuatrocientos pesos cada una.27 En julio de 1922, el Gobierno militar norteamericano, le otorgó a la entidad una concesión para tomar del río Mao 1,870 litros por segundo.28 En el documento de fundación de la Sociedad quedó establecido que el canal estaría dotado de una compuerta de madera a 460 metros del principio del canal, dos puentes de madera y dos represas de mampostería. La obra hidráulica, que tenía una extensión de 12,300 metros, partía desde El Aguacate y finalizaba en los terrenos propiedad del señor Justiniano Reyes, en Jaibón.

El primero de abril de 1923 corrieron las aguas por este segundo cauce, lo cual permitió incorporar a la producción agrícola miles de tareas de tierra, algunas de las cuales permanecían en estado de aridez, cubiertas por bosque seco o subutilizadas, principalmente en la parte oeste de la población que se hallaban fueran del alcance de las aguas del canal de la hacienda Bogaert. Los dos canales de riego construidos en Mao potencialmente tenían capacidad para irrigar, en principio, más de 100 mil tareas de tierra y posibilitó el cultivo no solo del arroz sino, también de otros rubros como plátanos, yuca, maíz, cebolla, tabaco,29 etc. La cantidad de alimentos producidos en la provincia ha impedido que sus pobladores caigan en la pobreza extrema.

El esfuerzo desplegado por los agricultores maeños para impulsar la agricultura moderna, y la arrocera en particular, se vio entorpecido en Mao por la crianza libre de ganado que aún perduraba en toda la región, de lo cual se quejó el Instructor de agricultura de Mao, quien planteó la perentoriedad de erradicar “la crianza de puercos y chivos realengos que perjudicaba a los pobres agricultores pues cuando estos hacen sus siembras al día siguiente llegan a sus trabajos y encuentran sus sembrados comidos por los chivos y los muros desbordados por los puercos”.30 Como resultado de las gestiones de los agricultores, en abril de 1931 fueron declaradas zonas agrícolas las secciones de Hatico, Mata de la Guayaba, Laguna Viajaca, Playa Grande, Pretiles y Jaibón. La disposición tardó en ejecutarse y todavía en mayo los “animales dañinos” no habían sido recogidos, por lo que estos continuaban causando estragos en las tierras cultivadas.31

La obra de la Sociedad de Regantes hizo posible la participación en la producción de arroz de los sectores más representativos de la sociedad maeña. Empero, al invertir todos sus recursos en la construcción de la obra los miembros de la Sociedad de Regantes quedaron descapitalizados, y por ende, no tenían capacidad para poner en funcionamiento ni siquiera un 20% de las tierras aptas para ser irrigadas. Todavía en 1935 la crisis de los agricultores locales seguía incólume, ante lo cual los propietarios de acciones de la entidad local le dirigieron una carta a Trujillo en la cual le solicitaron ayuda oficial y exponían las dificultades materiales para la conclusión definitiva de la obra.32 La solicitud de los campesinos maeños fue denegada y la Sociedad de Regantes fue despojada del control de canal por Trujillo, quien usó como pretexto el hecho de que a la misma no se le dotó de las obras de desagüe, lo cual provocaba grandes estancamientos de las aguas y ponía en peligro la salud de los habitantes de la zona. Trujillo asumió el control del canal y concedió prioridad en el uso de las aguas a la granja San Rafael, de su propiedad. El canal fue extendido a 18,000 metros, llegando hasta la comunidad de Gurabo, tarea en la cual emplearon trabajo forzado de los campesinos y jornaleros de la región. El volumen de agua se aumentó a 8 mil litros por segundo.

La expansión del cultivo de arroz

A partir de 1931 el régimen trujillista introdujo cambios significativos en la agricultura que incluyó la promoción del uso del cultivo arado, la difusión de la enseñanza agrícola, la apertura de canales de riego, la formación de un campesino apegado a la labranza de la tierra, la industrialización de la producción agrícola, etc.33 El régimen dictatorial ejecutó un ambicioso plan para lograr la suficiencia en la producción de arroz, pues el país invertía cuantiosos recursos en la importación del cereal. En Mao, el camino para la ejecución de esta política agraria estaba allanado ya que la estructura agraria disponía de dos canales de riego, factor crucial en todo proceso de modernización de la agricultura.

En 1939 las fincas arroceras generaron unos 40 mil quintales, aunque se produjo una contracción de la demanda del cereal, lo cual provocó una disminución de las áreas cultivadas del mismo para darle paso a la siembra plátano, yuca, maíz, batata, rubros de más rentabilidad que el arroz. Sin embargo, en 1941, el secretario de Estado de Agricultura, Emilio Espínola, planteó la necesidad de intensificar la siembra de arroz en la Región Noroeste hasta el mayor límite posible. En función de la cantidad de tareas de arroz sembradas y de los terrenos ya preparados, se tenía la expectativa de que la cantidad cosechada no bajaría de 130,000 quintales.34

En 1947, a consecuencia de la intensa sequía, se redujo drásticamente la producción de arroz en todo el país por lo que se recurrió a la importación de algunas partidas del cereal para poder afrontar la demanda creciente de la población. Sin embargo, en Mao, la producción experimentó un ligero incremento en relación con los años anteriores pues el arroz cultivaba bajo riego. En 1950 la producción de arroz en Mao superó ampliamente a la de todas las demás comunidades productoras del cereal en forma individual, lo cual puede determinarse por la cantidad de impuestos pagados por el arroz descascarado o pilado como tradicionalmente se le llamaba.

La común de Mao aportó sustanciales recursos económicos al Estado por la aplicación del impuesto. Por ejemplo, en 1938, en la Tesorería de Valverde, los productores del cereal pagaron $47,913.73 por concepto al impuesto al arroz descascarado y al año siguiente la cifra ascendió a $57,817 y en 1940 el total pagado fue de $84,720, el ingreso más prominente pagado por municipio alguno. La común más cercana en este renglón fue de Gaspar Hernández con $9,365. En 1942 los productores del cereal pagaron $110,756, cantidad que representó un poco más del cincuenta por ciento del total recaudado en todo el país por concepto de impuesto al arroz descascarado. En ese año el estado percibió un total de $194,586.35

Por esta razón, la zona arrocera de Mao tuvo una importancia cardinal en relación a los ingresos fiscales por concepto del impuesto al arroz descascarado, establecido por el régimen trujillista mediante la ley 1380 del 18 de septiembre de 1937, que estipulaba el cobro de cincuenta centavos por cada cien libras de arroz cosechado bajo irrigación y veinticinco centavos al arroz cosechado en secano. Luego de la publicación del reglamento para el cobro del impuesto se prohibió pilar arroz fuera de los molinos. Aunque el síndico de Mao, Amadeo Luciano, informó en 1942 al gobernador de Santiago que en Mao no se pilaba arroz para consumo doméstico, en la mayoría de los hogares de este pueblo y sus alrededores esa era una práctica común.36

En la relación de los principales productores de arroz de la común, confeccionada en 1942, se puede constatar que la hacienda Bogaert poseía el 48% de todas las tierras cultivadas de arroz. Fuera de este grupo sólo poseían más de mil tareas: Miguel Ángel Rojas con 1,878 tareas, Juan Peralta hijo, 1,300 tareas, Francisco Madera (Panchito), 1,265; José Castillo, 1,200 tareas y Bienvenido Gómez, 1,000. Además, un total de 13 productores tenían predios que oscilaban entre las 200 y las 500 tareas, en tanto 35 eran propietarios de fincas con una extensión comprendida entre 26 y 200 tareas. Sobresale en esta relación, la presencia de 84 productores dotados de menos de 25 tareas, muchos de los cuales debieron haber sido beneficiarios de unas 12,000 tareas de tierra distribuidas por Trujillo en 1936, quien, un año antes, había entregado 71,111 tareas en toda la común, como parte de la política agropecuaria del régimen que implicaba la extensión del minifundio tradicional. El rendimiento global de las tierras cultivadas de arroz se estimó en 196,520 quintales en grano, que luego de descascarados se reducirían a 114,000 quintales, para un rendimiento promedio de 2.9 quintales por tarea.37

Los medianos y pequeños productores de arroz, sin embargo, confrontaban diversos obstáculos para desarrollar de forma idónea su actividad, tales como las dificultades para acceder a capitales para sufragar las cosechas, que los obligaba a tomar préstamos a los principales refaccionistas como los propietarios de molinos y a la Compañía Luis L. Bogaert a elevadas tasas de interés. Asimismo, la escasez de braceros para la siembra, el desyerbo y el corte del arroz y las dificultades para el transporte del arroz desde las fincas hasta los molinos por la escasez de neumáticos y combustible para los camiones, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial.38 A todo esto se sumaba el deterioro de los caminos vecinales en las áreas sembradas de arroz, principalmente entre Mao y la sección de Jaibón, pues en las épocas de lluvias se tornaban intransitables como queda evidenciado en el siguiente texto:

“El problema principal para el cosechero es el transporte del arroz del campo a las factorías puesto que el arroz después de maduro se pierde en breve plazo si no se somete a las manipulaciones de trillo y secada a su debido tiempo, mientras que en las Factorías puede esperar porque están provistos de secadores, almacenes, etc., con los cuales se puede defender el producto. Si no se toman las medidas del caso para ayudar a los cosecheros a transportar sus cosechas, suministrándole la gasolina necesaria éstos perderían dichas cosechas y el fisco dejaría de percibir grandes sumas por concepto de impuestos sobre arroz”.39

En cuanto a la estructura productiva del arroz, para 1942, en la provincia de Valverde había 39,309 tareas de tierra sembradas del cereal, de las cuales 29,101 pertenecían a 11 productores que representaban el 7%. Las restantes 10,208 tareas estaban en manos de 135 pequeños productores lo que pone en evidencia el predominio de la gran propiedad territorial destinada al cultivo de arroz. Del total de tierras cultivadas de arroz, la compañía Luis L. Bogaert poseía unas 12,000 tareas, el Dr. José de Jesús Álvarez, Aquiles Comas y uno de los Bogaert detentaban 3,540 tareas, Alberto Bogaert disponía de 1,000 tareas al margen de la compañía que presidía y su abuelo Juan Román 1,429 tareas.

Principales renglones productivos de la Compañía Bogaert

En abril de 1940 la familia Bogaert formó la Compañía Bogaert con un capital social de 88,000 pesos, dividido en mil acciones de ochenta pesos cada una, las cuales fueron distribuidas del siguiente modo: Alberto Bogaert, 304; Eduardo Bogaert, 227 y Dolores, 161. Las restantes acciones fueron repartidas entre Huberto, Elena, Jeanne, Bertha, Eugenia, Dolores, Fanny y Carmela Bogaert. Entre los objetivos que se trazó la empresa figuraba «la explotación de la empresa agrícola de siembra, cultivo, preparación y venta de arroz» con todos los negocios adicionales o accesorios, la siembra y cultivo de cualesquiera otros frutos y de pasto para fomento de ganado vacuno, cerdos y otros animales, así como la adquisición de terrenos u otros inmuebles para su utilización o para revenderlos.40

Para inicios de los años cincuenta, la empresa agrícola estaba sumamente diversificada y las acciones se cotizaban a $825. En 1958, probablemente el año de mayor bonanza de la Compañía, el capital social de la misma ascendía a RD$907,500. La producción y comercialización de arroz y guineo fueron las actividades principales de la empresa. Entre 1956 y 1962 los ingresos brutos obtenidos por la entidad por la venta de estos dos ramos excedieron los RD$3.5 millones. Otros negocios adyacentes vinculados al arroz representaban también fuentes importantes de ingresos como los préstamos a los pequeños y medianos productores y la pilada del cereal, actividad esta última que produjo cerca un medio de millón de pesos entre 1957 y 1962. La comercialización de hielo en toda la Región Noroeste se erigió en otra fuente significativa de ingresos, una parte del cual era comprado a la casa Bermúdez de la ciudad de Santiago y luego la compañía instaló una fábrica en 1952, que producía cerca de 40 quintales diarios que se vendían a razón de 40 centavos el quintal. En el lapso de tiempo precedente se realizaron ventas superiores a los 100,000 pesos mil pesos por concepto de venta de hielo.

La hacienda produjo también habichuelas, caupíes43 o frijol ejotero, cocos, caña, hortalizas, cebollas, carne, leche, plátanos tipo Barahona, etc. Una rama que generó significativos ingresos a la empresa Bogaert fue la producción de bananos de la variedad Johnson o Gross Michel, iniciada en 1949, luego de la instalación de la empresa internacional Grenada Company, cuyo eje operativo fundamental estuvo situado en la comunidad de Manzanillo, pero que también instaló una oficina en Mao, en la calle Duarte esquina Trinitaria, e incluso construyeron un helipuerto en la parte sur de esta ciudad.

La Grenada Company logró que muchos agricultores locales participaran en la producción de bananos en la condición de colonos, sobre todo después de la decisión de Trujillo de reducirle el

caudal de agua que podían utilizar del río Yaque. Para esto se destinaron miles de tareas de tierra, principalmente en las comunidades de Guayubín, Guayacanes, Hatillo Palma, Boca de Mao y Ámina, donde se establecieron grandes latifundios de la musácea.41La Grenada Company introdujo modernas técnicas para la producción del guineo que iban desde la propia preparación del terreno hasta la fertilización, irrigación y fumigación por medio de helicópteros, utilizando un pesticida denominado perenó, un preparado para combatir los hongos. Pero también la empresa ofreció servicios de asistencia técnica para lo que emplearon agrónomos norteamericanos y luego técnicos nacionales que en esos años no eran muy abundantes. La empresa realizaba préstamos a los cosecheros y llegó a financiar más de cincuenta camiones. La instalación de esta empresa norteamericana representó un hito importante en la historia de la agricultura maeña en cuanto introdujo una nueva cultura productiva y generó cientos de empleos. Los guineos producidos por los colonos de la zona de Mao eran transportados a diversos puntos donde se preparaban para su exportación por el puerto de Manzanillo.

La mayor producción de guineos emanó de la hacienda Bogaert que destinó miles de tareas a la siembra de la musácea, principalmente en franjas contiguas al río Yaque del Norte, las cuales estaban divididas en nueve secciones agrícolas. El censo de 1950 reveló la existencia de 57 grandes fincas cultivadas de guineo y registró 57,702 tareas de tierra sembradas de guineo que produjeron 2.2 millones de racimos. El costo de producción de los guineos era considerablemente elevado en la época, debido a las inadecuadas condiciones en que se transportaban los racimos.

Los racimos de guineo se vendían clasificados, de acuerdo al tamaño y a las condiciones, entre 25 y 50 centavos. Los guineos Johnson, a diferencia de la variedad Cavendish o «media mata», introducida al país en 1970, a consecuencia de su elevado tamaño, eran bastante vulnerables a los fuertes vientos que soplan en algunos meses del año en Mao, especialmente durante la temporada ciclónica. En 1958, por ejemplo, las ventas apenas alcanzaron la cifra de RD$260,967.00, pues un ventarrón asoló las plantaciones.

La producción pecuaria representó también una actividad productiva de relevancia. En los años cincuenta, por ejemplo, los Bogaert tenían más de 3 mil cabezas de ganado vacuno, 1,000 ovinos y 2,000 cerdos y una gran cantidad de ganado caprino, caballar, mular y asnal. La existencia del ganado permitió la producción de miles de litros de leche y la apertura de una carnicería, cerrada en 1961, debido al bajo volumen de ventas, lo que puede ser explicado por el hecho de que todavía para la década de los cincuenta y los sesenta, la población tenía cierta capacidad para producir carnes.

Pero de todas las actividades productivas de la Compañía, la bodega era uno de sus negocios más lucrativos y utilizaba los vales como medio de pago. Los ingenios azucareros los utilizaron desde 1893 a raíz de la crisis monetaria, durante la crisis monetaria que padeció el país durante la dictadura de Ulises Heureaux, hasta su prohibición por Trujillo en 1934.42 Mediante el uso de los vales los jornaleros y asalariados se veían conminados a gastar sus salarios en la bodega propiedad de la empresa, con lo cual se aseguraba que los emolumentos recibidos permanecieran en el engranaje comercial.

En torno a los vales se generó todo un sistema especulativo, pues algunas personas los cambiaban por debajo de su valor, aprovechándose de la miseria y precariedades de los jornaleros agrícolas. Los obreros recibían avances diarios en especies alimenticias en la bodega, que luego se les descontaba de sus salarios. La bodega contaba con una amplia gama de mercancías: aceite, gas kerosene, manteca, arroz, habichuela, arenques, víveres, sombreros, calzados, ropa, etc.

Irrigación por inundación y paludismo

El arroz es un cultivo que, para su óptimo rendimiento, demanda una inundación permanente del suelo durante la mayor parte del tiempo, exceptuando el período próximo al corte. En el caso de las plantaciones arroceras, los continuos derrames de agua de los dos canales de riego causaban frecuentes inundaciones y acumulación de aguas negras que daban lugar a la formación de enormes enjambres de mosquitos y subsecuentemente a una elevada incidencia del paludismo, transmitido por la hembra del mosquito anófeles, cuyos síntomas principales eran fiebres elevadísimas, escalofríos y temblores en todo el cuerpo; en algunos esta terrible enfermedad se acompañaba hasta de hematuria.

En 1935, y ante el incremento de las plagas de mosquitos que amenazaba la salud de los habitantes de Mao, las autoridades edilicias encomendaron al Síndico realizar una inspección general por las casas y ordenara la eliminación de pocilgas, depósitos de aguas, basuras en los patios, etc.43 En este mismo año, el Ayuntamiento encomendó al encargado de riego a “desbrozar los bordes de los canales a fin de evitar la propagación de los mosquitos”.44

En las áreas de residencia de los obreros era preciso encender hogueras para alejar las infinidades de mosquitos. Los efectos devastadores de la malaria provocaron la desaparición de algunas poblaciones rurales otrora importantes de Mao, como Playa Grande, Laguna Viajaca, Pretiles y provocó la muerte de grandes grupos de jornaleros y hasta de personas residentes en el área urbana debido a la proximidad de los arrozales con la ciudad, ante lo cual, las autoridades locales dispusieron la siembra del cereal a tres kilómetros de la misma en febrero de 1931, encomendando al oficial de Sanidad del pueblo, el capitán Ludovino Fernández, y al Comisario local para hacer cumplir la disposición.

Ante los estragos de la malaria las autoridades municipales se vieron compelidas a adoptar algunas disposiciones sanitarias, la más importante de las cuales establecía la prohibición de la siembra de arroz bajo el sistema de inundación permanente dentro del radio de cuatro kilómetros al norte y este y dos kilómetros al oeste de esta población en una línea media que se extendía de norte a sur desde el parque Amado Franco Bidó hasta los límites del ejido urbano.45

El Alcalde de la común fue responsabilizado nuevamente por la sala capitular para aplicar las penas a quienes violaren esta ordenanza, que consistían en multas de cinco pesos y cinco días de cárcel. Sin embargo, producto de la supresión de la autonomía de los cabildos por la dictadura, a los pocos días de tomada la decisión, el comisionado especial del gobierno en las provincias del Cibao, el tenebroso general José Estrella, informó que dicha medida debía derogarse inmediatamente en lo cual influyó el empecinamiento de Trujillo por alcanzar la autosuficiencia en la producción de arroz.46

Entre 1933 y 1937 se produjo la mayor cantidad de defunciones en la común provocada por la malaria, 802 en total, cifra que se verificó de manera minuciosa por el autor en un examen de las actas de defunciones de esos años en la Oficialía del Estado de Mao. En 1938 el Ayuntamiento planteó que: “debido a que una plaga de mosquitos ha invadido recientemente esta población se le recomendó al Síndico indagar si había derrames de agua cercanas a la población y proceder de conformidad con la ley de sanidad.47

En 1940 se retomó la cuestión, pero esta vez se buscó el concurso de las cámaras legislativas para asignarle fuerza de ley a la resolución del Ayuntamiento local que regulaba la siembra de arroz.48 Pero fue en 1941, cuando la epidemia había alcanzado niveles alarmantes, que la secretaría de Sanidad dispuso la prohibición de la siembra de arroz en un radio de dos kilómetros del ejido.49 La tasa de mortalidad predominante en Mao, en los años previos al establecimiento de las plantaciones de arroz, promediaba 88 personas por año. En 1937 se verificaron más de 5,000 casos de malaria mientras la mortalidad se elevó a 210 personas, superando las 186 defunciones ocurridas en 1936.

En la bodega de la Hacienda Bogaert, así como en otros establecimientos comerciales de la ciudad, se vendían las pastillas para combatir el paludismo. Los infestados del mal se trasladaban al hospital de la ciudad de Santiago, pues la común vino a disponer de un centro hospitalario a fines de la década de los cuarenta. El señor José Ismael Reyes, quien poseía conocimientos empíricos de medicina, especialmente de farmacia, se destacó combatiendo la enfermedad al preparar una pócima cuyo elemento básico era la quinina que, al parecer, tenía gran eficacia en eliminar la patología. Los resultados de las rudimentarias investigaciones farmacológicas de Reyes impidieron la muerte de centenares de personas. También se emplearon otros fármacos, entre ellos el 888, muy amargo, y otros como la Atebrina y el Aralen. Pero los obreros agrícolas también eran afectados por la abundancia de sanguijuelas, parásito que se reproducía con suma facilidad en los campos de arroz y en los drenajes debido al estancamiento de las aguas. Para poder desprenderse el parásito del cuerpo, que les succionaba la sangre, los obreros debían utilizar trozos de leña encendidos.

Población y vida urbana

En los primeros años del siglo XX se produjo una transformación de la silueta urbana de Mao. Se construyeron edificios como la segunda iglesia parroquial de mampostería (1905), la biblioteca pública (1905), el parque Dolores (1909), el Centro de Damas (1911), el Club Quisqueya (1923), la Comandancia de Armas, oficinas para la Sindicatura municipal, el obelisco en honor a los héroes de la Patria, la comisaría municipal, la inspectoría de higiene y escuelas, la Alcaldía comunal, la Tesorería municipal, la oficina de teléfonos nacionales y la oficina del cable francés.

El centro urbano de Mao era el ámbito privilegiado donde de manera espontánea se congregaban los ciudadanos para las actividades de esparcimiento y ocio, para escuchar, por ejemplo, los conciertos que cada domingo ofrecía la Banda Municipal de Música. Este espacio urbano era el asiento “espacial de las luces” de la ciudad. Representaba, pues, el eje administrativo y comercial de la localidad. En los primeros años del siglo XX, ese espacio era bastante pequeño y estuvo representado por el área comprendida entre las calles Santa Ana por el sur, Agustín Cabral por el norte, Beller por el este, y Máximo Cabral por el oeste. La centralidad urbana ha tenido siempre una gran importancia en la vida de los pueblos como instancia integradora y simbólica. El centro permite una coordinación de las actividades urbanas, así como una «identificación simbólica» y ordenada de estas actividades.50

El surgimiento de un hinterland productivo arrocero suscitó un vertiginoso proceso de urbanización y el extraño fenómeno de un espacio urbano habitado por campesinos. Pero el asentamiento urbano más relevante fue organizado por la familia Bogaert en la zona de Hatico, próximo a donde se encontraban las plantaciones arroceras de su propiedad. Se trataba de edificaciones con rasgos arquitectónicos inéditos para entonces, las cuales contrastaban enormemente con los tugurios existentes en El Batey y Hatico, construidos con tablas de palma, yaguas y otros materiales rústicos, donde se alojaban los obreros agrícolas de la hacienda. El impetuoso éxodo de la población rural hacia la ciudad impulsó a las autoridades del Ayuntamiento a construir barracones en la parte sur del poblado para alojar a los jornaleros que emigraron desde las zonas colindantes. La constante afluencia de jornaleros apremió al Ayuntamiento a comprar «una parcela de terreno en las afueras de la población a fin de que ellos puedan tener espacio donde levantar sus viviendas que son generalmente edificaciones de mal aspecto”. Entre 1930 y 1950 el área urbana de Mao se expandió hacia la parte suroeste y dio origen a dos importantes barrios, Las Trescientas y Las Cuarentas, que sirvieron de alojamiento a los jornaleros agrícolas.

Hacia 1937 ya era evidente la expansión urbanística de Mao, lo cual obligó a las autoridades municipales a la adopción de algunas providencias para regular la organización del espacio urbano. Lo prioritario concernía a la redefinición de las dimensiones del centro urbano de la población. Se estableció como centro urbano:

[…] el radio abarcado por las calles San José (Emilio Arté), Máximo Cabral, Independencia (que sólo llegaba hasta la actual Gregorio Aracena) y Comercio (Sánchez); el tramo de la calle Talanquera comprendido entre la Esperanza y la avenida San Rafael; todo el largo de la entonces presidente Trujillo y el tramo de la avenida San Rafael, comprendido entre las calles Talanquera y San Roque.51

La ordenanza municipal consignaba que en ese ámbito “no se permitirá la construcción de cualquier edificio cuyo techo no sea de zinc, tejas, concreto u otro material mejor, y cuyo valor no alcance la suma de cuatrocientos pesos no incluyendo el costo del solar correspondiente”.52 Esta disposición se enmarcó en los planes que implementó el gobierno municipal para el reordenamiento urbano de Mao.

En la segunda década del siglo XX, y en torno al parque, los sectores económicos dotados de mayor solidez construyeron viviendas y edificaciones de madera y concreto con un estilo arquitectónico angloantillano, tales como la levantada por el comerciante Domingo Reyes, adquirida luego por Jaime Tió. Otras edificaciones del entorno de referencia más bien tenían un estilo republicano como la vetusta casa donde funcionaba El Colonial, la antigua casa curial, el Centro de Damas y otras.

El crecimiento poblacional

Las informaciones más precisas sobre la población de Mao las aporta el censo de 1918, realizado por el Ayuntamiento local, el cual registró un total 9,222 habitantes en la común, de los cuales 7,367 (80%) residían en la zona rural y 1,855 (el 20%) residían en el área urbana. Tal como se estilaba en las comunidades rurales, para la fecha predominaban las uniones maritales libres y sólo el 11% de la población estaba casada.53 A la luz de los datos del censo, la población era bastante joven, a juzgar por el hecho de que se registraron un total de 5,854 personas cuyas edades se hallaban comprendidas entre 1 y 21 años, lo que representa el 64% de la población total, y revela un aumento demográfico reciente. Entre los 21 y 60 años se contabilizaron 3,054 personas, mientras 1817 tenían edades entre los 18 y los 60 años, por lo que calificaban para la ominosa ley de caminos. La población femenina alcanzó la cifra de 4,599 y la del sexo opuesto 4,580.

En 1918 Mao solo disponía de 16 calles, en las que se hallaban construidas un total de 262 casas en los barrios El Bajo, El Cupeyito, Sibila, Hatico y Yerba de Guinea y contaba con una población de 884 personas. La formación de estos barrios representó un hito significativo en el proceso de urbanización, pues ellos constituían la esencia de la vida urbana. En una ciudad en proceso de expansión como la de Mao, los barrios, como forma de organización del espacio y del tiempo en la ciudad, se convirtieron en el núcleo de la vida social. Junto a las calles, el barrio representa un elemento inmanente de la vida citadina.54

De acuerdo con los datos de este censo, las calles Beller y La Esperanza (Duarte) poseían la mayor cantidad de casas con 40 y 38 respectivamente, mientras la Gregorio Aracena y la Mella apenas contaban con 4 y 5 casas. De las viviendas, 10 eran de mampostería, 44 se hallaban techadas de zinc, 7 poseían galerías y 255 eran bajas, es decir, de un sólo nivel. La común tenía adscritas 24 secciones rurales, entre las cuales descollaban Damajagua con 600 habitantes, Los Quemados, 556; Entrada de Mao, 532; El Cercado, 439; Jinamagao, 584; Hundidera, 533, etc.55

En la ciudad se desarrollaron de manera limitada algunos sectores comerciales, profesionales, artesanales y de servicios, que incluían dos médicos, dos boticas, una academia de música, seis escuelas primarias, dos tabaquerías, cuatro sastrerías, tres sombrererías, cinco carpinterías, cuarenta y dos comerciantes, seis almacenes de compra de frutos, una fábrica de ladrillos, tres casas de huéspedes, diez mercados de leche, etc. El comercio local realizaba intercambios con las plazas comerciales de los pueblos cercanos, a los que llevaba tabaco, cera, cueros, mieles, maderas, serones y sogas. Para la época prácticamente la totalidad de los habitantes de Mao se dedicaban a la agricultura, “y aunque en la generalidad en pequeña escala y muy rudimentaria, se produce lo suficiente para el consumo necesario; se cosecha tabaco en grandes cantidades, alcanzando el tope de 14 pesos por 110 libras en la actualidad”.56

Para 1920, según los datos del censo de esa fecha, la población de la común totalizaba 9,514 habitantes, de los cuales 1,442 (15%) residían en la zona urbana y 8,072 (85%) en la rural, lo que revela un descenso de la población urbana y un ligero incremento de la población rural respecto al censo de 1918, hecho congruente con la situación demográfica del país, pues para 1920 el 83.4% de la población total del país habitaba en la zona rural y solo siete ciudades contaban con más de 5,000 habitantes. En cuanto a la composición étnica, en este censo se contabilizaron 2,615 personas blancas, 2,006 negros y 4,893 mestizos. Llama la atención el uso de la palabra mestizo y no mulato, pues este grupo étnico representa la base de la nación dominicana. Este registro racial se mantuvo hasta el censo de 1960. Muchos de estos mestizos eran en realidad dominicanos de piel negra, pues es sabido que la noción de ‘indio’ ha servido para ocultar a los reales mulatos dominicanos.

En 1935 ya la población de la provincia Valverde totalizaba 12,694 habitantes y la tasa de crecimiento aumentó a 5.2% en el intervalo de tiempo comprendido entre 1920-1935. El censo registró 5,996 mujeres y 6,128 hombres para un índice de masculinidad de 102 hombres por cada 100 féminas. Igualmente, se mantuvo la desproporción entre la población urbana que sumaba 9,048 personas (71%) y la rural con 3,076 personas (29%). Solo el 29% tenía asiento en el ámbito urbano (cabecera municipal), a pesar de que la cantidad de personas residentes en el espacio urbano virtualmente se duplicó respecto a 1920. Mao contaba en su haber con 2,447 edificaciones: 1,077 ranchos, un edificio, 314 casas, 970 bohíos, cinco barracones y un solo monumento histórico. Del total de edificaciones, 2,342 estaban construidas de madera, 38 de yagua, 33 de cana, diez de tejemanil, seis de zinc y sólo cuatro de concreto. Un dato relevante es el siguiente: 2,011 viviendas tenían el suelo de tierra y 2,246 poseían el techo de cana.57

Los datos arrojados por el censo de 1950 revelan que el ritmo de incremento poblacional no se detuvo, ya que se registraron 29,227 habitantes, de los cuales 7,146, (25%), residían en el área urbana y 22,081 (75%) en el espacio rural, cifra esta última que continuaba siendo cuantitativamente más relevante.58 Entre 1935-1950 se alcanzó una tasa poblacional de 5.2%, que duplica el promedio de crecimiento de la población nacional, que era de 2.9%. La densidad de la población maeña era de 60 personas por kilómetro cuadrado. En 1958 la común de Mao fue elevada a la condición de provincia y se le anexaron los municipios de Esperanza y Laguna Salada; su inauguración formal aconteció el primero de enero de 1960.

El censo de 1960 registró, en la recién constituida provincia Valverde, una población de 60,200 habitantes, de los cuales 24,070, (40%), residían en la zona urbana y 36,130, el 60%, en la zona rural, por lo que se mantuvo el predominio de la población rural. Durante el período intercensal 1950-1960, Mao alcanzó una tasa de aumento poblacional de 10.3%, solo superado por Esperanza (23%) que fueron los índices más elevados del país. Lo de Esperanza se explica, pues en esa década se instaló allí un ingenio azucarero, y en el caso de Mao, se produjo como resultado de la expansión de las plantaciones arroceras. Según los datos aportados por este censo, Mao fue de las pocas provincias del país que tuvo un saldo migratorio positivo ya que un total de 18,920 personas nacidas en otras provincias fueron empadronadas en Mao, y sólo 11,340 nacidos en Mao se empadronaron en otras provincias, lo que representa un saldo migratorio positivo de 7,580 personas.

Para 1970 la población de la provincia se elevó a 76,825 habitantes y ya en este año se aprecia un leve incremento de la población urbana, 38,712 habitantes (50%), respecto a la rural que totalizaba 38,113 personas. La densidad poblacional de la provincia para 1970 era de 135 personas por cada kilómetro cuadrado. Entre 1960 y 1970, empero, se evidenció un virtual estancamiento poblacional ya que la tasa de crecimiento fue de apenas un 0.5%, cifra que estaba por debajo del promedio nacional que fue de 1.4%. En el período intercensal 1970-1981 la tasa de aumento poblacional de la sede del antiguo ingenio Esperanza fue de 3.5%.59

Conforme a lo datos del censo de 1981 la población de la provincia Valverde ascendió a 94,579 habitantes, de los cuales 50,838 (54%) habitaban ya en la zona urbana; y 43,741 (46%) en la zona rural. Hay que resaltar que, por efecto del incremento poblacional de Esperanza, la provincia Valverde triplicó su ritmo de incremento poblacional con relación al período intercensal anterior (1970-1981), y pasó de una tasa anual de 1.6 % a 4.8% habitantes en el lapso comprendido entre 1981-1993.

A la luz de los resultados arrojados por los censos realizados entre 1993 y 2010, la población de la provincia Valverde experimentó un virtual estancamiento. Para 1993 tenía 152,257 habitantes, de las cuales 83,982 residían la zona urbana (55%) y 68,275 (45%) en la rural; en el 2002 se contabilizaron 158,293 habitantes y ya en el 2010 contaba con 163,030 habitantes, 129,071 en la zona urbana (79%) y 33, 959 en la rural (21%). Estos datos revelan un virtual estancamiento de la población de la provincia.

Infraestructura urbana y servicios sociales

Todavía a principios de los años cuarenta del siglo XX la común de Mao carecía de una infraestructura urbana idónea, entendida como el conjunto de equipamiento físico de los diferentes servicios básicos que debe disponer todo espacio urbano, susceptible de satisfacer la demanda de una población cada vez más creciente, tales como alumbrado público, calles, agua potable, alcantarillado, etc. Hasta septiembre de 1933, cuando se construyó el puente sobre el río Yaque del Norte, Mao permaneció incomunicado con la ciudad de Santiago, que era el principal centro comercial de toda la región norte del país.

A fines de la década de 1940 se construyó el acueducto con capacidad para abastecer de agua potable a 6,611 personas. Sin embargo, el servicio de energía eléctrica solo funcionó de manera estable cuando se extendieron hasta Mao las redes eléctricas del Ingenio Esperanza. Los servicios de salud también mejoraron sustancialmente con la construcción del primer hospital en 1949 al cual se denominó Luis L. Bogaert. A inicios de la década de 1950 se construyó el local del Partido Dominicano (1951), de la actual escuela pública Juan Isidro Pérez (1953) a un costo de RD$120,000, la fortaleza General Benito Monción (1958). Y, cuando la común de Mao se elevó a la categoría de provincia, se construyeron otras obras como el local del Ayuntamiento, el de la Gobernación, un edificio para alojar las distintas oficinas públicas, viviendas, mercado, oficina de correos, se repararon las principales calles, que contribuyeron a conferirle un perfil urbano definitivo a la ciudad, proceso que continuó en el lapso de tiempo comprendido entre 1966 y 1978.

A modo de conclusión se puede afirmar que lo acontecido en la pequeña común de Mao es un vivo ejemplo de cómo a partir de la construcción de dos pequeños de canales de riego, ambos, producto de la iniciativa privada, se verificó la transformación de una región completamente árida, poblada de bosque seco, en fértiles campos productivos. Esto generó importantes flujos migratorios desde prácticamente todos los pueblos de la Región Noroeste que incrementaron de forma significativa la población de Mao e hicieron posible que se desarrollara un intenso proceso de urbanización que se hizo palmario en la década de 1950. Lo acontecido en Mao sirvió de referente para en otros pueblos, como Villa Vásquez, donde el presidente Horacio Vásquez construyó canales desde el río Yaque del Norte que catapultaron también el desarrollo agrícola de esa árida zona.

Fuentes

Archivo General de la Nación, documentos de las de Interior y Policía, Agricultura e Inmigración, Sistema Nacional de Riego, Anuarios Estadísticos, Archivo del Ayuntamiento de Mao, Documentos contables de la Compañía Bogaert, Gaceta Oficial, Revista de Agricultura, La Información, El Diario, Listín Diario.

Notas

  1. Una descripción de este espacio geográfico lo encontramos en M. L, Moreau de Saint Mery, Descripción de la parte española de Santo Domingo, (Santo Domingo: Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 1976), 233-234 y en Antonio Sánchez Valverde, Idea del valor de la isla Española, (Barcelona: Editora Nacional, 1971), 148.
  2. Entre los propietarios de hatos de Mao se encontraban Francisco Domínguez, Diego Leguizamón (quien era alguacil mayor), Duarte Fernández, Antonio González Berruguete, Domingo del Monte, Diego Lorenzo (regidor), Lorenzo Vicioso, Antonio de Xáquez, Miguel Hernández, etc. Véase la relación que hace el escribano Gaspar de Azpichueta de los hatos que había en la banda norte y hacia donde fueron trasladados con sus dueños, Archivo General de Indias (AGI), Santo Domingo, 72, documento 5, 5 de octubre de 1606.
  3. Charles Mackenzie, Notas sobre Haití, tomo I (Santo Domingo: Archivo General de la Nación, 2016), 153.
  4. Samuel Hazard, Santo Domingo, su pasado y su presente (Santo Domingo: Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 1974), 345-346.
  5. Emilio Rodríguez Demorizi, (editor), Informe de la Comisión de Investigación de los E. U. A. en Santo Domingo en 1871 (Ciudad Trujillo: Academia Dominicana de la Historia, 1960), 298.
  6. Entre los comerciantes que operaban en 1906 se encuentran: Carlos de la Cruz, Santiago Espaillat, Melchor González Tió, Benjamín Peña, Domingo Reyes, Justiniano Reyes, Vicente Rodríguez, Pedro Tió Llovet, Manuel de Js. Tineo, Antonio Tuda y José María Villa. Cfr. Enrique Deschamps, República Dominicana. directorio y guía general (Santo Domingo: Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 1974), 287-290.
  7. El 25 de noviembre de 1882, Mao fue elevada a la categoría de común de la provincia de Santiago. Este había arribado al país a fines del siglo XIX, durante la dictadura de Ulises Heureaux, como parte de una firma de ingenieros belgas contratados para construir el Ferrocarril Central Dominicano que permitiría conectar a Santiago con Puerto Plata para facilitar el transporte de tabaco hasta el puerto de la costa norte. Para conocer más detalles biográficos del ingeniero Bogaert véase a Ramón A. Delgado Bogaert, Musié Bogaert. Un ingeniero belga-flamenco al servicio de la República Dominicana (Santo Domingo: Editorial Padilla, 1998).
  8. Harry Hoetink, El pueblo dominicano, 1850-1900. Apuntes para su sociología (Santiago: Universidad Católica Madre y Maestra (UCMM, 1971), 26-27. La dación en pago es “una modalidad de pago que consiste en la entrega al acreedor de bienes propios del deudor como forma sustitutiva del pago en dinero”. El País (España), 8 de noviembre de 2003.
  9. Rafael Emilio Yunén, Prólogo al libro Ramón A. Delgado Bogaert, Musié Bogaert. Un ingeniero belga flamenco al servicio de la República Dominicana, p. 15.
  10. La Información, 1 de agosto de 1918.
  11. El Diario, 10 de septiembre de 1918.
  12. La Información, 4 de septiembre de 1918.
  13. Delgado Bogaert, Musié Bogaert, 263-267.
  14. La Información, 13 de marzo de 1919.
  15. Declaración del señor Jorge Güichardo Reyes en la demanda por robo y estafa, Archivo del Tribunal de Tierras de Santo Domingo, en Orlando Inoa, “La creación de una finca: la Hacienda Bogaert”, Ecos, I, Núm. 1 (1993): pp. 80-81.
  16. Inoa, “La creación de una finca…”, 79.
  17. La Información, “Magníficas oportunidades de trabajo en Mao”, 6 de noviembre de 1947.
  18. La Hacienda Bogaert llegó a tener 400 yuntas de bueyes.
  19. Entrevista con Baldemiro Durán Toribio, La Piña, Los Almácigos, 12 de agosto de 1997.
  20. Inoa, “La creación de una finca…”, 73.
  21. El Diario, 23 de marzo de 1912.
  22. Acta del Ayuntamiento de Mao, 22 de diciembre de 1922.
  23. Carlos R. Mejía, “Sobre riego”, La Información, 9 de junio de 1923.
  24. El Diario, 20 de junio de 1920.
  25. Ayuntamiento de Mao, Libro de Registro Civil, 22 de mayo de 1922.
  26. Manuel de Js. Mañón Arredondo, “Una llave maestra: construir canales de riego hasta Montecristi”, Listín Diario, 30 de abril de 1985.
  27. El comerciante José Inocencio Espinal aportó ($2,800) para la construcción de la obra, siguiéndole Rafael Madera ($1,600), Mercedes Inoa Vda. Disla ($1,600), Jaime Tió ($1,600), Casiano Gómez ($1,600), Melchor y Pedro González ($1,200), Enrique Espaillat ($1,600), Carlos R. Mejía ($1,200) y José Ismael Reyes ($1,200). Véase Estatutos de la Sociedad de Regantes. Archivo de RDH.
  28. Gaceta Oficial, No. 3322, 3 de junio de 1922.
  29. Sobre el cultivo del tabaco en el Cibao, véase a Michiel Baud, Los cosecheros de tabaco: La transformación social de la sociedad cibaeña. (Santiago: Centro de Estudios Urbanos y Rurales de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, PUCMM, 1996).
  30. Carta de Agustín Hernández a Rafael César Tolentino, secretario de Agricultura y Comercio, Archivo General de la Nación (AGN en adelante), Servicio Nacional de Riego, legajo 29-3 de 1931.
  31. Gaceta Oficial, Núm. 4346, 5 de abril de 1931.
  32. Orlando Inoa, Estado y campesinos, (Santo Domingo: Librería La Trinitaria, 1984), 122-123.
  33. Roberto Cassá, Capitalismo y dictadura (Santo Domingo: Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), 1982), 124.
  34. Informe sobre algunos viajes de inspección realizados por el secretario de Agricultura, Industria y Trabajo a las diversas regiones del país, AGN, legajo 451, 22 de mayo de 1941.
  35. Anuario Estadístico de la República Dominicana, tomo II (Ciudad Trujillo: Editorial El Diario,1944), 499.
  36. Carta de Amadeo Luciano al gobernador de Santiago del 21 de septiembre de 1942, AGN, secretaría de Interior y Policía, Gobernación de Santiago.
  37. Carta del presidente del Ayuntamiento, Dr. José de Js. Álvarez, al gobernador de la provincia de Santiago, AGN, secretaría de Interior y Policía, Gobernación de Santiago, legajo 156, 7 de octubre de 1942.
  38. “Mao, la villa de los románticos atardeceres. Colonia agrícola de Jaibón. Campos de paz y de trabajo”, Listín Diario, 1 de mayo de 1940.
  39. Carta del Dr. José de Js. Álvarez, presidente del Ayuntamiento de Mao, al gobernador de la provincia de Santiago, AGN, secretaría de Interior y Policía, legajo 156, 7 de octubre de 1942.
  40. Estatutos de la Compañía por Acciones Luis L. Bogaert. Archivo de RDH.
  41. Los principales colonos fueron el coronel Julio Pérez, Ángel Tejada, Luis Crouch, Billy Bogaert, José Cabrera, Carmen Bogaert Álvarez, Antonio Ferreira y José de Js. Álvarez. Luego se integraron otros como Luis Crouch Bogaert y el futuro banquero Alejandro Grullón.
  42. Hoetink, El pueblo dominicano, 32.
  43. Acta del Ayuntamiento de Mao, 10 de abril de 1935.
  44. Acta del Ayuntamiento de Mao, 1 de mayo de 1935.
  45. Acta del Ayuntamiento de Mao, 19 de febrero de 1936.
  46. Acta del Ayuntamiento de Mao, 26 de febrero de 1936.
  47. Acta del Ayuntamiento de Mao, 8 de septiembre de 1938.
  48. Acta del Ayuntamiento de Mao, 15 de noviembre de 1940.
  49. La Información, “Han crecido los casos de paludismo en Mao”, 16 de enero de 1941.
  50. Manuel Castells, La cuestión urbana, (15a reimpresión, México: Siglo XXI Editores, 2014), 263.
  51. Acta del Ayuntamiento, 18 de septiembre de 1937.
  52. Acta del Ayuntamiento, 18 de septiembre de 1937.
  53. Acta del Ayuntamiento, 30 de octubre de 1942.
  54. Henri Lefebvre, De lo rural a lo urbano, (Barcelona: Ediciones Península, 1971), 200-201.
  55. Ayuntamiento de Mao, Censo de la común de Valverde, (Santiago: Talleres Tipográficos, 1918), 8-9.
  56. Ayuntamiento de Mao, Censo, 14.
  57. Anuario Estadístico de la República Dominicana de 1939, (Santiago: El Diario, 1939), 128-129.
  58. Oficina Nacional de Estadística, Tercer Censo Nacional de Población 1950, Santo Domingo, 1958.
  59. José Luis Alemán, ”Crecimiento de las ciudades dominicanas”, Listín Diario, 1 de marzo de 1995.

 

Referencias

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