Introducción
Entre los motivos de la desaparición de una ciudad se encuentra su destrucción por la fuerza de un enemigo, por el efecto de algún desastre natural, por la ocupación violenta por parte de otra cultura o porque sufra de un duradero evento de amnesia colectiva. Todos estos padecimientos llevaron a que la ciudad de la que vamos a hablar a continuación entrara en un aparente letargo que propició que cayera en un olvido de décadas, luego de haber sido partícipe de grandes gestas y enclave de importantes rutas comerciales.
Riohacha, como la llamamos hoy en día, o Nuestra Señora de los Remedios de Riohacha, según su nombre original, sufrió todos los posibles eventos que pudieron contribuir a su desaparición, fue objeto de diversos ataques de piratas, desastres naturales y también violentas entradas indígenas que quemaron la ciudad, casi hasta sus cimientos; no obstante, fue el letargo de los caminos no transitados y de los comerciantes que no llegaron, los que sumieron la ciudad en el olvido.
En este artículo queremos hacer un repaso por aquellos eventos que desde finales del siglo XVIII hasta los albores del siglo XX supusieron los más importantes retos para la sobrevivencia de la ciudad de Riohacha y sus habitantes, y que condujeron a que la ciudad y parte de la península de la Guajira, se constituyera en salvaguarda del movimiento realista, en refugio del mercado ilegal y en el abrigo para un sinnúmero de extranjeros que encontraron allí una tierra prometedora. El objetivo de este estudio es ahondar en las posibles estrategias puestas en marcha: tratos, proyectos, fortificaciones, productos, rutas de mercado, entre otros; que, si bien lograron mantener, durante al menos dos siglos, la ilusión de la construcción de una próspera sociedad mercantil, no consiguieron respuestas acertadas a los desafíos que trajo el siglo XIX.
Las ocupaciones iniciales en la región norte de Colombia
Las primeras ocupaciones en la región norte de la actual Colombia, en la Península de La Guajira, aparecieron tempranamente, gracias al hallazgo de los yacimientos de perlas que fueron explotados a fuerza de indios, en su mayoría esclavizados.[1] La región estaba poblada con un gran número de comunidades indígenas que fueron desapareciendo progresivamente, bien porque fueron asesinadas o víctimas de enfermedades, o porque fueron desplazadas. Otros grupos desarrollaron formas de resistencia como la negociación que, aunque en condiciones desiguales, les posibilitó conservar parte de sus tierras y entrar en el nuevo orden colonial; entre estas comunidades están pueblos Arawak, principalmente las comunidades wayúu, y otras comunidades que ocupaban las laderas de la Sierra, como los indígenas kogui, arhuacos, wiwas, entre otros.
“La región ha sido rica en otro tiempo por la pesquería de las perlas, se obtenía una perla de excelente oriente, pero pequeñas, que se hacía en los Placeres de la Costa Guajira”.[2] Sin embargo, los ostrales fueron expoliados a una gran velocidad y los colonos se vieron obligados a buscar otros recursos. Cerca de 1525 se llevaron a cabo varias expediciones al interior guajiro y se ensayaron nuevas formas de reducción de la población indígena. Las incursiones se intensificaron al constituirse la gobernación de Venezuela y Cabo de la Vela en 1528 mediante capitulación otorgada por la Corona a la casa comercial alemana de los
Welser.[3]
La costa de la península Guajira es árida y estéril, sin embargo, en las tierras llanas del interior y los valles de las sierras se producen buenos pastos. Los indígenas que pueblan la región “no son como los demás, pues tienen alguna agricultura, industria y comercio”,[4] criaban gallinas y ganado vacuno, caballar y mular; cultivaban algodón, caña de azúcar, maíz, tubérculos y frutas. También extraían palos de tinte. Visitaban esta costa, piratas, corsarios y comerciantes de todas las nacionalidades,[5] pero eran los ingleses y holandeses, antillanos, los más asiduos de la región, atraídos por las perlas, pero además por el “ganado vacuno, mulas, cueros y algunos palos de tinte a cambio de fusiles, pólvora, lienzo llamado Coleta, Listados y Quincallería, aguardiente y tabaco. Con respecto a fusiles y a la pólvora no son tan dados a facilitárselos como los otros efectos, porque en diferentes tiempos han experimentado el rigor de las mismas armas que les han franqueado”.[6]
Fue Nicolás de Federmann en su calidad de gobernador quien fundó Nuestra Señora de las Nieves en 1535, en un intento por consolidar el poblamiento de la región. Otras tentativas, como Santa Cruz, levantada en bahía Honda, en el extremo norte de la Península, por iniciativa de Alonso de Ojeda en 1502 no pasaron de ser meros campamentos. Y si Santa Cruz sucumbió a la ferocidad de los indígenas,[7] Nuestra señora de las Nieves lo hiso a la falta de agua[8] y al agotamiento de los bancales perlíferos en la región, por lo cual fue trasladada en 1537 al Cabo de la Vela y renombrada Nuestra Señora de Santa María de los Remedios. Santa María fue el destino de pescadores de perlas provenientes de Cubagua y de otros yacimientos agotados,9 que venían a instalar sus explotaciones. Cada explotación comprendía “canoas, indios y barcos, y casas movedizas, y toda la gente, esclavos naborias y bastimentos”.10
Durante una década los Remedios fue centro de extracción de perlas y centro administrativo de su comercio,11 aunque según las descripciones era una ranchería como otras que había en la región:
“…la ranchería de Nuestra Señora Santa María de los Remedios del Cabo de la Vela aparecía como un caserío costero formado por ranchos de varios tamaños, todos construidos de bahareque y cubiertos de paja y cactos. Una serie de enramadas en donde colgaban unas cuantas hamacas completaba el cuadro de sus construcciones. Los ranchos más grandes eran utilizados como dormitorio-prisión de los indios buzos; otros servían para guardar perlas y agua o como habitación de mayordomos y canoeros. Ciertos ranchos y enramadas correspondían a viviendas de indios de perlas privilegiados o hacían las veces de cocina. La ranchería estaba cercada con palos y tablas, lo cual acentuaba su carácter de enclave en medio de un territorio indígena hostil...”.12
Aquejada por los mismos padecimientos que los asentamientos anteriores, Los Remedios fue definitivamente trasladado a la desembocadura
Antonio B., Cuervo. Colección de documentos inéditos sobre la geografía y la historia de Colombia, 33.
9 Weildler Guerra Curvelo. “La Ranchería de las Perlas del Cabo de La Vela 1538-1550”. Huellas: 35.
10 Manuel Luengo Muñoz, “Noticias sobre la fundación de Nuestra Señora de Los Remedios del Cabo de la Vela”. Anuario de Estudios Americanos de Sevilla, (1949): 772.
11 Weilder Guerra Curvelo. “El poblamiento del territorio guajiro”, Revista Pueblos Indígenas, territorios y demarcación, 2007, 53.
12 Barrera, M. Eduardo. 2002. “Los esclavos de las perlas. Voces y rostros indígenas en la granjería de perlas del Cabo de la Vela (1540-1570)”. Boletín Cultural y Bibliográfico: 4-5.
del río Ranchería, a más de 120 kilómetros al sur. Su traslado fue inevitable, en palabras de Pedro Simón: “lo primero por no tener agua para beber, piedra ni madera para edificar, casas, ni aún leña para el servicio, lo segundo verse tan infestados de los goajiros y cocinas que los perseguían”.[9]
La ciudad nace en una localización estratégica para el comercio, enmarcada entre el mar Caribe, el río Ranchería y las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta. El río también era conocido como “del hacha”, y aunque no está muy claro el origen de este nombre,[10] la ciudad heredó esta marca, conservando la devoción que ya se tenía a esta virgen en el Cabo de la Vela, para dar nombre a la nueva ciudad, Santa María de los Remedios del Río del hacha, Riohacha, que celebra su gran día el dos de febrero. El traslado se llevó a cabo entre 1544 y 1545,[11] y en los años posteriores la ciudad creció con el aporte de la población de las rancherías que durante décadas se habían instalado a lo largo de la costa Guajira, y que fueron desapareciendo progresivamente.[12]
La ciudad de Riohacha se consolidó como capital de la provincia de Riohacha y sede de gobierno, su localización estratégica permitía el acceso a una mayor diversidad de recursos, permitiendo también mantener los tratos comerciales con los guajiros, el intercambio con las ciudades de Dibulla, Valle de Upar y Santa Marta, al mismo tiempo que con los comerciantes antillanos.[13] La región estaba ocupada por diversos grupos indígenas, principalmente de la cultura wayúu, que se caracterizaba, y aún lo hace, por su resistencia, pero también por su capacidad de adaptación, que los llevó a entablar negociaciones muy tempranamente con los colonizadores españoles, y con comerciantes, piratas y corsarios de todas las nacionalidades.
A mediados del siglo XVI la población de la ciudad de Riohacha alcanzaba las “dos mil almas de confesión”,[14] y aunque este censo considera la población blanca y/o bien mestiza, vecinos de la ciudad, debemos tener en cuenta que hay una población indígena que reside de manera permanente o no, en Riohacha, proveniente de diversas comunidades que habitaban la región, que no está considerada en este cálculo. Las sequías, que de manera cíclica sufre la región, serán las responsables del limitado crecimiento de la ciudad. Es posible que también la ferocidad de los indígenas desanimara a algunos buscadores de fortuna. En 1769 los indígenas wayúu se sublevaron, entraron en la ciudad y la incendiaron hasta dejarla casi en sus cimientos, según documentos de la época en la rebelión participaron cerca de 20.000 indígenas.[15]
En el mapa de Antonio de Arévalo[16] de 1776 quedaron reflejados los nuevos pueblos fundados para la reducción de los indígenas guajiros de esta sublevación, que comenzó en la Sierra de Macuyra donde se encontraba la ciudad de Fundación, la cual fue destruida y posteriormente abandonada. En el mencionado mapa y el expediente que le acompaña, se pone en consideración del Virrey don Manuel Antonio Flórez, un plan de pacificación de la región, que consiste en ofrecer las condiciones necesarias para brindar el mantenimiento y la seguridad necesarias a las poblaciones existentes, señaladas en el mapa como: A. capital de la provincia, B: Seis poblaciones de indios que deben subsistir; C. Cinco poblaciones de indios de las que se han hecho que deben subsistir. También señala Arévalo las nuevas fundaciones que se deben llevar a cabo y las poblaciones que se deben abandonar.[17] En palabras de Eliseo Reclus: Riohacha, “puesto avanzado de la civilización granadina, está separada de las tribus salvajes apenas por la desembocadura de un río”.[18] y más adelante aclara: “la ciudad de Riohacha está a merced de los indios guajiros. Estos, si quisieren, podrían arrasarla fácilmente, y si la respetan, es debido a que el interés es en ellos más poderoso que el espíritu de venganza: no podrían pasarse sin los productos y las mercaderías que encuentran en Riohacha y que el hábito les ha hecho necesarias; pero si el comercio cesara por una causa cualquiera, al día siguiente la ciudad sería incendiada, y tanto granadinos como extranjeros serían exterminados por los indomables guajiros”.[19]
No es de extrañar entonces que en 1786 el gobernador de la provincia de Santa Marta y Riohacha, Don José de Astigarraga, mandara que la ciudad fuera protegida por el frente de tierra con una estacada a forma de muralla “desde el Castillo de San Jorge a oriente hasta la mar a occidente para defensa con los indios Guajiros”. A principio del siglo XIX de esta muralla no quedaba sino el recuerdo, sin embargo, los vecinos blancos seguían temerosos de sus vecinos indígenas,
“son sumamente insolentes e intratables, entrando armados en la ciudad y aún en las casas con pesadumbre de sus moradores, que diariamente están expuestos a sus insultos; a que se agrega que, siendo la embriaguez vicio general en los indios, andan en tal estado por la ciudad, y se dejan inferir sus consecuencias: los gobernadores tienen con ellos continuos disgustos y suelen darles más que hacer que todas las demás dependencias de su cargo. Así mismo ocurre (aunque con frecuencia) darse combates o escaramuzas entre diversas parcialidades, en el terreno llano que media entre el río de el hacha y la ciudad…”.[20]
Aunque era usual que no saliera nadie herido en estas refriegas, lo cual hacía pensar que eran meras demostraciones de valentía, fiereza y destreza.
Planta y alzado del Castillo de San Jorge de Riohacha
Imagen 1. Planta y alzado del Castillo de San Jorge de Riohacha. Elaboración propia con base en A.G.I. Mapa general de la Provincia de el Hacha. Ingeniero Antonio de Arévalo. 1776. ES.41091.AGI//MP-PANAMA,118.
Plano de Riohacha y su costa[21]
Imagen 2. Plano de Riohacha y su costa. Plano de la costa del Rio de la Hacha desde Bayahonda hasta el Rio que nombran la Enea. A.G.I. MP Panamá,138. Explicación Cartela: A: Pueblos menores. B: Boronâta Pueblo. C: Caminos de guasara. D: Camino de arenal. E: Río de la Hacha. F: La quebrada. G: Moreno población de libres. H: Guarda de monte, soldados. Y: Ojo de caro situado en las montañas de soledad. K: Camino para el Valle. L: Cuesta de Pinto y el Rosario. M: Serranías y puente de Aguas Blancas. N: Haciendas de campo. O: Camino de Maracaibo.
Según la descripción de la expedición Fidalgo, la ciudad no había prosperado como se pensaba y a inicios del siglo XIX seguía siendo un pequeño pueblo:
“… sus casas bajas y chicas construidas con bahareque y barro, y cubierta de palma… Tenía buena Iglesia parroquial, que por no haberla reparado oportunamente se arruinó, y los cortos recursos del vecindario no han permitido la reedificación, y solo han podido edificar en 1802 una ermita que suple la falta de la iglesia arruinada con la advocación de Nuestra Señora de los Remedios. Tiene para su defensa, sobre el ribacito bajo de la orilla de la mar, e inmediato a la boca del rio de la Hacha a oriente de la ciudad, al castillo de San Jorge, que es un pequeño cuadrado sin baluartes, foso ni estacada; y en 1802 se construyó una pequeña batería a barbeta[22] al frente de la ciudad próximamente en la medianía para defensa del fondeadero”.[23]Ampliación Plano MP Panamá 138.
Imagen 3. Ampliación, plano de Riohacha y su costa. Plano de la costa del Rio de la Hacha desde Bayahonda hasta el Rio que nombran la Enea. A.G.I. MP Panamá, 138.
En el mapa anterior podemos ver la ciudad de Riohacha contorneada por lo que parecen ser huertas o campos de cultivo y jardines. También se reconoce el pequeño núcleo urbano que al parecer estaba circundado por algún tipo de empalizada, y se señala la localización del castillo de San Jorge.
Los grupos sociales eran fácilmente reconocibles en la recién nacida ciudad, y los vecinos del centro, y las autoridades se diferenciaban en mucho de la población que ocupaba las rancherías periféricas donde moraban “los señores de las canoas (dueños), mayordomos (administradores de las granjas de perlas) y canoeros europeos (capitán de canoa)”.[24] Indias, pajes de servicio, esclavos africanos e indígenas buceadores, también en régimen de trabajo esclavo, constituían la base de la pirámide social; los indígenas fueron reemplazados progresivamente por esclavos negros.[25] Las comunidades indígenas seguían siendo los principales proveedores de la ciudad, suministraban carnes, aves, frutas y otros alimentos. Y aunque las inmediaciones de las sierras “las tierras son muy fértiles, en la zona más próxima de Riohacha, la falta de agua dulce y la naturaleza arenosa del terreno hacen muy precaria toda tentativa de agricultura, excepto en las riberas del río, en las cuales nadie osa establecerse a causa de la terrible vecindad de los indios”.[26] El mercado de las perlas, otrora base de la economía de la región era pobre “… sólo se recogen las pocas -perlas- que los indios Guajiros conducen a la ciudad para sus cambios, y son de la clase de Mostacilla”.[27]
Los mapas de la época dejan patente una importante red de rutas de comunicación e intercambio que recorren la provincia de la Guajira y alcanzan las estribaciones de la Sierra Nevada, el lago Maracaibo, el Valle del Cesar y hasta Valledupar. En el mencionado mapa de Antonio de Arévalo, podemos reconocer los poblados y rancherías de indios, mestizos y de blancos, que se establecieron en las proximidades de Riohacha, entre los que se encuentran: en la margen izquierda del río, los sitios de: Camarones, Sitio Viejo, Mancornado, Moreno; y en la margen derecha del río: La Cruz, Marbella, Boquerón, el Rincón, La Cruz Vieja, Orino, La Soledad[28] (ver imagen 6). Según el censo de 1835 los indígenas avecindados en estas poblaciones se encontraban en un número cercano a las 1.100 personas, y se calculaba que había en torno a otros 900 individuos que habitaban la región pero que no tenían vecindad fija, y al menos unos 6.000 indígenas “independientes y divididos en varias tribus y parcialidades, que habitan la península entre la cordillera y la costa del mar”.[29]
Posibles vistas del callejero de Riohacha
Imagen 4. Posible vista de callejero de la ciudad de Río hacha a principio del siglo XIX. Elaboración: Arquitecto Enrique Salazar con base en descripciones de la época e imagen satelital.
La provincia del Magdalena se caracterizó por su fuerte resistencia a los embates independentistas, y en 1820 las fuerzas patriotas, decididos a terminar con las facciones realistas que se alzaban en la zona, llevaron a cabo un ataque contra la ciudad de Riohacha. El 11 de marzo arribó al puerto de la ciudad una escuadra procedente de Margarita. Dicha escuadra estaba conformada por 14 naves menores con cerca de 1200 hombres, la mitad de los cuales eran miembros de la brigada irlandesa; todos estaban comandados por el coronel Marino Montilla y el almirante Luis Brión, que siguiendo órdenes de Simón Bolívar debían sofocar de una vez por todas los ánimos realistas en la región.[30]
Fragmento mapa de la provincia de la Hacha y de la costa
Imagen 5. Fragmento mapa de la provincia de la Hacha y de la costa desde río Carrizal hasta cabo de San Agustín y Peña Serrada, con la posición de las fuerzas en guerra, 1819. A.G.I. MP Panamá 325.
Durante el día entero la escuadra estuvo cañoneando la ciudad, mientras se intercambiaba comunicación con el gobernador de la plaza, Sr. José Solís, para la rendición de la misma. El desembarco comenzó la mañana del día 12 encontrando la ciudad desierta, lo cual facilitó que la ciudad fuera convertida en cuartel general para organizar entradas en dirección del río Cesar, Valle de Upar y las serranías vecinas. El gobernador de Santa Marta, Pedro Ruiz de Porras reunió un ejército, al mando de Vicente Sánchez Lima. Según las fuentes, esta compañía que rondaba entre los 1200 y los 2000 hombres,[31] debía hacer frente a los patriotas, cuyos efectivos menguaban por falta de bastimentos, enfermedades y por causa de las deserciones, principalmente de los extranjeros. Según las fuentes, cerca de 52 oficiales irlandeses junto con sus hombres se amotinaron y se negaron a combatir por causa de los retrasos en los sueldos.[32]
El mes de abril siguiente las fuerzas patriotas y realistas se enfrentarían en la llamada Laguna Salada, en inmediaciones de la ciudad de Riohacha. En el combate cuerpo a cuerpo que duró poco más de tres horas, participaron activamente los vecinos de la ciudad y de las sierras próximas, liderados por los riohacheros, el almirante José Prudencio Padilla y el capitán Trinidad Pinto. Esta es considerada una batalla clave para el éxito patriota en la región norte de Colombia.[33]
No sería la primera vez que la ciudad se reconstruía sobre sus cenizas. La ciudad también era propensa a sufrir los embates de las mareas y las crecidas del río, granjeándose el apodo de La Fénix del Caribe,[34] “once veces se levantó de sus ruinas”.[35]
Según la descripción que nos deja Eliseo Reclus, luego de su paso por Riohacha a finales del siglo XIX: “…allí se encuentran y se unen con los lazos de un comercio activo muchas sociedades completamente diferentes por su origen y por sus hábitos: los hombres de sangres mezcladas, que conforman la mayoría de la población, los guajiros nómades, los aruacos industriosos y tímidos, y algunos grupos esparcidos de europeos…”.[36] Durante los primeros años de la República la ciudad fue el destino de una importante cantidad de extranjeros vinculados fundamentalmente a actividades comerciales y al contrabando.[37] Pero también había un número, aunque más modesto de foráneos ingenieros, artesanos y funcionarios, todos, en algún u otro momento probaban suerte como comerciantes, y todos pertenecían a algún, club o asociación, constituyendo una elite comercial, pero también administrativa e intelectual, “…la colonia francesa se reunía todas las noches, bien en casa del ingeniero Rameau, o en la del vicecónsul, ambos llevaban
gran parte de sus vidas en la ciudad”.[38]
Mapa General de la Provincia de el Hacha[39]
Imagen 6. Mapa General de la Provincia de el Hacha: situada entre la de Santa Marta y Maracaibo para la inteligencia de su extensión y límites, de la situación de los nuevos pueblos a que se redujeron en principios del año 1773 los indios guajiros sublevados en el de 69, y la de otros -pueblos- que se han inundado e igualmente las nuevas fundaciones de españoles. Ingeniero Antonio de Arévalo. 1776. AGI. MP Panamá 190.
Según Reclus entre los cerca de cinco mil habitantes que había en la ciudad se encontraban italianos, españoles, ingleses, griegos, alemanes y antillanos de diversas procedencias. También había estadounidenses, que según nos cuenta este viajero, “se apresuran a reclamar el título de ciudadanos granadinos… se hacen naturalizar antes de saber hablar el español”.44 En la ciudad podían vivir tranquilamente sin que su tranquilidad o sus negocios fueran perturbados por agentes de policía, cobradores de impuestos u otros. También menciona Reclus, la importante presencia de los judíos, “que se han adueñado de la mayor parte del comercio, -de Riohacha- y en donde la tasa de interés se eleva de dos a cuatro por ciento mensual”. 45 Muchos de estos extranjeros terminaron invirtiendo en los fértiles terrenos que se encontraban en los valles del sur de la Sierra Nevada, más próximos de Valledupar y del río Magdalena, donde proliferarán cultivos de frutales y café, entre otros.46
Reclus describe la ciudad como la menos insalubre de toda la región, aunque a su alrededor abundaban las lagunas infectas, y el paisaje empeoraba si visitábamos los lugares de cría o sacrificio de animales. Al oeste de la ciudad se
que deben subsistir. C. Cinco poblaciones de indios de las que se han hecho que deben subsistir. D. Ocho poblaciones de indios existentes que se deben abandonar. E. Cuatro poblaciones de indios que se deben fundar. F, H, Y, K, L, M: Fondeaderos que llaman puertos de la costa Cojoro, Apiesi, y Macuyra, de los cuales los más seguros son los marcados F, H, Y, J. El puerto F es bueno y con buen fondo para barcos como balandras y bergantines, pero no para fragatas. Las líneas N, N, N, denotan los rumbos de entradas y salidas del valle J. Las Tucacas es un puerto que tiene un canal y una gran laguna adentro, con manglares en las orillas y se da fondo en el mismo canal. Las tucaquitas es como las Tucacas, pero no hay fondo dentro. En Sabana del Calle hay los bajos que marca el mapa, lo demás hacia el este es hondo limpio”. La transcripción es nuestra.
44 Eliseo Reclus. Viaje a la Sierra Nevada de Santa Marta, 80.
45 Eliseo Reclus. Viaje a la Sierra Nevada de Santa Marta, 89.
46 Una de las iniciativas del Estado colombiano para el poblamiento de territorios poco poblados de la Sierra Nevada, fue la concesión de miles de hectáreas a todo colono nacional o extranjero, que además podían recibir préstamos de dinero para poner en marcha explotaciones agrarias. Eliseo Reclus. Viaje a la Sierra Nevada de Santa Marta, 67.